La Poderosa Fe de un Inmigrante

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INTRODUCCIÓN: En los próximos días, el estado de Arizona, comenzará a aplicar “oficialmente” la ley SB1070 que, promulgada por la gobernadora Jan Brewer, obliga a los agentes policiales locales a hacer cumplir las leyes de inmigración federales. Con la nueva normativa, los agentes tendrán que detener a cualquier persona para verificar sus documentos de identidad en caso de que tengan una "sospecha razonable" de que pueda ser un indocumentado.

La ley tiene una serie de puntos que nos confronta a nosotros como Iglesia, como creyentes, particularmente a los que creemos, confesamos y enseñamos la estricta separación entre la Iglesia y el Estado, lo que incluye el respeto por las leyes, en razón de que las autoridades han sido designadas por Dios (Romanos 13). Esta norma bíblica tiene la excepción de cumplir las normas humanas que atenten contra el libre ejercicio de la fe o que vayan contra la Biblia.

Los creyentes tenemos el mandato bíblico de que la obediencia a Dios, está por encima de cualquier orden humana y, como dijo el Dr. Lutero, frente al Gran Emperador Carlos V, “Mi mente está cautiva por la Palabra de Dios y, a menos que me convenzan de mi error por la Biblia, no puedo, ni quiero, ni debo retractarme. Dios me ayude”.

Algunos analistas han dicho que es probable que la epidemia de leyes racistas contamine a otros estados de la unión, lo que ya vemos en Massachusetts y New York, así que no sería extraño que esa enfermedad, ese pecado, arribe a nuestro estado de Wisconsin.

La primera lectura de este Segundo Domingo de Pentecostés, en el Primer libro de Reyes, nos trae la Pura Palabra de Dios y expresa: “Que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, te teman”.

El texto del Evangelio este día, tomado de Lucas 7: 1-10, nos muestra a un inmigrante, quien confió en el Señor de todo corazón, del cual Jesús dice: “— ¡Ni aun en Israel he hallado tanta fe!”.

La lección de hoy para nosotros está vinculada al tema: La Poderosa Fe de un Inmigrante.

1. PROCLAMAMOS UNA FE QUE NO DISCRIMINA. Lucas 7:2,4-5

Resulta interesante que este pasaje bíblico se escenificó en Capernaúm, una ciudad situada a la orilla del Mar de Galilea que realmente es un lago y no un mar. Igual que Milwaukee, situada a las orillas del Lago Michigan.

2 Y el siervo de cierto centurión, a quien él tenía en mucha estima, estaba enfermo y a punto de morir. 4 Ellos fueron a Jesús y le rogaban con insistencia, diciéndole: —El es digno de que le concedas esto; 5 porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga.

Un militar extranjero, comandante de un batallón de 100 hombres, tenía un siervo enfermo, el evangelio expresa aspectos muy importantes que revelan la conducta de este hombre influyente: (1) El jefe militar amaba a su esclavo. (2) La enfermedad del esclavo era grave. (3) El centurión era un creyente de buen testimonio.

Quienes fueron a buscar a Jesús, por petición de este hombre, eran judíos, estaban humanamente, políticamente, obligados a rechazar al militar invasor, opresor y extranjero, pero no lo hicieron, por el contrario acudieron al Señor y hablaron bien de él. Lo consideraban un hermano nacido lejos, quien amaba al pueblo de Dios y construyó una sinagoga donde se predicara la Palabra de Dios y se adorará al Verdadero Dios.

La verdadera fe no discrimina a nadie porque Dios ama a todo el mundo. El Señor nos envía a hacer discípulos en todas las naciones. La verdadera fe no es cuestión de raza, documentos o “sospechas razonables”, es un asunto de amor, porque toda la humanidad necesita de Cristo para tener el perdón y la salvación.

En nuestra Iglesia debemos gritar, aunque mil leyes lo prohíban: ¡Bienvenidos inmigrantes, todos están gravemente enfermos por el pecado, deseamos predicarles a Jesús, en cuyo nombre los amamos y oraremos para que de Cristo reciban la curación de sus almas! Actuar de otra manera es tener una fe falsa y discriminatoria.

2. PROCLAMAMOS UNA FE CRISTOCÉNTRICA. Lucas 7:3

En el mismo texto del evangelio encontramos otra lección sobre este soldado. Solicitó ayuda de la persona indicada: 3 Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo.

Él pudo demandar oración por sanidad de sus hermanos judíos, asistir a la sinagoga para que intercedieran por la salud del esclavo enfermo. No dudo que él mismo haya orado y también solicitando la oración de los judíos.

