¿quién Es Éste Que Perdona Los Pecados?

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Introducción: Después de la Pascua, ¿qué?

  Hemos terminado las fiestas en que los cristianos conmemoramos los acontecimientos en los que se fundamenta nuestra fe: la pasión y muerte de Jesucristo, su resurrección y glorificación, el envío del Espíritu Santo que nos da la vida nueva como creyentes y como Iglesia...

  Las lecturas que nos propone el leccionario nos ponen en la misma tesitura en la que se encontraron los cristianos de las primeras comunidades, pocos años después de estos acontecimientos... Sobre todo a partir del comienzo de la misión a los no judíos, que apenas sabían nada del Dios de Israel...

  Hace falta reflexionar: Tras la tremenda sorpresa de la resurrección de Jesús, ¿qué significado tiene su muerte?... ¿Qué significa “para nosotros”, para los que ya creíamos en Él?... ¿Tiene algo que aportar a los hombres y mujeres de otras culturas o de otras religiones?... ¿Cómo podemos entender ahora la predicación de Jesús sobre el Reino? ¿Y cómo entender su comportamiento?

1.    El telón de fondo: la realidad de pecado del hombre y de su mundo

  En las cartas de Pablo, sobre todo en Gálatas y Romanos (años 45-48), encontramos la primera reflexión cristiana sobre estas cuestiones: ¿Qué significa que Jesucristo es el “Salvador”? ¿De qué hablamos los cristianos cuando hablamos de salvación? ¿De qué nos ha salvado Cristo?

  Para Pablo es tan importante el contenido de “su buena noticia” (euangelion) que llama a los gálatas “insensatos” por haber dejado que les cambiaran el mensaje que él les había predicado... “¡Que yo mismo me condene...!”...

  Los hombres y mujeres del siglo XXI, como los del s. XVI, o los del s. V, no podemos comprender el mensaje cristiano sin tomar en serio el planteamiento que hace Pablo en sus cartas... dirigidas a personas que se habían convertido al cristianismo sin pasar por el judaísmo... desconocían las enseñanzas bíblicas... desconocían al Dios de Israel, al Dios de Jesucristo...

  Pablo tiene que explicar la terminología de la Biblia, exponer el telón de fondo de la predicación cristiana...

1.1.     La comprensión bíblica del ser humano

  La Biblia (toda, no sólo los primeros capítulos) no sólo nos habla de Dios... Nos habla también del ser humano... De lo que es y de lo que puede ser...

1.      Un ser creado (nada menos que) por Dios, no por un intermediario... Amado por Él desde antes de existir... Llamado por Él a ser “como Él”, para comunicarse con Él...

2.      Un ser que no es Dios, sino hombre (varón y mujer)... “carne”, no “espíritu”... Limitado, débil, caduco...

3.      Un ser “en el tiempo”, “histórico”, que no es definitivo, que está haciéndose constantemente, como persona y como humanidad...

4.      Un ser no perfecto, llamado por el Dios Santo a ser perfecto en la comunión con Él, con los demás y consigo mismo... “Justo”, “ajustado”...

5.      Un ser libre, que puede escoger, en cada momento, entre escuchar la llamada de Dios y vivir “de Él”, “en relación con Él”... O no hacerlo: vivir por su cuenta, ser su propio dios... Y querer ser un dios para los demás... Un “mal dios”, claro...

6.      De hecho, el ser humano eligió “probar el árbol del bien y el mal”... Decidir por sí mismo lo que es bueno o malo, experimentar por sí mismo... “gustar el placer” de la trasgresión, de hacer lo que le viene en gana...

7.      De hecho, el ser humano, hombre y mujer, la sociedad humana, vive, desde el principio, sin relacionarse con Dios, “como si Dios no existiera”... Pretende manipular la realidad que le rodea (visible o invisible, mediante la técnica o la magia)... A los demás seres humanos, mediante la fuerza de las armas o de las ideas... Y pretende manipular a Dios mediante la religión... aunque sea fabricándose dioses a su medida...

8.      El ser humano “es pecador”: El pecado no es una naturaleza: Dios creó al ser humano “muy bueno”... pero tampoco es simplemente una acción, o una suma de acciones... Es una situación, un estado: de alejamiento, de ruptura, de “in-justicia”... que provoca (auto)destrucción... Lo contrario de lo que Dios quiere para él/ella y para su mundo...

