La gracia de Dios

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El Edén                                                                                  

Déjeme contarle la historia de Juan Newton. Para algunos será un recuerdo por que ya han oído la historia de él.

Su padre era capitán de un barco mercante y siempre estaba en alta mar. Su madre le crió lo major que pudo, enseñandole las Escrituras y los sagrados himnos. Pero su madre murió justo cuando estaba para cumplir los siete años—y Juan, rechazando la enseñanza de su madre, siguió en los pasos de su padre. A los 17 años, el mundo de Juan era la alta mar. El mundo del Espíritu, como su madre con tanto amor le había enseñado, había desaparecido sobre el horizonte y estaba perdido—mucho como el alma de Juan.

En sus propias palabras, su “delicia y práctica habitual fue la maldad” y él “ni temía a Dios ni consideraba a los hombres”. En pocas palabras, era un esclavo a hacer maldad y se gozaba del pecado.”

Después de servir un tiempo en la marina de Inglaterra fue dado baja sin honor y entonces se fue a la África. Allí fue dado trabajo en un barco que transportaba esclavos, donde hombres, mujeres y niños fueron tratados como carga y enviados a América como esclavos.

De allí, en marzo de 1784, en algún lugar en medio del Atlántico, llegó la gracia. La mano de Dios rescató un alma naufragada. Una violenta tempestad envolvió el pequeño barco de esclavos. Todas las manos estaban despiertas. Las voces gritaban con urgencia. El agua comenzó a inundar la bodega del barco. Juan Newton se preguntaba si así iba a terminar todo—sepultado en el suelo del océano. Entonces algo maravilloso paso—Juan Newton comenzó a orar. Más después entregaría su vida a Jesús y con el tiempo llegó a ser pastor. Predicó el evangelio hasta la edad de 81 años.

Más tarde, al reflexionar en su vida como vendedor de esclavos y su conversión a Jesús, Juan escribió las palabras del himno 208 – Sublime Gracia. El himno probablemente más conocido y más amado de todo el mundo cristiano. Se encuentra en más himnarios que cualquier otro himno.

Quiero considerar las palabras de este himno como un bosquejo para pensar en la gracia de Dios. Voy a referirme a veces a las palabras originales en inglés – tiene a perder algo de su significado en la traducción.

Primera estrofa

La presencia de la gracia

Las primeras palabras: “Sublime gracia del Señor”.  Lo que ha hecho este himno un favorito por más que 200 años no creo que sea la música o la armonía – es la gracia presente en el himno. Estas palabras la introducción. Sin la gracia no existiría el resto del himno.

¿Qué es gracia? Uno ha dicho: “No hay ninguna palabra más bella que la palabra gracia. Quiere decir favor no merecido o bondad mostrado a uno que es completamente indigno. No solo es un don gratuito, pero es un don gratuito a los que merecen completamente el opuesto.”

Está en enfoque la gracia de una cierta persona – el Señor. Jesús fue, y siempre será la imagen perfecta de la gracia. Juan 1:14-17. Jesús constantemente mostraba gracia a las personas que le rodeaban. Mostró gracia a la mujer sedienta en el pozo de Samaria. A la mujer hallada en adulterio colmó de Su gracia. Mostró gracia a Pedro quien le abandonó en Su hora de necesidad. Es gracia, aquí en este himno que nos llama – sublime gracia.

