Cristo es la fuente de la verdadera felicidad II. Mateo 5: 1-12

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INTRODUCCIÓN: En una cita publicada sobre la felicidad, encontré una que captó mi atención: “Si aprendes a perdonar y olvidar, entonces habrás encontrado la felicidad”.

Sin lugar a dudas son sabias y profundas estas palabras. Sin embargo, ellas encierran un gran problema que borra la sonrisa de muchos, por no decir de todos.

¿Somos capaces de perdonar y olvidar sinceramente? Debo confesar que por mi mente pasó, tan rápido como una película del cine mudo, escenas de mi vida que jamás he olvidado. Situaciones que me contrariaron profundamente y que, por estar presentes aún, llego a la conclusión de que tampoco he perdonado y que debo seguir orando por esas cosas que están pendientes en mi disco duro.

Creo que a muchos le sucede la misma experiencia. Nadie, a pesar de que haya pasado mucho tiempo, ha sido capaz de borrar marcas que laceraron su alma, cuyas huellas, aunque fueron marcadas en el pasado, siguen conjugándose en tiempo presente.

Pero el alma se ilumina con la Palabra de Dios, que nos descubre que el Padre, “de la misma manera que está lejos el oriente del occidente, hasta allá arroja nuestros pecados y nunca más me acordaré de ellos”.

Mi alma además me llevó a Cristo, quien hizo posible, por amor y gracia, que Dios jamás recuerde nuestros pecados. Si, Jesús se hizo pecado por nuestra causa. Entonces, si para ser feliz es necesario perdonar y olvidar, la felicidad es posible siguiendo, creyendo a Jesús.

Este punto nos lleva a seguir considerando, de las palabras tomadas del Sermón del Monte, los elementos divinos que hacen posible ser llevados por el Espíritu Santo a la fuente de la verdadera felicidad.

I. Somos felices teniendo compasión los demás. Mateo 5: 7

7 Bienaventurados los misericordiosos, (los que tienen compasión), porque alcanzarán misericordia (Compasión).

¿Existe alguna persona en el mundo que no requiere ayuda? ¿Puede alguien asegurar que puede brindar auxilio a todas las personas que se lo soliciten?

Debemos responder no a ambas preguntas. Si nadie necesitara ayuda, no habría enfermos, desvalidos ni pobres en toda la tierra.

Ni teniendo la chequera de Bill Gates y de todos los millonarios del planeta, podríamos resolver la totalidad de las peticiones de auxilio.

Los problemas de la humanidad son tan graves que superan la capacidad que tienen las naciones para resolverlos.

En este pasaje, Jesús no exige que solucionemos los problemas de todos. Él dice que tendremos felicidad cuando actuemos con misericordia, mostrando compasión, con otros.

Una de las razones por la que hay tanta tristeza en el mundo se debe a que la gente, no solo ha olvidado sonreír, sino que también sacó de su agenda amar al prójimo. El amor se ha enfriado a causa del pecado, y el pecado ha multiplicado la maldad. La Biblia dice en Proverbios 14:21: “Peca el que desprecia al prójimo, pero el que tiene misericordia, compasión, es feliz”

Los corazones se han petrificado, al punto que la gente, como los religiosos de la Parábola del Samaritano, pasan de largo y voltean la mirada para no ver a los necesitados.

¿Qué hacer? Pedir al gran Dador de misericordia, al que tuvo compasión por nosotros, que llene de nuestra vida. Guie nuestros pasos. Cambie nuestros corazones y que nos de la capacidad de imitarlo. Lo imitamos cuando su amor actúa en nosotros y nosotros somos misericordiosos con los que no tienen.

¿Quién es el Dador de Misericordia? "Recibí misericordia, para que Cristo Jesús mostrase en mí, el primero, toda su clemencia, para ejemplo de los que habían de creer en él para vida eterna." (1 Timoteo 1.16)

El Dador de Misericordia, el que tuvo, tiene y tendrá compasión por nosotros es Dios. Dios que envió a su Hijo a ofrecer su vida por nuestros pecados. Dios que nos da todo cada día, a buenos y malos, sin mirar nuestros pecados. Dios que nos ofrece, por su misericordia que es para siempre, un lugar en los cielos.

El Señor nos solo nos da el ejemplo completo de su misericordia, sino también nos motiva a ser compasivos con los demás.

Demostramos que Cristo está en nosotros al compartir con los necesitados el pan material. Demostramos que somos seguidores de Cristo, cuando compartimos el Pan del cielo, el evangelio, con toda la humanidad que es esclava del pecado y la maldad.

Tengo una experiencia personal en la que vi un hermoso gesto de compasión con los necesitados. En una ocasión, siendo reportero de RCTV, mi compañero Jorge Bustos y yo fuimos a un barrio muy pobre de Maracaibo. Había tres niños, macilentos, como dice el poeta Alí Primera. Estaban pasando hambre, quizás por varios días. “Chicho” sacó todo el dinero que tenía y lo entregó a la madre para que comprara comida. Él no resolvió el problema de todo el barrio, pero tampoco fue indiferente con la necesidad. Mostró compasión. Ese día recibí una lección, no basta ver la pobreza y sentir lastima, hay que evidenciar que somos compasivos con los demás.