1.2.     Dios inicia una historia educativa, de salvación y liberación

  La Biblia nos dice también que, de hecho, Dios continúa su obra creadora... Creadas todas las cosas “del cielo y de la tierra”, del mundo en el que ha de vivir el ser humano en armonía, continúa la tarea de “hacer” al hombre en cuanto “humano”... Como el niño que, después de su gestación y de su nacimiento, todavía ha de ser criado... y educado... y hacerse adulto... Con la ayuda de los padres, en un diálogo constante que, si se rompe...

  Cuando los cristianos contemplamos el AT, desde la altura de la Pascua de Jesucristo, lo vemos como un largo proceso educativo... Una historia en la que Dios toma la iniciativa por amor: hace nacer un pueblo, eligiendo a su antepasado Abraham... No por sus méritos, ni por los de sus descendientes... Sólo por amor... y para ayudar a amar...

  El pueblo se gesta en la época de los patriarcas y Dios “lo da a luz”, lo hace nacer como pueblo al sacarlo de la esclavitud en Egipto... Como los padres humanos, le da una identidad en medio de los demás pueblos al revelarle su propio nombre: “yo seré tu Dios, tú serás mi pueblo”... Le da una guía para crecer, para tener una vida “plena”, “de calidad”, para ser feliz: la Ley... Ama a tu Dios con todo tu ser... Ama a tu prójimo como a ti mismo... “Haz esto y vivirás”...

  La historia del pueblo de Israel es todo un ejercicio de “pedagogía divina”: Dios educa a su pueblo “en la vida”... Como todos los niños, el pueblo toma decisiones equivocadas, se arriesga a hacer lo que no debe y a no hacer lo que de debe... se aparta de Dios... Comete “idolatría”: adora otros “dioses” más cómodos o útiles... Comete “injusticia”: se convierte en “dios” para los demás... Sin embargo, Dios no rompe la comunicación con su pueblo: les envía a los profetas pera indicarles el camino, para reprenderles, amenazarles... Los deja experimentar las consecuencias de sus actos, los abandona a “los dioses” de los pueblos vecinos... A ver si aprende...

  En el exilio de Babilonia, sin tierra, ni templo, ni rey, el pueblo “aprendió” mucho: los que volvieron a su tierra eran una pequeña comunidad religiosa, reunida en torno a lo que descubren como Palabra de Dios: la Ley, los Profetas y los Salmos... Y la oración, la limosna, el ayuno... Y la esperanza de que un día Dios enviará a su Mesías para salvar a Israel de sus opresores... y para destruir el Mal (y de paso a todos los malos)... Y para instaurar su Reinado definitivo: de paz (shalom), de justicia perfecta entre todos los seres humanos... Y entre todos los pueblos (con Israel en el centro, claro)...

1.3.     La experiencia del pecado personal

Podría parecer que la Biblia sólo habla del pecado colectivo, del pueblo... Este aspecto es importante: cada hombre y mujer ya nace en una humanidad alejada de Dios... Es “el pecado del mundo”, y “el pecado del pueblo”, que condicionan desde el principio de la existencia a cada ser humano...

  Sin embargo, para contrarrestar este aspecto, tenemos innumerables ejemplos de pecados individuales... ¡Cuántas historias escandalosas!... Pero también de conversiones individuales... En las que podemos vernos reflejados...

  En el centro del Sal 32 están la confesión y el perdón... Lo más importante... Su sufrimiento le llevó a tomar conciencia de su pecado y a “hablar” reconociéndolo... La admisión del pecado ante Dios le conduce a experimentar su perdón... Y su experiencia se convierte en una lección para los que la escuchen, un motivo de confianza en medio de la angustia, en aprendizaje de la sumisión dócil al Señor...

  Invita a los “justos” a alegrarse “en el Señor”... Los que “confían en Él”... Porque el más dichoso es el que ha experimentado el amor perdón de los pecados... El que ha conocido personalmente al “Dios que perdona los pecados”...

  La experiencia de David inspira los Salmos... David es un ejemplo sobresaliente... Dios lo había elegido desde pequeño para ejercer un ministerio en medio de su pueblo... Se lo había dado todo... Pero David no tiene bastante, y decide lo que es bueno para él, y decide mal... Abusa de su poder (“divino”), fuerza a Betsabé, hace matar a su marido y, a toda prisa, se casa con ella... Es un hombre de su época, un guerrero, un “tirano”... Pero era un creyente... Y como creyente es llamado por el profeta al arrepentimiento... Experimenta la soledad entre el pecador y Dios... Y experimenta el sufrimiento como “castigo” sanador... A pesar de sus pecados David se va a convertir en el prototipo del rey “conforme a la voluntad de Dios”... De él nacerá el Mesías...