Pero este hombre estaba enterado de Jesús, su poder, sus enseñanzas, sabiendo que el Señor era judío, entonces pidió que mediaran ante él.

En nuestra Iglesia no predicamos enfocados en la persona de Martín Lutero, ni del pastor, tampoco de los santos que están en el cielo. Estamos enfocados en la persona de Cristo, sabemos y creemos que: “No hay otro nombre bajo el cielo, no hay otro mediador, entre Dios y los hombres, sino Jesucristo y, todo lo que pidamos en su nombre, conforme a su voluntad, será hecho”

Nuestra confesión como Iglesia está en Cristo, solamente en Cristo. El militar inmigrante estaba claro en este concepto, por eso mandó a pedir ayuda de Cristo, el cumplimiento de las promesas de un Salvador dadas por el Padre para todas las naciones.

3. PROCLAMAMOS UNA FE DADA POR GRACIA. Lucas 7:6-7

Hay más lecciones evangélicas en este militar inmigrante: 6 Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle: —Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. 7 Por eso, no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra, y mi criado será sanado.

El Señor que todo lo sabe y actúa siempre con misericordia acudió al llamado. Hace lo mismo con nuestras peticiones. Pero la fe de este hombre, mostrada con el fruto de la humildad, sabiendo que venía, se adelantó para reconocer que Cristo era más grande, importante y poderoso que él con todos y sus 1oo soldados. No soy digno de ir a ti.

La verdad es que nadie es digno de ir a Jesús, nadie se puede sentir con derecho a recibir a Jesús, de hecho, nadie lo puede hacer.

Es Jesús que viene a nosotros, eso se llama Gracia, un gesto que Dios hace por amor, sin que hayamos hecho algo para merecerlo y, de la misma forma hoy actúa, por su Palabra: Di la palabra, y mi criado será sanado. Jesús hace lo mismo, nos da su Palabra y, por medio de ella, el Espíritu Santo nos da la fe, la humildad para reconocer que Dios es Todopoderoso. El Señor hace la obra en nosotros y nos convierte en nuevas criaturas. Nuevas criaturas equipadas por Dios para amar a nuestros prójimos que, sin Cristo, están enfermos y condenados a morir eternamente.

Amamos a los inmigrantes por eso queremos compartirles la Palabra que les da la ciudadanía más importante, la celestial, para que sean nuestros paisanos, no terrenales, “sino la de una nación santa, la de un pueblo escogido por Dios”.

4. PROCLAMAMOS UNA FE QUE DA SALVACIÓN. Lucas 7:9-10

9 Cuando Jesús oyó esto, se maravilló de él; y dándose vuelta, dijo a la gente que le seguía: — ¡Les digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe!

No hay verdadera fe sino existe fruto, porque Dios hace la obra completa. El Señor escucha la confesión de este militar inmigrante y reconoce a su hijo por la fe de inmediato. Esta misma experiencia la tenemos nosotros y anhelamos compartirla con todos. “Que sin confesaras con tu boca y creyeres en tu corazón que Jesucristo es el Señor serás salvo”

También hoy Dios alaba esa confesión, de hecho, la Biblia señala que “Hay fiesta en los cielos cuando un pecador acude a Dios arrepentido, demandando su perdón”. Dios responde con gracia y misericordia, “escuchando desde los cielos, perdonando sus pecados y sanando su tierra”, curando su corazón de las llagas del pecado.

Eso pasó con el esclavo enfermo: 10 Cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo. Pero también pasa con nosotros, hemos sido salvados por Cristo el Señor y, el deseo de Dios, es que nadie se pierda, sino que todos sean salvos.

Por esa motivación divina, abrimos las puertas de esta Iglesia, las de nuestro corazón, para que no quede un inmigrante sin escuchar las Palabras de verdad y vida cuya fuente es Jesucristo.

CONCLUSIÓN

No debe importarnos mucho las leyes que promulguen en Arizona y si quieren en todos los estados. Nuestra tarea es clara: En Cristo hay vida eterna, hay salvación por gracia. Dios nos da su Palabra para compartirla sin discriminar a nadie, porque nuestro Dios no discrimina.

Oremos para que el Señor nos utilice para compartir con inmigrantes, residentes, ilegales o ciudadanos, el Evangelio de Cristo para que sean salvados e inscritos por medio de él, en el libro de la vida. A Cristo sea el honor y la gloria por siempre. Amén.

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