Satanás Derrotado

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Introducción

Nosotros sabemos que Satanás detesta toda la Palabra de Dios. Pero si hay un capítulo de la Biblia que él detesta con todas sus fuerzas es el capítulo 20 de Apocalipsis.
Sin embargo, para nosotros es un capítulo fenomenal para (perdonen la expresión) restregárselo en la cara una y otra vez, especialmente cada vez que trata de engañarnos.
Incluso, lo glorioso del Evangelio de Jesucristo y de la salvación que nos ha concedido es que cuando en ocasiones caigamos víctima de sus engaños aún podremos restregarle este capítulo en su cara.
Porque aún nuestras caídas no cambian su realidad y su destino.
Este es precisamente el mensaje glorioso del Apocalipsis.
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El pasado domingo comenzamos a reflexionar acerca de la séptima y última visión de Apocalipsis.
El primer aspecto que vemos en esta última visión es el Milenio, ese periodo de 1,000 años donde Satanás es atado y los santos que han muerto reinan con Cristo.
Vimos que desde una teología amilenial, el Milenio es una representación simbólica de la era de la Iglesia. Que tuvo su inicio el día que Cristo ascendió a los cielos y que culminará el día que Él vuelva
¿Por qué creo que el Milenio comenzó el día que Cristo ascendió a los cielos? Porque ese mismo día hubo un cambio de orden en el universo.
El día que Cristo murió en la cruz todo cambió para siempre, tanto en el mundo visible como en el invisible; tanto en la tierra como en el cielo.
En la tierra hubo señales que demostraron esto. Señales históricas, constatables, evidenciadas, confirmadas: un terremoto, tinieblas, rocas partidas en dos, tumbas abiertas y el velo que separaba el lugar santo del lugar santísimo en el templo rasgado de arriba a abajo.
Señales físicas que evidenciaron el cambio que hubo en las regiones celestiales.
El mundo físico; la creación; la naturaleza no pudo ocultar lo que ocurrió en el mundo espiritual.
En las regiones celestiales hubo un cambio cósmico, un cambio de mando, de dominio y autoridad.
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El pasado domingo vimos que mil años es un número simbólico que representa un periodo extenso de tiempo pero a la misma vez un tiempo predeterminado, que solo el Padre conoce, pero que ya está escrito en su libro
Ciertamente ya han pasado más de mil años. Pero sabemos que para Dios un día es como 1,000 años y 1,000 años como un día.
Vimos que el hecho de que Satanás fuese atado por mil años, significa que el día que Cristo murió y resucitó, este le arrebató toda la autoridad y el dominio que tenía sobre este mundo y sobre los habitantes de este mundo.
En ese momento Satanás fue restringido; limitado, aunque no destruido.
Desde ese momento, hace ya 2,000 años, él perdió su libertad. Ya no puede actuar como le da la gana. Todos sus movimientos y acciones están delimitados por Dios.
En ese día Cristo le quitó toda la autoridad que tenía sobre las naciones de este mundo. Autoridad para impedir que el Evangelio fuese esparcido por todos los rincones de este mundo. Autoridad para evitar que el Reino de los Cielos comenzara a ser establecido en este mundo.
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El pasado domingo también vimos lo que pasa con aquellos que mueren en Cristo y también con los que mueren sin Cristo.
Los que mueren en Cristo cierran sus ojos a esta vida terrenal e inmediatamente los abren a una nueva vida. Inmediatamente experimentan la primera resurrección; una resurrección espiritual.
Y como si esto fuera poco también se sientan a reinar con Cristo mientras esperan la segunda resurrección, la resurrección física, la resurrección a un cuerpo glorificado.
Por eso Jesús le dijo a los saduceos, aquellos que no creían en la resurrección: Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos.
Por eso el apóstol Pablo le dice a los tesalonicenses que ante la pérdida de un ser querido que muere en Cristo no lloramos; no nos entristecemos como los que no tiene esperanza.
Al contrario, lloramos y nos entristecemos pero con la convicción de que la muerte física no es el final. Que nuestros seres queridos que han muerto en Cristo ahora disfrutan de una nueva vida gloriosa en la presencia de nuestro Señor
Por otro lado, los que mueren sin Cristo no experimentarán la primera resurrección, la resurrección espiritual, sino que no volverán a la vida hasta que se cumplan los 1,000 años, cuando experimentarán la segunda resurrección, la resurrección física, pero no para recibir cuerpos glorificados sino para enfrentarse al juicio final y a la segunda muerte, que es la muerte eterna.
Entender esta horrible realidad, debe producir en nosotros una urgencia de compartir el Evangelio de salvación especialmente con nuestros seres querido que aun no le conocen.
Muchas veces cuestiono nuestra indiferencia hacia los perdidos, especialmente hacia los que tenemos cerca. Y me pregunto si esa indiferencia es una señal de que aún no hemos comprendido esta realidad en nuestro corazón. Conocemos la teoría pero esa teoría aún no nos ha transformado.
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El Milenio, este primer aspecto de la séptima visión, culmina con una palabra de esperanza:
Revelation 20:6 NBLA
6 Bienaventurado y santo es el que tiene parte en la primera resurrección. La muerte segunda no tiene poder sobre estos sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él por mil años.
Aquellos que mueren en Cristo son bienaventurados porque son librados para siempre de la muerte segunda; de la muerte eterna.
Y la pregunta que se cae de la mata y que no podemos dejar de hacerle a la gente es la misma: ¿Si mueres esta noche, morirás en Cristo o sin Cristo? ¿Morirás en bienaventuranza o morirás en maldición?
Entonces una ves se cumplan los 1,000 años, una vez culmine el Milenio, una vez culmine la era de la Iglesia, o sea, cuando llegue ese día glorioso que se abran los cielos y Cristo regrese, algo espectacular ocurrirá.
Este será el día que Satanás menos espera. Día en que disparará sus últimos cartuchos.

