Una actitud, una puerta que se abre, para la gloria de Dios

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1 Thessalonians 2:10–12 NBLA
Ustedes son testigos, y también Dios, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con ustedes los creyentes. Saben además de qué manera los exhortábamos, alentábamos e implorábamos a cada uno de ustedes, como un padre lo haría con sus propios hijos, para que anduvieran como es digno del Dios que los ha llamado a Su reino y a Su gloria.

Introducción

Cuando leo estos versos sigo meditando en los medios que Dios utilizó para alcanzar a los tesalonicenses.
Sigo meditando en las maneras en que Dios utilizó a Pablo y a sus compañeros como instrumentos de Él para realizar Su obra y cumplir Su misión en aquella ciudad.
Sigo meditando en estas cosas porque creo que podemos seguir extrayendo formas prácticas y efectivas que nos ayuden a nosotros como iglesia a alcanzar la misma meta.
Creo que poco a poco hemos ido reconociendo como iglesia que de la misma forma como Dios envió a Pablo y a sus compañeros a la ciudad de Tesalónica para alcanzarla con su glorioso Evangelio, así mismo nos ha enviado a cada uno de nosotros a nuestros diferentes contextos para alcanzarlos.
Cuando leo estos versos, varias preguntas vienen a mi mente.
En primer lugar:
¿De qué manera Pablo y sus compañeros se comportaron mientras vivieron en medio de los tesalonicenses? ¿O sea, cómo fue su testimonio? ¿Cómo la gente los percibía?
En segundo lugar:
¿De qué manera Pablo y sus compañeros les proclamaron el Evangelio a los tesalonicenses? ¿Cómo fue su acercamiento? ¿Cómo presentaron el mensaje?
Y en tercer lugar:
¿Cuál fue la meta que Pablo y sus compañeros querían alcanzar? ¿Cuáles eran los resultados que ellos querían ver? ¿Cómo se vería de forma práctica el cumplimiento de la misión de Dios en aquella ciudad?
Entonces, creo que estos tres versos nos revelan un proceso muy práctico y que podemos definir de esta manera:
Una actitud, que abre la puerta al Evangelio y que produce resultados que glorifican a Dios.
Ahora, con este proceso en mente, leamos los versos nuevamente:
1 Tesalonicenses 2:10–12 (NBLA)
Ustedes son testigos, y también Dios, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con ustedes los creyentes.
Saben además de qué manera los exhortábamos, alentábamos e implorábamos a cada uno de ustedes, como un padre lo haría con sus propios hijos,
para que anduvieran como es digno del Dios que los ha llamado a Su reino y a Su gloria.

