Cristianismo Radical

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                                                                                                                       C/ Teruel, 25

                                                                                                                         03/10/2010                                

CRISTIANISMO RADICAL

(Mateo 19:16-22)

 

 

Si existe algún adjetivo que la mayoría de nosotros no queremos que se nos aplique, probablemente es “radical”. Ser radical en religión trae a la mente la imagen de un hombre mal vestido, con el pelo desaliñado, zapatos sucios, subido a un cajón en una esquina, con una Biblia en la mano y gritando: “¡Arrepentíos o pereceréis! Y a nadie nos gusta ser así.

Sin embargo la autentica pregunta es esta: ¿Qué es lo que el Señor exige? ¿Desea el Señor que seamos radicales? Para responder a esta pregunta tal vez deberíamos decir que entendemos por ser “radicales” ¿Vosotros creéis que ser radical es tratar de enseñar a los cristianos sus responsabilidades para con el Señor, esto es, que tienen que reunirse, ofrendar, ser fieles a sus enseñanzas, llevar a otros al Señor? Creo que esto no es radical, pero de lo que si estoy seguro es que todo esto si debe formar  parte de la esencia de una vida cristiana.

Sin embargo algunos si pueden entender que el exigir todo esto sea radical. Y cuando oigo esto me pregunto ¿Los que así piensan que han estado aprendiendo durante tantos años que llevan en la iglesia? ¿Acaso los responsables les hemos enseñado que esta bien ser indiferentes? ¿Qué a Cristo no le importa si uno se realmente se compromete con Él? ¿Qué no importa si se asiste o no fielmente, si se ofrenda o no con generosidad, si se enseña o no a los demás y si se vive o no la fe? Si no fuimos los responsables los que les enseñaron a ser mediocres con el cristianismo, ¿cómo lo aprendieron? ¿Hemos hecho algo mal para que en la iglesia haya miembros para los cuales la idea de un “compromiso total” es extraña?

Suponed que yo un domingo por la mañana anunciará que para ser miembro de esta congregación se deben cumplir al menos con cuatro compromisos que son esenciales: 1º) asistir dos veces por semana a la iglesia, salvo caso de fuerza mayor o causa justificada, 2º) dar generosamente, 3º) llevar una vida moralmente limpia y 4º) mostrar esfuerzos sinceros por traer otros a Cristo. ¿Cuántos diríais “Adiós” y os iríais a otra iglesia?

A lo mejor alguno es eso lo que estáis pensando y justificaríais vuestra decisión diciendo que yo no tengo ningún derecho en establecer reglas como esas. Puede que tengáis razón. Pero sin embargo hay otra pregunta, a saber: ¿Tenemos derecho a llamarnos cristianos si no hacemos los requisitos mínimos para ser considerado un discípulo de Cristo? ¿Nos pide Cristo comprometernos en alguna manera con Él? Para contestar esta pregunta vamos a leer la historia del joven rico que se encuentra en Mateo 19:16-22. Hay varias cosas que podemos aprender de esta historia.

Leer el texto.

Hay varias cosas que se pueden decir acerca de este hombre: 1º) Era joven (v.22). 2º) Era un principal, es decir una persona importante (Lc. 18:18).  3º) Era rico (v.22). 4º) Si hacemos caso a lo que él mismo decía de si, y no tenemos motivos para negarlo,  era también un buen hombre (vv.18-20). 5º) Estaba interesado en ser salvo (v.16), tenía incluso ansias pues nos dice Marcos que corrió a Jesús y se hincó de rodillas delante de Él (Mc.10:17)  6º) Sabía adonde tenía que ir para obtener la información sobre la vida eterna: a Jesús. 7º) Sabía algo acerca del carácter y de la persona de Jesús ya que le llamo “Maestro bueno” (Mc. 10:17). 8º) Era amado por Jesús (Mc.10:21).