Cuando se cumplan los mil años

Revelation 20:7–10 NBLA
7 Cuando los mil años se cumplan, Satanás será soltado de su prisión, 8 y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro extremos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlas para la batalla. El número de ellas es como la arena del mar. 9 Y subieron sobre la anchura de la tierra, rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero descendió fuego del cielo y los devoró. 10 Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta. Y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Este es el día que la creación ha esperado por tanto tiempo.
Como le escribe el apóstol Pablo a los romanos: este es el día que la creación aguarda ansiosamente; el día de la revelación de los hijos de Dios (día en que la humanidad entera sabrá quiénes son verdaderamente los hijos de Dios). Día en que la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios.
El día que Cristo regrese, Dios le removerá a Satanás las restricciones que le impuso el día de la resurrección de Cristo.
Y este no perderá el tiempo para apresurarse a engañar a las naciones para que estás se levanten y hagan guerra contra Cristo y su Pueblo.
Y lo logrará. Tendrá éxito en su misión. Dice el verso 8 que reunirá a una multitud como la arena del mar.
¿Ahora, recuerdan que en Apocalipsis hay mucha sátira en contra de Satanás?
¿Una multitud como la arena del mar?
Esta expresión como que ya la habíamos escuchado antes, ¿cierto?
Hace mucho tiempo atrás el Señor le dijo a Abraham, el padre de la nación de Israel, de quien descendió el Mesías:
Génesis 22:16–17 (NBLA)
16 ...«Por Mí mismo he jurado», declara el Señor, «que por cuanto has hecho esto y no me has rehusado tu hijo, tu único,
17 de cierto te bendeciré grandemente, y multiplicaré en gran manera tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena en la orilla del mar, y tu descendencia poseerá la puerta de sus enemigos.
Satanás sueña con tener una descendencia tan numerosa como la descendencia de Abraham, pero para llevarla a la destrucción.
Y pareciera que el Señor se lo permite.
Esta no es la primera vez que vemos en el Apocalipsis esta imagen de Satanás reuniendo una gran multitud para luchar contra Cristo y su Pueblo.
Lo vimos en el capítulo 16 en la visión de las siete copas.
Cuando la sexta copa fue derramada dice Juan:
Revelation 16:13–14 NBLA
13 Y vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, a tres espíritus inmundos semejantes a ranas. 14 Pues son espíritus de demonios que hacen señales, los cuales van a los reyes de todo el mundo, a reunirlos para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso.

