EL CONOCIMIENTO QUE SALVA

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TRISTEZA Y FRUSTRACIÓN
Jeremías 9
¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo! ¡Oh, quién me diese en el desierto un albergue de caminantes, para que dejase a mi pueblo, y de ellos me apartase! Porque todos ellos son adúlteros, congregación de prevaricadores. Y cada uno engaña a su compañero, y ninguno habla verdad; acostumbraron su lengua a hablar mentira, se ocupan de actuar perversamente.
En estos versículos vemos las emociones conflictivas de Jeremías: desearía tener más lágrimas para llorar por su pueblo, y al mismo tiempo está muy molesto por el adulterio espiritual del pueblo.
Tanto así que deseaba irse a vivir un desierto lejos.
El profeta expresa su deseo profundo y desesperante de escapar de la situación de este pueblo tan pecaminoso.
Vivir en medio de este pueblo era estar contaminado por ellos. Ya no puede soportar el pecado, las palabras engañosas, las mentiras, las calumnias.
No hay un sentido de comunidad, porque con su boca habla de paz a su prójimo, pero dentro de sí pone emboscada (v. 8b). La tentación del profeta es abandonarles.
Sin embargo, como un verdadero pastor, permaneció con el pueblo y procuró ministrarlo.
MENOSPRECIO A DIOS
Hicieron que su lengua lanzara mentira como un arco, y no se fortalecieron para la verdad en la tierra; porque de mal en mal procedieron, y me han desconocido, dice Jehová. Su morada está en medio del engaño; por muy engañadores no quisieron conocerme, dice Jehová. 13 Dijo Jehová: Porque dejaron mi ley, la cual di delante de ellos, y no obedecieron a mi voz, ni caminaron conforme a ella; 14 antes se fueron tras la imaginación de su corazón, y en pos de los baales, según les enseñaron sus padres.
Dios acusó al pueblo de no haberle conocido y peor aún ,,, dice “rehusan conocerme”.
La palabra “conocer” significa tener relación íntima con Dios, una relación de andar con Él, de seguirle, de obedecer sus mandatos y de vivir según sus enseñanzas.
El rehusar conocerle significa que no le dan importancia. Es abandonar al Señor y sus enseñanzas.
Cuando no se conoce al Señor en forma íntima, no se van a conocer sus caminos, sus enseñanzas, todo acerca de su justicia, y, por tanto, van a vivir llenos de injusticia el uno con el otro.
Hay que reconocer que aquí Dios está presentando una verdad importantísima para su pueblo: hay que conocerle como Dios, y como resultado la gente puede conocer lo que le agrada a Él.
Conocerme es vivir una vida que sigue su Palabra. La justicia se ve en los actos justos con el prójimo, no como el pueblo de Judá había vivido.
La vida injusta que marcaba al pueblo de Judá en este tiempo era la mentira la difamación, aprovechándose unos de otros, falta de consideración por los necesitados, abusos, manipulación y tanto más.
Desde los lideres hasta la gente común, desde el gobierno hasta el mercado, todo es corrupción y deseo por el dinero.
En nuestros días vemos las mismas o peores cosas. Todo es maldad, abominación, corrupción y generar riquezas.
Los abortos; es una industria que genera millones de dólares. El trafico de drogas, los medicamentos a precios altísimos. Todo esto es producción de riqueza a expensas del asesinato de seres humanos.
Los que están en el poder maquinan leyes para legalizar todo lo que produzca riqueza, si importar la muerte de millones de personas.
Todo eso es injusticia. Dios odia la injusticia y puesto que Él es justo, nosotros como hijos suyos debemos ser justos.
Es muy dudoso pensar que alguien se diga ser un creyente auténtico cuando su vida se caracteriza por el maltrato a los demás. Veamos por ejemplo el hogar: siempre ha existido el abuso doméstico, pero en nuestros días este asunto ha aumentado exageradamente.
Aunque es más común que los hombres abusen de sus esposas, hay mujeres muy violentas también. ¿Cómo tratas a tu cónyuge? Si constantemente le estás agrediendo verbalmente, emocionalmente o peor aun, físicamente no existe ningún sentido de rectitud en tu corazón y por lo tanto debes examinarte si realmente estás en la fe (2 Corintios 13:5).
¿Cuál es el trato que le das a tus hijos? Hay justicia en ello? ¿Eres justo? La rectitud conlleva misericordia y humildad de acuerdo a nuestro pasaje. El buen trato a los que nos rodean, especialmente los que viven en nuestro hogar, es una seña de que amas a Dios. “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4:20).
Qué tremenda hipocresía hay en personas que marchan o apoyan las protestas actuales contra la “injusticia social”, cuando ellos mismos en sus hogares son muy injustos y malvados con sus seres “amados”. “El amor no se goza de la injusticia”. (1 Corintios 13:6). Si reclamas justicia, comienza tú mismo en el hogar.
Dios aborrece la injusticia. “Porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que hace esto, y cualquiera que hace injusticia”. (Deuteronomio 25:16).
CONSECUENCIAS INEVITABLES
Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que yo los refinaré y los probaré… 11 Reduciré a Jerusalén a un montón de ruinas, morada de chacales; y convertiré las ciudades de Judá en desolación en que no quede morador.
