¡Vienen días!

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INTRODUCCIÓN:

Hace algunos días leí esta historia ocurrida durante la Guerra de Corea: Una mañana muy fría, varios soldados se formaron para recibir su comida. Un periodista, quien escribía las noticias sobre el conflicto, se quedó mirando a un soldado barbudo, cubierto de lodo y muy cansado. Después de un momento de estarlo mirando, el periodista le dijo: “Si yo pudiera lograr que Dios le diera a usted lo que más desea, ¿qué le pediría?” El soldado permaneció en silencio por unos instantes mientras la esperanza iluminaba su corazón, y respondió: “Le pediría que me diera el día de mañana.”— Aquel soldado quería tiempo, quería un día más con vida.

¿Para qué necesitamos el tiempo? ¿Qué haríamos si Dios nos concede tener más tiempo? ¿En qué lo usaríamos?

Hoy comenzamos, en el Calendario de la Iglesia, el Tiempo de Adviento. Durante este periodo, cuatro domingos antes de Navidad, los creyentes nos preparamos para Celebrar El Nacimiento de Cristo.

Una época que aguardamos para renovar nuestra esperanza en que Jesús regresará, “con poder y gloria” y estos tiempos, tal como los conocemos, dará paso a la eternidad en presencia de Dios.

Sobre este tiempo maravilloso, encontramos en la Palabra de Dios, revelada al Profeta Jeremías, un mensaje que alimenta nuestra esperanza, sobre todo en esos momentos que nuestra fe se debilita y pensamos que Dios ha olvidado sus promesas de salvación y restauración.

1- Vienen Días con Promesas de Salvación

Jeremías 33: 14 “He aquí, vienen días”—declara el SEÑOR—“en que cumpliré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá.

Cuando tenemos ante nosotros este versículo bíblico, es fácil notar que el énfasis está en que todas las palabras, las promesas del Señor, serán cumplidas.

Aunque nosotros, generalmente nos desesperamos, Dios es el Señor del tiempo, no trata con ligerezas sus promesas y Su Palabra siempre queda cumplida.

¿Qué pasaba con Judá?

Este pueblo había desobedecido, la maldad se había multiplicado entre ellos. Este pueblo merecía el castigo. Dios actúa para dar un mensaje de esperanza, palabras de restauración, de perdón.

Dios necesitaba enseñar a Judá que el pecado tiene consecuencias, “Él es amor, pero no tiene por inocente al culpable” Por el pecado, Judá iría al exilio, pero en esta condición de perseguidos y oprimidos, sin dejar de ser santo, justo y odiar el pecado, Él les daría la libertad.

Las palabras “Vienen días”, aparece doce veces en el libro de Jeremías, y siempre expresan seguridad.

Es verdad que el Señor juzgará (7:32). También que regresará del exilio en Babilonia a Judá, pero igualmente se compromete a restaurar el linaje al Rey David.

No dice cuándo, pero tampoco es una expresión vaga, en la que el Señor cumpla o quizás no lo haga. Todo lo contrario, lo hará. Dios ha puesto su firma y Él no cambia.

Además de los evangelios, en los que se narra el nacimiento de Jesús, el apóstol Pablo hace referencia al cumplimiento de la promesa de Dios.

“Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su hijo, nacido de mujer”. Gálatas 4:4

¿Qué pasa con nosotros?

Muchas veces, ma ha pasado a mí, estoy seguro que también a ustedes. Nos preguntamos ¿Por qué, en lugar de que la gente crea, se interese por la palabra, la rechaza y es indiferente?

¿Por qué los creyentes, en lugar de crecer en la fe, se hacen fríos y con sus actos, muestran desprecio a lo que Dios dice?

La verdad es que el pecado tiene graves efectos en los incrédulos, pero también entre nosotros, al punto que resbalamos, caemos de la Gracia, perdemos la salvación.

Mirando el texto, pensando en los episodios cumplidos, notemos que esta promesa de restauración tuvo pocos testigos. Pocos volvieron del exilio de la tribu de Judá. Igualmente, la Biblia menciona a una sola persona que fue testigo del nacimiento del Mesías, en ella se cumplió la promesa de Dios: Ana, la hija de Fanuel, de la tribu de Aser. (Lucas 2:36).

De la misma manera en que Dios, en su tiempo, cumplió sus promesas de enviar a Su Hijo, para Redimir al Mundo, también en su tiempo, Cristo regresará para darnos la promesa de una vida nueva, “En cielos nuevos, en tierra nueva”.

Todo pasará, pero a los hijos de Dios, no siempre vistos como grandes multitudes, a los fieles, nos aguarda estar presentes en la Gloria del Padre por medio de Jesús.

Ciertamente hermanos, “Vienen días”, pero los días que vienen son de Gracia, con las promesas de perdón y salvación que nos ha dado el Padre. Doce veces, dice Dios al Profeta Jeremías estas palabras. Para nosotros es una promesa que podemos usar, una cada mes, del año que viene.

2- Vienen Días con Promesas de Reinar con Cristo

Jeremías 33: 15 “En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar de David un Renuevo justo, y El hará juicio y justicia en la tierra.