Gog y Magog

Entonces Juan trae otra imagen del Antiguo Testamento: Gog y Magog.
Él utiliza esta enigmática figura, la tierra de Magog y su príncipe Gog, para describir lo que está a punto de ocurrirle a Satanás y a sus huestes de maldad.
Para describir lo que está a punto de ocurrirle a aquellas naciones que serán engañadas por Satanás, poniendo su confianza en él en vez de en Cristo, en el día final.
Gog y Magog son figuras que aparecen en la profecía de Ezequiel en el Antiguo Testamento.
Especialmente en el capítulo 38 y 39 aparece una profecía en contra de Gog y Magog.
Gog, el príncipe de Magog, es contado entre los enemigos del pueblo de Dios; entre los enemigos de Israel.
No vamos a leer toda la profecía. Lo tienen de asignación.
Pero en el verso 14 del capítulo 38 el Señor le dice a Ezequiel (observen el paralelo con el capítulo 20 de Apocalipsis):
Ezekiel 38:14–16 NBLA
14 »Por tanto, profetiza, hijo de hombre, y dile a Gog: “Así dice el Señor Dios: ‘En aquel día cuando Mi pueblo Israel habite seguro, ¿no lo sabrás tú? 15 ’Vendrás de tu lugar de las partes remotas del norte, tú y mucha gente contigo, todos montados a caballo, una gran multitud y un poderoso ejército; 16 y subirás contra Mi pueblo Israel como una nube para cubrir la tierra. Sucederá en los postreros días que te traeré contra Mi tierra, para que las naciones me conozcan cuando Yo sea santificado por medio de ti ante sus ojos, oh Gog’
Aquí Dios está anunciando a través del profeta la liberación de su pueblo de sus enemigos y su restauración.
Cuando esto ocurriese sus enemigos lo sabrían. Estos sabrían que Israel habría sido salvado y colocado en un lugar seguro. Lejos del alcance de sus enemigos.
Sin embargo, como quiera estos se aventurarían a subir para atacar al pueblo de Israel. Aun sabiendo que Israel estaba protegido por Dios. Así de grande sería su arrogancia y terquedad.
Y para esto formarían un ejercito majestuoso.
Y Dios se lo permitiría.
En otras palabras, en Señor le dice a Gog: te voy a dar oportunidad para que te prepares para la batalla. Te voy a dar oportunidad para que prepares un majestuoso ejercito. De partes remotas del norte, mucha gente contigo, todos montados a caballo, una gran multitud y un poderoso ejercito. Parecerán como una nube que cubre la tierra. Y te permitiré que subas contra mi pueblo Israel.
Sin embargo, la única razón por la cual el Señor permitirá esto está en el verso 16: para que las naciones me conozcan cuando Yo sea santificado por medio de ti ante sus ojos, oh Gog.
En otras palabras, voy a permitirte que hagas un despliegue de poder ante las demás naciones. Voy a permitir que te prepares un majestoso ejercito. Voy a permitir que te levantes contra mi pueblo. Y lo voy a permitir para que Yo sea santificado por medio de ti. O sea, para que cuando te destruya a ti con todo tu ejercito, delante de las demás naciones, mi nombre sea glorificado. Mi nombre se haga famoso ante los ojos de todas las naciones.
Voy a permitir estas cosas para que tu caída y destrucción sea grande y mi nombre sea exaltado.
Entonces esto es exactamente lo que Juan ve que va a ocurrir en el día final.
El pueblo de Dios, en esta ocasión su Iglesia, será protegido. Porque ya estarán en la presencia del Rey. Satanás lo sabrá. Pero como quiera preparará un gran ejercito para enfrentarse a Dios y a su Pueblo.
Y Dios se lo permitirá. ¿Para qué? Para que su nombre sea santificado en toda la tierra.
¿Y cómo será su nombre santificado en toda la tierra?
Dice el verso 9 que este ejercito poderoso subirán de todos los rincones de la tierra, rodearán el campamento de los santos y la ciudad amada.
Aquí Juan utiliza otra imagen del Antiguo Testamento. Cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto y en muchas ocasiones el campamento fue rodeado por sus enemigos.
El campamento de los santos y la ciudad amada no es otra cosa que una imagen; un simbolismo del Pueblo de Dios, del Nuevo Israel, de la Iglesia. Ya en este momento salvada y asegurada en Él.
Pero antes de que este majestuoso ejercito lance tan siquiera la primera flecha fuego descenderá del cielo y los devorará. Tal como ocurrió con Magog.
Ezekiel 39:6 NBLA
6 ‘Enviaré fuego sobre Magog y sobre los que habitan seguros en las costas; y sabrán que Yo soy el Señor.
Este sigue siendo el mismo Dios que le prometió al pueblo de Israel en la antiguedad que Él mismo lucharía por ellos.
Este el mismo Dios que le promete a los cristianos del primer siglo que Él mismo pelearía por ellos.
Y este el mismo Dios que nos dice a ti y a mí hoy que Él mismo peleará por nosotros.
Por lo tanto, si logramos entender esta verdad en nuestro corazón, no tendremos de qué temer.