Pero a pesar de todo lo anterior seguía estando perdido. Fue a Jesús precisamente para eso para saber que tenía que hacer para ganar la vida eterna. Jesús no le dijo: “No te preocupes por ello, ya la tienes”. Sus riquezas no lo salvaban. Esta actitud de Jesús seguro que sorprendió a los judíos que estaban presentes, incluyendo a los propios discípulos, ya que para ellos el hecho de ser una persona rica significaba que era una persona justa. Estaba fuera de su comprensión  la idea de que un hombre rico pudiera perderse. Pues para ellos la riqueza era entendida como una bendición de parte de Dios. Pero ser rico no es una condición para ser salvos. Tampoco su poder y prestigio lo salvaban. Pese que ante los ojos de sus contemporáneos fuera un gran hombre, tampoco es una condición para ser salvo el ser un hombre importante, seguía estando perdido. Tampoco su juventud lo salvaba. Es maravilloso ver a un joven deseando saber como agradar a Dios, buscando su voluntad, pero si al deseo no sigue la acción el simple hecho de ser joven no garantiza que esa cualidad este agradándole a Dios.


 

Tampoco su fidelidad lo salvaba. Jesús le dijo en primer lugar: “guarda los mandamientos”. ¿Por qué le contestó Jesús en estos términos? Ya que el joven rico vivía bajo la Ley de Moisés y lo lógico es que Jesús le hubiera insistido en que su principal preocupación debía ser seguir obedeciendo la ley bajo la cual vivía. Por  ello el joven, extrañado, le pregunto “¿Cuáles?” (v.18), pues que yo sepa los cumplo todos. Nos dice el texto que Jesús le  presento una lista de los mandamientos de Moisés que el joven tenía que cumplir. Entonces el joven, con gran seguridad, le dijo: “Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud” (Mc.10: 20). Jesús no le respondió diciéndole: “Pues entonces ya tienes todo hecho. En vista de que eres una persona buena y fiel, Dios ya te salvó”. Sino que Jesús le dio unas instrucciones adicionales. Había algo que él todavía tenía que hacer, a pesar de que era un buen hombre. ¡La bondad no lo salvaba!

Ninguna de las cosas que convertimos en nuestros objetivos en la vida, esto es, riqueza, poder, fama, eterna juventud y bondad pueden garantizar nuestra salvación.

El evangelista Marcos al referir este encuentro de Jesús con el joven rico dice en 10:21: “…mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres,…y ven, sígueme”. Jesús le hizo esta petición no para fastidiarle sino por amor, porque le quería, era realmente lo que más le convenía hacer al joven si realmente quería obtener la vida eterna, por eso le pidió hacerlo.

El dinero en este caso era lo que le estaba impidiendo ser salvo al joven y también lo puede ser para nosotros o cualquier otra cosa que pongamos por delante de Dios. Alguno podría objetar aquí que no es el dinero el que lo hace, sino el amor al dinero. Y es cierto. El tener como el ser no es el problema sino el amor a otras cosas por encima de Dios. Es muy difícil evitar no amar el dinero o la fama o la posición social lo tengamos o no lo tengamos. ¿Cuántos de nosotros no habríamos reaccionado exactamente como lo hizo el joven rico si el Señor nos pidiera hacer lo mismo? Muchos no tenemos amor al dinero porque no lo tenemos, pero muchos tienen amor a trabajar mucho para conseguir más dinero. Muchos no se conforman con el trabajo que tienen, siendo suficiente con lo que ganan para llevar una vida digna y ponen el trabajo por delante de Dios sin necesitar trabajar más, quitándole a Dios su tiempo.


 