Cómo nos comportamos

Entonces analicemos el primer paso del proceso.
Miren cómo Pablo describe la manera en que él y sus compañeros se comportaron con los creyentes:
De manera santa, justa e irreprensible.
Comportarse de una manera santa lo podemos definir de forma sencilla como tener una actitud que honra a Dios. O sea, que la manera como nos comportamos y tratamos a los demás agrada a Dios.
Que es precisamente la manera como Él misma las trataría si estuviese en nuestro lugar.
En otras palabras es la manera en que Jesús trató a los demás cuando caminó sobre esta tierra.
Eso implica que tratamos a la gente con dignidad, por más sumergidos que estén en el pecado.
Eso implica que antes de juzgar a las personas lo primero que hacemos es observarlas con detenimiento tratando de identificar la imagen de Dios en ellos, no importando cuán alejados estén de Él.
Eso implica que antes de juzgar a las personas las vemos con ojos espirituales. Las vemos como potenciales hijos de Dios y hermanos nuestros.
Esto es comportarse de forma santa.
Por otro lado, comportarse de una manera justa lo podemos definir de forma sencilla como vivir íntegramente. Que la gente vea que para nosotros nuestro sí es sí y nuestro no es no. Que no somos de doble ánimo. Que no hablamos por ambos lados de la boca. Que no somos como las olas del mar, que van y vienen o como hojas que se las lleva el viento.
Que no actuamos hoy de una manera y mañana de otra. Que la gente puede dar fe que somos consistente en nuestra manera de vivir. No perfectos, pero sí consistentes.
Actuar de forma justa es precisamente vivir como Jesús vivió. Él vivió de forma justa y esta fue una de las cosas que más impactaba a la gente y provocaba que fuesen atraídos hacía Él.
Como cuando alguien dijo de Él: este habla con autoridad, no como los maestros de la Ley.
La verdad es que nadie es atraído por alguien que actúa injustamente.
Esto es comportarse de forma justa.
Por último, comportarse irreprensiblemente podemos definirlo sencillamente como vivir de tal manera que la gente no tenga nada que señalar de nosotros. Si vivimos de forma santa y justa, no tendrán nada que decir en contra de nosotros.
Esto no significa que alguien pueda levantar falso testimonio contra nosotros. Si lo hicieron con Jesús, imagine lo que harán con nosotros.
Pregúntenle a Pablo como eso se siente.
Ej: De Pablo en su trabajo.
Vivir irreprensiblemente significa que no le demos motivos a la gente para pensar que somos un fraude, que somos falsos, que somos engañadores y por ende piensen que el mensaje que le estamos tratando de transmitir también lo es.
Ej: Estacionamiento en Estancias.
Y vivir de forma irreprensible en este país no está fácil. En el país del truco y la corrupción. En un país donde es muy fácil actuar en formas que se han normalizado, porque todo el mundo lo hace, pero siguen estando mal, siguen deshonrando a Dios, siguen siendo injustas contra los demás.
Cosas tan sencillas como compartir nuestra cuenta de Netflix con nuestros amigos o familiares que no viven en nuestra casa.
Cosas tan sencillas como darle la vuelta a la ley contributiva para recibir más beneficios.
Cosas pequeñas que se van normalizando y nos van insensibilizando moralmente.
El vivir irreprensiblemente tiene que ver con el símbolo del lavacro en el logo de la Alianza que representa a Cristo Nuestro Santificador.
Vivir irreprensiblemente es algo en lo que todos tenemos que crecer. Porque tiene que ver con nuestro proceso de santificación. Proceso en el cual todos estamos, desde el día que nos convertimos y que estaremos hasta el día que vayamos a la presencia de nuestro Señor.
Dios nos está santificando porque su meta con cada uno de nosotros es que vivamos vidas irreprensibles.
Y si esto es cierto, entonces, para mí, sería bastante lógico pensar que el pecado que Dios me toleraba hace 10 años atrás no me lo va a tolerar hoy.
Y ahí es donde entra la disciplina de nuestro Padre Celestial hacía nosotros sus hijos.
Y no estoy hablando solo de usted, estoy hablando también de mí.
Si antes Dios toleraba mis multiples caídas lujuriosas, ya no las va a tolerar más.
Si antes Dios toleraba mi falta de compromiso con Él y con Su iglesia, ya no lo va a tolerar más.
Si antes Dios toleraba mi mal manejo de mi dinero, disculpen, de Su dinero y de Sus recursos, ya no me lo va a tolerar más.
Si antes Dios toleraba mi mal trato a mi esposa y a mis hijas, ya no me lo va a tolerar más.
Si antes Dios toleraba mi falta de sujeción a mi marido, ya no me lo va a tolerar más.
Y no estoy diciendo que esto es un issue de perder mi salvación. No estoy diciendo que Dios no deje de extender gracia, misericordia y perdón sobre mi vida hasta el día que me muera.
Lo que estoy diciendo es, como le dice el apóstol Pablo a los filipenses que:
Philippians 1:6 NBLA
Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.
Él perfeccionará Su buena obra. Esto significa que nos santificará hasta el día de Cristo Jesús.
Y esto no es una opción para aquellos que hemos puesto toda nuestra confianza y fe en Él. Esto no es una opción para Sus hijos y para Sus hijas. Él lo va a hacer, sí o sí. Él lo va a hacer His way or the hard way.
Entonces el versículo 9 nos recuerda que nuestra actitud, nuestra manera de vivir, nuestra manera de comportarnos va a ser fundamental en el proceso de colaborar efectivamente con Dios en Su misión.
Nuestra manera de comportarnos va a ser la gran diferencia en nuestra efectividad a la hora de alcanzar a otros para Cristo.
Si actualmente no estamos siendo efectivos en alcanzar a otros, entonces hoy es un buen día para evaluar seriamente nuestra vida.
¿Estamos viviendo de forma santa, justa e irreprensible?
En otras palabras, ¿estamos viviendo como Jesús?
O mejor dicho, ¿estamos permitiéndole a Jesús vivir Su vida a través de nosotros?
Ciertamente reconocemos que vivir esta clase de vida es un milagro. Es algo sobrenatural. Solo una constante dependencia del Espíritu Santo y una constante actitud de arrepentimiento y una constante actitud de rendición a Él va a lograrlo.
La vida que Dios nos está pidiendo que vivamos es totalmente radical. Es contracultura. Es contracorriente. Es en nada parecido a la manera en que la gente de este mundo vive su vida.
Y lo maravilloso del Evangelio es que Jesús no nos está exigiendo que vivamos esta vida por nuestras propias fuerzas. Porque la realidad es que es humanamente imposible.
Lo que Él está buscando es vivir Su Vida a través de nosotros. Que vivamos vidas saturadas por Su Espíritu Santo. Vidas que reconozcan Su presencia y Su poder y que actúen como testigos de Él, aquí, allá y en todo lugar.

