5. Y por qué yo

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¿Y por qué yo?
Es posible que muchos de los que están aquí alguna vez se hayan visto, por lo menos en una ocasión, paralizados por el temor frente a la responsabilidad de llevar a cabo una actividad. Ese miedo, casi paralizante, puede venir en cualquier momento, pero usualmente es cuando estamos en público, cuando sentimos que somos evaluados u observados y la gran conclusión a la que llegamos en nuestros pensamientos es: no estaré a la altura, no voy a lograrlo. 
Todos estamos de acuerdo en que algunas de estas situaciones suelen marcarnos de por vida; pero también otras se superan con el tiempo y en la medida en que nos vamos haciendo cada vez más competentes y vamos ganando experiencia. 
Hoy hablaremos de ese abrumador sentido de incompetencia en la vida de Moisés, analizaremos sus causas y también la respuesta del Señor. 
Así mismo, veremos cómo Dios responde pacientemente a la negativa de Moisés de llevar a cabo la obra que él le había encomendado, dándole una promesa de compañía y apoyo permanente, pero también enviando a alguien que le ayudaría en la tarea. 
En los últimos pasajes hemos estado analizando el contenido de la conversación entre Moisés y Dios luego que este fue llamado para sacar al pueblo de Egipto por medio del poder de Dios. Ha sido una conversación difícil. Hasta ahora hemos contado al menos 3 objeciones de parte de Moisés: ¿quién soy yo? ¿Quién me envía? “No puedo hacer que me crean” y hemos visto cómo Dios ha tenido una respuesta para cada una. 
Como veremos, hasta ahora todas las objeciones de Moisés tenían que ver con excusas fuera de él: allá nadie me conoce, nadie sabe quién era tú cómo Dios, y aunque lo supieran, no tengo cómo probarlo; pero estás últimas objeciones son más íntimas y tienen que ver con las capacidades (o incapacidades) de Moisés, el reconocimiento de su propia debilidad; pro también, como Dios provee una salida también para esto. 
Así que veremos las dos últimas objeciones o intentos de Moisés por evadir el llamado del Señor:
Cuarta objeción: ¿“Cómo lo digo? No soy competente para la tarea” (4:10-12)
“Entonces Moisés dijo al Señor: «Por favor, Señor, nunca he sido hombre elocuente. Ni ayer ni en tiempos pasados, ni aun después de que has hablado a Tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua».”
Éxodo‬ 4‬:10‬ NBLA‬‬
Por fin, Moisés es honesto acerca de sus temores. Todo lo que hemos visto hasta ahora nos han sonado a motivos que Dios fácilmente rebatió ratificando que Él solo debía confiar en el Señor, pero ahora, sus miedos salen a flote. 
Todas las instrucciones del Señor tenían que ver primordialmente con cosas que Moisés debía decir: a los ancianos de Israel, a Faraón, al pueblo, etc., por lo que le deja saber a Dios su incapacidad en términos de habilidades. 
No sabemos a ciencia cierta a qué se refiere con se tardó de habla y torpe de lengua. Algunos sugieren que podía referirse a un impedimento físico que no le permitía pronunciar correctamente palabras o simplemente a una dificultad asociada con el temor o la incapacidad para hablar en público o dirigirse a algún grupo de personas. 
Cualquiera sea la razón, Moisés está reconociendo que no tiene las habilidades y las competencias necesarias para ser el líder que va a hablarle al pueblo de Dios acerca de los planes de Dios. 
En algún momento parece que Moisés albergó la esperanza de que mientras hablaba con Dios y veía una zarza que ardía en fuego y no se consumía, un milagro sucediera y de repente, tal como una vara se convierte en serpiente, una mano leprosa se convirtió en sana; él pudiera convertirse en un líder con una oratoria potente y convincente, pero pronto descubre que no, que sus palabras siguen siendo pobres, que su incapacidad nunca desaprecio. 
Esta es una escena enternecedora. Que uno esperaría que un Dios poderoso, como el Dios de Israel, pudiera resolver sin mayores problemas, convirtiéndolo en el líder hábil que necesitaba; pero no es así. Dios estaba dispuesto a usar a Moisés con todo y sus debilidades. 
Así que esta es la respuesta del Señor:
“Y el Señor le dijo: «¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy Yo, el Señor? Ahora, pues, ve, y Yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar».”
