Las dos oraciones (Lúcas 18:9-14)

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A través de esta parábola el Señor nos enseña sobré la actitud correcta y la que el apremia a la hora de acercarnos a Dios

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Introducción

Nos encontramos ante una parábola que solo nos es descrita en este evangelio. Dicha parábola viene precedida por otra parábola anterior que nos habla acerca de la insistencia y perseverancia en la oración y después de este pasaje nos encontramos la historia verídica del joven rico que quería saber la forma de como regresar a su casa siendo salvo y como regresó sin la salvación a su casa a causa de las muchas riquezas que tenía.
Sin embargo, no es casualidad que este texto se encuentre en medio de una enseñanza basada en la oración junto con otra basada en la justificación dado que en esta misma parábola encontramos enseñanzas muy valiosas para nuestra vida acerca tanto de la oración como de la justificación, no podemos caer en el error de pensar que esta parábola solo nos habla acerca de la oración dado que también aprendemos cosas de las personas que elevan su oración a Dios y del resultado obtenido de sus oraciones. En esta parábola se presenta a 2 hombres con 2 oraciones distintas y por lo tanto con 2 resultados distintos.
Así que con la ayuda de Dios intentaremos analizar y profundizar en las oraciones de ambos personajes junto con sus resultados obtenidos y qué podemos aprender acerca de esas oraciones para nuestras vidas.
Tenemos que tener mucho cuidado de no caer en el pecado que se nos presenta de orgullo y presunción, se cuenta de una historia de un maestro de escuela dominical que cuando terminó de dar su clase este texto a los niños les dijo «Por lo tanto niños, no olvidéis la lección que acabamos de aprender así que ahora niños démosle gracias a Dios porque no somos como aquel orgulloso fariseo»
Dicho todo lo anterior entremos en materia e intentemos sumergirnos en este pasaje que tanto tiene que enseñarnos por delante. En el versículo 9 Lucas nos presenta el contexto inmediato por el cual Jesús se dispone a contar dicha parábola y la razón por lo que saca a relucir esta parábola es porque algunos que acompañaban a Jesús tenían un espíritu de superioridad, tenían un espíritu de arrogancia, había entre la sociedad y entre sus discípulos personas que se creían justas delante de Dios y de la sociedad y eso les hacía menosprecias a las personas que tenían a su alrededor.
Para contextualizar más nuestro texto, tenemos que tener en cuenta que durante el primer siglo empezaron a surgir movimientos dentro del cristianismo donde había personas que se creían mucho más santas que otras, un claro ejemplo de esto lo podemos ver con los judaizantes que enfatizaban el uso de la ley como medio para alcanzar tanto la santificación como la justificación, esto provocaba que aquellas personas que no habían pasado por el rito de la circuncisión no la vieran tan santas y devotas como aquellas personas que estaban circuncidadas, luego empezaron a sufrir problemas entre la alimentación, los días festivos, etc.
Por lo que no podemos caer en el error que esto es un pecado que pasa fuera de la religión cristiana, este no es un problema que encontramos en los fariseos y en la religión judía, sino que también lo podemos encontrar dentro de la misma iglesia y por esa razón la parábola no va destinada solo a los fariseos, sino a aquellos que confían en sí mismos como justos y menos precian a otros, esta palabra va dirigida a todos los que nos encontramos escuchando este texto, para mi el primero.
Mirad la importancia que tenemos como iglesia de predicar estas enseñanzas que este tipo de pecado también lo podemos encontrar dentro del movimiento evangélico, hay personas que por estudiar en tal o cual seminario o facultad teológica ya se creen superiores a otras personas cristianas, también existen personas que creen que por estar en una denominación en concreto son mejores, luego existen aquellas personas que por pertenecer a tal familia se sienten y se creen superiores, también encontramos a los que se sienten superiores porque están en la alabanza, porque predican, porque son pastores, etc. También están los que se creen superiores por su nacionalidad, por ser españoles, catalanes, latinos, ingleses, judíos o americanos. Así que creedme ese espíritu todavía no se ha extinguido después de XXI siglos de que se pronunciara este mensaje, tenemos que tener mucho cuidado de no caer nosotros mismos en ese comportamiento.
Como veremos a continuación esta parábola del fariseo y el publicano tienen sus lecciones contra el prejuicio y el clasismo, tenemos que tener mucho cuidado a la hora de tener prejuicios como lo tuvo el fariseo del publicano y tenemos que tener cuidado de no caer en el clasismo en el que vivían los fariseos de aquella época. Jesús por medio de esta parábola nos enseña que no importa el puesto o nivel económico de la persona dado que Dios acepta a la persona no por su estado socioeconómico, sino por sus actitud para con los demás y para con Dios.
Y por muy distante que parezca la relación entre un fariseo y un publicano, en esta ocasión ambos se encuentra en un mismo lugar que es el templo, ambos subieron al templo para orar a Dios ya que en la presencia de Dios no existe clases sociales, no existe clases económicas, no existe niveles teológicos, en la presencia de Dios todos nos igualamos y todos nos encontramos. En en la presencia de Dios donde se encuentra una multitud de diferentes naciones, tribus, pueblos y lenguas tal y como enseña Apocalipsis 7:9 “Después de esto miré, y vi una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en sus manos.”

