Bendición de una Madre

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Misa de Renovación de votos

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Un niño se nos ha dado

Un niño se nos ha dado. Un niño nos ha salvado. ¡Qué grande bendición la que recibimos! Estamos ante un Dios que DA LO MEJOR a la humanidad. ¿Por qué? Por puro amor. Dios se ha encarnado, ha entrado en la historia y para hacerlo ha querido elegir una Madre, ha querido elegir a María.

Contemplar el valor de la bendición de Dios

Para penetrar en este gran misterio, quisiera que contempláramos por una parte el valor de una bendición y cómo Dios se ha querido entregar como la bendición más grande de todos los tiempos. Se trata de una bendición que ha necesitado de una mediación humana y creatural. Una bendición que seguimos recibiendo, necesitando, renovando y acrecentando.
Desde la creación del universo, Dios ha dado su bendición. Bendecir en hebreo hace referencia a una acción divina, a un don que tiene su origen y fuente en Dios. Dios que crea, transforma y es capaz de alejar cualquier oscuridad de nuestros corazones. Él ha bendecido toda la creación y ve la gran bondad que hay en ella, que hay en nosotros.

Bendición mediada por el sacerdote

En la primera lectura, Dios pidió a Aarón bendecir al pueblo de Israel. Él quiso transmitir su protección y su presencia a través del sacerdote. Su bendición porta consigo la presencia misma de Dios, su protección, su luz y el poder ver su rostro. Quizá no tenemos el tiempo de ir desentrañando el sentido de este bendición pero en ella está lo que más necesita nuestro corazón, Dios mismo.

Jesús es la bendición más grande recibida

Es por eso que la bendición mas grande que hemos recibido es la de este bebé. Dios que toma la carne mortal y nos da al mismo tiempo una madre. La bendición de tener a Jesús nos vino por María, su Madre. Una mujer que no hizo nada para merecer ser la Madre de Dios. Ella fue elegida, ella aceptó y se abandonó a Su Palabra y a Su Promesa. María recibió las gracias necesarias para llevar adelante la misión para la cual Dios la llamó.
Piensa en tu vida, en tus problemas, en tus dificultades, en tu misión y vocación. Tampoco hemos hecho nada para merecer lo que tenemos entre nuestras manos. Sin embargo como María aceptamos y nos abandonamos porque no hay amor más grande que el ver a Dios venir a nosotros. Dios ha venido a nuestras almas, Dios ha hecho morada en nuestros corazones y ha unido su divinidad con nuestra humanidad. Somos hijos en Cristo y esta condición nos recuerda que no somos más esclavos, sino herederos del Reino de los cielos, herederos de la felicidad plena y total.

Gozo y alegría de recibir su bendición

Los pastores nos muestran el gozo y la alegría que brotan del encuentro con Dios y del encuentro con María, José y el niño. Al corazón de estos hombres ha llegado una luz, ha llegado una bendición que todos necesitamos. Esta alegría y este gozo también lo quiero yo y ojalá sea también el deseo profundo de ustedes. Todos tenemos sed de amor, tenemos sed de paz, tenemos sed de resolver problemas personales, familiares o de amigos que conocemos. Queremos esa alegría y ese gozo que sacian nuestros corazones. Queremos esa paz porque EXISTE REALMENTE y hoy se nos ha dado.
En este día la bendición de Dios nos llega por medio de Nuestra Madre del cielo. Nuestros padres, seguramente, nos han dado la bendición tantas veces y María como ellos nos bendice también. Ella pide a Dios, pide a su Hijo por nosotros.
Esa quisiera que fuese mi invitación el día de hoy, que pidamos cada vez que miramos o pensamos en María su bendición. Un gesto sencillo pero que porta consigo esa mediación de una madre que ama a sus hijos. Ella nos ama y sabe que lo mejor está en Cristo. Pidámosle al Señor que aumente nuestra fe en nuestra condición de hijos. Que la renovación de nuestros votos sea también un momento de bendición, de renovación de quiénes somos y quiénes estamos llamados a ser en el Corazón de Jesús. Que María nos custodie y proteja siempre.
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