La Maravilla de la Esperanza

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Introducción

Parte de la Maravilla de Navidad es la manera en cómo Dios escogió darnos esperanza.
Muchos habían esperado este tiempo cuando el Mesías llegaría.
Se dieron por lo menos 300 profecías del nacimiento de Jesús.
Isaías 7:14 (NVI)
14 Por eso, el Señor mismo les dará una señal: La doncella concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel.
700 años después de esta profecía se cumplió con una virgen llamada María.
Mateo 1:18–25 (NVI)
18 El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. 19 Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto.
20 Pero cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. 21 Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»
22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: 23 «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»).
24 Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa. 25 Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús.
Jesús nació para darnos esperanza. Para pagar por nuestros pecados y hacernos aceptos ante los ojos de Dios.

1. La esperanza muestra el gran amor del Padre.

Mateo 1.21 “Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»”
Dios mostró el gran amor al haber enviado a Su hijo por medio de una virgen.
El hombre que se le daría era “Jesús”, que es una traducción del nombre hebreo Josué que significa “Dios es salvación”.
El propósito soberano de Dios fue enviar a su hijo a morir en la Cruz para pagar por nuestros pecados.
2 Timoteo 1:9 “Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por su propia determinación y gracia. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo”
1 Pedro 1:18-20 “18 Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, 19 sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto. 20 Cristo, a quien Dios escogió antes de la creación del mundo, se ha manifestado en estos últimos tiempos en beneficio de ustedes.”
Esta esperanza es dada para todas aquellas personas que ponen su fe en Cristo Jesús como salvador.
Juan 1:12 “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.”

2. La esperanza en Jesús quita nuestros pecados.

Mateo 1:23 “«La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»).”
Mateo La anunciación del Rey (1:18–25)

“En Emanuel Dios ha venido a habitar con nosotros. ‘Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros como en una tienda, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad’ (Jn. 1:14). Ninguno podrá sondear las riquezas de esta gracia por la que Dios, por medio de Emanuel, ha venido a habitar con los pecadores. Con el fin de decir algo por lo menos como medio de una explicación mayor, es probable que sea mejor obtener la información del propio Evangelio de Mateo. Esto significa que, en Cristo, Dios vino a habitar con los dolentes, para sanarlos (4:23); con los endemoniados, para liberarlos (4:24); con los pobres en espíritu, etc., para bendecirlos (5:1–12); con los afanosos, para liberarlos de su afán (6:25–34); con los juzgadores, para advertirles (7:1–5); con los leprosos, para limpiarlos (8:1–4); con los enfermos, para sanarlos (8:14–17); con los hambrientos, para darles de comer (14:13–21, 15:32–39); con los inválidos, para restaurarlos (12:13; 15:31); y sobre todo, con los perdidos, para buscarlos y salvarlos (18:11)”37.

3. La esperanza permanece en los hijos de Dios.

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