Sermón Fe a prueba de hambres

Éxodo: De la esclavitud a la libertad  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
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Fe a prueba de hambre

Éxodo 16
Por tanto, no se preocupen por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástenle a cada día sus propios problemas. (Mt 6:34).
Estas breves palabras de Jesús recogen una de las ideas más hermosas de la sabiduría bíblica: los que confían en el Señor pueden estar tranquilos acerca de su futuro porque el Señor tiene cuidado de proveer lo necesario.
La vida cristiana es esencialmente una carrera por la confianza, no en nosotros mismos, sino en la bondadosa provisión del Señor, que viene cada día.
El texto que hoy consideraremos es el segundo evento en el que el Señor pone a prueba la fe de Su pueblo, esta vez ya no con sed, sino con hambre y hay varias enseñanzas que podemos aprender de la manera en que ellos respondieron a la prueba, pero también de cómo Dios les mostró su cuidado y les llamó, otra vez, a la obediencia.
Aunque el Pueblo de Israel había dejado atrás la esclavitud y había visto la mano poderosa del Señor en muchas formas, aún eran de confianza débil y estaban lejos de lo que Dios les demandaba en obediencia; así que Dios les permite este paso por el desierto con el propósito de que por medio de diversas pruebas ellos pudieran aprender a confiar y obedecer, a escuchar la voz de Dios como ovejas que siguen a Su pastor. Parte de este proceso fue doloroso, pero necesario, y la razón por la que estamos hoy frente a un texto como estos, es porque consideramos que es útil también para nosotros.
La idea que quiero proponerles a partir de este pasaje que hoy estudiaremos es la siguiente:
Los que son llamados a la libertad van a experimentar la tentación de volver a la esclavitud, pero debemos confiar en que la provisión del Señor es suficiente y obedecerle.
Y vamos a desarrollar esa idea a la luz de los siguientes puntos:
1. La queja a causa del hambre (1-3)
2. La provisión de Dios para el hambre (4-14)
3. La demanda de obediencia después del hambre (15-36)

