Sermon Tone Analysis

Overall tone of the sermon

This automated analysis scores the text on the likely presence of emotional, language, and social tones. There are no right or wrong scores; this is just an indication of tones readers or listeners may pick up from the text.
A score of 0.5 or higher indicates the tone is likely present.
Emotion Tone
Anger
0.06UNLIKELY
Disgust
0.08UNLIKELY
Fear
0.1UNLIKELY
Joy
0.5LIKELY
Sadness
0.14UNLIKELY
Language Tone
Analytical
0UNLIKELY
Confident
0.07UNLIKELY
Tentative
0UNLIKELY
Social Tone
Openness
0.14UNLIKELY
Conscientiousness
0.15UNLIKELY
Extraversion
0.46UNLIKELY
Agreeableness
0.6LIKELY
Emotional Range
0.15UNLIKELY

Tone of specific sentences

Tones
Emotion
Anger
Disgust
Fear
Joy
Sadness
Language
Analytical
Confident
Tentative
Social Tendencies
Openness
Conscientiousness
Extraversion
Agreeableness
Emotional Range
Anger
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CUARTA BENDICIÓN EN CRISTO: CONOCIENDO EL MISTERIO DE SU VOLUNTAD
Efesios 1:9-10.
Hemos visto las tres bendiciones anteriores que recibimos en Cristo, pero llegamos a estas versículos y encontramos la cuarta bendición que tenemos en Cristo, y esta es, conocer la voluntad de Dios.
La voluntad de Dios es algo que anteriormente no se podía conocer fácilmente, pero podemos ahora conocerla porque Dios así lo ha permitido a través de Cristo.
Esto nos demuestra el amor de Dios y la confianza para poder conocerle sin intermediarios.
Hay tres cosas principales que veo en el texto que nos ayudarán a comprenderlo mejor:
MISTERIO DE SU VOLUNTAD
Esta carta tiene mucho que decir acerca del plan de Dios para su pueblo, un plan que no fue plenamente comprendido ni siquiera en la época de Pablo.
La palabra misterio no tiene nada que ver con lo misterioso.
Significa: un secreto sagrado, antes oculto, pero ahora revelado al pueblo de Dios.
.
Dios lo dio a conocer a Pablo (3:3) quien, a su vez, se regocija en el privilegio de darlo a conocer a otros.
Además, la gracia santifica este conocimiento en el corazón de aquellos destinados a ser salvos.
Pablo dice, “nos hizo conocer” (cf.
“para nosotros”, en el v. 8), es decir, a mí mismo y a aquellos a quienes escribo (véase v. 1).
Hizo que sobreabundara su gracia … ¡en que nos hizo conocer el misterio de su voluntad!
No la guardó para sí.
El Padre no quiso que los santos y creyentes de Efeso (y de todo lugar) fuesen como el pueblo de Samaria, descrito en 2 R. 7:3–15, que ignoraba acerca de sus riquezas.
La más grande historia que jamás se haya contado, la de la gracia de Cristo, debe ser dada a conocer.
En este aspecto, también, el verdadero evangelio difiere de “otros evangelios” de invención humana.
En los días de Pablo ciertos cultos obligaban a sus devotos a hacer “tremendos juramentos” en el sentido de no revelar sus secretos a los no iniciados.
Aun hoy día existen sectas que exigen a sus miembros hacer promesas similares bajo pena de horribles castigos en caso de incumplimiento.
Fue la voluntad del Padre que el más sublime de los secretos fuese publicado a los cuatro vientos, y que penetrase profundamente en el corazón de los suyos.
El plan de salvación de Dios, además, debía ser dado a conocer a fin de que fuese aceptado por la fe, puesto que es por medio de la fe que los hombres han de ser salvos.
Precisamente, ¿qué fue lo que Pablo quiso decir cuando mencionó “el misterio”?
Aquí en Efesios la respuesta no se da hasta llegar al versículo 10, y aun allí el tema sólo queda introducido.
No obstante, aunque breve, se nos dice que el misterio en el cual Pablo piensa es aquel concerniente a la voluntad de Dios, es decir, el deseo del Padre.
El misterio y el deseo, el beneplácito, el propósito del Padre, forman una unidad.
No se pueden separar, puesto que el misterio es el de su propósito eterno.
Su revelación, también fue conforme a su beneplácito.
