Esposas

Si eres un hombre de santidad, debes buscar más una porción de gracia en una esposa que una porción de oro con una esposa. Debes procurar más la justicia que las riquezas, la piedad por sobre el dinero, más acerca de la herencia que ella tuviere en el cielo que las posesiones que tuviere en la tierra, más en relación a los intereses que tuviere en Cristo que los intereses que tuviere en las cosas creadas, más sobre su nuevo nacimiento que la clase social en donde hubiere nacido, más acerca de su carácter como persona buena que sus bienes terrenales.

Con perfecto decoro, la Escritura ha dicho que la mujer es dada por Dios como “una ayuda” para el hombre. Es evidente, entonces, en mi opinión, que buscará remediar, según el sentido común y la persuasión, cada una de las molestias que se le originan a su esposo en la economía doméstica. Y si él no produce, entonces se esforzará, en la medida de lo posible para la naturaleza humana, en llevar una vida sin pecado.

Una esposa llena de gracia satisface al buen marido, y enmudece al malo.