Sé fuerte, Sé hombre

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1 Kings 2:1–4 NBLA
Y acercándose los días de su muerte, David dio órdenes a su hijo Salomón: «Yo voy por el camino de todos en la tierra. Sé, pues, fuerte y sé hombre. »Guarda los mandatos del Señor tu Dios, andando en Sus caminos, guardando Sus estatutos, Sus mandamientos, Sus ordenanzas y Sus testimonios, conforme a lo que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y dondequiera que vayas, para que el Señor cumpla la promesa que me hizo: “Si tus hijos guardan su camino, andando delante de Mí con fidelidad, con todo su corazón y con toda su alma, no te faltará hombre sobre el trono de Israel”.

Introducción

Una de las historias más fascinantes de la biblia es la historia de David
Esta la encontramos en los 2 libros de Samuel y en el primer libro de los Reyes.
El primer libro de los Reyes comienza contando la historia de los últimos días del reinado y de la vida del David y el comienzo del reinado de su hijo Salomón.
Y como hoy PR celebra el día de los padres, pues quiero aprovechar la coyuntura para traerles algunos principios de vida que encontré durante mi devocional personal y que creo que pueden ser de bendición no solo para los padres sino para los hombres.
Perdonen chicas, pero hoy le voy a hablar a los hombres.
Sabemos que David tuvo un reinado largo y glorioso sobre Israel, a pesar de las grandes y terribles dificultades que experimentó: traiciones, conflictos familiares, mucha sangre derramada por la guerra y una terrible caída moral.
Sin embargo, la grandeza de David y su éxito como líder y rey, obviamente, no fue vivir una vida perfecta, sino vivir una vida humillada ante Dios, incluso y especialmente, en los días oscuros de su terrible pecado.
En cada etapa de su vida, en cada temporada, tanto en los días de gloria como en los días oscuros, David supo vivir delante de la presencia de Dios. Supo vivir una vida de rendición, de dependencia, de obediencia y de confianza en Dios.
No en balde el Señor dijo de él que era un hombre conforme a Su corazón.
Sin embargo, también sabemos que fue su hijo Salomón quien llevó el reino de Israel a su mayor gloria. Fue durante su reinado que Israel se convirtió en la nación más poderosa. En la lumbrera de las demás naciones.
Fue durante su reinado que finalmente se construyó un templo para el Señor.
Poco antes de David morir, Benaía, uno de los comandantes del ejercito de David declaró estas palabras:
1 Kings 1:37 NBLA
»Como el Señor ha estado con mi señor el rey, así esté con Salomón, y haga su trono más grande que el trono de mi señor el rey David».
Ciertamente esta expresión le pudo haber costado la vida a Benaía. Imagine. Decirle al rey que el trono de su sucesor será mayor al de él. Sin embargo, David recibió esto con agrado.
Esta declaración no le incomodó. Sino todo lo contrario.
Esta declaración no le incomodó, no solo porque su sucesor sería su propio hijo. Sino porque David sabía que ese era el plan de Dios; que esa era Su voluntad.
David sabía que el Señor le había prometido que, de generación en generación, el heredero del trono sería uno de sus descendiente. Hasta el día que apareciera el Mesías prometido.
David era de los que decía, que mi hijo sea mejor que yo.
Yo tampoco tengo problemas en decirlo. Mis hijas son mejores que yo by far.
Cómo se relacionan con Dios a tan temprana edad. Cómo ya comienzan a desarrollar su propia teología. Cómo razonan, cómo ven la vida, cómo la analizan.
De cada rato me pregunto, ¿de dónde salieron estas mujeres?
Mi papá diría, he mejorado la raza.