Éxodo‬ 4‬:11‬-12‬ NBLA‬‬
Dos cosas quedan claras en esta respuesta del Señor:
Él es el Dios soberano de los débiles y de los que son considerados menesterosos. Moisés no estaba así por alguna desventaja de la selección natural, él estaba así porque Dios lo había determinado. Noten además que el Señor le está dejando claro un mensaje a Moisés: Él es quien da a los hombres que no pueden hablar, como Moisés, de qué hablar. Él es quien hace que aquellos que no quieren oír, como los ancianos de Israel, puedan oír. Él es quien hace que los oyen, como Faraón, sean ensordecidos, y es quien hace que los ciegos, como el Pueblo de Israel, puedan ver sus maravillas. Dios está llamando una vez más a Moisés a confiar en él. 
Por otro lado, el Señor vuele a afirmar la garantía de su respaldo a Moisés: Ve porque yo voy a estar contigo y cuando tengas necesidad de hablar, yo me encargaré. 
El camino de Moisés no era otro, sino el de confiar en el Señor y no en sus propias fuerzas, porque Él es débil, pero Dios es fuerte. Él es incapaz, pero Dios es capaz. 
Ahora quiero que nos detengamos aquí para ver algunas implicaciones prácticas en este punto:
No debemos tener temor de reconocer nuestras debilidades. En ocasiones no queremos mostrarnos vulnerables ante otras personas, pero eso nos priva de la posibilidad de recibir ayuda. Si siempre estamos pensando que podemos hacer todo, que sabemos hacer todo, que entendemos todo, no solo estamos siendo mentiroso, sino que estamos poniendo sobre nosotros una carga que no podemos llevar: no somos perfectos. Cian a menudo este sentido de autosuficiencia nos consume y hace que vivamos en amargura porque no estamos llenando nuestras propias expectativas. Mi hermano: di que no sabes con confianza. Di que no puedes con toda tranquilidad; muéstrate vulnerable cuando sea necesario, porque no tenemos que demostrar nada a nadie, ya somos aceptados en Dios y no tenemos que preocuparnos por nada más. Lo que no saben las perdonas que todo el tiempo están intentando mostrar su suficiencia, es que a menudo son percibidas como poco genuinas, porque nadie puede creer que alguien sea absolutamente perfecto en todo, así que, queriendo mostrar una cosa, se termina logrando todo lo contrario. Por lo tanto: no temas en hablar con confianza de tus debilidades y confiar en la ayuda del Señor. 
Definitivamente, el poder de Dios se perfecciona en la debilidad y Dios no necesita convertirnos en personas superpoderosas para usarnos en sus propósitos. (Leer 2 Cor 12:8-10), en este pasaje vemos cómo Pablo alaba a Dios por sus debilidades, porque en ellas Dios es más glorificados. El Señor no transformó a Moisés en un líder con gran vernáculo, no, lo usó con toda y su debilidad para que el Señor recibiera mayor gloria. Tal vez esto deba animarte a entender que no necesitas tener los mejores pergaminos para servir al Señor. Dios usa a gente con muchos dones como Pablo, pero también a personas ordinarias como Simeón, un anciano que anunció al Mesías en el templo en los días tempranos del Señor Jesús. O como la mujer Samaritana, una adúltera en recuperación. A veces el temor por nuestras debilidades nos paraliza y ese miedo nos impide compartir de Jesús a otros o servir en algún área, en la iglesia o en mi vecindario o hasta en mi propia familia. Así que, tomemos ánimo de estas palabras del Señor y entendamos que incluso nuestras debilidades e incapacidades son parte de su plan. 
Y otra aplicación práctica es que sin duda Dios se place en usar a instrumentos débiles. Dios iba en su momento a darle a Moisés la forma de comunicarse eficazmente. Es increíble pensar que Dios habla por medio de instrumentos humanos y eso tiene una implicación importante para nosotros en el día de hoy. Dios en este momento está hablando a ustedes por medio de esta predicación. Siempre que las Escrituras sean expuestas claramente, Dios nos está hablando y nosotros debemos obedecer. Las palabras de Moisés no podían ser rechazadas y tampoco la de aquellos que hoy hablan fielmente la Palabra de Dios. Fue Pablo que dijo acerca de esto:  
Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios!. (2 Cor 5:20)
Y en tu caso, ¿cuáles son los temores que te paralizan y te impiden obedecer al Señor o servirle? Piensa en aquello que has convertido en un muro gigante solo porque te has mirado más a ti que a Dios. ¿Lo tienes? Buen, ahora arrepiéntete y clama al Señor para que él se glorifique en tu debilidad. 
Pero la historia no acaba allí.  Cuando uno pensaría que Moisés ya no tiene más objeciones, saca una que es la más desafiante de todas…
Quinta objeción: “Envía a otro” Y la respuesta airada pero misericordiosa de Dios (4:13-17)
“Pero Moisés dijo: «Te ruego, Señor, envía ahora el mensaje por medio de quien Tú quieras».”
