Efesios 1.13-14

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Bendiciones de Parte de Dios el Espíritu (Efesios 1:13–14)
Ahora vamos de la eternidad pasada (vs. 4–6) y la historia pasada (vs. 7–12) a la experiencia inmediata de los creyentes en Éfeso. El Espíritu Santo había obrado en sus vidas, y ellos lo sabían.
El nos ha sellado (1:13). En este versículo se presenta todo el proceso de la salvación, así que es mejor que lo examinemos con cuidado. Dice cómo el pecador llega a ser santo. En primer lugar, oye el evangelio de la salvación. Este consiste en las buenas nuevas de que Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó (1 Corintios 15:1sigs.). Los efesios eran gentiles, y el evangelio fue “al judío primeramente” (Romanos 1:16). Pero Pablo, un judío, llevó el evangelio a los gentiles cuando compartió la Palabra de Dios con ellos.
Los efesios oyeron el evangelio y descubrieron que era para ellos su “salvación” (v. 13). Aunque la Biblia enseña acerca de la elección, también proclama, “…Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Una persona que evangeliza no discute la elección con la gente que no es salva, porque es algo que concierne solamente a los creyentes. El anuncia simplemente la verdad del evangelio e invita a la gente a confiar en Cristo, y el Espíritu Santo hace el resto. D. L. Moody solía orar, “Señor, salva a los elegidos… y luego ¡elige algunos más!” El mismo Dios que fija la meta de ganar almas, también nos da la manera de hacerlo. Esto es a través de la predicación del evangelio en el poder del Espíritu Santo.
Habiendo oído la Palabra, los efesios creyeron; y esta fe les trajo salvación (2:8–9). Esto ejemplifica lo que Pablo escribe en Romanos 10:13–15, de modo que lee ese pasaje con cuidado. Mt. 1:21; Jn. 14:6; Hch. 4:12). Es el plan de Dios para el evangelismo. Por supuesto, existe una diferencia en cómo es el oír del hombre. Algunos oyen y como resultado de esto quedan endurecidos al evangelio. Así como un hombre puede ensordecerse a causa de un intenso y sostenido martillar, así también hay oidores del evangelio que pueden tornarse totalmente inmunes a la predicación de la verdad. (“Y le oí como una matraca, como si fuese el sonido de un reloj despertador funcionando sobre mi cabeza”). Además, para algunos la proclamación del evangelio suena como canción de amores tocada y cantada maravillosamente (Ez. 33:32). La oyen pero sin tomarla en serio (Mr. 4:24; Lc. 8:18). Cristo dijo a los que acudían a él que habían de ser cuidadosos en cuanto a còmo oían. Por medio de inolvidables parábolas enfatizó esta enseñanza (Mt. 7:24–27; 13:1–9, 18–23).
Cristo, no obstante, enfatizó además que el hombre debe ser cuidadoso en cuanto a lo que oye. Los efesios habían escuchado atentamente “el mensaje de la verdad”. Había muchos errores en el mundo pagano de aquellos tiempos, muchos falsos evangelios (Col. 1:23; 2:4, 8; cf. . 1:6–9). Los efesios, en general, los habían dejado al lado o rechazado. Deseaban oír solamente lo mejor. Se le llama el mensaje de la verdad porque revela la verdadera condición del hombre, proclama y defiende la única forma de escapar, y amonesta a los pecadores que ya han sido salvos para que demuestren gratitud verdadera en todos los aspectos de sus vidas. Es, por tanto, “el evangelio de vuestra salvación”, no en el sentido de que en y por sí mismo salva a cualquiera, sino que cuando es aceptado con fe verdadera en Cristo, sus buenas nuevas de gran gozo llegan a ser “poder de Dios para salvación” (Ro. 1:16). Los efesios habían mostrado esta verdadera fe, porque Pablo prosigue: y habiendo también creído en él … Habían entregado sus vidas a su Señor y puesto su confianza en él. Cuanto más le conocían tanto más era la confianza que adquirían en él
Cuando los efesios creyeron, fueron “sellados con el Espíritu Santo”. “Habiendo creído” debe leerse cuando creísteis. El Espíritu se recibe en el momento de confiar en Cristo. Esta no es una experiencia posterior a la conversión. (Lee Hechos 10:34–38.)