El lago de fuego y azufre

Una vez su ejercito es destruido y Satanás avergonzado, entonces este recibe su condena final; él junto a la falsa trinidad.
Revelation 20:10 NBLA
10 Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta. Y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Satanás no será destruido sino condenado al tormento eterno. De día y de noche por los siglos de los siglos sufrirá el castigo a causa de su maldad. Entonces sí que no podrá engañar a nadie nunca más.
El enemigo de las almas, que en el principio se propuso en su corazón ser igual a Dios, que engañó al primer hombre y a la primera mujer para que estos echaran a perder la creación de Dios, que se dedicó a engañar a las naciones tergiversando la verdad de Dios, que se dedicó a tratar de destruir una y otra vez el plan redentor de Dios, que se dedicó a atacar al pueblo de Dios, en ese día será condenado para siempre.
Ese que constantemente nos está tirando dardos de fuego para distraernos y confundirnos. Ese que está constantemente tratando de tentarnos para que pequemos contra Dios. Ese que anda como león rugiente buscando a quien devorar. A ese que hemos visto destruir tantas vidas con sus engaños y mentiras, que ha separado tantos matrimonios, que ha engañado a tantos hijos, ese que ha sembrado discordia entre padres e hijos, entre familiares, entre hermanos, entre amigos, entre vecinos, en ese día recibirá su justo castigo.
El que hizo sufrir a tantos, sufrirá para siempre.

Conclusión

La verdad es, amados, que tú y yo luchamos contra un enemigo que ya está vencido, sentenciado y que su condena le espera.
Luchamos contra un enemigo que sabe que nosotros, los hijos de Dios, ya estamos asegurados en Cristo.
Luchamos pero en el bando ganador.
¿Y qué beneficio tiene saber eso?
Saber esta gloriosa verdad en nuestro corazón nos ayuda a luchar con más motivación, con más empeño, con más perseverancia. Nos ayuda a entender que nuestra lucha no es en vano.
Ciertamente, mientras ese día llega, no ignoramos sus maquinaciones, sus trucos, sus engaños, sus mentiras.
Pero podemos decirle, una y otra vez, con toda autoridad:
Mateo 4:10 (NBLA)
10 ...«¡Vete, Satanás! Porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás, y solo a Él servirás ”».
Por eso obedecemos la Palabra de Dios cuando nos exhorta:
1 Peter 5:8 NBLA
8 Sean de espíritu sobrio, estén alerta. Su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar.
Por eso le pedimos a Dios que ponga en nuestro corazones la urgencia de proclamar el Evangelio, especialmente a aquellos que están cercanos y que aún no le conocen.
Porque entendemos lo que Pablo le dice a los corintios:
2 Corinthians 4:3–4 NBLA
3 Y si todavía nuestro evangelio está velado, para los que se pierden está velado, 4 en los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios.
Por eso oramos diciendo: Señor, así como quitaste el velo de nuestros ojos para que pudiésemos ver el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios, hazlo también con aquellos que nos rodean. Amén.

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