El libertador forastero

Éxodo: De la esclavitud a la libertad  •  Sermon  •  Submitted
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Éx 2:11-25
En el mundo del futbol existe una larga lista de jugadores que por sus características prometían ser grandes estrellas, “niños maravilla”, pero debutaron tempranamente y la presión de los medios, la fama o la pesada mochila de ser comparados con otros de cierta trayectoria, los abrumó, tomaron malas decisiones y terminaron sus carreras abruptamente sin siquiera llegar a tocar un poco del éxito de un jugador promedio.
Y esto no es algo que pasa en el mundo del deporte, sino en muchos otros entornos, el pretender alcanzar antes del tiempo aquello que es el resultado de una trayectoria.
El pasaje que hoy consideraremos continúa la historia del libertador de Israel, Moisés, uno cuyo nacimiento estuvo marcado por el drama y la evidencia de que ciertamente Dios tenía un plan que llevar a cabo con él. Y aunque es posible que la mayoría de ustedes estén familiarizados con el desarrollo de la vida de este importante hombre en las Escrituras, es claro que la Biblia no se trata de las hazañas de a quienes consideramos héroes, sino de Dios, quien es el protagonista de esta gran historia.
Moisés fue un “niño maravilla” una promesa libertadora para Israel, pero algunas de sus decisiones no fueron sabias y terminaron por traer consecuencias drásticas; pero todo esto estaba bajo el control del Señor y en su providencia él lo usaría para mostrarse como el verdadero libertador de Israel, que si bien no desecharía a Moisés por completo, sí le mostraría que si el pueblo de Dios iba a dejar atrás la esclavitud sería por la mano divina y no por influencias y poderes humanos.
Este es precisamente el argumento para nuestro sermón en la mañana de hoy: mientras que Moisés como libertador fue desterrado de Egipto el día que “debutó” como libertador, Dios, por el contrario, es quien traer verdadera liberación por su fidelidad y misericordia.
Basados en eso, veremos nuestro texto a la luz de los siguientes puntos:
1. El libertador frustrado (11-14)
2. El libertador forastero (15-22)
3. El libertador fiel y compasivo (23-25)

El libertador frustrado (11-14)