Os pregunto ¿os parece justo que el Señor le pidiera todo a este joven? ¿Por qué se lo pidió? Porque como dice el evangelio: “El Señor le amaba”, y al ver dentro del corazón del joven, Jesús pudo ver que el joven amaba su dinero más de lo que amaba a Dios, que era el dinero lo que se interponía entre él y la salvación. Así que eso fue lo que le pidió, le pidió que quitará el obstáculo que ponía entre Dios y él. Después de esto ¿Seguís pensando que Jesús le pidió demasiado? ¡NO! ¡Ya que si lo hubiera hecho Jesús le hubiera dado mucho más a cambio! O hemos olvidado las promesas de Jesús de que aquellos que dejen todo por Él recibirían “cien veces más ahora en este tiempo…y en el siglo venidero la vida eterna” (Mc.10:30) Fijaos dice que la recompensa prometida es doble: Una compensación centuplicada de los bienes abandonados en este mundo y la vida eterna en el futuro. Resulta sorprendente que en un contexto de desprendimiento radical como el que se nos presenta en la escena del joven rico, Jesús prometa la compensación del ciento por uno de los bienes terrenos sacrificados. Schmid, junto a otros teólogos, deducen que, como no puede haber contradicción en el pensamiento de Jesús, “estos bienes centuplicados se refieren a que esos corazones generosos que lo dejan todo por Jesús y su causa recibirán, no cien veces más de lo mismo, sino una realidad cien mil veces más valiosa”. Lo que los discípulos desprendidos recibirán siempre es una nueva relación con los bienes de la tierra. En definitiva se trata de asumir una jerarquía nueva de valores desde la perspectiva de que Dios y “la Buena Noticia” esta por encima de todo lo terrenal.

Sin embargo, puede que pensemos que Jesús no pide eso de todo el mundo y la verdad es que si lo hace. Con esto no quiero decir que tenemos que vender todo lo que tenemos: la casa, el coche, sacar el dinero del banco etc., pero Jesús si nos pide lo mismo que al joven rico: “todo aquello que se interponga entre nosotros y Él”

Y en forma de recordatorio y de apoyo de lo anterior Jesus nos dice en el Nuevo Testamento lo siguiente: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mt.22:37). ¡Que tenemos que buscar el reino de Dios primero! (Mt.6:33). ¡Que tenemos que amar al Señor más que a nuestra casa, a nuestro país, a nuestros padres, a nuestro esposo o esposa, a nuestros hijos, a nuestras tierras, a nuestro dinero incluso mas que a nuestra propia vida” (Lc.14:26, 27, 33) Que quede bien claro siempre que todo esto sea un obstáculo que nos impida darle a Dios el lugar de prioridad que le corresponde. También de acuerdo al Nuevo testamento, el cristiano es alguien que dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20); es alguien que dice: “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos” (Romanos 14:8); es alguien que dice: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21).

De acuerdo a todo esto ¿Nos pide el Señor a nosotros menos de lo que le pidió al joven rico? Puede que no tengamos que vender todo lo que tengamos, sin embargo si que tenemos que usar y dedicar  todo lo que tengamos para la causa de Cristo, incluyéndonos a nosotros mismos. Esto fue lo que Jesús le pidió al joven rico y eso es lo que nos pide a ti y a mí.

¿Suena esto a radical? No es que suene es que lo es, ¡es radical!

Sin embargo la mayoría no queremos que se nos considere como tales. Estamos dispuestos a cargar con la Cruz, pero siempre que esta esté acolchada, no pese mucho, sea moderna y de buena calidad. ¡Pero nada de volvernos radicales! No están los tiempos para esas cosas. Tenemos una religión cómoda, conservadora, bien vista, inofensiva, una fe que no inquieta al mundo, sino que incluso nada con la corriente. Por tanto ¿Por qué complicarnos la vida? ¿Radical?  ¡No, gracias!

Cuando escuchamos a la gente decir en casi cada frase: “Alabado sea el Señor”, y pensamos en nuestro interior: “Gracias a Dios que no soy como él”. Cuando vemos a personas que testifican de Jesús en el comercio, en el metro o en el autobús y le preguntan a la gente, “¿son ustedes salvos?”, nos entra vergüenza, miramos para otra parte y pensamos: “¡Que ridículos deben parecerles!”. Cuando vemos personas que van por la calle parando a la gente tratándoles de vender su religión, y pensamos: “¡Que grosería! ¡Que inútil! ¡Qué manera de molestar! Cuando sabemos que hay personas que por sus convicciones religiosas no asisten a determinados sitios o espectáculos, que no se visten de determinadas formas, que no se pierden por nada del mundo una reunión de iglesia, que no toman represalias cuando alguien les hace mal…decimos o pensamos ¡Son unos radicales! ¡Menos mal que yo no soy así!

