Ayuda, necesitamos un mediador

Éxodo: De la esclavitud a la libertad  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
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A finales de los años 90 y comienzos de los 2000, se hizo muy popular una forma de predicación que consistía en hablar con cierto dramatismo de experiencias espirituales en las que personas iban al cielo (o al infierno) y hablaban con Dios directamente y luego volvían a la tierra para dar un mensaje particular. 
A finales de los años 90 y comienzos de los 2000, se hizo muy popular una forma de predicación que consistía en hablar con cierto dramatismo de experiencias espirituales en las que personas iban al cielo (o al infierno) y hablaban con Dios directamente y luego volvían a la tierra para dar un mensaje particular. 
Una cosa muy llamativa de esto es que a menudo tales personas hablaban con tanta naturalidad de su encuentro con Dios, que podría parecer más bien un anciano bonachón con el que puedes sentarte a tomar el café de medio día. 
Esto por supuesto dista mucha de las cosas que vemos en la biblia acerca de personas que se encontraron de cara con la santidad de Dios: Adán en el huerto experimento un sentido de vergüenza, Abraham un abrumador impulso a la obediencia abnegada, Moisés mismo en la zarza pensó morir, Manoa el padre de Sansón pensó que moriría, Isaías exclamó que morirá por ser hombre inmundo de labios, Juan en la visión de apocalipsis cayó como muerte, etc.; y tiempo me faltaría para seguir nombrando lo que es un patrón en las Escrituras: toda vez que alguien se enfrentó al carácter abrumador de la santidad de Dios, experimentaron un profundo terror y la certeza que morirán a causa de que siendo pecadores estaban ante la presencia misma de Dios a menos que Dios mismo pudiera salvarlos. 
El texto que tenemos hoy frente a nosotros es la experiencia colectiva de un pueblo recién sacado de la esclavitud, que ha visto los milagros de Dios en el desierto, pero que ahora están frente a un monte humeando, escuchando la voz de Dios hablado con ellos directamente, están escuchando las condiciones de su pacto en forma de 10 mandamientos que deben cumplir para vivir; pero surgen varias preguntas ¿qué hacemos ante este Dios tan majestuoso? ¿Cómo podemos ser su pueblo? ¿Cómo podemos agradarle? 
Israel entendía que debía y querían acercarse al Dios que los había rescatado, pero están viendo las enormes demandas y su carácter temible, así que necesitan una forma de resolver dicha tensión. 
Este es justamente el argumento que quiero proponerles:
Se requiere de un mediador para poder acercarnos a la santidad de Dios y las demandas de su ley.
Y lo desarrollaremos a la luz de los siguientes encabezados:
El temor frente al dador de la ley (18-19)
Un mediador ante el dador de la ley (20-21)
Un sistema para acercarse al dador de la ley (22-26)
El temor frente al dador de la ley (18-19) 
Quisiera poder recrear en sus mentes esta escena: Después de por todo lo que Dios les hablaba desde la montaña, mandamiento tras mandamiento, había un gran estruendo, relámpagos, hizo, todo esto como una recreación de la gloriosa santidad de Dios y la respuesta del pueblo es impresionante: temblaron y se alejaron de la montaña. Ellos sentían que si tan solo se acercaban un poco más iban a morir. Que si Dios continuaba hablando iban a morir. 
Por primera vez este pueblo está experimentado en el interno de sus corazones el terror de ver sus pecados con claridad por dos razones: la primera es por causa del temor de Dios y ver su majestad y la segunda porque ahora conocían su ley, sus demandas. 
Nada trae mayor sentido de reverencia a la vida de un hijo de Dios que contemplar su vida a la luz de esas dos realidades: lo que Dios Es y lo que Dios demanda. 
Lo interesante de todo esto es que aunque ellos estaban convencidos del carácter temible de Dios y de su propia pecaminosidad; aun así, quería acercarse al Señor y esto no por algún motivo masoquista, sino porque también podía entender la realidad de que ese Dios santo que ahora estaban contemplando, es también un Dios amoroso que los ha guardado, que ha sido fiel al pacto, que los libro de la esclavitud y que los soportó en el desierto. Ellos no dudaban que Dios era una fuente de bien para ellos, pero no sabían aún cómo lidiar con la otra parte y es allí donde claman por un intermediario. 