Cómo los exhortábamos

Entonces, si seguimos el proceso, nuestra actitud; nuestra manera de vivir, nuestro comportamiento va a llevarnos a la próxima etapa. Va a abrir la puerta para que podamos compartir el mensaje que da vida.
Y tengo que decirles que yo me siento muy feliz como pastor de ver a muchos de ustedes actuando de esta manera.
¿Y cómo lo sé?
Sencillo.
Porque cuando me pongo a contar a las personas que nos han estado visitando recientemente, sea los domingos, o los martes, o en los grupos pequeños, me doy cuenta que la mayoría se ha acercado, no porque han sido atraídos por grandes eventos, o por programas espectaculares, o por una súper banda, o por un gran predicador, sino por esos de ustedes que han decidido vivir vidas intencionalmente enfocadas en la misión de Dios. En vivir como enviados.
Por esos de ustedes que han decidido vivir vidas que aman, que sirven, que se preocupan por los demás, que tratan a los demás con ternura, con compasión, con gracia y misericordia y a la misma vez dan testimonio de su fe, de su obediencia y de su compromiso con Dios. Y eso me hace muy feliz y me da mucha esperanza.
Yo creo que esto fue precisamente lo que ocurrió en Tesalónica. La manera de vivir de Pablo y sus compañeros produjeron un avivamiento y abrieron la puerta para la proclamación del Evangelio. Y provocó que la semilla del Evangelio cayera en buena tierra y diese fruto.
O como alguien diría, la forma de vivir de ellos les hizo ganarse el derecho de compartir su mensaje.
Nosotros aprendimos, con buena intención, pero creo que incorrectamente, que teníamos el derecho de invadir el espacio de una persona y compartirles el Evangelio.
De hay surgen los famosos cultos evangelísticos en las calles y el evangelismo explosivo. Sin embargo, la historia de los tesalonicenses nos enseña otro proceso; otros medios; otra estrategia.
Una vez Pablo y sus compañeros, a través de su comportamiento, se ganaron el derecho de compartir el evangelio, lo hicieron con denuedo, con pasión, pero con una actitud muy específica.
Pablo dice que los exhortaban, los alentaban e imploraban, pero como un padre lo haría con sus hijos.
En el verso 7 vimos cómo Pablo utiliza la tierna y gloriosa imagen de una madre amamantando a su hijo para ilustrar la forma en que él y sus compañeros trataron a los tesalonicenses.
Y ahora utiliza otra imagen igualmente tierna y gloriosa: la manera en cómo un buen padre enseña a sus hijos: exhortando, alentando e implorando.
La palabra exhortar la podemos definir de manera sencillamente como la acción de animar a otros a actuar de una forma específica. Pero esta acción, aunque realizada de forma fervorosa, a la misma vez es realizada de forma cortés.
Una combinación compleja. Exhortamos fervorosamente pero a la misma vez con respeto, con amor, con gracia. Decimos lo que tenemos que decir pero de una forma que llegue al corazón de la persona.
Nuestra meta no es ganar un argumento sino ganar un corazón.
¿No es esa la manera más efectiva de exhortar a nuestros hijos?
Sabemos muy bien que no hacerlo de esta manera produce rebeldía.
El mundo no está acostumbrado a este tipo de exhortación. El mundo está acostumbrado a querer ganar argumentos, a querer imponer ideas y en el proceso atropellar, lastimar y herir.
Entonces cuando escuchan un tipo de exhortación diferente, una exhortación a la manera de Jesús, entonces son impactados y sorprendidos. Porque cuando nos escuchan hablar, nuestras palabras están sazonadas con gracia y amor. Con la gracia y con el amor de Dios.
Pablo y sus compañeros no solo exhortaron a los tesalonicenses sino que también los alentaron.
Podemos definir la palabra alentar de una forma sencilla como la acción de hablar de una forma que traiga aliento, consuelo, ánimo y esperanza.
¿Cuando hablamos con la gente, especialmente con aquellos que no conocen a Jesús, se producen estas cosas en ellos? ¿Provoca nuestra conversación que se sientan animados, consolados y llenos de esperanza?
¿No es esta la manera más efectiva de comunicarnos con nuestros hijos? ¿No es esta la forma en que nuestro Padre Celestial se acerca a nosotros mismos?
La verdad es que los tesalonicenses no pudieron resistirse a este tipo de acercamiento y de trato de parte de Pablo y sus compañeros. Es como si nunca hubiesen visto algo igual.
Por último, Pablo y sus compañeros no solo exhortaron y alentaron a los tesalonicenses sino también le imploraron.
Podemos definir la palabra implorar de forma sencilla como la acción de insistir en un asunto que es de vida o muerte. Es a lo que nos referimos cuando utilizamos la palabra testificar.
De hecho, la palabra griega que Pablo utiliza aquí es la palabra martyr.
En otras palabras, podemos decir que Pablo les recuerda a los tesalonicenses cómo los exhortaban, cómo los alentaban y cómo se convirtieron en mártires en medio de ellos. Cómo entregaron sus vidas con el fin de que ellos conocieron a Jesús. Cómo murieron a sus planes y a sus deseos personales y a sus comodidades para cumplir la misión de Dios.
¿No es esta la actitud que debemos tener hacia nuestros hijos? ¿Estar dispuestos a dar nuestra vida para que conozcan a Jesús? ¿Estar dispuestos a morir a nuestros planes y a nuestros deseos y a nuestras comodidades para que el Señor cumpla Sus propósitos en ellos?
¿De la misma manera, nos esta la actitud que debemos tener hacia aquellos a quienes el Señor nos ha enviado? ¿No esta la misma actitud que debemos tener hacia nuestros familiares, vecinos, compañeros de trabajo, compañeros de clase?
¿Qué estamos dispuestos a sacrificar para que conozcan a Jesús?
¿Se dan cuenta del proceso?
Un comportamiento; una actitud que abre la puerta al Evangelio y que finalmente tiene el resultado que Dios quiere.

