El Obituario De Judas

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EL OBITUARIO DE JUDAS

Fue la voluntad divina que Jesucristo escogiera doce hombres de entre sus muchos discípulos. A estos doce los llamó "apóstoles" (apostoloi: Lucas 6.13). Este título es descriptivo para la tarea de ser "enviados" (apostello) a predicar, echar fuera demonios y sanar a los enfermos (Marcos 3.14,15; 6.7-13). El Señor pasó toda una noche en oración al Padre antes de escoger los doce al día siguiente (Lucas 6.12-13). El fervor de la oración de Jesucristo revela la magnitud de la tarea delante de él. Los hombres que él seleccionó alterarían el paisaje de la historia humana predicando a Cristo y su reino.

Los evangelios de Mateo (10.1-4), Marcos (3.16-19), y Lucas (6.14-16) proveen una lista de los apóstoles de Jesucristo. Aunque los escritos sinópticos varían un poco en el orden de los nombres de los apóstoles, una característica es común a los tres: El nombre de Judas Iscariote aparece al final. En los cuatro evangelios se identifica a Judas como el que entregó a Jesucristo y el traidor entre los doce (Mateo 10.4; Marcos 3.19; Lucas 6.16; Juan 6.71).

Generalmente se concibe a Judas como lo fue por los escritores del evangelio, desde la perspectiva del hecho histórico su acto de traición. Sin embargo, este entendimiento fue algo que los otros apóstoles y discípulos no estaban enterados durante los años del ministerio de Jesucristo. A ellos no se les había concedido conocer el final de Judas. Para ellos, Judas fue solo otro apóstol.

Pedro dijo acerca de Judas retrospectivamente que era contado con nosotros, "y tenía parte en este ministerio" (Hechos 1.17). Como un apóstol, Judas Iscariote parece haber compartido igualmente en los dones y responsabilidades dadas a los doce. Aunque casi siempre recordado por su traición y su muerte ignominiosa, varias otras cosas pudieron haberse incluido en el obituario de Judas: un predicador, uno que hacía milagros y bautizaba.

Judas hizo pareja con otro apóstol y fueron enviados a predicar un mensaje de arrepentimiento y que el reino de los cielos estaba cerca (Marcos 6.7,12; Mateo 10.7). Es muy posible que Judas haya sido un buen predicador. Pudo haber hablado enérgicamente, con gran habilidad persuasiva. Judas pudo haber predicado con mucho éxito en el sentido que fue eficaz en sembrar la semilla de fe en los corazones de sus oyentes.

A los doce se les dio autoridad sobre los espíritus inmundos (Marcos 6.7) y se les dio el poder de sanar toda clase de enfermedad y dolencia (Mateo 10.1). Los apóstoles ejercieron estos dones echando fuera demonios, ungiendo los enfermos con aceite y sanándolos (Marcos 6.13). No se da ninguna indicación que Judas hubiera quedado exento de este ministerio. De hecho, como se mostrará, hay razón para creer que él participó en todo.

El evangelio de Juan describe la creciente popularidad del ministerio de Jesucristo sobre el ministerio de Juan el Bautista (3.22-26). Las multitudes iban a Jesucristo para ser bautizados. Sin embargo, el apóstol Juan aclara que Jesucristo no estaba bautizando a los seguidores, pero que eran bautizados por sus discípulos (Juan 4.1,2). No sería irrazonable asumir que los apóstoles estaban entre la gente que servía como bautizadores. Otra vez, Judas debió estar incluido en su número.

Es algo difícil imaginarse a Judas predicando el arrepentimiento, ungiendo a los enfermos con aceite, echando fuera demonios y bautizando a los seguidores de Jesucristo. Sin embargo, él debió haber cumplido éstos ministerios apostólicos. Si Judas hubiera sido el único de los doce que no podía o no quería hacer éstas obras hubiera atraído a sospecha de los otros apóstoles. Sin embargo, ese no fue el caso. Tan desapercibidos estaban los apóstoles compañeros de Judas que cuando éste abandonó el aposento alto para reunirse con sus cómplices, los once asumieron que había ido a comprar más provisiones para la Pascua o dar algo a los pobres (Juan 13.29). Aparentemente, ellos estaban inconscientes de la avaricia de Judas y su hábito de hurtar dinero del fondo común (Juan 12.6).

Con la excepción de Jesucristo (Juan 6.70,71), los hombres más cercanos a Judas Iscariote desconocían sus malas intenciones hasta que llegó al Getsemaní con una turba armada. Los otros apóstoles debieron haber estado sorprendidos. Judas era uno de los suyos. Ellos habían trabajado hombro a hombro con él. Todos habían sido enseñados por Jesucristo y juntos habían visto las grandes maravillas del Señor.

¿Cómo reaccionaron los otros discípulos de Jesucristo al recibir gradualmente las noticias de lo que Judas había hecho? ¿Cómo sintió la gente que había sido enseñada por Judas, sanada o bautizada por él?

Aunque poca gente se desplomará de tan alto a tan bajo como lo hizo Judas, en la actualidad todavía caen hombres de fe. Los líderes algunas veces caen después de años de fidelidad y fructífero servicio a Cristo. Aún habiendo sido predicadores eficaces, algunos han abandonado la fe o han caído en pecado y en el escándalo. Estas tragedias profundamente perturban con más frecuencia a los que han sido enseñados, bautizados y atendidos por tales siervos caídos. Pero esto no debe hacer que la fe de una persona en Cristo vacile. Aunque los hombres pueden cambiar, nuestro Salvador permanece igual (Hebreos 13.8). Mientras que es posible ser engañado por los hombres, la verdad de la palabra del Señor permanece para siempre (1 Pedro 1.25).

Para honra de Judas, él aparentemente no hizo discípulos para sí mismo. Su ministerio parece haber dirigido los hombres y las mujeres a Cristo, y no hacia él mismo. La Escritura revela que cuando Judas cayó, cayó solo. Trágicamente, este no es siempre el caso cuando los hombres caen en la actualidad. Continuemos poniendo nuestros ojos firmemente en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12.2). Tal enfoque capacitará nuestra esperanza y confianza para resistir el inevitable surgimiento y caída de los hombres.

- Tim Pyles

La Voz Eterna, Enero-Febrero 1998

(Vía revista Gospel Advocate)

"Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar" (Juan 6.64).

"Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase" Juan 13.2)

"A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido" (Mateo 26.24).

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