Cf. 5 más arriba, donde la predestinación se atribuye también a su beneplácito.
Según esto entendemos que el Padre, lejos de manifestar un amor inferior al del Hijo, ¡siente una especial satisfacción al preocuparse de todo aquello que necesita ser planeado a fin de hacer posible la salvación, plena y libre, de los hombres que se han sumergido en la miseria y ruina, y siente el mismo placer al darles también a conocer este maravilloso plan!
¿Por qué hemos de sorprendernos si el corazón de Pablo, henchido de un espíritu de adoración, exclama “Bendito (sea) el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”?
Luego el apóstol define este beneplácito añadiendo: el propósito que abrigó para sí mismo en él.
La expresión “en él” debe significar “en el Amado”, según lo indica el contexto precedente.
El Padre “nos ha bendecido con toda bendición espiritual … en Cristo” (1:3), “nos escogió en él” (v.
4), y “bondadosamente nos confirió su gracia en el Amado” (v. 6).
Es natural, por tanto, que ahora se mencione que aquel propósito que abrigó para sí mismo fue “en él”.
Ya se ha explicado más arriba cuál es el sentido de este propósito que el Padre abrigó en el Amado (véase sobre v. 4).
10.
El beneplácito del Padre, el propósito que abrigó, el plan en que su alma se deleitó, trazado en la eternidad, iba a realizarse en el tiempo.
TODAS LAS COSAS REUNIDAS EN CRISTO
Nosotros, los creyentes, somos el círculo íntimo de Dios.
Se nos permite tener parte en el misterio de que Dios, un día, unirá todas las cosas en Cristo.
Desde que el pecado entró en el mundo, las cosas se han ido echando a perder.
En primer lugar, el hombre fue separado de Dios (Génesis 3).
Luego, el hombre se separó del hombre, cuando Caín mató a Abel (Génesis 4).
La gente trató de mantener cierta clase de unidad por medio de la construcción de la torre de Babel (Génesis 11), pero Dios los castigó y los esparció por todo el mundo.
Dios llamó a Abraham y estableció una diferencia entre el judío y el gentil, una diferencia que se mantuvo hasta la muerte de Cristo en la cruz.
El pecado todo lo dispersa; pero en Cristo, Dios reunirá todo en la culminación de los tiempos.
Nosotros somos parte de este gran programa eterno.
B.EL PLAN: reunir todas las cocas en Cristo … (10a)
Al repasar lo estudiado, encontramos lo siguiente:
CRISTO ES CABEZA SOBRE LA IGLESIA(vv.
3–8) (comp.
v. 22)
CRISTO ES CABEZA SOBRE TODO (vv.
9–10)
ELECCION(v.
4)
PREDESTINACION(v.
5)
REDENCION(v.
7)
REUNION(v.
10)
BENEPLACITO EN EL PASADO
BENEPLACITOEN EL PRESENTE
BENEPLACITO EN EL FUTURO
Sin duda la formación actual de la iglesia es la garantía visible de que Dios reunirá, no sólo un pueblo, sino todas las cosas en Cristo.
La iglesia representa, en unidad, la confirmación de que Dios unirá todo bajo la redención.
El reino de Dios, vigente en nuestros corazones, es el anticipo del reino eterno.
Esta interpretación del plan se confirma con las palabras del Señor “para que todos sean uno” (Jn.
17:21).
“Reunir todas las cosas en Cristo” significa que con la eliminación definitiva del pecado, habrá una gran restauración cósmica.
El conocimiento de Dios será la característica sustancial de esa época.
El plan está completo, pero se verificará en etapas.
Consiste en poner bajo de una misma Cabeza toda la creación.
Sabemos que todo fue creado por él y para él (Col.
1:16–18).
Sin embargo, a causa del diablo, a quien Dios todaviá permite operar en el mundo, no vemos que sea así (He.
2:8) porque el mundo está en rebeldía.
Este cielo debe desaparecer, y con él las huestes de demonios que por milenios lo han habitado y han operado para destruir, ordenar y maquinar contra los planes de Dios (Jn.
10:10; Ef. 2:1–2).
LA DISPENSACIÓN DEL CUMPLIMIENTO DE LOS TIEMPOS
Literalmente, “para administración (o: para ejecución)”, etc. La expresión “cumplimiento de los tiempos” (o sazones) y otra similar (aunque no enteramente idéntica) en Gá. 4:4 indica el momento (Gá.
