Las apariencias engañan

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INTRODUCCIÓN. Un amigo periodista me contó que en una ocasión hicieron un estudio sobre la mentira. El objetivo era establecer cuál grupo étnico, entre los residentes de la ciudad de Nueva York, mentía con mayor facilidad. Así que publicaron un aviso en los periódicos solicitando personal para un cargo y profesión inventada.

El anuncio decía: “Se solicita un experto (a) en Trigonometría funcional portuaria para cableados de comunicación intensiva. Los aspirantes deben tener mínimo 5 años de experiencia. Se ofrece un excelente salario y todos los beneficios”.

Al día siguiente de haber salido publicado el aviso. Frente a la empresa que ofrecía el empleo había una fila de 50 personas. La mayoría de ellos argentinos, colombianos y venezolanos. Lo interesante es que todos los aspirantes escribieron en la solicitud que contaban con mucha experiencia.

Cuando fueron confrontados, casi todos repitieron la misma excusa: “Soy tan inteligente, tan capaz, que para una persona como yo todo es fácil”.

En la religión la conducta de los seres humanos no es diferente. Por lo general muchos tienen una confesión de fe. Buena parte asegura haber hecho algo que les acredita ser mejores que el resto. Pero la mayoría tiene una vida religiosa cargada de costumbres, tradiciones, apariencias. Es posible que los seres humanos se engañen unos a otros en materia de fe, pero la Biblia dice que: “Dios no puede ser burlado”.

El pasaje del evangelio de Lucas 18 nos desnuda frente a Dios. El Señor ofrece una parábola para mostrarnos las maneras equivocadas y correctas de presentarse frente a Dios.

Jesús usa esta enseñanza para comparar entre el verdadero y los falsos adoradores. Entre quienes dependen de sí mismos y los que confían en Dios y su gracia para recibir misericordia.

1. DIGA LO QUE APARENTA Y DIOS LE MUESTRA LO QUE ES. Lucas 18: 9-12

9 A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:

Leer este versículo hoy y comparar con la realidad nos parece que fue escrito esta mañana. Los seres humanos viven en una competencia los unos con los otros. Todos reclaman el derecho, por sus buenas acciones, de ser declarados justos y santos, por mérito propio.

Unos presumen de ser intachables. Otros menos malos que el resto. No falta quien diga que es malo, pero que hay peores. Lo más frecuente es encontrar quien afirme: “Yo voy a misa todos los domingos, doy la limosna en la Iglesia y hago obras de caridad”.

En tiempos de Jesús había un grupo de religiosos caracterizados por las apariencias, por su aparente celo en cumplir las normas de la ley o mandamientos: Los Fariseos.

10 «Dos hombres subieron al Templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano. 11El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano”.

¿De qué presumía el fariseo de esta parábola? Soy honesto. Soy justo. Soy fiel a mi esposa. Ayuno. Diezmo.

Vamos a revisar esos conceptos con nuestra propia realidad.

Estoy seguro que usted diría que jamás ha robado. El alcance del Séptimo Mandamiento va más allá de “Quitar el dinero o bienes del prójimo por medio de trampas”. El mandamiento nos responsabiliza en “Ayudar a nuestros semejantes a conservar y mejorar lo que ya tiene”.

El Sexto Mandamiento prohíbe el adulterio. Sé de personas que jamás han sido infieles a sus esposas, pero Jesús dice que “Cualquiera que ve a otra mujer y la desea en su mente, ya cometió adulterio”.

Son frecuentes las religiones y sectas que han hecho del ayuno su gran bandera. Realizan hasta eventos públicos para proclamar ayunos. Eso pasaba también en los tiempos bíblicos. Pero la Biblia aclara que el ayuno no es un rito o costumbre más. El ayuno incluye mostrar misericordia con los semejantes. "¿No consiste, más bien, el ayuno que yo escogí, en desatar las ligaduras de impiedad, en soltar las ataduras del yugo, en dejar libres a los quebrantados y en romper todo yugo? ¿No consiste en compartir tu pan con el hambriento y en llevar a tu casa a los pobres sin hogar? ¿No consiste en cubrir a tu prójimo cuando lo veas desnudo, y en no esconderte de quien es tu propia carne?" (Isaías 58: 6-7)

El religioso que estaba en el templo presumía su fidelidad en cumplir los Mandamientos. Pero su acusación contra el otro hombre que estaba en el templo, muestra que su religión era de ritos y no se humillaba frente a Dios ni amaba a su prójimo: 11El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres.

Frente a Dios somos pecadores. Por mucho esfuerzo que hagamos no podemos hacernos santos al punto de poder segurar que merecemos el perdón de Dios. Nuestros hechos internos y externos revelan, como la ley misma, que somos pecadores y necesitamos el perdón de Dios verdaderamente Santo, Justo y Fiel.

2. LA VERDADERA RELIGIÓN Y ADORADORES DE DIOS. Lucas 18: 13-14

13Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. 14Les digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».

El odiado publicano. El miserable publicano se presentó delante de Dios tal como era en realidad. Su actitud al hablar con Dios por medio de la oración grita el estado de su corazón:

No levantaba la mirada. Sabía que frente a Dios debía humillarse. Se golpeaba el pecho. Una señal externa de arrepentimiento y confesión de culpa, de verdadero dolor por el pecado. Suplicaba por la misericordia de Dios: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. Nunca se comparó con nadie. Cada quien es responsable frente a Dios. Todas las personas necesitamos el perdón divino. “No hay justo ni uno solo”.

Nuestro Señor proclama una hermosa Doctrina que identifica a la Iglesia: “Justificados por la fe tenemos paz para con Dios”.

La justificación por fe tal como lo enseña la Biblia y lo predica la Iglesia Luterana desde hace más de 400 años: " Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas. Esta es la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo para todos los que creen. Pues no hay distinción; porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús." (Romanos 3.21-24)

De Dios recibimos la misericordia. Volvemos a nuestras casas cada domingo, saboreando la alegría del perdón. El perdón que recibimos, no por apariencias o jactancias religiosas, sino por su gracia, por la obra de Cristo en la Cruz, no por nuestros méritos propios.

Salimos y vivimos con la promesa del Señor: “Cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.

Humillados delante de Dios, hemos confesado nuestros pecados, suplicado su perdón y Dios que es amplio en perdonar “Nunca más se acordará de nuestros pecados”.

Esta es lo que enseñamos, según la Biblia, sobre la Absolución de los Pecados: Debemos recibir la absolución del confesor como de Dios mismo, no dudando de ella en lo más mínimo, sino creyendo firmemente que por ella los pecados son perdonados ante Dios en el cielo.

CONCLUSIÓN

La verdadera religión no es la que aparentamos antes los demás sino lo que somos ante Dios. Estamos equivocados si pretendemos engañar a Dios diciendo mentiras. Definitivamente. “No nos engañemos. Dios no puede ser burlado”.

Frente a Dios no podemos presentarnos llenos de vanidad, egoísmo o jactancia. Sino humillados y confiados que de El los recibimos todo por gracia, tanto el perdón como la fortaleza para permanecer firmes.

La salvación no es lo que nosotros hacemos para Dios, sino lo que Dios hizo por toda la humanidad a través de Jesucristo: Nuestro Redentor.

Dios por su Palabra nos proclama desde el cielo: “Tus pecados han sido perdonados”.

Con el gozo de este perdón, vayamos a compartir que estamos alegres porque Dios ha tenido misericordia de nosotros. Nos ha dado y nos da su perdón siempre. Su amor es inagotable. Amén.

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