2.    Jesús es el “Profeta” del perdón de Dios

  En este contexto aparece Jesús anunciado la llegada del Reinado de Dios... Provoca una gran expectación... Si Jesús es verdaderamente el Mesías todo va a cambiar... ¡Por fin triunfará la voluntad de Dios!... ¡Habrá un juicio definitivo!... Los buenos serán salvados, y los pecadores serán eliminados... ¡Y triunfará la justicia!... ¡Y sólo habrá bondad en el mundo!...

  Problema: ¿Quiénes son los buenos, que han de ser salvados? ¿Quiénes son los malos, que han de ser condenados? ¿Quiénes son los que se van a beneficiar de la justicia divina? ¿Quiénes van a disfrutar de la comunión con Dios que da la vida?...

  Los que habían vuelto del destierro “convertidos” se habían vuelto a equivocar... Se habían aferrado a la Ley como si la relación con Dios fuera cosa de normas.... Como si no tuviera nada que ver con la disposición interior... o con las relaciones con los demás... Se habían vuelto personas “de bien”, personas “religiosas”... cumplidoras... Y se enfrentaron a Jesús...

2.1.     Lucas hace una narración “diferente”

  Nos damos cuenta de que Lc quiere destacar algo importante de la vida y la enseñanza de Jesús... El relato no coincide con los paralelos... No tiene lugar al final del ministerio de Jesús, en Betania de Judea, sino al principio, en Galilea... Aquí Simón, el anfitrión, es un fariseo... La mujer, de quien no se nos dice el nombre, es una “pecadora”... No unge a Jesús la cabeza, sino los pies...

  En los otros tres evangelios Jesús relaciona simbólicamente esta unción con su pasión... Aquí Jesús no alude a ella para nada... Parece otro relato... Porque tiene otro sentido...

2.2. El “drama” de la narración: los personajes y sus relaciones

  Lucas es un gran narrador: utiliza muy bien la presentación de los personajes y de sus relaciones para que podamos descubrir aquello que no es evidente...

  Simón es un fariseo: lo mejor de Israel... Esperan con ansia la venida del Mesías, el juicio y la salvación, la resurrección de los justos... Y quieren colaborar en la venida del Reinado de Dios por medio del cumplimiento de su Ley... ¡Sólo viven para la Ley! Se separan de los “pecadores” para no contaminarse con ellos...

  Simón invita a Jesús... No sabemos con qué intención... Lo descubriremos después... Jesús habla muy bien, sus enseñanzas casi coinciden con las de los rabinos... ¿Quién será de verdad este Jesús?... ¿Será el Mesías?... ¿Será el profeta de quien habló Moisés?... Sin embargo... ¡No es una persona totalmente piadosa! No es un cumplidor estricto de la Ley... Se mezcla con cualquiera, incluso con los no judíos... Ha sanado al criado de un oficial romano... No cumple las normas de pureza: hace poco tocó el féretro del hijo de una viuda... El pueblo ignorante dice que lo resucitó...

  Las dudas del fariseo se disipan enseguida, en el momento en que aparece en escena una mujer y comienza a ungir los pies de Jesús con un perfume caro... No se nos dice quién es, pero los personajes la conocen... Saben que es una “pecadora”: una prostituta, o la mujer de un “pecador”... En cualquier caso, alguien con quien un “justo” no debe relacionarse... Puede contaminarlo...

  A Simón le ha bastado muy poco para convencerse de que Jesús es un impostor: “Si verdaderamente fuese un profeta se daría cuenta de quién y de qué clase de mujer es esta pecadora que le está tocando” (v. 39)... Jesús no lo sabe, luego no es profeta... Lo sabe y se deja, tampoco es profeta...

  Jesús muestra a Simón que es un verdadero profeta, “hombre de Dios”, porque descubre sus íntimos pensamientos, de desprecio hacia la mujer y hacia el mismo Jesús... Y como Natán con David, por medio de una parábola vuelve el argumento contra su interlocutor... “¡Tú también eres un pecador!”... La diferencia está en que esta mujer lo sabe, y tú no... Tú te crees justo, pero tu relación con Dios y con los demás no es la correcta...

