Cautivos de la Palabra de Dios, 506 años de la reforma protestante

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Recuperando nuestra herencia

Como evangélicos, somos herederos de una larga tradición de fe.
Nuestra fe es histórica, en el sentido de que afirmamos todos los credos cristianos históricos, desde Nicea en 325 hasta Calcedonia en 451 y mucho más.
Por otro lado, también afirmamos que la iglesia romana se apartó de la fe Bíblica e histórica, por lo tanto, una reforma era necesaria. La intención original de los reformadores era invitar a Roma a reformarse desde adentro; pero, tras el rechazo y la resistencia, la reforma sucedió desde afuera, dando así lugar al nacimiento de lo que hoy se conoce como las iglesias protestantes, de las cuales los evangélicos somos una rama.
El primer, y tal vez más famoso reformador fue Martín Lutero. En 1521, fue llamado ha juicio ante las autoridades eclesiales e imperiales.
Veamos un pequeño video que nos cuenta la historia.

Video: Martín Lutero, aquí estoy.

https://www.youtube.com/watch?v=tVPvZ0QifY8

La defensa de Lutero

Quiero que leamos juntos lo que Lutero declara en su defensa ante sus acusadores:
“…Si no me convencen los testimonios de la Escritura y los razonamientos claros; pues no creo ni en el Papa ni en los Concilios solos, ya que es cierto que a menudo se han equivocado y contradicho, me invaden en mi conciencia los pasajes de la Sagrada Escritura que he citado, y me atrapa la palabra de Dios. Por lo tanto no puedo y no me retractaré de nada, porque hacer algo en contra de la conciencia de uno no es seguro ni saludable. ¡Que Dios me ayude, Amén!”

Que Dios me ayude, Amén.

Lutero concluye su defensa con esta declaración tras darse cuenta de lo que había hecho.
Irse en contra del poder imperial y el poder papal no era poca cosa, acarreaba pena de muerte, lo más probable, ser quemado en la hoguera.
Tras mantenerse firme ante la corte, Lutero concluye invocando la ayuda de Dios, sabiendo que las consecuencias de sus actos seguramente resultarían en persecución y probablemente en la muerte.

Escritura y razón

Recuerda cómo comienza este párrafo “si no me convencen los testimonios de las Escrituras y los razonamientos claros”, luego añade “invaden en mi conciencia los pasajes de la Sagrada Escritura… y me atrapa la palabra de Dios.”
De la reforma de Lutero nace el grito protestante que sigue haciendo eco 506 años después Sola Escritura
Pero la Sola Escritura no se refiere a fe siega sin razonamiento alguno. Por supuesto que no, la Escritura debe ser debidamente interpretada, entendida y aplicada.
El apóstol Pablo exhorta a su discípulo Timoteo con las siguientes palabras:
2 Timothy 2:15 NVI
Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad.
Sola Escritura no significa Escritura sin razón, tampoco significa memorizar versículos fuera de contexto para respaldar una creencia en particular.
Sola Escritura significa que la Biblia, bien estudiada, entendida y aplicada es el fundamento de nuestra fe, nuestra ética, nuestra moral y cada área de nuestra vida.
Es a través de la Sola Escritura que ponemos en acción los dos grandes mandamientos:
Matthew 22:37–40 NVI
—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”—le respondió Jesús—. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
La fe cristiana histórica, nuestra tradición protestante y nuestra herencia evangélica nos exhortan a vivir una vida fundamentada en la Palabra de Dios. Pero ese fundamento no es una vida ciega e infantil, es una vida de fe razonable.

La buena conciencia

Lutero concluye con las siguientes palabras: “hacer algo en contra de la conciencia de uno no es seguro ni saludable...”
Esta expresión en 1521 se hubiera entendido sin mayor explicación. Cuando Lutero afirmó aquello, todos en la audiencia, tanto amigos como enemigos, entendían que la buena conciencia solamente es aquella que está dirigida por Dios.
Sin embargo, hoy en el mundo posmoderno en el que vivimos, es necesario ser intencionalmente claros al respecto.
Cuando Lutero habla de la “conciencia de uno”, está hablando de la conciencia guiada por el Espíritu Santo, fundamentada en la Palabra de Dios, y movida al arrependimiento y la fe.
La Bilbia es clara en enseñar que la conciencia del ser humano sin Dios está torcida, endurecida y entenebrecida (los invito a ver la serie de prédicas que realizamos hace unas semanas sobre Romanos 1). Esa consciencia es engañosa y perversa.
Por eso el profeta Jeremías afirma:
Jeremiah 17:9 NTV
»El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es?
La buena conciencia, a la cual Lutero se refiere, contra la cual no podemos ni debemos ir, es la conciencia renovada por el Espíritu Santo, esta es la conciencia que obedece a la Palabra de Dios y se fundamenta en ella.
Por eso Jesús nos enseña en Juan 14:15
John 14:15 NTV
»Si me aman, obedezcan mis mandamientos.
Y el apóstol Pablo les dice a los Gálatas.
Galatians 5:16 NVI
Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.
La buena conciencia es aquella que obedece a Cristo, sigue su Palabra y es guiada por el Espíritu Santo.

Es momento de levantarnos

Hoy, llegando a 506 años de la reforma protestante, es tiempo de que la iglesia retome su lugar en la sociedad.
Una iglesia sin conocimiento Biblico es una iglesia anémica.
Una iglesia sin sana doctrina es una iglesia débil.
Una iglesia sin buena conciencia es una iglesia muerta.
El mundo te invita a “tener tu fe en tu casa” y vivir afuera como si la fe no importara.
Dios te invita a ser un agente de transformación en medio de este mundo de maldad.
Pero, si nuestra vida no esta fundamentada en la Palabra de Dios y si nuestra conciencia no está dirigida por el Espíritu Santo, ¿cómo seremos buenos discípulos de Cristo?
Hoy es momento de decir junto a Lutero, “esta es mi fe, esta es mi conciencia, nada ni nadie hará que me eche para atrás, ¡Dios me ayude, amén!.”
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