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1.    Resumen de los episodios anteriores

El texto del evangelio de Marcos que hemos leído está formado por dos perícopas que, aparentemente, no tienen nada que ver entre ellas. La primera (Mc 6,1-6) muestra el fracaso de Jesús en su propia tierra, mientras que la segunda (Mc 6,7-13) recoge el envío de Jesús a los Doce para que prediquen en las aldeas de Galilea.

Jesús ha estado predicando la llegada del Reinado de Dios. Lo ha hecho “con autoridad”, con un mensaje nuevo, que resuena en los oídos de los oyentes como algo que interesa, que tiene valor para sus vidas.

Y Jesús realiza “señales prodigiosas”, acciones sanadoras a favor de los hombres y mujeres que muestran la autenticidad de su mensaje. El Reinado de Dios se realiza en forma de lucha contra el mal, contra todo lo que daña al ser humano y le impide vivir auténticamente como persona, como hijo de Dios. Es la lucha contra todo sufrimiento en el cuerpo y en el espíritu. Y es obra creadora de gozo y felicidad.

Jesús escoge a doce hombres para que lo acompañen en su tarea, y con la finalidad de enviarlos también a ellos a anunciar su mismo mensaje, con la misma autoridad con la que él habla y actúa.

Su predicación y su actuación han comenzado a ocasionarle conflictos con las autoridades religiosas, que atribuyen a Satanás las actuaciones de Jesús. Sin embargo, Jesús ha continuado enseñando, en parábolas, a base de comparaciones con la vida cotidiana, para ser mejor comprendido por sus oyentes.

En un momento determinado, Jesús decide dirigirse a “la otra orilla del lago”. Es la Decápolis, una región pagana. No se nos dice por qué ni para qué. Por el camino, cruzando al otro lado, se desata una tempestad que amenaza con hacer naufragar la barca en la que viajaba Jesús con sus discípulos. Como si las fuerzas del mal (el “mar tempestuoso”) quisieran impedir que Jesús llegara a la tierra de paganos. Pero Jesús calma la tempestad, y consigue su objetivo.

Y en “la otra orilla”, Jesús realiza un prodigio tremendo: la curación de un hombre poseído por “una legión” de espíritus impuros, tremendamente atormentado en su cuerpo y en su espíritu. Como un símbolo de todos los paganos que, en “la otra orilla”, están aguardando, necesitados de la proclamación liberadora del evangelio.

Al regresar a Galilea, a tierra de judíos, Jesús sana, prácticamente sin querer, a una mujer enferma durante muchos años. Y llega al extremo de devolverle la vida a una niña de doce años que acaba de morir.

Es algo extraordinario. El Reinado de Dios está llegando con poder. Dios está a favor de los seres humanos, quiere el bien para ellos, y las acciones milagrosas de Jesús lo ponen de manifiesto. La fama de Jesús se ha extendido por toda Galilea, y ha llegado incluso a la tierra de los paganos. Parece que la misión de Jesús se está realizando a la perfección, y que nada va a poder parar los acontecimientos. Parece que por fin se está desvelando la identidad de Jesús. Parece que Jesús será reconocido como el Mesías de Dios, su enviado para salvar a su pueblo, y que va a ser aclamado como rey de Israel. Parece que nada va a poder parar la causa de Jesús.

2.    El fracaso de Jesús en Nazaret

De repente, la situación da un vuelco. Jesús llega a una población en la que fracasa. En Nazaret, una pequeña aldea, el lugar en que Jesús había vivido desde su infancia, se encuentra con la oposición de sus paisanos.

Allí lo conocen. Saben (creen saber) quien es Jesús. “No puede ser” el Mesías de Dios. No es un rey en absoluto. Sólo es un téknon, un “técnico”, un constructor. Su familia, su propia madre y sus hermanos y hermanas, viven entre ellos. Ni siquiera sus familiares salen en defensa de Jesús. No dan testimonio de él. Jesús es sólo un fraude, un embaucador.

En Nazaret no hacen ningún caso de Jesús. No quieren creer en su mensaje, porque no creen en él como persona. Y porque no le dan crédito a él, se cierran a su mensaje. Y no llegan a descubrir quién es él verdaderamente.

En Nazaret no aceptan la llegada del Reinado de Dios que viene a ellos en la persona de Jesús. Y no pueden convertirse. Han cerrado su corazón. En lo más profundo de sí mismos, se han cerrado a Jesús. Sólo unas pocas personas, extremadamente agobiadas por su sufrimiento, se atreven a acercarse a Jesús y son sanadas por él. Pero ni siquiera estos prodigios constituyen una señal para los habitantes de Nazaret. No les sirven como “milagros”, porque no quieren creer en Jesús.

Jesús no puede ser el rey. No puede ser el Mesías. No es como el rey David, el verdadero ungido de Dios, triunfador en multitud de batallas, reconocido por todo Israel.

Jesús fracasa en Nazaret. Y se queda asombrado.