El propósito de la gracia

Juan, sin tratar de buscar palabras elocuentes admite que fue la gracia de Dios que “a un infeliz salvó”. Para entender la maravilla de la gracia de Dios de los ojos de Juan tiene que saber algo de su miseria e infelicidad. Juan una vez escribió de sí mismo: “Mi vida diaria fue un camino de la blasfemia y profanidad más terrible. No creo que jamás conocí a un blasfemador más atrevido que yo mismo.” ¿Cómo siente usted cuando canta “a un infeliz salvó?” Algunos cantan esas palabras con una gran sonrisa, como si no entienden lo que están diciendo de sí mismos. La verdad es que cada uno de nosotros somos tan miserables e infelices como Juan. Escuche las Escrituras: Rom. 3:10-12. En otras palabras, cada uno de nosotros estamos saturados en el pecado—y allí es donde entra la gracia. Solo cuando llega cara a cara con la oscuridad dentro de su alma, llega la gracia de Dios a ser sublime y sorprendente. El propósito compasivo de la gracia de Dios es salvar todos de nosotros infelices. Pablo lo dijo claramente en Ef. 2:8 y Ro. 3:23, 24.

El poder de la gracia

Juan Newton describe elocuentemente el poder cambiador de la gracia en la segunda línea:  Juan experimentó una transformación radical gracias al poder cambiador de la gracia. La transformación que experimentó no fue por casualidad, no fue único a él, ni fue por su buena intención ni de su propia fuerza interior.  Fue llevado a cabo por el poder del Espíritu Santo que mora en el corazón de cada creyente.

Pablo habla de eso en Ro. 8:5-11. Esto es el poder de la gracia de Dios en la obra del Espíritu.

La segunda estrofa

Esta segunda estrofa expresa dos de los elementos más maravillosos de la gracia de Dios

La paradoja de la gracia

La segunda estrofa comienza con estas palabras: “Su gracia me enseñó a temer, mis dudas ahuyentó.” En lo original “mis temores ahuyentó. Allí está la paradoja. Parece extraño que Juan diría que la gracia le enseñó a temer y con la misma respiración dice que la gracia ahuyentó sus temores.  Pero a veces es exactamente lo que hace la gracia. Proverbios 14: 27 dice: “El temor de Jehová es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte.” Eso es exactamente lo que pasó a Juan Newton. Esa noche del 21 de marzo de 1748, Juan fue despertado por una terrible tempestad. El agua estaba entrando en el barco y cada uno de los marineros, incluyendo Juan Newton temía por su vida. Juan saltó de la cama y con prisa subió a la cubierta para trabajar las bombas de agua. En ese momento sintió una mano en el hombro y escuchó la voz del capitán. Vaya a traerme un cuchillo.” Juan dejó su lugar para correr a traer el cuchillo y mientras iba, el hombre que tomó su lugar fue echado al mar por una gran ola que cubrió el barco. “Eso fue para mí” pensó Juan cuando se dio cuenta. Comenzó a trabajar con todas sus fuerzas y susurró casi sin pensarlo: Si eso no funciona—que el Señor nos tenga misericordia. El Señor—ya hacía años que Juan había mencionado ese nombre aparte de su profanidad. Antes de esta noche, Juan había pensado muy poco en la vida después de la muerte, en el juicio, en la eternidad, pero ahora, atemorizado con la posibilidad de ser sepultado en el agua, Juan aprendió el temor del Señor y lo aprendió por gracia. Era un hombre fuerte y confiado en sí mismo – “no temor” – pero en ese momento, se llenó de temor pensando en le muerte y lo que le esperaba.

Dios permite a veces experiencias en nuestra vida que nos hacen reflexionar en la vida, la muerte, el juicio – producir en nosotros un temor –

Pero de allí es la gracia que ahuyenta el temor – cuando nos entregamos al Señor, cuando nos echamos en Sus brazos, cuando encontramos en Él un refugio de las tempestades de la vida – se ahuyenta el temor – hay paz, gozo, satisfacción por Su gracia. Ocho veces en el NT Jesús habló las palabras “No temaís”.

El punto de conecte de la gracia

¡Oh cuan precioso fue a mi ser (hablando de la gracia), y de allí en el escrito original – “la hora en que primero creí.”