¿Cuál es el significado de ser sellado con el Espíritu Santo? En primer lugar, expresa una transacción terminada. Aun hoy, cuando se procesan documentos legales importantes, se sellan con el sello oficial para dar a entender la terminación del negocio. Este sello también implica propiedad: Dios nos ha puesto su sello porque nos ha comprado para que seamos suyos (1 Corintios 6:19–20). También significa seguridad y protección. El sello romano en la tumba de Jesús tenía este significado (Mateo 27:62–66). Así que, el creyente le pertenece a Dios y está seguro y protegido porque es parte de una transacción terminada. De acuerdo con Juan 14:16–17, el Espíritu Santo permanece con el creyente para siempre. Es posible que entristezcamos al Espíritu y, en consecuencia, perdamos las bendiciones de su ministerio (Efesios 4:30). Pero él no nos abandona.
Otro uso del sello es la señal de autenticidad. Tal como una firma en una carta confirma que el documento es genuino, así la presencia del Espíritu prueba que un creyente es genuino. “…Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). Lo que hace auténtica nuestra profesión no es simplemente nuestra profesión de labios, nuestra actividad religiosa, o nuestras buenas obras, sino el testimonio del Espíritu.
Al Espíritu por el cual se les otorgó este sello se le menciona aquí con su nombre completo “El Espíritu Santo”, para indicar que no sólo es santo en sí mismo sino que también es la fuente de santidad para los creyentes, santidad que en el caso de los efesios se estaba expresando no sólo por su disposición interna sino también por medio de sus palabras y hechos de amor. Aun más, a la tercera persona de la Trinidad se la llama aquí “El Espíritu Santo de la promesa”, es decir, el Espíritu Santo prometido, o bien, aquel que fue otorgado en conformidad a las divinas promesas (Jn. 14:16, 17; 15:26; 16:13; Hch. 1:4). Al pensar en el hecho mismo de cómo en su venida y obra las promesas divinas fueron cumplidas gloriosamente, ¿no es acaso para nosotros señal inequívoca de que también las promesas de futuras bendiciones para los creyentes lograrán también el gozoso cumplimiento?
Si nos hacemos una pregunta tan práctica como esta, “¿En qué forma los efesios—o cualquier otro creyente—hacen suyo aquel sello, o aquella interna seguridad?”, la respuesta es: no sola y principalmente como consecuencia de una agonizante auto-investigación interna para cerciorarse de si las “marcas” que corresponden al que ha sido elegido se hallan presentes o no, sino más bien por medio de una viva fe en el Dios trino, según fue revelado en Cristo, fe que “obra por medio del amor” (. 5:6). El hecho de que los lectores no lo hubiesen recibido realmente en otra forma es algo que el apóstol hace notar inmediatamente (Ef. 1:15).
Que es las arras (1:14). ¡Arras es una palabra fascinante! En los días de Pablo significaba la fianza que garantizaba compra final de alguna mercadería o propiedad. Aun hoy en día se oye que algunos agentes de bienes raíces hablan de fianzas. El Espíritu Santo es el primer depósito de Dios para garantizarles a sus hijos que terminará su obra y los llevará finalmente a la gloria. La “redención de la posesión adquirida” se refiere a la redención del cuerpo en el momento del regreso de Cristo (Romanos 8:18–23; 1 Juan 3:1–3). La redención se experimenta en tres etapas:
Hemos sido redimidos por la fe en Jesucristo (Efesios 1:7).
Nos redime a medida que el Espíritu obra en nuestras vidas para hacernos más semejantes a Cristo (Romanos 8:1–4).
Seremos redimidos cuando Cristo regrese y lleguemos a ser como él.
Pero la palabra traducida “arras” también significa anillo de compromiso. Hoy en día encontrarías que en Grecia usan esa palabra de esa manera. Pero, después de todo, ¿no es un anillo de compromiso una seguridad—una garantía—de que las promesas hechas serán cumplidas? Nuestra relación con Dios a través de Cristo no es tan sólo una relación comercial, sino también una experiencia personal de amor. El es el esposo y su Iglesia es la novia. Sabemos que él vendrá por su novia porque nos ha dado su promesa y su Espíritu como anillo de compromiso. ¿Qué seguridad más grande podríamos pedir?