Éxodo‬ 4‬:13‬ NBLA‬‬
Esta es quizás una de las declaraciones más desafiantes que podemos leer en toda la Biblia. Aunque algunos sugieren que Moisés por fin se está rindiendo; una especie de: está bien Señor, haz como quieras. La realidad es que eso no explica por qué el Señor se aíra contra él. 
Parece claro que Moisés está sacando la última carta en su negativa de hacer la voluntad de Dios: yo no quiero ir. Envía a otro. 
Hola, gran conclusión de Moisés fue: he escuchado todo lo que has dicho y he decidido no hacerlo. Esta resistencia flagrante despertó la ira del Señor. 
“Entonces se encendió la ira del Señor contra Moisés, y le dijo: «¿No está allí tu hermano Aarón, el levita? Yo sé que él habla bien. Y además, ahora él sale a recibirte. Al verte, se alegrará en su corazón. Y tú le hablarás, y pondrás las palabras en su boca. Yo estaré con tu boca y con su boca y les enseñaré lo que tienen que hacer. Además, Aarón hablará por ti al pueblo. Él te servirá como boca y tú serás para él como Dios.”
Éxodo‬ 4‬:14‬-16‬ NBLA‬‬
Pero tal como vemos, en lugar de descargar toda subida contra Moisés, él termina obrando en misericordia y enviándole un ayudador, uno que mediaría por él, que hablaría y por Él.
Qué pasaje tan increíble. A primera vista pareciera que estamos viendo a un Dios volátil que cambia rápidamente de opinión, pero no; es uno que lento para la ira, pero grande en misericordia. Uno que en lugar de pagarnos como merecen nuestros pecados, no solo nos perdona, sino que nos provee de su gracia infinita y su ayuda bondadosa. ¡Ese es nuestro Dios!
Yo no dejo de pensar en lo mucho que nos parecemos a Moisés; quienes a pesar de ver la obra del Señor, conocer Su poder, experimentar sus maravillas, con tanta frecuencia actuamos con incredulidad y desobedecemos. Sabemos lo que tenemos que hacer, pero terminamos haciendo lo que nos place. En ocasiones nos parecemos al Niño caprichoso y rebelde que incluso después de recibir instrucciones claras, se para con la cara en diagonal para decir: no, no quiero hacerlo.  
Pero no dejo de pensar también en la paciencia u misericordia del Señor. Cómo Él extiende su mano, como si comprendiera nuestras debilidades, y vuelve a tener de nosotros misericordia cada vez. Qué bueno es el Señor. 
Hay algo llamativo también en este pasaje con relación al contraste entre Moisés y nuestro glorioso Salvador. Mientras que Moisés busco pretextos para rehusar la voluntad de Dios, el Señor Jesucristo se sometió por completo a la voluntad del Padre. Él, también en un monte y no con la llama de una zarza ardiendo, sino en medio de la tenebrosa oscuridad de la noche, aun cuando sabía que enfrentaría los horrores de la muerte, exclamó: Padre, si es posible pasa de mí esta copa sin que yo la beba, pero que no haga mi voluntad, sino la tuya. El autor de Hebreos dice que el Señor Jesús menospreció la vergüenza y el oprobio y fue obediente yendo al gozo puesto delante de Él (Heb 12:2). En Isaías 53 también leemos:
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas,
Nos apartamos cada cual por su camino;
Pero el Señor hizo que cayera sobre[g]Él
La iniquidad de todos nosotros.
Fue oprimido y afligido,
Pero no abrió Su boca.
Como cordero que es llevado al matadero,
Y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda,
Él no abrió Su boca.
Aquí está, el perfecto hombre obediente, entregando su vida, enmudecido por los desobedientes. Esta es el gran escenario del evangelio. Por más que Moisés pueda ser elevado como un héroe por sus promesas, nosotros tenemos a un mejor y verdadero Moisés, obediente, y que calla mientras camina hacia la voluntad del Padre. 
Otro aspecto llamativo es el hecho de que en lugar de castigo por su incredulidad, Moisés recibe un ayudante para su debilidad, un mediador, alguien que se pondría entre Dios y Él. Esta es la primera vez que vemos la figura de Aarón quien sería protagonista en la historia del pueblo de Israel, Él sería su sacerdote, quien intercedería por el pueblo, pero también el primer profeta, el primero en hablar en nombre de Dios.
Esto nos apunta a Cristo de una manera increíble porque es exactamente es eso lo que Dios provee para todo el que reconoce su incapacidad y debilidad.
Si tú estás aquí y has experimentado este sentido de insuficiencia, puedes mirar a él con confianza. Dios ha provisto un mediador. Confía en Él de todo corazón, Él será tu ayuda y caminará contigo hasta el último día de tu vida.
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