Encontramos de nuevo una referencia a los días que están por venir, en el tiempo que Dios había designado para cumplir sus promesas.

Esta vez, están escritos como hechos cumplidos. En aquellos días que vinieron, Dios hará brotar una rama, que es una designación para mostrar al Mesías.

Dios había hecho una promesa al Rey David, que encontramos en el Segundo Libro de Samuel:

“No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo, ordenado en todas las cosas, y será guardado, aunque todavía no haga él florecer toda mi salvación y mi deseo.” 2 Samuel 23:5:

El Mesías vendría como Hijo de David, de su familia, de sus antepasados. Jesús del linaje de David, superará al rey judío en todo. Él nació de su tribu, por ambos lados, por María y por José. Él haría renacer, brotar, de un tronco muerto, de un reino que ya no existía, a uno eterno, con una gloria que superaba el deseo de salvación y grandeza que tenía el mismo David.

El Reino del Mesías sería justo. La justicia para Dios no es como la vemos los humanos, en la que solo se premia a los buenos y se castiga a los malos.

Nuestro Rey Jesús es perfecto, no como David que era pecador. Es Santo, Justo, sin errores. Dios no lo inculpa de pecado, porque cumplió perfectamente toda su Ley.

No se puede esperar otro tipo de reino. Será un reino justo porque fue lograda con su muerte en la cruz. Su Santidad y Justicia la da a todos los creyentes, quienes seremos juzgados, no por nuestros hechos, sino por los de Cristo. Esta es la razón por la cual los creyentes somos vistos por el Padre, como justos, santos y perfectos, aunque seamos pecadores.

Aunque todo nos parezca incompresible, “en aquellos días”, nosotros seremos parte del Reino de Dios. Aunque no lo podamos entender nosotros, en la Iglesia de Cristo, en este día ya somos parte del reino de Dios y su justicia perfecta.

Jeremías 33:16 “En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén morará segura, y este es el nombre con el cual será llamada: el SEÑOR, justicia nuestra.”

Jeremías, con la inspiración del Espíritu Santo, sigue mostrando al Mesías como rey terrenal. Un Rey Fuerte y Bueno, que se ocupa en proteger y bendecir a su pueblo.

Para un poderoso rey, con un gran ejercito, es fácil proteger y dar bienestar al pueblo. Nuestro Rey Jesús es Todopoderoso y Santo.

¿Qué podemos esperar de nuestro Rey?

Podemos estar seguros, porque todos nuestros enemigos, el demonio, el mundo y sus deseos, nuestras debilidades, han sido vencidas por Él en su reino, por eso nada nos podrá dañar.

También la muerte, que entró por el pecado, ha sido vencida y tenemos la promesa de la resurrección y la vida, porque Cristo la ha vencido y su victoria, por gracia, nos la ha dado para hacernos vencedores con Él y por medio de Él.

Jesús vino y vendrá para librarnos de todos nuestros enemigos. Ya nadie nos podrá controlar, dominar y oprimir, como a Judá. Nuestro Rey ha construido una barrera, un gran muro que nos libra de todos los ataques del maligno, pero también del pecado, la muerte y el infierno.

¿Cómo se llama este reino?

Hace unos días, el Presidente Calderón de México, anunció que se le cambiará el nombre a su país. Ya no será más Estados Unidos Mexicanos, simplemente será México. Igual pasó en Venezuela, que le agregaron el término Bolivariano.

La decisión de Dios, dada a jeremías, no fue un simple cambio de nombre, sino uno que expresa la perfección del Reino. Jeremías lo anunció:

Jeremías 33:16 “… y este es el nombre con el cual será llamada: el SEÑOR, justicia nuestra.”

No hay duda que Dios le dio el nombre adecuado, porque expresa que es por medio de Cristo que somos justos los ciudadanos, justo el Reino.

Este reino es la Iglesia de Cristo, San Pablo dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (1 Corintios 12:12).

La Iglesia que es Cristo, es el Reino de Dios cumplido. Un Reino Justo, Santo y Perfecto, pero no por nuestra propia justicia, sino por la de Cristo Jesús: “Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El.” (2 Corintios 5:21)

CONCLUSIÓN

El Adviento es que: ¡Vienen días! ¡En aquellos días!

Adviento es esperanza de lo que tenemos, de lo que está por venir.

Tenemos el Reino de Dios, presente en Su Santa Iglesia, la Comunión de los santos. Su Cuerpo Visible. Tenemos Su Reino, porque aquí oímos su Palabra, nos gozamos en sus medios de Gracia que es Evangelio. Aquí recibimos su perdón. Aquí administramos los Sacramentos del Bautismo y Comunión.

Tendremos el Reino de Dios, con nuestro Rey Jesús, cuando venga en gloria para que esta nación santa, formada por los redimidos de Jesús, por los que han sido hechos justos por Jesús, estemos siempre con Él.

¿Qué le pedimos a Dios en Adviento?

Hagamos como el soldado en la guerra de Corea. Pidamos al Señor del Tiempo, nos de tiempo, nos de una nueva mañana, para proclamar al mundo que:

Creemos en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor; que fue concebido por obra del Espíritu Santo, nació de la Virgen María; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos, y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso; y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

¡Soli Deo Gloria! Amén.

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