“Habla tú por nosotros”, le dicen a Moisés. No queremos morir, pero no queremos dejar de oír su voz. 
Qué tensión más interesante. Es justamente en medio de esas dos realidades que se desarrolla la vida de un creyente. El temor reverente hacia Dios nos mantiene lo suficientemente lejos de Él para poder honrarlo, pero su fidelidad nos mantiene lo suficientemente cerca para poder amarlo.  Eso define nuestra relación con Dios.
Mis amados, aquí hay una reflexión importante para nosotros, ¿que tan serio es Dios para nosotros? ¿Qué tanto sentido de reverencia tenemos hacia él? Me temo que un exceso de familiaridad con Dios no nos deja ver correctamente nuestra propia maldad y eso puede llevarnos a sufrir las consecuencias. 
Es hasta que consideramos la santidad de Dios y nuestros propios pecados que encontramos el verdadero camino hacia una relación correcta con Él.  Pero en dicho reconocimiento, tarde o temprano, nos daremos de cara con la realidad de que no podemos acercarnos en nuestros propios términos, que necesitamos un mediador. Así lo entendió el pueblo e Israel y así debemos entenderlo nosotros, lo que nos lleva a nuestro segundo encabezado:
Un mediador ante el dador de la ley (20-21)
La forma en que Israel resolvió la tensión entre alejarse de Dios por temor a morir y acercarse para tener una relación, fue pidiéndole a Moisés que fuera su intermediario. 
El pueblo sano que Dios había llamado a Moisés y tenía una relación con él, así que le piden a Moisés que se ponga en medio de sus temores y de las demandas del Dios santo. 
La respuesta de Moisés es interesante porque aclara varios puntos al respecto de lo que el pueblo estaba experimentando Y pone las emociones del pueblo en orden:
“No teman porque esto es una prueba de Dios para que si temor esté delante de usted y para que no pequen”. 
Como así, ¿no teman porque Dios los está probando para que le teman? Pareciera una contradicción, pero no.  La idea parece clara:
No tengan miedo (pavor o terror) porque Dios está poniendo en ustedes temor (reverencia, honor, sentido de respeto) con el propósito de que no pequen. 
Moisés está explicando que todo lo que ellos están sintiendo en ese momento no debe confundirse con un miedo irracional que los lleve a cumplir la ley solo por temor al castigo. Dios estaba poniendo su temor (servido de reverencia) porque era la manera de prevenirles del pecado.  
Es decir; la sensación de saber que no podían estar de pie ante Dios no era más que algo que estaba experimentando como repuesta a la santidad de Dios y que eso cumpliría una función preventiva. Dicho de otra manera: si ustedes permanecen con un sentido de reverencia a Dios claro y fuerte, entonces serán guardados de alejarse de Él hacia una vida sin pecado. 
Una buena forma de ilustrarlo es pensar en las advertencias que hacemos a nuestros hijos de no acercarse al fuego o de no meter la punta del tenedor en los conectores de energía, ellas tienen el propósito de mantenerlos alejado del peligro. Cuando ellos entienden las consecuencias que vienen de ignorar el fuego o jugar con la corriente, entonces dicho entendimiento funciona de manera preventiva. 
Esa es entonces la diferencia que Moisés quería que estuviera clara: no vean a Dios con miedo o pánico, porque si eso hacen se van a paralizar; véanlo más bien con respeto y reverencia, vean cuán serios son sus juicios y en consecuencia obedézcanla. 
Hecha la aclaración, el v21 nos muestra una realidad abrumadora. De hecho, solo leer el pasaje tiene una fuerza en su significado que es sobrecogedora:
El pueblo estuvo a lo lejos; pero Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios. 
En algún momento Moisés vuelve a subir al monte y se pierde en la espada nube y desde allí fue recibido como mediador. Dios estaba aceptando tener a un hombre parado entre Él y Su Pueblo, alguien que no moriría, pero que sería también un representante del pueblo. Alguien que pudiera llevar a ellos las palabras de Dios y traer las peticiones del pueblo a la presencia del Señor, alguien que fuera un mediador. 