En sus escritos más tarde, Juan recordó esa hora. Cuando estaba fatigado con cansancio, le relevaron de las bombas, durmió por una hora, y timoneó el barco hasta la media noche. Solo en el timón, eso es cuando Juan comenzó a orar. Pero escribe: Yo no podía orar la oración de fe, yo no podía acercarme a un Dios reconciliado y llamarle Padre. Los principios desconsoladores de la falta de fe estaban bien arraigados—la gran pregunta ahora fue cómo obtener fe.

No conocía todavía a Dios ni a Jesús ni a Su Espíritu Santo. No tenía todavía fe. Pero la quería. Y cuando terminó su turno en el timón, bajó rápidamente a la cabina para buscar una Biblia. Tres semanas estaban en alta mar todavía hasta llegar a Irlanda y todo el tiempo Juan estaba pensando profundamente, ocupado en la oración, y leyendo las Escrituras. Arazó la verdad de los Evangelios y el poder del Salvador de que hablaban de rescatarle de la perdición de su vida. Allí en las páginas de Mateo, Marcos, Lucas y Juan él encontró fe. Él creyó. Y aunque le faltaba mucho para aprender todavía, y le enfrentaban muchos obstáculos para vencer, él había sido tocado y cambiado por la gracia sublime y preciosa de Dios. La fe es el punto de conecte de la gracia. Pablo lo dijo bien cuando dijo: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Ef. 2:8).

Para algunos, eso parece demasiado sencillo. Esperan un remedio más complicado, una salvación más sofisticado. Fue difícil para Juan creer. ¿Todos sus pecados borrados? ¿Todo lo que era infeliz y desgraciado de él perdonado? Fue difícil aceptar, pero ya cuando era viejo, y su memoria fallaba, Juan dijo: Recuerdo dos cosas; que soy un gran pecador y Cristo es un gran Salvador.”

Ninguna otra religión puede ofrecer lo que Cristo ofrece. La Biblia dice: Juan 1:12.

Fe es el vehículo por lo cual experimentamos la gracia infinita de Dios.

 Son necesarios el bautismo, el arrepentimiento, una vida cambiada—pero esas son expresiones de fe.

Jesús quiere que veamos que somos salvos no por lo que somos nosotros pero por lo que es Él. No es por lo que yo he hecho, pero por lo que Él ha hecho por mí.

Romanos 5:2

Pablo: Pero por la gracia de Dios soy lo que soy

Tercera estrofados componentes extraordinarios de la gracia

La provisión de la gracia

“En los peligros y aflicción que yo he tenido aquí” ¿En qué piensa cuando canta esas palabras? Reflexiona en los peligros, las aflicciones, los trabajos por los cuales ya ha pasado?

Probablemente no ha tenido una vida llena de peligros y aflicciones como Juan. Pero todos tenemos luchas en la vida, aflicciones, necesidades, enfermedades, tentaciones, peligros, tristezas, etc. Escuchen las palabras del Apóstol Pablo 2 Co, 2:9, 10.

Piénselo así. Cuando tiene un gran problema, pregúntese. “¿Qué tan grande es este problema?” Entonces pregúntese: ¿Qué tan grande es mi Dios?

Piénselo así. Cuando tiene un gran problema, pregúntese: ¿Qué tan grande es mi problema? Entonces pregúntese: ¿Qué tan grande es mi Dios?"

Kenneth Wuest lo dice así: Hay suficiente gracia en el corazón de amor de Dios para salvar y guardar salvado por el tiempo y eternidad cada alma que ha vivido o vivirá, y de allí sobra suficiente para salvar un millón de universos más llenos de pecadores, si hubieran – y todavía sobraría. Hay suficiente gracia disponible para dar a cada santo victoria continua sobre el pecado, y todavía sobra. Hay suficiente gracia para tratar con todas las tristezas, angustias, dificultades, tentaciones, pruebas, y luchas de la existencia humana y más. Confíe en la gracia de Dios.