El fariseo y su oración (vv.11-12)

Y ahora sí que nos centraremos en hablar de cada uno de ellos y de sus respectivas oraciones. Del primero del que se nos habla es del fariseo. Para aquellos que no sepan quienes eran los fariseos, era un grupo de personas escrupulosamente religiosas, eran personas que intentaban guardar todos los mandamientos y eran destacados en el pueblo de Israel por ser unos santurrones, eran el modelo religioso y de santidad de aquella época. A lo que en el fútbol sería Messi o Cristiano Ronaldo, en cuanto a religión se refiere el referente eran los fariseos.
Pues este fariseo entra en el templo y para expresar su oración se pone de pie. Dejadme hacer un breve apunte acerca de la oración. Lo importante en la oración no es la postura física que presentemos en nuestras oraciones, sino la postura del corazón. Da igual que estemos de pie o de rodillas, si nuestro corazón no está humillado ante Dios da igual que oración presentemos ya que lo que en realidad estaremos haciendo será hablar con nosotros mismos como hacía ese fariseo.
El fariseo lo que comienza ha hacer es levantar una cortina de humo para esconder sus propios pecados. y ¿De qué forma levanta esta cortina de humo para esconder sus propios pecados? Tan sencillo como mencionar aquellos pecados que no hemos cometido. Qué interesante lo que hace este hombre ya que detrás de los pecados que no cometemos escondemos los muchos pecados que si hemos cometido. Lo que hizo este hombre fue ir al templo para confesar los pecados de otras personas, pero no los suyos propios.
Una palabra que describiría muy bien a este personaje sería la soberbia. El verdadero peligro que se esconde en la soberbia es que nos impide ver nuestra verdadera posición delante de Dios. Nos hace pensar que estamos en una posición en la cual realmente no nos encontramos. La soberbia significa que la tarea es más importante que las personas, para este hombre era más importante el ayuno y los diezmo que tratar con respeto al publicano.
Fijémonos muy bien hasta donde llega la soberbia del fariseo que en su oración podemos contar de forma omitida el sujeto «YO» hasta en 4 ocasiones en esos dos versículo (Yo te doy gracias, Yo no soy como los otros hombres, Yo ayuno dos veces a la semana y Yo diezmo todo lo que gano). Y no se si te has fijado en esta oración tan peculiar ya que en ningún momento encontramos una petición a Dios.
Esta historia sería muy bien ilustrada de la siguiente forma: Imagínate a mi yendo al médico y diciéndole «Doctor, quiero que sepa que tengo una salud excelente; mis pulmones funcionan perfectamente, mi tono muscular es ideal, mi aparato digestivo no podría funcionar mejor, mi circulación es de primera no tengo infecciones, ni dolencias, ni enfermedades. Vamos doctor en pocas palabras, a diferencia del resto de personas que tienes en esta sala de espera, no hay nada en absoluto en lo que yo tenga problemas» ¿Qué pensáis que podría decirme mi médico de cabecera? Yo me marcharía igual que habría entrado sin recibir ningún beneficio. La visita no hubiera servido para nada. Y la razón por la que no hubiera recibido nada es porque tampoco pedí nada porque no sentía necesidad de ello.
Qué peligroso que es la soberbia y el ``yoismo´´. Siempre hay la tentación de sucumbir ante los deseos personales en lugar de cumplir con la voluntad conocida de Dios. En otras palabras, el egocentrismo es uno de los mayores problemas que se enfrenta esta sociedad en la que vivimos. Está muy bien aquellos que llevamos años en el evangelio o aquellos que nos hemos criado en el evangelio que hayamos dejado atrás los pecados más obvios ante la sociedad, pero recordemos que por ser personas caídas, nunca llegaremos a la perfección en esta vida. Al igual que el publicano, necesitamos reconocer el pecado que nos arrasta, confesarlo ante Dios y pedir perdón.
Podemos llegar muy erróneamente a la idea de una superioridad espiritual. Esta misma actitud conduce a la larga al desprecio para con los demás. A la luz de esta parábola quedan dos expuestas a la luz dos pecados que debemos evitar: una falsa actitud de superioridad espiritual y el olvido de nuestra propia condición de pecador.