Cuando, por Jesús, somos movidos a compasión, tenemos la promesa del Señor: “Felices lo que tienen compasión, porque Dios tendrá compasión de ellos”.

II. Somos felices teniendo corazones limpios. Mateo 5: 8

8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios.

Por muchos años, uno de los poderes que más ha recibido críticas en todo el mundo, es el Poder Judicial. Son tan pocos los jueces que tienen reputación de ser justos, que cuando un magistrado se destaca por serlo, es reconocido en grandes titulares de prensa.

No podemos determinar con exactitud que juez es o no es justo. Algunos aparentan serlo, quizás nos engañen, pero “Dios no puede ser engañado, porque Dios no mira lo que mira el hombre, Dios puede mirar el corazón”.

Este versículo puede ser explicado claramente cuando lo conectamos con Salmos 24: 3-5: "¿Quién subirá al monte de Dios? ¿Quién permanecerá en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón, que no ha elevado su alma a la vanidad ni ha jurado con engaño. El recibirá la bendición de Dios, y la justicia del Dios de su salvación."

David, autor humano de este salmo, hace dos preguntas que podemos resumir en una: ¿Quién puede estar en presencia de Dios y decirle que merece estar frente a Él?

La respuesta la encontramos en el mismo Salmo: “El limpio de manos y puro de corazón, que no ha elevado su alma a la vanidad ni ha jurado con engaño”.

¿Alguno de nosotros o el resto de las personas puede decir que sus manos, su vida entera, jamás han estado o está sucia, por haber pecado? ¿Nunca hemos sido vanidosos u orgullosos? ¿Jamás hemos jurado sabiendo que mentimos?

Un simple ejemplo: Todas las actas o partidas de nacimiento en Venezuela, llevan la firma de dos testigos, quienes aseguran conocer a los padres del niño y que les consta que es hijo de ellos o que estuvieron presentes cuando se efectuó el registro. Todos sabemos que no, que ellos solo prestan su firma, a cambio de dinero. Eso es pecado de falso testimonio, también creo que es un delito.

En el Salmo también hay una promesa para los limpios de corazón, es decir para quienes no han jurado con engaño, jamás han pecado, ni nunca han caído en la vanidad ni el orgullo: “Recibirá la bendición de Dios, y la justicia del Dios de su salvación."

Tremendo y grave problema, porque ninguno de nosotros está apto para estar delante de Dios. La Buena Noticia es que por medio de Cristo El Justo, recibimos la bendición de Dios. Es por medio de Cristo, nuestra justicia, que recibimos la salvación de Dios. Es mediante la fe en Él que somos justificados y es Él, no nosotros, quien nos hace merecedores de la vida eterna.

La razón es que Jesús ofreció su vida, murió por nuestros pecados, para que podamos confesar: "Ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Pero sabemos que cuando él sea manifestado, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es." (1 Juan 3.2)

La Bienaventuranza es precisa. Los limpios de corazón verán a Dios. Juan en su carta lo ratifica y dice porque contamos con la seguridad de esa promesa. Soy hijo de Dios, nuestro Padre nos asegura que, por esa condición de hijos, “Le veremos tal como él es."

Somos felices, porque a pesar de cometer pecado, cada domingo, puedo orar cantando, citando y creyendo la Palabra de Dios: “Crea en mi oh Dios un corazón limpio y renueva un espíritu recto de mi”.

Somos felices, porque en Jesús tengo la garantía del perdón. Él me da, con la absolución de mis pecados un corazón limpio.

Somos felices, porque además de ser hijo de Dios, Él me da su Espíritu Santo, que me santifica.

Conclusión

Los hijos de Dios somos ejemplos vivos de la compasión que Dios ha tenido con nosotros. Dios, a pesar de nuestros pecados, envió a su Hijo Cristo a dar su vida por nosotros, y Él es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Por eso somos felices en Cristo, quien nos motiva a sentir compasión por los demás.

Los hijos de Dios somos felices, porque el Señor ha limpiado con su sangre, nuestros corazones y nos da y sella, el perdón completo nuestros pecados.

Junto con el perdón, nos garantiza, no solo que le veremos, cara a cara, tal como Él es, sino que viviremos con él por toda la eternidad.

Los hijos de Dios somos felices, porque Dios nos ha perdonado en Cristo y ha olvidado nuestras multiplicadas y diarias faltas.

¡Es imposible conocer esta verdad, la fuente de la felicidad verdadera, y no sentir el deseo de compartirla con todos! Vayamos y proclamemos que nuestro Dios ha tenido misericordia de nosotros y es amplio en perdonar. Soli Deo Gloria. Amén.

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