Pregunto lo siguiente: ¿Qué representa mejor a Cristo y a la iglesia primitiva: la clase de cristianismo radical que acabo de describir o la clase de religión tibia, socialmente aceptable y cómoda que la mayoría de nosotros practicamos? Para responder a la pregunta pensad por un momento: ¿Era Jesús radical? ¿Su decisión de morir en la cruz es signo de una religión cómoda y socialmente aceptable? ¿Era Pablo radical? ¿No lo acusaron de ser un loco por ser tan apasionado en el compromiso con su misión y en la predicación del evangelio? (Hechos 26:24). ¿Era la iglesia primitiva radical? ¿No dice el Nuevo Testamento acerca de ella de “que trastornaron el mundo entero”? Cuando Jesús le pidió al joven rico venderlo todo, ¿no fue ese un pedido radical? Y cuando Jesús nos pide a nosotros ponerlo a Él antes de todo lo demás ¿no es eso radical?

Como todos sabéis el joven no acepto las exigencias de Jesús “…se fue triste, porque tenía muchas posesiones” (v.22). ¡Qué gran perdida para el Señor y para la iglesia! ¡De que gran ayuda hubiera sido si hubiera estado dispuesto a darse sin reservas a Jesús! Sin embargo, la mayor pérdida fue para el mismo joven, ya que perdió la oportunidad de ser bendecido y de ser útil para Dios. Por eso tenía razones para estar triste. Y nosotros también tendremos razones para estar triste si ante las demandas de Jesús de que lo dejemos todo para seguirle no lo hacemos. La conexión con Cristo y los beneficios que ella supone, como veíamos hace dos domingos, depende de cada uno de nosotros. Cristo lanza la llamada y el seguimiento depende de ti.

¿Qué he pretendido con este mensaje? Tres objetivos:

En primer lugar, espero haberos hecho pensar en lo siguiente: ¿Cuál es el concepto que tu tienes de ser cristiano? Si no coincide con lo expuesto aquí en esta mañana ¿De dónde has sacado la idea de que Cristo exige tan poco de ti? ¿De dónde has sacado la idea de que el cristianismo tiene que ser cómodo, inofensivo, tolerante? Piensa en lo que la Biblia dice acerca de cuales son los requisitos para ser un discípulo de Cristo, un cristiano.

En segundo lugar, espero haber conseguido que sintáis algo, especialmente espero haber conseguido que os sintáis incómodos. Tal vez no pueda evitar que te quedes en casa en lugar de venir a la iglesia porque tienes sueño o porque la pereza se ha apoderado de ti, pero sí cada vez que te quedas en casa empiezas a sentirte incomodo, habré conseguido que estés dando un paso en la dirección correcta. Tal vez no haya conseguido motivarte lo suficiente para que acudas a los estudios bíblicos de los jueves, pero sí he conseguido que te sientas incomodo cada vez que no vienes sin causa justificada habré conseguido que estés dando un paso hacía adelante. Tal vez no haya conseguido que tomes la decisión de poner a Dios por delante en tu mente, en tu alma y en tu corazón, pero sí he conseguido que cada vez que no actúas conforme a los mandamientos de Dios te sientas incomodo, eso está bien. Hay cristianos que creen que pueden rehusar hacer la voluntad de Dios sin tan siquiera dar excusas ¿de dónde han sacado esta idea? Pero es más, ¿de dónde han sacado, esos cristianos, la idea de que el Señor acepta las pobres excusas que a veces ponen para no
hacer su voluntad? Por eso tal vez es bueno que a veces nos sintamos incómodos.

En tercer lugar, espero que este mensaje os haga actuar. Tal vez os habéis dado cuenta de que necesitáis cambiar el estilo de vida que lleváis y espero que  hayáis tomado la decisión de ir corrigiendo aquellas actitudes que no formen parte del carácter cristiano ni de las exigencias de Dios para aquellos que quieren seguirle. Quizás te has reconocido en esta mañana que en efecto estás un poco apático, frió, que a veces no eres fiel y te has hecho el propósito de comenzar de nuevo con una nueva entrega y con un nuevo compromiso con Cristo. ¡Hazlo!, no lo dejes para otro día.

Piensa en tu cristianismo en este momento. ¿Es como la religión del joven rico? ¿O es un cristianismo radical en el cual Dios esta por delante de todo, incluido de ti mismo?    

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