Capítulo 7: Jesús y los no creyentes

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La pureza interior (Marcos 7:1-23)

Este capítulo comienza con Jesús metido en problemas graves. Desde el principio del Evangelio, vemos a Jesús teniendo conflictos con maestros de la Ley y líderes religiosos locales. Aquí llegaron los líderes de “las oficinas centrales.” Estos nuevos personajes se percataron de que los estudiantes de Jesús no se lavaban las manos de la manera religiosa y ceremonial antes de comer.
Al confrontar a Jesús con esta información, Jesús los confronta con las Escrituras, específicamente el autor del Antiguo Testamento Isaías, quien predijo que los que los judíos convertirían la adoración en rituales vanos que aparentan ser religiosos. Jesús los acusa de que han olvidado cómo seguir a Dios verdaderamente, y se han inventado nuevas reglas y tradiciones para reemplazar las originales. Además, señala la hipocresía de que por un lado predican el honrar a sus padres, mientras que los abandonan para hacer cosas santos. Añade que esta es una de muchas faltas que puede señalar contra ellos.
Finalmente, Jesús hace un anuncio general para todos los que puedan escucharlo: Lo que entra a nuestro cuerpo no es necesariamente lo que contamina nuestra alma, sino lo que sale de nuestros corazones. Los fariseos se enfocaban en lo físico, la apariencia, lo material. En cambio, Jesús ve nuestra misma naturaleza pecaminosa hace que se dañe nuestro propio interior. Cuando los discípulos tuvieron el momento para pedir una explicación, Jesús que la comida es algo físico, y que esta no es lo que daña nuestra alma.

Una madre internacional (Marcos 7:24-30)

Jesús extendió su mapa de ruta hasta Tiro y Sidón, una región históricamente pagana, pero con una comunidad judía considerable. Aunque estuviera en un lugar lejano de donde solía pasar el tiempo, su fama era demasiada grande para poder retirarse a solas. Una mujer pagana, y no judía (también conocida como gentil) oyó de Jesús, y corrió hacia él, pues su hija estaba endemoniada. Había escuchado que Jesús podía liberar a personas con espíritus malignos, así que ella buscaba auxilio. Cuando llegó y le rogó a Jesús, este respondió que Su misión principal era estar con los judíos, pero que la bendición para los gentiles ya se acercaba.
Importante
En ningún momento Jesús insultó a la mujer. Culturalmente, el haber escuchado a la mujer de por sí era algo revolucionario. Segundo, Jesús usó el termino judío general que los judíos usaban para llamar a los gentiles, y el diminutivo que Jesús utiliza refleja que Jesús tenía un amor especial por ellos. Por último, Jesús le explica a la mujer que la misión que está cumpliendo es el la conclusión de la misión divina que aparece en todo el Antiguo Testamento: preparar al pueblo judío para la llegada del Salvador. Una vez que se cumpliera esto (con la Crucifixión y Resurrección), la bendición hecha para los judíos se expandiría para todo el mundo, y esto incluiría a la mujer pagana.
Es aquí cuando la fe de la mujer resplandece. Ella acepta la respuesta de Jesús, pero ruega que lo que los judíos están rechazando, Jesús se lo conceda a ella. Probablemente ella se refiere al hecho de que los judíos querían escuchar al maestro novedoso cuya popularidad se expandía por Galilea y Capernaúm, pero sus milagros encendían controversias, como hemos visto repetidamente durante este libro. Jesús queda sorprendido por esta respuesta, y le concede la petición a esta mujer. Su hija quedó libre, y finalmente descansaba.

Los mudos hablan (Marcos 7:31-37)

Jesús se queda por el área gentil, pero moviéndose entre localidades. Es aquí cuando el pueblo le trajo un sordomudo (o con dificultades para hablar). Sin embargo, Jesús lo separó de la multitud, tocó las áreas necesitadas del hombre, seguramente como una forma de identificarse con el enfermo, oró, y le instruyó al cuerpo a que quedara libre. El hombre quedó sano. Hablaba y escuchaba con claridad.
Aunque Jesús le pedía al pueblo a que no le contaran de lo ocurrido a otras personas, ellos estaban demasiado deseosos y sorprendidos. Los judíos deseaban escuchar a Jesús mientras se molestaban por sus milagros, y con los gentiles era todo vice versa.
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