El resultado: La gloria de Dios

Pablo les recuerda a los tesalonicenses cómo se comportaron en medio de ellos, cómo los exhortaron y cuál fue el resultado: para que finalmente ellos pudiera andar como es digno del Dios que los ha llamado a Su reino y a Su gloria.
Eso es todo. Ese el propósito de la vida. Ese es el propósito de la misión de Dios. Esa es la razón por la cual hemos sido enviados a este mundo.
Para que la gente vivan vidas dignas de Dios. Vidas que glorifican su nombre. Vidas que le hagan famoso aquí, allá y en todo lugar.
El resultado del esfuerzo de Pablo y sus compañeros en Tesalónica era ver el nacimiento y la edificación de una comunidad de fe que viviera para la gloria de Dios.
Con esa misma idea en mente Pablo le escribe a los efesios:
Ephesians 4:1 NBLA
Yo, pues, prisionero del Señor, les ruego que ustedes vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados.
Y vivir vidas dignas de Dios no es otra cosa que vivir en este mundo como ciudadanos de Su Reino.
Cuando Jesús le enseña a los discípulos a orar, dice:
Matthew 6:9–10 NBLA
»Ustedes, pues, oren de esta manera: “Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea Tu nombre. ”Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, Así en la tierra como en el cielo.
Esta es Su misión. Esta es nuestra misión.
Jesús también predicaba de esta manera:
Mateo 4:17 (NBLA)
……“Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado».
Ahí está su misión otra vez.
En otra ocasión:
Luke 17:20–21 NBLA
Habiendo preguntado los fariseos a Jesús cuándo vendría el reino de Dios, Él les respondió: «El reino de Dios no viene con señales visibles, ni dirán: “¡Miren, aquí está!” o: “¡Allí está!”. Porque, el reino de Dios está entre ustedes».
Pero Jesús, ¿cómo que el reino de Dios no viene con señales visibles?
No. El reino de Dios viene con sencillés. De hecho, ya está entre ustedes. El reino de Dios se hace visible cuando sus ciudadanos vivien la vida que el Rey desea que ellos vivan.
Esta es la meta, que el reino de Dios siga extendiéndose en este mundo y que su voluntad siga tomando preeminencia en nuestras vidas y en la vida de los que nos rodean.
Los tesalonicenses reconocieron que el Cesar no es rey, que los dioses greco-romanos no son rey. Ellos reconocieron que solo Cristo es Rey y que este debía ser proclamado y entronado a través de sus vidas en medio de aquella ciudad.
Y con un simple proceso lo pudieron lograr.
Una actitud; un comportamiento, que abre la puerta para compartir el Evangelio de Vida y todo para la gloria de Dios.
Imagine lo que ocurriría si cada uno de nosotros pusiéramos en práctica este proceso en cada uno de nuestros contextos. Creo que literalmente veríamos la gloria de Dios.
Que así nos ayude el Señor. Que ponga en nosotros el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad. Que nuestro anhelo más profundo sea permitirle a Él vivir Su vida cada día a través de nosotros. Y que cuando se abra la puerta compartamos el mensaje de vida sin temor, fervorosamente, pero con amor y gracia, no para ganar un argumento, sino para ganar un corazón. Y que como resultado podamos ver el reino de Dios haciéndose presente en la vida de aquellos que nos rodean.
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