El Dios que redime nuestra historia

Un aspecto de la vida de Salomón que me parece fascinante es que, de todos los hijos de David, Dios escogió a aquel producto de la relación de David con Betsabé. Con la mujer que David le arrebató a su marido y cometió adulterio (o violación) con ella, para luego conspirar para que su marido muriera en el campo de batalla y él poder convertirla en su esposa.
Claro está, culturalmente hablando no podemos decir que Salomón fue un hijo ilegitimo porque ya Betsabé se había convertido en esposa de David.
Sin embargo, Salomón es producto de una historia oscura, manchada, vergonzosa y como quiera Dios lo escoge para ser rey de Su pueblo. Y no solo para ser rey de Su pueblo sino para ser parte de la descendencia de donde nacería Jesús.
¿Habrá historia que Dios no pueda redimir? ¿Habrá pecado que Dios no pueda perdonar? ¿Habrá verguenza que Dios no pueda borrar?
Esto fue exactamente lo que hizo Jesús por nosotros. Cuando fue a la cruz y murió en nuestro lugar y luego se levantó de entre los muertos, redimió nuestra historia, nuestro pasado, nuestra verguenza.
Él mismo cargó la verguenza de ser el descendiente de David, de Salomón, de Booz, el hijo de una prostituta y de Obed, el hijo de una mujer pagana.
Si tú aún cargas con la verguenza de tu pasado, de tu crianza, o de tu familia, hoy Jesús te dice, yo sé lo que siente. Entrégame tu verguenza que yo la transformaré en orgullo. Déjame redimir tu historia. Déjame liberarte de la verguenza.

David fue un buen padre para Salomón

A pesar su pecado y de su caída, creo que David fue un buen padre para Salomón. Por lo menos, esto lo veo al final de sus días.
Quizás no fue un buen padre para sus otros hijos, pero sí para Salomón.
Aquí vemos una enorme deficiencia en la vida de David. Una enorme deficiencia en su paternidad. Fue un buen padre para unos y un mal padre para otros. En esto no podemos imitar a David.
Pero gracias a Dios, Jesús también vino a redimir nuestras inconsistencias como padres.
Un día Delianys nos sentó a los 4 y nos dijo, con lágrimas en sus ojos, ustedes no me escuchan, me ignoran, hablan por encima de mí, yo estoy hablando y viene alguien y cambian el tema.
Y de pronto, nuestros ojos fueron abiertos.
En una casa de cuatro, donde tres son bocones (perdón, Johanna), la que no es bocona siempre está en un segundo plano.
Ese día tuvimos que tragar gordo y reconocer nuestro error. Y pedirle a ella que nos ayudara a detectar las veces que lo hacemos para corregirlo.
Y si les sigo contando mis inconsistencias como padre van a terminar pidiéndome la renuncia.
——————————
En el capítulo dos de 1ero de Reyes vemos a David comisionando a Salomón como rey.
David sabe que está en sus días finales y creo que, de todos los consejos que le podía dar a su hijo en aquel momento, escogió lo más importante.
¿Qué consejos le darías a tus hijos en el lecho de tu muerte?

La muerte es parte de la vida

David comienza diciéndole a su hijo: Yo voy por el camino de todos en la tierra.
En otras palabras, sé que pronto moriré.
Es como si le dijera: No le temas a la muerte porque la muerte es parte de la vida. Ese es el destino de todos los hombres.
En un mundo que le huye a la muerte, donde la gente hace lo indecible por alarga sus años de vida. Donde envejecer es casi un delito. Donde la gente se desborona cuando reciben un diagnostico de salud catastrófico, Tú vive confiado.
No te aferres tanto a esta vida. No eches raíces tan profundas. No hagas tesoros en esta tierra. No te afanes tanto por las cosas de esta mundo. No te eches la vida tan a pecho.
Sé sabio y sácale el mejor provecho a los años que el Señor te dé sobre esta tierra. No malgastes tu tiempo.
Pero a la misma vez, disfruta al máximo la vida que el Señor te he dado y el mundo que Él ha creado para ti.