4:4) o el período (Ef.
1:10) cuando, por decirlo así, en el reloj de arena del decreto eterno de Dios se ha llenado el ampolleta inferior, esto es, cuando todos los tiempos precedentes y las sazones que el Padre ha establecido conforme a su propia autoridad se hayan completado (Hch.
1:7; cf.
17:26).
Es, en otras palabras, “el tiempo apropiado”.
Según podemos ver claramente en 1:20–23, la referencia en el caso presente tiene que ver con toda la era del Nuevo Testamento, especialmente el tiempo que comenzó con la resurrección y coronación de Cristo.
No llegará el fin hasta que el Señor, en su glorioso regreso, haya pronunciado y ejecutado juicio (1 Co. 15:24, 25).
En conexión con esto, hacemos bien en enfatizar lo que hemos ya dicho, a saber, que tal misterio y propósito van juntos: la ejecución del propósito es la revelación del misterio puesto que fue precisamente el propósito de amor del Padre revelar lo que para el hombre era un misterio.
Esta ejecución y revelación estaban destinadas a tener lugar, por tanto, en la era mesiánica presente.
El propósito llevado a cabo en la plenitud de los tiempos, el misterio entonces revelado, se expresa en las siguientes palabras: para reunir todas las cosas bajo una cabeza en Cristo, las cosas en los cielos y las cosas en la tierra.
Lo que Pablo dice aquí está amplificado en los vv.
20–22.
Por tanto, no se hace necesario extenderse aquí sobre el particular.
Es la misma doctrina que se desarrolla también en otras epístolas que pertenecen al mismo período de su prisión; véase especialmente Col. 1:20 y Fil.
2:9–11 y C.N.T. sobre estos pasajes.
En cuanto al misterio introducido aquí por el apóstol, pero que más tarde se desarrolla en forma muy detallada (2:11–22, aunque en este párrafo no se usa la palabra misterio; 3:1–13; obsérvese especialmente 4; 6:19), bástenos decir por el momento que este misterio está centrado en Cristo, y que un elemento de él es el que aquí se expresa, a saber, que literalmente todas las cosas, las cosas en el cielo, en la tierra, sobre nosotros, alrededor nuestro, dentro de nosotros, debajo de nosotros, todo lo material, han sido colocadas ahora bajo el dominio de Cristo.
Este, sin duda alguna, es un misterio, puesto que nadie jamás lo hubiera descubierto si no se le hubiese revelado.
“Ahora empero no vemos todavía todas las cosas sujetas a él” (Heb.
2:8).
Es necesario nada menos que la fe—y en ninguna manera una fe débil—para “ver a Jesús coronado de gloria y honra” (Heb.
2:9), realmente gobernando el universo entero desde su celestial morada.
Es como el Dr. Herman Bavinck lo expresa tan adecuadamente, “Observamos alrededor nuestro tantos hechos que no nos parecen razonables, tantos sufrimientos injustos, tantas calamidades inexplicables, tan extraña y desigual distribución de destinos, y un contraste tan grande entre los extremos de la alegría y la tristeza, que al reflexionar sobre estas cosas nos vemos forzados a elegir entre dos alternativas: ver el mundo gobernado por una ciega voluntad o deidad maléfica, como creen los pesimistas, o, basándonos en las Escrituras y mediante la fe, descansar en la soberana y absoluta voluntad—aunque incomprensible—sabia y santa de Aquel que algún día hará que la plena luz de los cielos amanezca sobre los misterios de la vida” (The Doctrine of God, mi traducción del holandés; Grand Rapids, Mich., segunda impresión, 1955).
El hecho de colocar todas las cosas bajo una cabeza en Cristo, de tal modo que ellas no se puedan deslizar por sí mismas sino que estén bajo el gobierno del Señor, se enseña en muchos pasajes de las Escrituras.
El mediador que ha sido exaltado vive y reina (Ap.
20:4), recibiendo la adoración de todos los redimidos y de todas las huestes angélicas (Ap.
5).
Pero los pensamientos de este gran Unificador se dirigen también a la tierra, tanto que, en realidad, no solamente intercede por los suyos que todavía se hallan sujetos a conflictos y agitación (Ro.
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