No dejo de pensar en la escena del Gólgota, una vez más y es Mateo quien hace una descripción gloriosa de la escena:
“Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama este. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. Más Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron, y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente este era Hijo de Dios.”
S. Mateo‬ 27‬:45‬-54‬ RVR1960‬‬
El día más oscuro de la humanidad, el día en que la ira de Dios estaba siendo manifestada; ese día, uno más grande que Moisés traspaso también, pero con su costado traspasado, la espesa nube de este mundo para entrar a la presencia del Padre el cual habita en luz inaccesible y a quien ningún hombre puede ver y vivir para desde allí sentarse en su trono como nuestro mediador y serlo hasta el fin de nuestros días.  
Porque hay un solo mediador entre Dios y los hombres; Jesucristo hombre. 
Y esto tiene al menos dos implicaciones prácticas importantes: el mediador no lo es solo de nosotros hacia Dios, sino de Dios hacia nosotros. 
Es por ese mediador que podemos acercarnos confiadamente al Señor y no morir, porque tenemos la certeza de que nuestros pecados han sido perdonados. Pero también por ese mismo mediador que podemos orar y esperar a que el Señor responda nuestras oraciones. Esta es la plenitud de la función sacerdotal de Cristo.  Así que, podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia y hallar gracia para el oportuno socorro. 
Pero permítanme volver al Israel del Sinaí. Si bien, Moisés podía hacer el trabajo de mediar para que no fueran consumidos por la ira manifiesta de Dios, Moisés no era eterno y podía ser contraproducente en términos logísticos; así que se necesitaba más que un inmortal sujeto al tiempo y por cierto ya anciano que pudiera a mediar entre Dios y el pueblo, tal vez algo mucho más eficiente a la hora de calmar la ira santa y poder acercarse al Señor, pero sobre todo que pudiera permanecer en el tiempo; después de todo el papel de Moisés como mediador era provisional, por lo que Dios les provee de una especie de sistema para la mediación, lo que nos lleva al tercer y último encabezado:
Un sistema para acercarse al dador de la ley (22-26)
El Señor está previendo una relación a largo plazo con Israel y les deja claras las formas porque, en lo que adoración respecta, importa el fondo, pero también la formas. Si el pueblo quería acercarse a Dios, debía hacer a la manera de Dios y no de acuerdo a sus formas. 
Así que el Señor les declara cuatro aspectos de esa adoración y de esa relación de mediación a largo plazo. 
Dios debía ser adorado en el cielo y como un Dios que no se puede ver. El Señor reafirma el hecho de que a diferencia de los dioses de otras naciones, él es invisible y no puede ser adorado por medio de alguna imagen. En otras palabras, para cercarse a Él no, cuando Moisés faltara, no debían hacerlo por medio de alguna imagen o algún otro objeto creado con las manos. 
La adoración involucraría un altar y por supuesto sacrificio. Este es un elemento muy importante. El Señor está aquí estableciendo las bases del nuevo sistema de sacrificios, este todavía provisional mientras eran nómadas en el desierto, pero que sería definitivo una vez se establecieran y el arca fuera terminada (todo el sistema completo se puede ver en Levítico 1—7). El pedido de un altar de tierra era precisamente evitar que convirtieran el lugar en objeto de adoración. Debía ser un lugar señalado por el Señor y no podían usarse piedras cortadas, el Señor quería que ellos recordaran siempre que esa no era la forma definitiva en la que él iba a ser reverenciado. 
En cuanto al sacrificio, de momento solo se establecerían dos tipos de ofrendas: holocausto y ofrendas de paz. Ambas representaban los parámetros de la relación con Dios. El holocausto era una ofrenda por el pecado, para expiarlo; era la forma en que un animal inocente llevaba la culpa del pecado y aplacaba la ira de Dios, mientras que la ofrenda de paz (Lev 7:15), era una ofrenda de felicidad por la bendición recibida, una ofrenda de gratitud. De hecho, esta era la única de tordas las ofrendas del posterior sistema de sacrificio en la que la ofrenda se podía comer. Era la expresión de una relación con Dios restaurada y de una intimidad que se había logrado por el sacrifico del holocausto; que Dios lo había recibido y que podrían estar en paz. 