El pueblo de Judá no le dejó al Señor otra opción. Él hubiera querido perdonarlos y recibirlos como su pueblo, sin embargo se habían negado a volver. Así que él ahora iba a dejar la tierra de Jerusalén tan vacía como el corazón de las personas que la habitaban.
Jeremías se lamenta amargamente y llora por su pueblo amado.
Después de haber rechazado al Señor, sólo una cosa podía esperar el pueblo de Judá: “Una horrenda expectación de juicio y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10:27).
Dios es justo, y el juicio viene sobre aquellos que quiebran su pacto y le abandonan, pero también Dios es misericordioso, su amor constante para su pueblo queda vivo y dolorido. A causa de la relación quebrada por el abandono del pueblo hay que juzgarlos, pero su amor, aun rechazado, le causa a brotar en llanto.
GRITOS DE LAMENTO
17 Así dice Jehová de los ejércitos: Considerad, y llamad plañideras que vengan; buscad a las hábiles en su oficio; 18 y dense prisa, y levanten llanto por nosotros, y desháganse nuestros ojos en lágrimas, y nuestros párpados se destilen en aguas. 20 Oíd, pues, oh mujeres, palabra de Jehová, y vuestro oído reciba la palabra de su boca: Enseñad endechas a vuestras hijas, y lamentación cada una a su amiga. 21 Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios, para exterminar a los niños de las calles, a los jóvenes de las plazas.
Jehová le manda que llame a las plañideras, las mujeres cuya profesión era de participar en los cultos fúnebres. Ellas realizaban y dirigían el llanto en tales circunstancias. Según las costumbres funerarias de esos tiempos, cuando moría un miembro de la casa, la familia contrataba a las plañideras o “lloronas” profesionales para los velorios. Esas lloronas profesionales casi siempre eran mujeres que chillaban y lloraban mostrando un dolor fingido por la persona fallecida. Se golpeaban y se jalaban los cabellos.
Esta actuación la vemos en Marcos 5 cuando Jesús resucito a la hia de Jairo
Marcos 5
38 Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. 39 Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. 40 Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña.
Aquí en el tiempo de Jeremías hay urgencia por la situación tan devastadora. Las madres deben enseñar a sus hijas los cantos fúnebres. Habrá un llanto jamás visto. Habrá tantos muertos que no habrá quienes les de sepultura. Cada una de estas declaraciones revela cuán terribles son los días venideros para Judá.
No escaparían ni grandes ni pequeños; como el frío húmedo del invierno, la muerte penetraría en todo rincón de la tierra y de las casas; y dejaría un reguero horripilante de muerte y destrucción.
Aparte de la vida que la misericordia de Dios nos da, sólo existe la muerte “porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
Ante un futuro terrible, lleno de destrucción de nada sirve la valentía, la sabiduría ni las riquezas. Por eso el siguiente versículo dice…
EL CONCIMIENTO QUE SALVA
23 Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. 24 Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.
El alabarse a uno mismo es parte de la naturaleza del ser humano. El apóstol Juan lo llama en su primera epístola “los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2:16).
Esa soberbia nace del orgullo, de la naturaleza pecadora. Tenemos la tendencia a olvidarnos de Dios y a atribuirnos el mérito por todas las cosas.
Aquí el Señor nos advierte contra esta jactancia.
Ningún sabio se debe enorgullecer de su sabiduría, porque no es por nuestra sabiduría que encontraremos la debida relación con Dios.
El fuerte no se debe enorgullecer de su fuerza, porque sin Dios no tiene ninguna.
El rico no se debe jactar de su riqueza, pues es un regalo de Dios.
Cuando usamos nuestros dones sólo para nuestro beneficio nos olvidamos de Dios, que es el Dador de esos dones. No debe haber ninguna confianza ni jactancia en la criatura.
Sólo hay una cosa de la que sí nos podemos jactar (presumir, gloriarse). Dios mismo nos invita a ser poco modestos de sólo una cosa, nos invita a estar orgullosos de Él.
Conocer su nombre es conocer a Cristo y confiar en Él como el Salvador. En eso radica la verdadera sabiduría, la fortaleza y la riqueza.
Por eso Pablo confesó: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas 6:14).
Este gloriarse es una confesión de que vivimos por la gracia de Dios, y de que cualquier cosa que tengamos o que seamos solamente se debe a su gracia. Si sólo Judá hubiera aprendido este gloriarse, hubiera podido vivir.
La gente tiende a admirar tres cosas de los demás: la sabiduría, el poder y las riquezas. Sin embargo, lo que Dios valora más es que lo conozcamos de forma personal y que llevemos una vida que refleje su justicia, rectitud y amor. “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”.
Los seres humanos se esfuerzan por conseguir sabiduría, valentía y riquezas mientras que Dios se deleita en misericordia, juicio y justicia.
No son nuestras mentes, nuestro poder o nuestro dinero lo que triunfa, sino nuestra fe en Dios y nuestro deseo de glorificarlo.
Proverbios 1:7 El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.
Juan 17:3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
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