Pablo lo llama “la abundancia de la gracia” (Ro. 5:17), “las abundantes riquezas de su gracia” (Ef. 2:7), y “la superabundante gracia” (2 Co. 9:14). Pedro lo llamó la  “multiforme” gracia de Dios (1 Pe. 4:10).

Juan 1:16 – “gracia sobre gracia” El cuadro de las olas del mar, una tras otra. Cuando uno piensa que ya no hay más, aquí viene otra.

2 Co. 9: 8-11. Noten los superlativos.

La promesa de la gracia

“Su gracia siempre me libró, y me guiará feliz.” Original: y la gracia me guiará hasta mi hogar.

¡Que testimonio! No le fue fácil la vida, pero la gracia de Dios siempre le libró – La mente de Juan volvía muchas veces a Ro. 8:28. Esta promesa es como una roca debajo de sus pies. Cuando parece que toda la tierra tiembla, cuando parece que ya hay seguridad en nada, puede pararse firmemente sobre esta roca. Ningún temblor lo puede hacer mover.

Puede ser que no entendamos cómo, ni por qué, ni cuando todas las cosas nos ayudarán a bien, pero podemos confiar en que así será. Sabemos que Dios es bueno. Sabemos que ël está obrando en este mundo. Sabemso que Él está usando todas las cosas para Sus propósitos y para nuestro bien. Y sabemos que algún día nos pararemos al lado de Su trono y veremos todos los eventos de este mundo, y todos los momentos de nuestra vida. Veremos nuestro nacimiento, nuestra muerte, y todo de en medio en un cuadro comprensible. En ese momento se verán todas las piezas de la rompecabeza de nuestra vida en su verdadero lugar y en su perspectiva apropiada. Sabremos exactamente porque Dios permitió algunos de los peores momentos de nuestra vida y cómo exactamente nosotros cabíamos dentro de su plan. Y más importante que todo; estaremos en nuestro hogar eterno.

“Su gracia siempre me libró, y me guiará feliz.”

 

En el cielo una vez hubo un gran debate sobre quién era el monument más grande de la gracia de Dios. Todas las almas fueron abiertos, y todos los secretos revelados mientras los redimidos alababan la gracia de Dios. Uno tras otro contó del pecado o la transgression del cual Dios le había librado. Mientras progresaba el debate, la decision iba enfocando en un hombre quien aparentemente había cometido todos los pecados. Contó de pecado después de pecado mientras daba vueltas a las hojas de su vida. Y de allí relató como cuando estaba para morir, Cristo le vino a salvar como salvó al ladrón sobre la cruz. Pero antes de tomar el voto otro redimido pidió contar su historia.  Fue esta: Él había llegado a conocer y amar a Cristo muy temprano en su vida y lo había seguido todos los días de su vida. Y por la gracia de Dios había sido guardado de todos los pecados y transgresiones de que habían hablado los demás.  Entonces se tomó el voto y no fue el borracho, el ladrón, el adúltero, el mentiroso, el pandillero, el homicida, sino fue el hombre que había seguido a Cristo toda su vida y había sido guardado por Su gracia que fue elegido como el monumento más grande a la gracia de Dios.

El gran pecador salvado – monumento a la gracia

La madre con el arduo labor de criar a sus hijos. Cansada pero feliz dirigiéndoles en los caminos del Señor – monumento a la gracia

Los padres al lado del ataúd, contemplando el cadáver de un hijo que perdió su vida en un accidente. Tristes, llorando calladamente pero con serenidad, controlados, con paz, resignados – monumento a la gracia

Un inválido, acostado en su cama, con dolor, impedido – pero con una sonrisa, un testimonio de gozo y esperanza – monumento a la gracia

Un joven, una señorita, diciendo “no” a las tentaciones, huyendo de las pasiones juveniles – alegremente sirviendo al Señor con fidelidad y en santidad –monumento a la gracia del Señor.

Ef. 2:5-10

Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, 17conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra. 2 Ts. 2:16

 

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