Finalmente, la adoración debía ser reverente. Los sacerdotes no podían descubrir ninguna parte de su cuerpo. Esta modestia podía tener varias razones. Dios quería que el culto a Él se diferenciará del culto a otros dioses en los que en honor a la fertilidad los sacerdotes paganos subían a los altares de manera inmoral y mostrando sus partes íntimas; pero además, el Señor quería transmitir un sentido de pureza en la relación con Él. La desnudez, desde el huerto, siempre fue asociada con la vergüenza del pecado y el Señor es explícito en mantener esto lejos de la adoración. 
Tal como mencionamos, este no es todavía un sistema de sacrificios definitivos para Israel y no lo sería tampoco para nosotros. Incluso con todos esos detalles, este sistema era susceptible a las fallas. 
En los días de Malaquías por ejemplo, cuando ya había un templo para la adoración, el pueblo dejó de dar el sostenimiento a los sacerdotes y estos tuvieron que abandonar el templo para trabajar fuera y sostener a sus familias, en consecuencia dejaron de ofrecer sacrificios y el Señor los exhorta porque le han robado la adoración, porque no están lidiando correctamente con sus pescados, porque trivializaron la relación con él; así que Dios termina el libro de Malaquías anunciando que vendría uno que pondría fin al viejo sistema, un nuevo mediador, completo, perfecto u definitivo, capaz no solo de remover la culpa, sino ayudándonos a no vivir en pecado. Esto se lee al final del último libro del Antiguo Testamento:
“«Porque viene el día, ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen el mal serán como paja; y el día que va a venir les prenderá fuego», dice el Señor de los ejércitos, «que no les dejará ni raíz ni rama. Pero para ustedes que temen Mi nombre, se levantará el sol de justicia con la salud en sus alas; y saldrán y saltarán como terneros del establo. Y ustedes pisotearán a los impíos, pues ellos serán ceniza bajo las plantas de sus pies el día en que Yo actúe», dice el Señor de los ejércitos. «Acuérdense de la ley de Mi siervo Moisés, de los estatutos y las ordenanzas que Yo le di en Horeb para todo Israel. Yo les envío al profeta Elías antes que venga el día del Señor, día grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que Yo venga y hiera la tierra con maldición».”
Malaquías‬ 4‬:1‬-6‬ NBLA‬‬
Cuando Nuevo Testamento inicia; Juan el Bautista, este que vino en el Espíritu de Ellas, dice al ver a Jesús: este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. 
Un día, en un altar hecho por la mano de Dios, Jesús fue levantado como un cordero; los sacerdotes debían subir cubriéndose, pero él fue levantado desnudo; su sangre se derramó para ser un sacrificio ofrecido una vez por nuestros pescados y satisfacer así la ira del Padre. Pero él es también nuestra ofrenda de paz; de Él participamos en cada Cena del Señor, recordando con gratitud que hemos sido reconciliados, que la deuda ha sido pagada. 
Jesús es el cordero del holocausto, la ofrenda de paz, el mediador, el sacerdote, Él es el altar, Él es el lugar de la adoración, Él reúne todo lo necesario para ser el mediador que necesitamos para acercarnos al Padre y tener comunión con Él. ¡Aleluya!
Él dijo a la mujer Samaritana en Juan 4: La hora viene y ahora es en que los verdaderos adoradores adoraran al Padre en Espíritu y en verdad; yo, El Mesías, “soy por quien los hombres podrán adorar en cualquier lugar y por el conocimiento correcto”. 
Como vemos, somos llamados a una adoración informada por la santidad de Dios y por la firmeza de Su ley, y cuando veamos nuestra incapacidad corramos al único y sabio mediador entre Dios y los hombre.
Y amigo que estás aquí, puede que la idea de Dios y lo que él demanda se trivial para ti o irrelevante; pero un día su majestad será manifestada otra vez, pero esta vez para juzgar al mundo, entonces temblarás pero ya no habrá un mediador; por lo que, si oyes hoy su voz, no endurezcas tu corazón y corre a Cristo hoy mismo.
Bendito sea Dios por Jesucristo. Nuestro glorioso salvador. 
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