3.    La reacción de Jesús

El evangelista está lanzando un desafío: ¿Es Jesús verdaderamente un fraude, cuando hasta sus propios paisanos afirman que sólo es un hombre corriente? ¿Cuando hasta su propia familia no mueve un dedo por él?

Jesús se va de Nazaret, y se dedica a recorrer las aldeas vecinas. No se desanima. Continúa enseñando. Como casi siempre, el evangelista no nos dice que enseña Jesús, pero nos lo podemos imaginar. Jesús continúa anunciando la llegada del Reinado de Dios. Incansablemente, Jesús sigue fielmente cumpliendo su misión.

4.    Un cambio de estrategia

Jesús no sólo sigue adelante sin desanimarse, sino que cambia de estrategia. Decide aumentar el esfuerzo y la efectividad. Aunque Nazaret se haya cerrado al mensaje, quedan en Galilea muchas aldeas, y pueblos, y ciudades, a los que todavía no se ha anunciado la buena noticia de que Dios viene a reinar, y a traer a su pueblo la libertad y la felicidad. Para llegar antes a más personas, Jesús envía a los doce, sus colaboradores más íntimos.

Para eso los había escogido y los había llamado. Para eso lo habían acompañado desde el principio. Para eso habían escuchado sus enseñanzas en público, y en privado habían recibido de él una enseñanza especial. Para eso habían presenciado sus señales milagrosas. Para decírselo a todos. Para dar a todos testimonio de Jesús. Para poder decir con autenticidad, sin engañar a nadie, lo que ellos han oído enseñar a Jesús y lo que le han visto hacer. Jesús los escogió y los llamo para esto. Para enviarlos, para hacer de ellos “enviados”, “apóstoles”.

Jesús envía a los doce de dos en dos. Dos personas constituyen el testimonio mínimo ante las autoridades y los tribunales. Dos personas se prestan ayuda mutua. Dos personas constituyen la comunidad mínima, el mínimo testimonio de la realidad del Reinado de Dios que viene.

5.    Jesús envía a los doce con autoridad

Jesús les da autoridad. Su propia autoridad, la que él tiene porque le viene de Dios. Porque él ha sido enviado por Dios con la autoridad de Dios. Jesús es el “apóstol” de Dios. Ahora Jesús envía a sus amigos y les da su autoridad, haciendo de ellos sus propios “apóstoles”.

Jesús da a sus enviados autoridad sobre los “espíritus malignos”. Su misma autoridad. La autoridad que él tiene para derrotar al mal que atenaza a los seres humanos. Ellos, los doce, como Jesús, van a enfrentarse al mal, haciendo el bien a los hombres y mujeres sometidos, indefensos ante el mal.

Ellos son enviados a anunciar el Reinado de Dios de Dios. El Reinado de Dios que viene. Que está viniendo en la persona de Jesús. A su testimonio sólo cabe una respuesta válida. Creer. Convertirse. Aceptar el mensaje que traen los enviados. Si ellos vienen de Jesús, y Jesús viene de Dios, hay que acoger a Dios que viene en Jesús. Si es verdad que viene Dios, todo lo demás deja de ser lo más importante. Porque lo más importante para cada hombre y para cada mujer es Dios que viene a su encuentro, a encontrarse con él o con ella cara a cara. Para liberarlo del mal que le impide ser feliz. Para sanarlo de sus dolencias. Para perdonarle sus pecados y permitirle comenzar una nueva vida, acompañados por Jesús. Por Dios. Para sanar las relaciones con Dios, consigo mismo, con los demás y con toda la creación. A quien acoge a Jesús, Dios le cambia la vida.

Los enviados tuvieron éxito. Jesús fracasa en Nazaret, pero no porque sea un embaucador, como creen sus paisanos. No sólo él realiza lo que dice. También sus enviados son auténticos. También ellos hablan con autoridad, y sus palabras, que proceden de Jesús, acercan el Reinado de Dios a lo que sufren. Y derrotan al mal a base de bien. A base de bondad.

6.    ¿Y vosotros?

¿Habéis sido liberados por Jesús? ¿Alguno de sus “apóstoles” llegó un día a vuestras vidas, y os dio el bien que viene de Jesús, y os liberó del mal? ¿Os habéis sentido queridos, perdonados, curados, transformados por Jesús?

¿Habéis sido llamados por Jesús? ¿Os habéis convertido en “discípulos” suyos? ¿Algún día comenzasteis a aprender a mar, y a hacer realidad el amor? ¿Algún día os sentisteis enviados por Jesús, con autoridad para querer, perdonar, sanar y transformar?

Jesús sigue hoy viniendo, amando, liberando, perdonando, sanando, transformando vidas. Jesús sigue hoy llamando hombres y mujeres para que aprendan de él, y para enviarlos con autoridad.

¿Quién quiere acoger a Jesús? ¿Quién quiere ser enviado por Jesús?

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