La queja a causa del hambre

Han pasado 45 días desde la salida de Egipto y luego de haber estado, no sabemos cuánto tiempo, en una especie de oasis de palmeras altas en Elim, el pueblo continúa su travesía por el camino donde Dios los llevaba, pero rápidamente aparece un nuevo problema; las provisiones que habían sacado de Egipto y se agotaron por lo que levantaron una queja contra Moisés y Aarón en el desierto.
La queja, a diferencia de la que vimos que se ocasionó por falta de agua en el capítulo anterior, tiene un elemento preocupante:
Estaban extrañando los días de la esclavitud en Egipto
Están acusando a Moisés y Abraham de una especie de genocidio en pleno desierto.
Y estos no son solo comentarios resultado de la impotencia; son más bien el resultado de una cosmovisión dañada, todavía ligada a su esclavitud. Ellos no eran conscientes que ahora eran libres y que Dios era su libertador, no su victimario.
Tal como lo hemos mencionado antes, las situaciones adversas sacan lo que realmente hay en el fondo de nuestros corazones y esta vez el hambre estaba dejando de ver más de lo que uno esperaría ver de un pueblo que ha visto las maravillas de Dios.
En ese momento, toda su vida se había reducido solo a lo material. Y alguien dirá, —es que es evidente que tienen hambre, ¿qué esperas que hagan? — Estamos de acuerdo, pero el texto no nos dice que hayan tenido por lo menos algún clamor a Dios por provisión, parece que todo lo primero que hacen es quejarse y dejar ver que si tan solo pueden comer, qué importa morirse.
En definitiva, la sobrevaloración de las cosas de este mundo es la evidencia de que no hemos sido conscientes del gran valor de la eternidad y las promesas de Dios.
La mentalidad de esclavo es la que todavía ve lo que el mundo ofrece como placentero. La mentalidad de esclavo se olvida de lo eterno y se concentra solo en lo terrenal. Los egipcios están pensando como esclavos todavía, no son cientos que ya no están en Egipto, pero parece que ellos habían salido de Egipto, pero Egipto no había salido de ellos.
Alguien llamó a esto el síndrome de Estocolmo, que consiste tanto en acostumbrarse a los dolores y penurias de un victimario hasta el punto que se le extraña y se le atribuye virtud. Pero esto es altamente ofensivo para Dios. Ellos están menospreciando al Señor, a quien acusan de genocida, mientras exaltan a Faraón y Egipto, quien los esclavizó severamente por años. Así es como funciona una espiritualidad distorsionada.
Algunos creyentes viven con un pie en el Señor y con otro en el mundo aún, no tienen todavía la valentía de reemplazar el gozo del Señor por el placer temporal mundano, pero mi hermano, si este es tu caso, un día no habrá tiempo para seguir jugando a los dos corazones; o seguimos y servimos completamente al Señor o somos esclavos del mundo y sus placeres.
Proverbios 17:1 dice: Mejor es un bocado seco y en paz, que casa de contiendas llena de provisiones.
Si hemos sido libertados por el Señor, no tenemos nada que desear o anhelar del mundo. Ahora tenemos un nuevo amo y no podemos cuestionar su amor y bondad.
Pero el otro aspecto de esta queja tampoco es menor. Al quejarse contra Moisés se están quejando contra Dios. Y esto es algo que nosotros también debemos considerar. En el fondo, toda queja de nuestra situación presente es un reproche contra la soberanía y el gobierno de Dios, sobre todo; es como si le estuviéramos diciendo que nosotros habríamos tenido una mejor idea, y eso no solo es necio, sino que es una ofensa al Dios Santo.
La queja no es algo inofensivo, mis amados hermanos. Es solo el reflejo de un corazón que ha sido inundado por la incredulidad. No se espera que vivamos en una negación permanente de la realidad y en medio de un enajenamiento emocional, pero sí que podamos reemplazar la queja por contentamiento.
Hay una razón por la que experimentamos situaciones que nos pueden conducir a la queja, una es simplemente la buena voluntad de Dios y otra puede ser consecuencias de nuestro propio pecado y en ambos casos quejarnos no trae provecho en lo absoluto.
Una y otra vez Moisés deja claro al pueblo que esa queja no es contra ellos, sino contra el Señor. Y en efecto, mis hermanos, a veces, escondemos nuestro descontento con Dios en quejas contra el gobierno, contra nuestras esposas/esposos, contra nuestros hijos o contra la iglesia; pero la verdad es que en el fondo, la queja no es otra cosa que el espasmo de la incredulidad, es el pálpito de la duda y el endurecimiento hacia el Señor. ¡Que Dios nos perdone!
De ahora en adelante, cada vez que sientas que tu corazón está siendo consumido por la amargura y la queja, piensa en si acaso esto es algo contra Dios, tal vez eso nos ayude a poner freno a la necedad de nuestras palabras y nuestros pensamientos.
Pero ¿cuál es a respuesta de Dios al desafío que representaba este pueblo quejumbroso? Eso nos conduce al siguiente encabezado:

La provisión de Dios para el hambre (4-14)