La historia de Moisés continúa en el verso 11 y da un salto significativo. En el versículo pasado habíamos dejado a Moisés siendo un bebe de tres meses adoptado por la hija de Faraón y amamantado por su madre; pero aquí aparece siendo hay un adulto, según datos del Nuevo Testamento, de unos 40 años. No hay mucho que sepamos de esa época en la vida de Moisés, pero en Hechos 7:17-22 , en aquel famoso discurso de Esteban, se nos dan algunos detalles que eran conocidos por los judíos:
17 Fue por ese tiempo que Moisés nació. Era hermoso a la vista de Dios, y fue criado por tres meses en la casa de su padre. 21 Después de ser abandonado para morir, la hija de Faraón se lo llevó y lo crio como su propio hijo. 22 Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, y era un hombre poderoso en palabras y en hechos.
Como vemos, Moisés recibió una formación extraordinaria en el corazón del imperio más importante de la época. Él creció como un príncipe, entre palacios y gobernantes, pero por alguna razón, su corazón se mantenía anclado a su pueblo, sabía que pertenecía a otro lugar y que su misión iba más allá que estar durmiendo en las cámaras reales.
Es esa misma pasión la que un día lo llevó a visitar el lugar de sus hermanos, los judíos, y vio cómo uno de ellos era golpeado como un egipcio.
Moisés, el niño maravilla y joven promesa de la categoría "libertador de esclavos", estaba a punto de debutar. Impulsado por las historias de su llamado extraordinario y los relatos que había escuchado de su madre, mira a un lado y a otro y asegurándose que no había testigos, mató al egipcio y lo escondió en la arena.
Todos habríamos esperado, de acuerdo con el libreto, que el judío, recién salvado, corriera cuan mujer samaritana a contarles a todos los hombres esclavos que por fin había llegado su paladín y quien conduciría sus tropas a la libertad prometida.
En Éxodo no se ve tan claramente, pero la verdad es que Moisés estaba convencido de que los judíos lo iban a ver como un libertador:
»Pero cuando iba a cumplir la edad de cuarenta años, sintió en su corazón el deseo de visitar a sus hermanos, los israelitas. 24 Al ver que uno de ellos era tratado injustamente, lo defendió y vengó al oprimido, matando al egipcio. 25 Pensaba que sus hermanos entendían que Dios les estaba dando libertad por medio de él, pero ellos no entendieron. (Hch 7:23-25)
Faraón, al enterarse de esto, buscó oportunidad para matar a Moisés, pues entendía que era un potencial instigador y que podía desestabilizar el reino, así que, nuestro libertador debutante, ahora tiene que huir, lejos, a un lugar desconocido, a Madián.
Hay varias cosas que queremos precisar y que son muy útiles para nosotros en términos prácticos:
- Aunque Moisés estaba actuando impulsivamente, no significa que su causa o su entendimiento fueran incorrectos. Él estaba convencido de que Dios traería liberación y sabía que su pueblo no estaba allí para padecer. El problema es que no estaba entendiendo el cuándo hacerlo. Que podamos hacer algo, no significa que tenemos que hacerlo. Lo mejor siempre es esperar en el Señor, en su tiempo y no actuar segados por nuestras emociones o por nuestros impulsos. Piensa por un momento en tus hijos no creyentes o familiares; a veces la desesperación por no ver fruto en sus vidas nos puede llevar a ser ásperos en nuestro trato y mostrar más una actitud de juzgar que de misericordia cuando lo que el Señor desea es que sigamos perseverando y esperando en oración y con paciencia.
- Otra cosa que debemos destacar en medio del carácter prematuro de la misión de Moisés es su carácter decidido. Él sabía que estaba renunciando a todas sus comodidades, rehusando a ser llamado hijo de la hija de Faraón, con tal de llevar sobre sí el oprobio: Por la fe, Moisés, cuando ya era grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, escogiendo más bien ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los placeres temporales del pecado. Consideró como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. (Heb 11:24-26). Esto es increíblemente abrumador. Aunque Moisés no había visto a Cristo sino solo escuchado de una promesa que el Señor traería, él estuvo dispuesto a dejarlo todo y cambiar la gloria del mundo por servir y buscar la riqueza de Cristo. Mis amados. No perdamos de vista que nosotros hoy tenemos una visión más clara de ese Cristo, le conocemos mejor, tenemos mayores elementos, ¿no deberíamos estar más dispuestos a cambiar la gloria de este mundo y los placeres y pecados que nos ofrece, por nuestro Señor Jesucristo? Yo espero que este pasaje hoy pueda taladrar tu alma y llevarte a abrazar la idea de que no hay nada que este mundo ofrezca, que sea más grande que lo que encontramos en el Señor.
Pero otra cosa que no podemos dejar de ver es cómo Dios iba a usar este evento para trabajar en la vida de Moisés, de modo que estuviera preparado para cuando fuere tiempo, por lo que, por ahora, le era necesario padecer y esa la imagen que vemos al final del verso 15; un Moisés al lado de un pozo, sin saber a dónde ir, sin saber qué hacer, un libertador debutante que ha fallado en su primer intento, pero que sigue en las manos de Dios, lo que nos lleva al siguiente punto de nuestro texto:

El libertador Forastero

Quiero que nos pongamos en el lugar de Moisés: por más de 40 años estuvo convencido de que él llevaría al pueblo de Israel a la libertad, se preparó para ello y cuando creyó que estaba a punto de lograrlo, resulta que tiene que abandonar la tierra para salvar su vida y con ello la única posibilidad de hacer algo ¿cómo podría hacerlo ahora? ¿Quién iba a ayudarlo? Si estando dentro del imperio y con influencias no pudo convencer al pueblo, ¿cómo lo haría ahora? ¿Acaso estaba terminado todo?
Estas preguntas rondaban la cabeza de Moisés, quien pronto se encuentra en un nuevo escenario. Una pelea por agua, pero esta vez, en lugar de encontrar rechazo y destierro, se encuentra con una familia que lo acoge y que se convierte luego en su propia familia. No cabe duda que el Señor estaba cuidando de Moisés, de hecho Madián es la tierra de un hijo de Abraham con Cetura (Gn 25:1-6), por lo que, aunque era forastero, no estaba lo suficiente lejos como para que el pacto y la bendición del Señor no lo alcanzaran.
Dios llevó a Moisés a un desierto, le dio una familia e hijos, le permitió conocer el arte del pastoreo, durante 40 años vivió como un nómada; no cabe duda que todo ese recorrido hacía parte del plan del Señor para Moisés, aunque hasta ese momento no lo entendiera.
Estoy más que seguro que cada uno de nosotros puede contar una historia de cómo Dios obró en un momento de su vida sin que él siquiera haya podido notarlo. Y si esta no se parece a tu historia, entonces lo será en algún momento, si estás en el Señor; porque él nos permite experimentar situaciones en nuestra vida, que más adelante él usará para sus propósitos y para Su gloria.
Algunos de ustedes estudiaron sus carreras, otros nos movimos a ciertos lugares, tomamos ciertas decisiones; y tal vez nunca pensamos en cómo eso podía ser de utilidad para nuestro llamado como hijos de Dios en esta tierra; sin embargo, tarde o temprano el Señor nos permite encontrar ese propósito.
La historia tiene un elemento curioso; el verso 22 dice que Séfora, mujer de moisés, le dio un hijo y él le puso por nombre: Gersón, como un recordatorio de su condición, que él era un peregrino, un forastero en tierra extranjera.
No sé si a ustedes les parece, pero esto pareciera el final de la historia. Como si Moisés se estuviera resignando a vivir una nueva realidad, lejos de aquello que en algún momento él pensó que era la misión para su vida. El telón perfectamente podía cerrarse aquí, pero recordemos que esta no es la historia de Moisés, esta es la historia de Dios y de Su pueblo y es momento de que el verdadero libertador entre en escena; lo que nos lleva al tercer y último punto de nuestro sermón…

