El Señor habla a los jóvenes

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INTRODUCCIÓN: Los adultos de hoy no somos muy diferentes a nuestros padres, aunque vivamos para juzgar lo que ellos hicieron bien o mal. Todos, de una forma u otra solemos repetir lo que me decía mi padre, para referirse a mis errores y compararlos con los de él: “Cuando no tenía experiencia de la vida, me negaba a escuchar los consejos de mi padre que si la tenía. Hoy que tengo la experiencia son mis propios hijos los que no me escuchan a mi”.

Sobre lo que no tengo dudas es que cada generación es diferente a la otra. Me da risa al recordar que mi abuelo hizo que mi papá usara los pantalones con los ruedos un poco más abajo de sus rodillas hasta los 18 años. Usar los pantalones largos era sinónimo de hombría, de madurez. Pero eso no lo hizo conmigo y yo, ni en sueños, lo hice con Germán o Pablo.

¿Cómo definir a los jóvenes de hoy? Esta es una pregunta interesante, que nos permite hacer un perfil de nuestros muchachos: Son conductores de lo que llama mi viejo amigo, Héctor García Arcaya, de la súper autopista de la comunicación: Internet. Son expertos de las nuevas tecnologías. La verdad es que nuestros muchachos tienen la energía, capacidad y velocidad mental para hacer muchas cosas sin arrugarse la ropa. También vemos en ellos una interesante responsabilidad social, todo lo que he dicho es aparentemente bueno. El peligro que veo en esta generación es que tiene un riesgoso afán de buscar la aprobación del grupo, ganarse la admiración, respeto y aceptación de sus más cercanos amigos, aunque con ello contradigan a sus padres.

¿Cómo despertar en ellos el interés hacia las verdades eternas? ¿Cómo mostramos el camino al Señor? En el evangelio según Marcos, vemos a Jesús tratando con un joven de su tiempo, de la cual, con la ayuda de Dios, extraeremos aplicaciones validas para hablar con nuestros adolescentes y jóvenes de hoy.

1. JESÚS LOS ALERTA SOBRE SUS ENEMIGOS. Mr.10: 17-22

17Al salir él para seguir su camino, llegó uno corriendo y, arrodillándose delante de él, le preguntó: —Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

En este versículo estamos viendo a un joven con mucha energía, llegó uno corriendo. Con buena educación y respeto por los mayores arrodillándose delante de él. Interesado en conocer sobre la fe: —Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

Aunque este versículo no lo dice, más adelante veremos que este joven tenía otras características: Era rico, tenía conocimiento religioso, llevaba una vida tan ejemplar que creía merecer el respeto, no solo de la gente, sino hasta de Dios mismo.

-Su primer enemigo: Pensar que era autosuficiente, aún para decir que merecía ir al cielo sin la ayuda de nadie, por sus propios méritos.

18Jesús le dijo: — ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios.

-El segundo enemigo: Creerse superior a los demás. Poder distinguir, con criterios personales, lo que es bueno o malo y presumir de nuestra supuesta bondad y justicia. Jesús le corrige recordándole que la perfección absoluta solo la tiene Dios.

- El tercer enemigo: Criterios equivocados de búsqueda: Buscaba a Jesús, para sacar provecho intelectual. No lo buscaba como Señor y Salvador, lo admiraba como un Maestro bueno.

Este joven, como toda la humanidad, necesitaba ser confrontado con la Palabra de Dios: 19Los mandamientos sabes: “No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre”.

En la respuesta vemos como el pecado, mostrado en inmadurez, orgullo y autosuficiencia, trata de esquivar lo que Dios dice para meter su opinión: 20… todo esto lo he guardado desde mi juventud.

Nuestros jóvenes preguntan muchas veces para mostrar lo que saben, para fijar sus ideas, porque ya tienen su propia respuesta, que consideran correcta. Piden consejos, aunque ya ellos tienen decidido lo que van a ser, buscan ser aprobados por los adultos, algunas veces motivados por la aprobación que ya le dieron sus “amigos”, tan inexpertos como ellos. El joven de este caso quiso mostrar que él ya había hecho todo, que no necesitaba la ayuda de nadie, que era merecedor del cielo. 20… todo esto lo he guardado desde mi juventud.

Cristo nos habla a los adultos, a los padres, cuando nos enseña como es Él y como somos nosotros: 21Entonces Jesús, mirándolo, lo amó.

Dios establece sus reglas movido por su amor por la humanidad: “Dios no quiere que nadie se pierda”. Su ley, sus mandamientos, sus estatutos no buscan la perdición, sino la salvación de una humanidad: 21 —Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.

El propósito de Cristo era mostrar el enfoque correcto: Nuestra mirada no debe estar en una computadora, un celular, ropa o zapatos de moda, ni en caprichos. Nuestra mirada debe estar en los valores, en los principios, en las riquezas eternas, en el costo de la salvación: La cruz, en ella Dios refleja su amor, en la obra de lo que Jesús hizo y hace por nosotros, no en la nuestra.