  Jesús, el Profeta de Dios, pone de manifiesto que sí conocía a la mujer, y que sabía que era una pecadora... Lucas no dice nada, pero todo aparece con claridad... El único que no lo ve es el fariseo... porque sólo ve el pecado de los demás, no el suyo propio... porque sólo ve lo negativo de los otros, no su capacidad de amar como criaturas de Dios... porque es incapaz de descubrir el amor de Dios, porque no ha experimentado su perdón...

  La “pecadora” (como más adelante Zaqueo, otro “gran pecador”) está expresando, como sabe, su inmensa gratitud a aquel hombre que tiene que ser Profeta, porque la ha acogido y le ha hecho experimentar el amor incondicional de Dios... Y le ha perdonado sus muchos pecados... Esta fe (“confianza”) en Dios que le ha perdonado por medio de Jesús es la que la ha salvado, la ha transformado, ha hecho de ella una persona “justa”...

2.3. Contemporáneos de Jesús: ¿Con quién nos identificamos?

Soren Kierkeggar, teólogo luterano danés del siglo XIX, decía en su Ejercitación del cristianismo que era necesario que en cada generación los oyentes de la Palabra se sintieran contemporáneos de los hechos narrados en los evangelios, e intentaran ponerse en el papel de los personajes...

  ¿Con quién nos identificamos verdaderamente nosotros? ¿Con el fariseo o con la pecadora? No nos engañemos, porque a Jesús no le podemos engañar... Ni a nosotros tampoco... De donde no hay no se puede sacar... Quien no ha experimentado el perdón...

3.    Pablo predica el evangelio del perdón

3.1.     Incapacidad de la Ley

  Ese mismo es el mensaje de Pablo... Nadie es verdaderamente “justo” delante de Dios... No hay ninguna ley moral humana que pueda “ajustarnos” en nuestra relación con Dios, con los demás, con nosotros mismos... Ni siquiera quienes “cumplen” enteramente la Ley de Dios...

  La mismísima Ley de Dios sólo nos permite conocer qué espera Dios de nosotros... Jesús había descubierto el significado profundo de la Ley: ¡Sed perfectos...! ¡Sed misericordiosos...! Pero la Ley no nos capacita para vivir de esa manera...

  Hacía falta algo más: que Dios culminara la creación del ser humano... Un ser humano nuevo... Capaz de amar como Dios, gratuitamente... Capaz de devolverle a Dios su amor que lo transforma... Al perdonarle los pecados...

3.2. Crucificados con Cristo

  La muerte de Cristo en la cruz ha llevado a cabo la nueva alianza (leer: Jer 31,31-34; cf. Ez 36,22-28)... En realidad una nueva creación: un corazón nuevo... Un ser humano renovado en lo más profundo... Por Jesucristo... A semejanza de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre...

  Cristo no ha muerto inútilmente... Quien ha descubierto en la cruz al Dios que ama inmensamente al ser humano, tal como es, sin pedirle nada a cambio... Quien se ha sentido alguna vez amado de esta manera... Ése conoce a Dios...

  Para el creyente la voluntad de Dios ya no es algo exterior, sino que está en el núcleo de su persona... Tiene ahora la “manera de ser” de Cristo, su “espíritu”... “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”... Y vive dejándose amar por Dios, y transformar por Dios...

3.3. Cristo vive en mí, por la fe

  Cristo vive en mí, aquí y ahora, en mis circunstancias sean las que sean, “por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí” (Gál 2,20)...

  De fariseo he pasado a pecador... ¿Y de pecador...? ¿Nos quedamos aquí, en que somos pecadores?... ¿Eternamente pecadores, eternamente arrepentidos?... ¿Y volvemos a empezar?... ¿Y aquí no pasa nada?...

Conclusión: Llamados a ser profetas del perdón de Dios

  Si Cristo, el Hijo de Dios, vive en mí... Si yo soy hecho hijo de Dios en el Hijo... Tenemos ahora un tercer personaje con el que identificarnos... El mismo Jesús...

  Cuando se vive el amor, se comparte el amor... De dos esposos que se aman nacen unos hijos... De la experiencia del amor de Dios nacen “profetas del amor de Dios”... Llamados a vivir como Jesús en el amor... A los pecadores... Para que experimenten en nosotros el amor y la acogida del Dios de Jesucristo... Del Dios que perdona los pecados, los clava en la cruz de Cristo, para hacernos nuevas criaturas... Del Dios de la Pascua...

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