Sé fuerte

David continúa diciéndole a su hijo: sé fuerte
Y esta palabra no tiene tanto que ver con fuerza física sino con carácter. A un verdadero hombre lo define, más que la fuerza física, su carácter.
Creo que con esto David le está diciendo a su hijo: Esta vida no es fácil y ser líder, mucho menos. Solo los valientes heredan la tierra.
En esta vida vendrán momentos muy difíciles, vendrán momentos que te moverán el piso. Vendrán momentos que te harán tambalear. Vendrán momentos en que querrás salir corriendo.
Es en esos momentos que se probará quién eres y en quién has puesto tu confianza y quién es el que te sostiene y te da las fuerzas.
Se fuerte. Pero recuerda que las fuerzas no vienen de ti. Sino que el Señor es quien te las da. Él es que quien va delante de ti. Él es quien te sostiene. Él es quien siempre te acompaña. Él es tu poderoso gigante. Él es el Señor de los ejércitos. Él es el Todopoderoso.

Sé hombre

Luego le dice: Sé hombre
Y esta palabra no se refiere al término colectivo de humanidad; de los hombres. Esta palabra se refiere literalmente a hombre, masculino.
Es como si David le dijera: No olvides que el Señor te creó de una forma asombrosa y maravillosa (Salmo 139). El te creó hombre.
Ser hombre no es un problema, no es un pecado, no es un inconveniente, no es una deficiencia. Al contrario, ser hombre refleja la gloria de Dios en su creación (al igual que el ser mujer).
Cuando alguien afirma sentirse atrapado en un cuerpo del otro sexo, está ofendiendo a Dios profundamente. Le está diciendo, detesto la forma en que me creaste. Creo que te equivocaste.
Cuando alguien se acuesta con una persona del mismo sexo le está diciendo a Dios, detesto la forma en que creaste la sexualidad humana. Detesto tu diseño.
Desde el principio el enemigo ha tratado de oscurecer la gloria de Dios al crear al hombre.
Tanto la masculinidad como la feminidad fueron distorsionadas y corrompidas el día de la caída. Los roles que Dios le dio al hombre y a la mujer fueron tergiversados.
Desde el principio el enemigo ha logrado minar el rol de liderazgo del hombre en la familia y en la sociedad. El enemigo ha logrado pisotear y avergonzar al hombre corrompiendo su sexualidad y su masculinidad. Y también ha logrado corromper lo que implica ser un verdadero líder.
Ciertamente esto ha ocurrido desde el principio. Pero nada como el ataque frontal que está recibiendo la figura del hombre en nuestra sociedad hoy día.
Tanto el machismo como el feminismo se han levantado como ideologías diabólicas que destruyen tanto al hombre como a la mujer. Y para rematar se ha levantado la ideología de la revolución sexual.
Todas estas ideologías son parte de un plan muy bien concertado por el mundo de las tinieblas para corromper y destruir el modelo que Dios creó en el principio.
¿Y cuál es nuestra responsabilidad como iglesia? ¿Levantarnos en armas contra los profetas y evangelistas de estas ideologías? ¡No!
Nuestra labor es mostrarle al mundo cuál es la verdadera masculinidad y feminidad. Y mostrarles lo glorioso que es el diseño de Dios. Que es el único diseño que produce florecimiento en la sociedad.
Todo otra ideología produce, oscuridad, destrucción, muerte y esterilidad.
Hace poco estábamos discutiendo el tema del rol del hombre y la mujer en la iglesia y en el ministerio, y Delianys me dice, papá yo entiendo lo que la Palabra de Dios nos enseña, pero necesito entender el porqué el diseño de Dios es glorioso y cómo el diseño de Dios bendice al hombre, a la mujer y a la iglesia y los hace florecer.
Y yo por poco me hecho a llorar. Porque esa es exactamente de lo que se trata. El diseño de Dios le trae gloria a Él y bendición y florecimiento a Su pueblo.
Ahora, la pregunta obligada es, ¿cómo puedo saber lo que es ser un verdadero hombre?
Y la respuesta es sencilla. Miremos a Jesús, al hombre perfecto. Mira cómo vivió en este mundo. Mira cómo vivió en sujeción a su Padre. Mira cómo ejerció su liderazgo. Mira cómo trató a las mujeres. Mira su corazón. Su compasión, su amabilidad, pero a la misma vez su firmeza, autoridad y determinación.
¿Quieres saber cómo ser un verdadero hombre? Sé como Jesús.
¿Quieres saber cómo ser fuerte? Sé como Jesús.
Sé hombre. Sé como Jesús.
Sé fuerte. Sé como Jesús.
O mejor dicho, ¿quieres saber cómo ser un verdadero hombre? Deja que Jesús viva su vida a través de ti.
¿Quieres saber cómo ser fuerte? Deja que Jesús viva su vida a través de ti.
Hoy doy gracias a Dios por mi padre porque me enseñó a ser fuerte y a ser hombre, a la manera de Jesús.
Ahora, si dejamos el mensaje aquí no logramos mucho. Sé fuerte y sé hombre se le puede decir a cualquiera. No hay que ser cristiano para entender y aceptar este mensaje.