El publicano y su oración (v.13)

Ya hemos hablando bastante acerca del fariseo y de su oración y ya es hora de hablar del otro protagonista de nuestra historia y su breve oración, el publicano.
Primero para aquellas personas que no sepan quienes eran los publicanos, este grupo de personas eran cobradores de impuestos. En aquella época eran considerados unos auténticos traidores y avariciosos amantes del dinero siendo capaces de vender a su propia nación para lucrarse. Este colectivo de personas eran odiadas por la mayoría de los judíos y no solo por los fariseos. El publicano era un burócrata del sistema romano que cobraba impuestos. Una de las tentaciones a las que se veían sometidos era la de abusar del pueblo, exigiendo más impuestos de los que el gobierno romano pedía. Muchos de los publicanos alcanzaban grandes riquezas a través de ese método, en la Biblia encontramos en el capítulo siguiente el caso de Zaqueo que pudo enriquecerse a través de ese método y os aseguro que él no fue el único que empleo esas técnicas para enriquecerse.
Por esa razón, probablemente es que encontramos al publicano en el templo y no en la sinagoga orando. Había multitud de sinagogas en ese territorio. Este hombre buscaba el perdón de Dios y no se atreve a encontrarlo en el ambiente familiar de una sinagoga porque sabría que sería rechazo. Sin embargo, ese problema no lo iba a tener en el templo ya que allí podía acudir todo tipo de personas y en el templo en un lugar donde no existe tanto contacto personal como en la sinagoga donde se pone a orar a Dios, aunque ni siquiera en ese sitio es capaz de pasar desapercibido ya que hasta el propio fariseo lo descubre allí.
Hermanos, enserio donde vosotros podéis ver una escena muy triste, yo puedo contemplar una escena majestuosa. Lo que mis ojos pueden ver en esta escena es un hombre que está completamente roto, esta marginado, esta enriquecido probablemente, pero con un vacío en su corazón que ni las riquezas pueden llenarle. ¿Qué es lo que le pase a este hombre? Lo que le pasa es que está completamente atormentado por su pecado y sabe que el único sitio donde puede refugiarse de ese enorme problema es en la presencia de Dios. Ojalá que hoy en día hubiera aquí una persona como ese publicano, una persona que en medio de sus problemas, en medio de su sufrimiento espiritual, acude a la casa de Dios para encontrar misericordia y gracia.
La oración de este hombre es igual de increíble que la escena que estamos contemplando. Es una de las oraciones más breves que encontramos en la Biblia, pero tremendo mensaje tiene. A pesar de la brevedad de la oración eso no hace que pierda su eficacia poderoso y sea escuchado por Dios y acabe recibiendo la petición de su oración. Al igual que el secreto de la oración no radicaba en la postura física, tampoco radica en las vanas palabrerías, sino en las palabras sinceras que salen del corazón arrepentido.
Aunque breve la oración, podemos saber muy bien a quién había ido a dirigirse el publicano ya que sabe muy bien que se está dirigiendo a Dios, mientras que el fariseo hablaba consigo mismo, el publicano estaba hablando con Dios. El publicano no vino al templo para justificarse delante de los hombre, no oró diciendo que había publicanos todavía peores que él. Este publicano no hizo eso sino que fue a buscar la misericordia de Dios.
Cuando el texto dice pecador, en el original dice «el pecador». Él no se siente un pecador más, sino que se siento como si fuera el único pecador del planeta tierra y por lo tanto culpable y merecedor de la ira divina. Al comprender la gravedad de su situación es que pide clamar para que su deuda sea pagada.
Este publicano se sentía culpable y dejadme deciros que en la actualidad la culpa ha dejado de formar parte de la experiencia humano. Se ha considerado como un síntoma de enfermedad emocional o alguna anormalidad mental y no como una respuesta moral adecuada al pecado. La sociedad ha matado a Dios de sus vida, pero no ha podido ni jamás podrá matar la culpa del pecado. si os dais cuenta ya no se envía a la persona con remordimientos de conciencia al sacerdote en busca de la absolución como se hacía en siglos pasados aquí en España, ahora se les envía al psiquiatra para que le de un tratamiento. Incluso para algunas personas que me están escuchando venir a la iglesia se lo han tomado como una terapia personal, van a la iglesia para sentirse bien consigo mismos, para sentirse mejor consigo mismos.
La esperanza de este publicano no se basaba en el carácter amoroso y lleno de compasión de Dios. Recordemos dónde esta este hombre. Sus ojos están puestos en el altar donde el sacerdote del templo acaba de ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo. Lo que está orando este hombre es lo siguiente «Por favor, Dios, estoy presenciando la sangre derramada sobre el altar. Acepto el sacrificio a mi favor, que dicho sacrificio sea aplicable a mi vida». Este hombre está anhelando recibir la medicina que el propio Dios provee para la situación del pecador. Y este texto nos regala a cada uno de nosotros una de las lecciones más importantes que podamos aprender en nuestra época y que olvidamos con mucha facilidad, no puede haber una verdadera seguridad de perdón sin una expiación que satisfaga a Dios. Y tengo la buena noticia para daros y es que Jesús a provisto de un sacrificio para expiar nuestro pecado y por lo tanto remover nuestra culpa y dicho sacrificio fue Cristo en la cruz del calvario, Él estaba allí para que hoy nosotros dejemos de sentir culpa por nuestro pecado porque sabemos que nuestro pecado ya ha sido pagado (Hoy podrás irte a tu cama y dormir en paz a pesar de haber sido un maltratador, un violador, un asesino al matar al fruto de tu vientre, un ludópata, un adicto a la pornografía, un ladrón o incluso para ti que has sido como este fariseo y siempre te has creído más que otras personas y has vivido en el yoísmo siendo un egoísta y soberbio, y podrás irte a dormir en paz porque si te arrepientes y te humillas como hizo el publicano Dios quiere ser propicio ante ti y te dice que la sangre de su hijo Jesucristo fue derramada en la cruz también para ti)
Os pregunto ¿Habéis buscado el perdón de Dios a la manera del publicano, en base a la provisión misericordiosa de un sacrificio expiatorio por parte de Dios ¿o buscas la justificación del fariseo, sobre la base de tu reputación religiosa y de tus logros morales? Tal y como dijo Roy Clements: «La justificación por la fe debe dejar de ser sólo una doctrina que ocupa las mentes de los cristianos para pasar a convertirse una verdad experimental en nuestros corazones.»