El libertador fiel y compasivo

Pasado mucho tiempo, otros 40 años, siendo Moisés de 80 años, el Faraón que quería matar a Moisés murió y todavía los Israelitas seguían en esclavitud. Pero ahora, los vientos de libertad comenzaban a soplar; Dios había oído el clamor de Su pueblo, ahora, el verdadero libertador se ha puesto en pie.
Dios había estado trabajando en varios frentes, aunque nosotras cámaras se habían quedado con Moisés. No sabemos si el motivo del retraso de 40 años fue preparar a Moisés, esperar la muerte de ese Faraón, llevar al pueblo de Israel a clamar por libertad o darle tiempo a los que estaban ocupando la tierra a donde los judíos iban a ser llevados se arrepintiera o si todas las anteriores; lo cierto es que el tiempo señalado por el Señor había llegado.
Vemos varias cosas del carácter de Dios aquí:
- Él es un Dios soberano que hace las cosas en Su tiempo y según su voluntad y no está sujeto a los designios del hombre.
- Él es un Dios compasivo que puede dolerse del dolor de sus hijos y ser sensible a su sufrimiento. Dios no es un Dios indiferente que no tienen ninguna relación con sus hijos y su sufrimiento.
- Él es un Dios fiel, que obra de acuerdo con su pacto y sus promesas. Dios no está actuando aquí para vengar a Moisés, para castigar a Faraón o para premiar al pueblo judío, él está actuando movido por su pacto y su fidelidad. Tremenda confianza debe proveernos eso a nosotros hoy.
- Y finalmente, Él es un Dios que actúa en favor de su pueblo. Él es el único que puede traer libertad.
Y aunque Moisés había mostrado algunos de estos aspectos como libertador: un deseo de justicia, misericordia, compasión, etc. Nunca lo hizo en la misma proporción del Señor. En efecto, como son altos los cielos de la tierra, así son sus caminos más altos que nuestros caminos y sus pensamientos más altos que nuestros pensamientos.
Dios es quien verdadera y definitivamente traería salvación a su pueblo y eso debía quedar claro a Moisés y también al pueblo.
No dejo de pensar en que si Moisés hubiese logrado una revuelta 80 años antes, tal vez habría logrado derrocar a un Faraón viejo y cansado y hasta de pronto habría tenido éxito en su revolución, pero no habría pasado de ahí; porque Moisés no podía proveerle al pueblo como libertador lo que solo Dios le podía proveer.
Dios está mostrando aquí que él es el protagonista de la historia y que los hombres son solo instrumentos. Esta ha sido una tragedia de los últimos tiempos en la iglesia, que han creído que el éxito de la iglesia depende del carisma de sus líderes y no del Señor. Los pastores y quienes lideran la grey son solo administradores de los misterios de Dios y deben ser vistos como tal.
Mi amado hermano, este es una verdad que debes abrazar si estás orando por tus familiares no creyentes. Solamente Dios puede traer libertad a ellos, no tú. Tú no eres el Espíritu Santo, tú no convences de pecado, tú no puedes perdonar pecados, tú no moriste en la cruz. Condúcelos a Cristo, muéstrales la necesidad de que corran y clamen a un Salvador que puede perdonar sus pecados y salvarlos, pero no pretendas producir tú a punta de demandas de buen comportamiento, lo que únicamente Dios puede hacer por su poder libertador.
Hemos visto entonces en esta historia como, por más prometedor que Moisés resultaba como libertador, él no tenía el poder para traer libertad al pueblo esclavo y eso nos deja solo con un salvador, el único que podía traer salvación, el Dios de Israel… Como bien señala la Escritura:
En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos. Hch 4:12
Y esto, amigo mío, que estás aquí sin Cristo, es lo que estás llamado a creer; que la salvación solo proviene del Señor y de poner toda tu confianza en él.
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