La verdadera prosperidad

Entonces David le dice a Salomón:
1 Kings 2:3–4 NBLA
»Guarda los mandatos del Señor tu Dios, andando en Sus caminos, guardando Sus estatutos, Sus mandamientos, Sus ordenanzas y Sus testimonios, conforme a lo que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y dondequiera que vayas, para que el Señor cumpla la promesa que me hizo: “Si tus hijos guardan su camino, andando delante de Mí con fidelidad, con todo su corazón y con toda su alma, no te faltará hombre sobre el trono de Israel”.
La verdadera prosperidad está en someternos a la voluntad de Dios y a Su Palabra. La verdadera prosperidad está cuando vivimos cada día de nuestras vidas delante de la presencia de Dios. En total dependencia, obediencia, temor y humillación.
Pero no por obligación o por miedo, como ocurre en otras religiones, sino como una respuesta al amor que ya Él ha derramado sobre nosotros.
Amamos a Dios, porque Él nos amó primero.
La verdadera prosperidad está en reconocer que aunque hemos sido creados como hombres para ser líderes, por encima de nosotros hay un líder supremo al cual le tenemos que rendir cuentas y al cual tenemos que someternos.
La verdadera prosperidad está en dedicar nuestras vidas y nuestras familias a expandir Su reino sobre cada rincón de este mundo.
Guarda sus mandatos, anda en Sus caminos. Vive para obedecer su Palabra y vive para hacer Su voluntad. Que esta sea tu prioridad.
Sabiendo que si buscamos primeramente el reino de Dios y Su justicia, todo lo que necesitemos se nos proveerá.
La verdadera prosperidad no tiene que ver con cosas materiales, ni con fama, ni poder. La verdadera prosperidad tiene que ver con ver el cumplimiento del plan de Dios sobre nuestra vida y sobre la vida de aquellos a quienes lideramos y servimos.