En este capítulo hemos examinado varias doctrinas básicas de la Biblia, todas referentes al tema de nuestras riquezas en Cristo. Sería provechoso que revisemos lo que estos versículos nos enseñan.
Las verdaderas riquezas vienen de Dios. Anima saber que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo trabajan en mi favor para enriquecerme. Dios no solamente “nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6:17), sino que nos da riquezas eternas, sin las cuales, todas las otras riquezas carecen de valor.
Una esposa desesperada buscó a un consejero matrimonial cristiano y le contó la triste historia de su matrimonio que estaba a punto de disolverse. —¡Pero tenemos tantas cosas!,— seguía diciendo ella. —Mire este anillo de diamantes que tengo. ¡Vale miles de dólares! Tenemos una valiosa mansión en una zona exclusiva. Tenemos tres automóviles y hasta una cabaña en la montaña. ¡Tenemos todo lo que el dinero puede comprar!
El consejero respondió: —Es bueno tener las cosas que el dinero puede comprar con tal que no pierda las cosas que el dinero no puede comprar. ¿De qué vale una casa costosa si no hay un hogar? ¿O un anillo costoso si no hay amor?
En Cristo, tenemos las cosas que el dinero no puede comprar, y estas riquezas espirituales ponen a nuestra disposición toda la vasta creación de Dios. Disfrutamos de tales riquezas porque conocemos y amamos al Dador.
Todas estas riquezas vienen por la gracia de Dios y para la gloria de Dios. ¿Te has dado cuenta de que, después de cada sección principal en los versículos 4–14, Pablo ha añadido el propósito que se halla detrás de estos dones? ¿Por qué nos ha elegido Dios el Padre? ¿Por qué nos ha adoptado? ¿Por qué nos ha aceptado? “Para alabanza de la gloria de su gracia” (v. 6). ¿Por qué nos ha redimido Dios el Hijo? ¿Por qué nos ha perdonado? ¿Por qué nos ha revelado la voluntad de Dios y nos ha hecho parte de la herencia de Dios? “A fin de que seamos para alabanza de su gloria” (v. 12). ¿Por qué Dios el Espíritu Santo nos ha sellado y se ha convertido en la garantía de nuestras bendiciones futuras? “Para alabanza de su gloria” (v. 14).
A menudo tenemos la idea de que Dios salva a los pecadores principalmente porque les tiene lástima, o quiere rescatarlos del juicio eterno, pero el propósito mayor de Dios es que él sea glorificado. Su creación revela su sabiduría y poder, y su Iglesia revela su amor y gracia. No puedes merecer ni ganar estas riquezas espirituales. Sólo puedes recibirlas por gracia, por medio de la fe.
¡Estas riquezas son sólo el principio! Siempre habrá riqueza espiritual disponible al caminar con Dios. La Biblia es nuestra guía y el Espíritu Santo es nuestro maestro. A medida que escudriñamos la Palabra de Dios, descubrimos más y más las riquezas que tenemos en Cristo. Estas riquezas fueron planeadas por el Padre, adquiridas por el Hijo y presentadas por el Espíritu. No hay, en realidad, ninguna necesidad de que vivamos en pobreza cuando todas las riquezas de Dios están a nuestra disposición.
Un amigo mío estaba tratando un asunto de dinero con su esposa y ninguno de los dos se dio cuenta que su hijito los estaba escuchando. Finalmente el niño interrumpió con la siguiente sugerencia: “¿Por qué no les mandan uno de esos papelitos?” El pequeño no entendía que era necesario tener dinero en el banco para respaldar el cheque, que en su forma de pensar, era un papelito. Pero nosotros nunca enfrentamos ese problema cuando se trata de nuestra riqueza espiritual.
Carlos Spurgeon escribió un libro devocional titulado El Libro de Cheques del Banco de la Fe. En este se da una promesa de la Biblia para cada día del año junto con un corto mensaje devocional. El autor dice que cada promesa es tan buena como tener dinero en el banco para cualquiera que lo pida por fe, tal como si una persona escribiera un cheque de su cuenta bancaria. Por fe podemos pedir las promesas de Dios y tomar de su ilimitada riqueza para suplir cada necesidad que enfrentemos.
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