¿Cómo reaccionó el joven? 22Pero él, afligido (abatido, horrorizado) por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

Ahora sabía que la salvación no depende de su conocimiento intelectual, de sus puntos de vista, sino de enfocarse, no en lo que él supuestamente había hecho bien, sino en lo que Dios dice: “No tendrás otros dioses delante de mi”.

Este joven fue desnudado ante la verdad, quedó en evidencia, no era un buen creyente, sino una persona a la que solo le interesaba el dinero. Su pobre y miserable vida de pecado le condenaba. Jesús le dijo claramente que sus esfuerzos no sirven para nada para ganar el cielo. Al cielo no se va por méritos propios, sino por el mérito de otro y ese es Cristo en su muerte y muerte de Cruz.

2. JESÚS LES MUESTRA EL CAMINO DE VIDA. Mr. 10: 23-27

Los ojos de amor del Señor ahora miran al resto de los que habían presenciado este diálogo. No solo a sus discípulos, su mirada está puesta en toda la humanidad y pronuncia una sentencia: 23Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: — ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 24… ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas!

El amor por las cosas materiales, si bien es cierto que había tomado posesión del corazón del joven, también causa destrozos en la vida de los adultos, en ese y en todo los tiempos.

¿Qué está diciendo Jesús a ellos y a nosotros? Nadie puede entrar al cielo si su amor, su adoración y sus deseos están centrados en las posesiones materiales. Es cierto que con el dinero podemos comprar muchas cosas, como dice el comercial de una tarjeta de crédito, pero la riqueza, la prosperidad, jamás puede comprar el derecho a ser salvo, a tener la vida eterna. La Biblia es muy clara: No hemos sido adquiridos por oro, plata o piedras preciosas, sino por la sangre que Cristo derramó para regalarnos la salvación.

No es la riqueza la que impide la entrada al cielo. No es verdad que los ricos hayan perdido la posibilidad de ser salvos, tampoco ser pobre, como dicen los falsos teólogos de la liberación, es lo que da la salvación automática. La salvación la recibimos por gracia de Dios. Tener otros dioses condena, pero también lo hace el pensar que podemos ganarla o comprarla con dinero o buenas acciones, porque esa actitud es rechazar la gracia de Dios y despreciar a Cristo y su obra redentora.

25Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Muchas veces he escuchado versiones que interpretan este versículo. La mayoría habla de que por la condición económica las personas se condenan y esto es una horrible herejía. La verdad es que había una puerta de entrada a Jerusalén, en la que los comerciantes para atravesarla, necesitaban descargar sus camellos y así podían pasar. Jesús quita las cargas de pecado, idolatría, amor al dinero y amor al mundo, de nuestros corazones, para darnos su mano, su mirada amorosa y concedernos por gracia una vida nueva.

¿Cómo reaccionaron los discípulos? ¿Cómo reaccionamos nosotros? ¿Acaso somos distintos o mejores que el joven rico? Veamos el texto: 24Los discípulos se asombraron de sus palabras… 26Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: — ¿Quién, pues, podrá ser salvo?

Recibieron el golpe certero de la palabra de Dios y reaccionaron horrorizados porque su final era inevitable. Por medio de la Ley Dios busca que sintamos terror por el final que espera a los pecadores. No anunciamos el evangelio a quienes están tranquilos viviendo en el pecado, sino la ley para que el Espíritu Santo los convenza de justicia, de pecado y de juicio. Al observar que la Palabra había causado efectos en su vida, la dulzura del evangelio se hace presente: 27Entonces Jesús, mirándolos, dijo: —Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios.

Para Dios no hay imposibles. Eso lo entendemos al leer la promesa que le dio a un delincuente moribundo que estaba a su lado el día de la crucifixión. Humanamente podemos pensar que este hombre iría al infierno por sus delitos, pero Cristo dio la fe a su corazón, y este fue envuelto en su gracia. Por eso sabemos que está en el Paraíso. No por lo que hizo, porque eso le mereció la pena capital, sino por lo que Cristo hizo por él que lo libró de la condena eterna.

Lo mejor que podemos hacer por nuestros jóvenes y por nosotros mismos, es escuchar y creer que Cristo es camino de vida y su sangre nos limpia de todo pecado. Prediquemos la Palabra de Dios a ellos y confiemos que el Espíritu Santo haga el trabajo de darles la fe para que su mirada esté centrada en el lugar correcto, donde está Cristo, autor y consumador de la fe.

CONCLUSIÓN:

Todos los jóvenes, todas las personas, en todos los tiempos tenemos en común la maldición del pecado y eso nos impulsa siempre a hacer lo malo, a amar las cosas negativas y la perdición espera por todos. Estos son los enemigos de los jóvenes y de todas las personas que les impiden entrar al cielo.

La mirada de amor de Cristo también es para todos los tiempos y personas, y Jesús que nos ama quiere darnos el perdón y la salvación, pero también una vida nueva y darnos la herencia de la vida eterna. El camino es Cristo, que también es la verdad y la vida.

Por Cristo somos salvos, por gracia y amor, este es el más hermoso mensaje que escuchamos de Dios. El Señor es vencedor de los imposibles, el Señor declara para nosotros la victoria. Amén.

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