La respuesta de Dios aquí es asombrosa, él habla a Moisés: «Yo haré llover pan del cielo para ustedes. El pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de cada día, para ponerlos a prueba si andan o no en Mi ley»
Él obraría un milagro, les daría pan del cielo, lo daría todos los días, pero también les iba a dar unas leyes para que las guardaran.
La respuesta de Dios se parece a la que vimos en la prueba pasada, la de la sed, él iba a obrar el milagro, pero les iba a dar ciertas instrucciones que debían observar a fin de garantizar su obediencia.
Ahora bien, el versículo 6 es clave: A la tarde sabrán que el Señor los ha sacado de la tierra de Egipto. Pero ¿acaso no lo sabían? Parece que sí, pero aún no eran conscientes de eso. Ellos todavía no habían abrazado su verdadera libertad y por eso estaban deseando volver a Egipto.
Lo que nos hace que alguien está en Cristo aún anhele las cosas del mundo, es que no ha aprendido a conocer al Dios tal y como él se ha revelado. Dios está interesado en que Su pueblo le conozca, porque entiende que lleva una vida en esclavitud y que necesita ahora vivir para un nuevo amo y de acuerdo con sus leyes.
Dios también les dice que iban a ver Su gloria. Esta es la primera vez que esta frase se registra en la Biblia, pero da la idea de que el Señor se iba a manifestar en medio de ellos por medio de la nube, su presencia iba a ser evidente.
La acción de Dios tiene por así decirlo, dos etapas, en la primera él anuncia a Moisés lo que va a hacer (4-5), luego Moisés lo anuncia al pueblo (6-12), y luego sucede (13-14).
Primero Dios envió codornices al campamento y al día siguiente, en la mañana, una capa de escarcha con un pan parecido a una hojuela y con sabor a miel estaba extendido sobre todo el campo.
Ha habido muchos intentos de explicar esto como un fenómeno natural, pero es inútil, es sin duda una provisión milagrosa de parte del Señor, un milagro que incluso fue validado por el Señor Jesucristo en Juan 6.
El pueblo tenía ciertas instrucciones, una de ellas es que no debía tomar más de lo necesario para el día. El Señor les enviaría cada día la provisión necesaria y ellos debían confiar en que iba a ser así.
Como vemos, el Señor no solo está proveyéndoles pan, sino las formas para entrenarlos en obediencia por medio de ese milagro. Él le va dando las primeras reglas básicas con el fin de ir equipándolos para la obediencia, pero esto era como intentar amaestrar a un caballo salvaje.
Esta provisión divina es una muestra del cuidado paciente del Señor por Su pueblo, él es quien provee lo necesario para todas sus necesidades. Dios está aquí saciando su hambre terrenal, pero un día él enviaría un pan que saciaría el hambre espiritual, un pan que todo el que comiera nunca más volvería a tener hambre.
En Juan 6: 28-36 leemos:
Entonces le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?»
Jesús les respondió: «Esta es la obra de Dios: que crean en el que Él ha enviado».
Le dijeron entonces: «¿Qué, pues, haces Tú como señal para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces?» Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo. Entonces Jesús les dijo: «En verdad les digo, que no es Moisés el que les ha dado el pan del cielo, sino que es Mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo.» Porque el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo. «Señor, danos siempre este pan», le dijeron. Jesús les dijo: «Yo soy el pan de la vida; el que viene a Mí no tendrá hambre, y el que cree en Mí nunca tendrá sed.
Jesús se presentó como la provisión del Padre para el hambriento, él es quien sacia el hambre. El maná en el desierto desaparecía al día siguiente, pero en Cristo Dios nos ha provisto lo necesario para la vida.
Pero ¿en qué sentido Cristo nos sacia? Bueno, es útil ver esto a la luz del pasaje que estamos considerando. Del mismo modo que Dios está aquí mostrándose como el Dios que los rescató de la esclavitud y que provee más de lo que ellos recibían cuando eran esclavos, Cristo es para nosotros una provisión suficiente en comparación con todo lo que buscábamos en el mundo del que éramos esclavos: placer, identidad, aprobación, seguridad, reconocimiento, un propósito para la vida, etc. Cuando venimos a Cristo, todas estas cosas encuentran su cumplimiento en él, su Palabra viene a ser para nosotros espíritu y vida, incluso en lo material, él nos garantiza cuidado y provisión suficiente cada día.
No hay nada que este mundo ofrezca, que sea más grande que lo que Cristo nos garantiza. También del mismo modo que el maná era una provisión diaria hasta entrar a la tierra prometida, así también nuestra necesidad diaria de Cristo.
El Dr. R.C. Sproul cuenta la siguiente historia en uno de sus escritos sobre la oración[1]: Después de que termino la guerra de Corea, Corea del Sur se quedó con un gran número de niños huérfanos. Hemos visto lo mismo en el conflicto de Vietnam, en Bosnia, y en otros lugares. En el caso de Corea, muchas agencias de ayuda llegaron para hacer frente a todos los problemas que surgieron por consecuencia de tener tantos niños huérfanos. Una de las personas que fue parte de este esfuerzo de ayuda me comentó de un problema que había encontrado con los niños que estaban en los orfanatos: A pesar de que a los niños se les proveía tres comidas al día, llegando la noche se ponían inquietos y tenía dificultad para dormir. Hablando más con ellos, se dieron cuenta de que la ansiedad se debía a la incertidumbre de si tendrían comida para el día siguiente.
Para ayudar a resolver este problema, los trabajadores de ayuda de un orfanato en particular decidieron que cada noche, cuando los niños se fueran a la cama, las enfermeras les pondrían un pedazo de pan en cada una de sus manos. El pan no era para que se lo comieran, sino para que lo pudieran sostener en sus manitas mientras se quedaban dormidos. Era como una “manta de seguridad” para ellos, recordándoles que habría provisión para sus necesidades diarias. Efectivamente, el pan les calmó la ansiedad y los ayudó a dormir.
Esto es Cristo para el creyente, la provisión diaria necesaria para vivir cada día con la seguridad de que él cuida de nuestras necesidades físicas y también espirituales. Cuanto más saciados estemos en Dios, menos desearemos la comida del mundo.
Debemos pedir al Señor que nos ayude a estar saciados de Cristo. Cuando la gente a la que Cristo habló se dio cuenta de que el Señor no les hablaba de darles pan físico, se fueron, entonces Pedro se le acercó a reconvenirle, Jesús le dice que también vaya con ellos y las palabras de Pedro son hermosas: ¿A dónde iremos, si solo Tú tienes palabras de vida eterna?
Pero, tal como mencionamos, Dios nos solo les da su provisión, si no que les da instrucciones para que le obedezcan, porque, la gracia del Señor no es barata, no es una gracia que nos exime de responsabilidades, sino todo lo contrario, es una gracia que nos conduce a obedecer