El resultado de sus oraciones (v.14)

Y ya la parábola está llegando al final y el versículo 14 nos enseña el resultado obtenido por ambas oraciones.
En primer lugar ahora el escenario cambia completamente ya que el que está cerca ahora es el publicano y no el fariseo, al publicano se le denota como éste mientras que al fariseo se le indica en la lejanía como el aquel. Porque aunque ante los ojos humanos pareciera que el fariseo se encontraba más cerca de la presencia de Dios al estar más en el interior en el templo que el publicano, ante la mirada divina era el publicano quien se encontraba más cerca.
Martín Lutero dijo: «Solo existen 2 clases de personas en el mundo: pecadores que se piensan que son justos, y justos que piensan de sí mismos que son pecadores» Y ese fue el resultado de la oración de ambos aquel que se creía justo en realidad tenía en su cabeza el cartel de pecador y por lo tanto condenado, mientras que el publicano aunque se sentía pecador, al confesar su pecado regresó siendo justo a su casa por ello.
La justicia que destaca Jesús en este pasaje no se encuentra en el legalismo, sino en la humillación y en el reconocimiento de nuestro pecado y por lo tanto de nuestra dependencia en Cristo para todo.
Terminaré este mensaje con otra palabra de Roy Clements: «Jesús está diciendo a través de la actitud del fariseo que es posible asistir a la iglesia pensando que te va a encontrar con Dios y marcharte creyendo que así ha sido y, sin embargo, haberte engañado todo el tiempo. Nunca tendremos una verdadera relación con Dios hasta que vayamos más allá del espectáculo religioso, hasta que sintamos la necesidad de la manera que llegó a sentirla el publicano.
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