Si tus hijos guardan Su camino…no te faltará hombre

Finalmente, David le dice a su hijo, si te dedicas a hacer estas cosas Dios hará lo que me prometió, no faltará hombre sobre el trono de Israel.
La promesa que Dios le hace a David tiene mucho más que ver que con que simplemente su monarquía sea larga y duradera. Que con que el reino del Israel terrenal sea mucho más duradero que los reinos de otras naciones. Que con que sea un reino más duradero que el de los babilonios, o el de los egipcios, o el de los medo-persas, o el de los griegos, o el de los romanos.
La promesa que Dios le hace a David tiene que ver con que el reino de Israel see preservado lo suficiente para que se cumpla Su plan eterno de enviar a su Mesías, a Jesús para redimir a la humanidad del pecado.
Para que el verdadero Hijo de David finalmente se siente en el trono del Israel celestial y reine sobre su pueblo redimido para siempre. Este era el verdadero plan de Dios con el pueblo de Israel, que no falte hombre en el trono de Israel.
Ahora, la pregunta es, ¿qué ocurrirá si nosotros como hombres de Dios nos dedicamos a guardar Sus mandatos, a andar en Sus caminos, a guardar Sus estatutos, Sus mandamientos, Sus ordenanzas y Sus testimonios?
Primero, nuestra descendencia será profundamente impactada. Nuestros hijos también conocerán a Dios y aprenderán a obedecerle.
No solo nuestros hijos biológicos, sino también nuestros hijos espirituales, como muy bien hemos aprendido del apóstol Pablo.
No solo esto sino que no faltará Hombre sobre el trono de Israel. O sea, Jesús no dejará de ser proclamado como Rey de reyes y Señor de señores, de generación en generación.
Ahora, si dejamos el mensaje aquí también estaría incompleto. Sería simplemente un buen mensaje religioso y moralista.
Lo que David le exige a su hijo es transaccional.
Si haces esto, Dios hará lo otro. Si cumples lo que Dios exige, Él cumplirá sus promesas.
Sin embargo, sabemos que esto no resultó. Si estudiamos la historia nos daremos cuenta que ocurrió todo lo contrario. Aunque el reinado de Salomón comenzó glorioso, no terminó bien. El reino terminó dividido e Israel no volvió a prosperar nunca más.
De pronto nos dimos cuenta que nuestra relación con Dios no puede ser transaccional. Esto es lo que los padres de la Alianza llamaron la Crisis de Fe.
No puede ser transaccional, no porque Él no cumpla su parte, sino porque nuestro pecado nos impide cumplir la nuestra.
No hay forma de que hombres pecadores puedan negociar con un Dios infinitamente perfecto y santo.
Por eso, desde la eternidad, el plan de Dios siempre fue enviar a Su Hijo al mundo, al hombre perfecto, para que viviera la vida que tú y yo no podíamos vivir.
Fue Él quien fue fuerte, fue Él quien fue un verdadero hombre, fue Él quien guardó los mandatos del Señor Su Dios, fue Él quien anduvo en Sus caminos, fue Él quien guardo Sus estatutos, Sus mandamientos, Sus ordenanzas y Sus testimonios.
Fue Él quien prosperó en todo lo que hizo y a dondequiera que fue.
Y es Él también el que hace que Sus hijos guarden su camino, que anden delante de Dios con fidelidad, con todo su corazón y con toda su alma.

Conclusión

No hay forma de que Dios redima nuestra historia, no hay forma de que seamos buenos padres, no hay forma de que enfrentemos la muerte con tranquilidad, no hay forma de que seamos fuertes, no hay forma de que seamos hombres verdaderos, no hay forma de que disfrutemos de la verdadera prosperidad, no hay forma de que nuestros hijos guarden Su camino, a menos que pongamos toda nuestra confianza en el hombre perfecto. A menos que le permitamos a Él vivir Su vida a través de nosotros.
¿Y cómo se hace eso? Arrepintiéndonos de nuestros pecados y poniendo nuestra confianza solo en Él. Para que podamos nacer de nuevo y el Consolador, el Espíritu Santo venga a morar en nosotros.
Este mundo necesita desesperadamente, que se levanten hombres fuertes y verdaderos. Nuestras comunidades necesitan desesperadamente, que se levanten hombres fuertes y verdaderos. Nuestras familias necesitan desesperadamente, que se levanten hombres fuertes y verdaderos. Nuestras esposas necesitan desesperadamente, que se levanten hombres fuertes y verdaderos. Nuestros hijos necesitan desesperadamente, que se levanten hombres fuertes y verdaderos. La Iglesia necesita desesperadamente, que se levanten hombres fuertes y verdaderos.
Pero fuertes y verdaderos en Él.
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