La demanda de obediencia después del hambre (15-36)

A partir del versículo 15 y hasta el final del pasaje, encontramos 3 mandatos de Dios relacionados con nuevas ordenanzas dadas por Dios:
V16: Un mandato de no recoger más de lo indicado
V23: Un mandato a descansar un día de cada siete
V32: Un mandato a recordar la obra de Dios
Lo que Dios está haciendo aquí es semejante a lo que vimos en la prueba pasada. Dios trajo un milagro, proveyó agua para la sed, pero les dio ordenanzas. ¿Con qué propósito? ¿Acaso está Dios cobrándoles con obediencia el favor? No, Dios les está dando nuevas reglas para que ellos vivan por ellas y se deleiten en ellas. Dios los está mandando a obedecer para su provecho.
Veamos eso rápidamente:
El mandato de no guardar para el día siguiente tenía como propósito que ellos aprendieran a depender del Señor y confiar en él. De hecho, vemos que de inmediato violaron la regla, guardaron maná y le salió gusano. La inclinación natural de ellos era la desconfianza y Dios quería habituarlos a poner su confianza completamente en él. En los días de esclavitud, ellos no sabían que vendría cada día, eran dominados por la ansiedad, pero aquí Dios les está dando una ley que los está llevando a confiar.
El segundo mandato es la primera mención oficial al día de reposo. Dios les pide que el viernes tomen porción doble porque esta vez, ellos debían confiar en que el día que no trabajaran, Dios iba a proveer mientras ellos descansaban y se dedicaban a la adoración. Dios les está enseñando que a diferencia de los días de esclavitud, ellos no debían trabajar todos los días sin parar, ahora, con este nuevo amo, ellos podían poner en descanso sus cuerpos mientras confiaba en que el Señor lo controlaba todo.
Y el tercer mandato, era el de recordar. Dios quería que ellos guardaran esto de generación en generación, este es una porción que se agregó posteriormente, es posible que durante el tiempo que estaban por entrar en la tierra, y el propósito era garantizar que nunca olvidarían que Dios era su proveedor. En la esclavitud ellos solo querían olvidar el día que pasó. Todo el dolor y sufrimiento de la esclavitud, pero ahora en libertad, ellos iban a encontrar deleite en recordar cada día y cada obra del Señor.
He aquí el propósito por el cual una vez somos libres, Dios nos manda a obedecer, no porque tengamos que agradecerle o devolverle el favor, sino porque es la forma de deleitarnos en su ley.
Dios nos da sus leyes para nuestro gozo, y debe ser nuestro gozo obedecerle.
Así que, Dios ha llevado al pueblo a una segunda prueba, una donde le mostraría su misericordia y que él sería el encargado de proveer todas sus necesidades, pero también les dio estatutos de modo que ellos pudieran deleitarse en ellos y fueran para su gozo.
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[1] https://es.ligonier.org/articulos/que-significa-danos-hoy-nuestro-pan-de-cada-dia/
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