Nuestro propósito como iglesia: fortalecernos y alentarnos

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1 Thessalonians 3:1–5 NBLA
1 Por lo cual, no pudiendo soportarlo más, pensamos que era mejor quedarnos solos en Atenas. 2 Enviamos a Timoteo, nuestro hermano y colaborador de Dios en el evangelio de Cristo, para fortalecerlos y alentarlos respecto a la fe de ustedes; 3 a fin de que nadie se inquiete por causa de estas aflicciones, porque ustedes mismos saben que para esto hemos sido destinados. 4 Porque en verdad, cuando estábamos con ustedes les predecíamos que íbamos a sufrir aflicción, y así ha acontecido, como saben. 5 Por eso también yo, cuando ya no pude soportar más, envié a Timoteo para informarme de su fe, por temor a que el tentador los hubiera tentado y que nuestro trabajo hubiera sido en vano.

Introducción

Hoy queremos continuar nuestro estudio de Tesalonicenses.
La pasada semana culminamos el capítulo 2. Y en los últimos versículos de ese capítulo pudimos reflexionar acerca de cuál es la postura correcta ante nuestra familia espiritual; ante nuestra familia de la fe; ante nuestra iglesia.
Estuvimos reflexionando acerca de cuál debe ser nuestra actitud ante nuestra iglesia local; ante nuestros hermanos en la fe.
También reflexionamos en cómo el mundo de las tinieblas se opone constantemente a que estemos juntos; a que tengamos comunión los unos con los otros; a que nos amemos de corazón.
También pudimos ver el corazón del apóstol Pablo ante su involuntaria ausencia en la vida de los tesalonicenses. Vimos cuánto lamentaba no poder estar con ellos y cómo tenía una constante preocupación por Su bienestar.
Pero no simplemente por su bienestar físico, sino por su bienestar espiritual.
Pablo le expresa a los tesalonicenses que, al final del día, su mayor logro, el mejor premio que él podía recibir por su trabajo y esfuerzo, era verlos a ellos en la presencia del Señor Jesucristo cuando este regrese. Pablo les recuerda que ellos, la iglesia, son su esperanza, su gozo y corona de gloria.
Y ese debe ser también nuestro deseo; el tuyo y el mio. Esa debe ser nuestra esperanza, nuestro gozo y nuestra corona de gloria. Ver a nuestros hermanos en la fe, especialmente a aquellos en los cuales hemos invertido nuestras vidas, en la presencia de nuestro Señor Jesucristo el día de su regreso.
¿Habrá una recompensa mayor que esta? ¿Valdrá la pena invertir nuestras vidas en otros?
¡Claro que vale la pena!
Ese es nuestro propósito. Esa es nuestra misión.
La realidad es que ninguno de nuestros logros terrenales tendrán trascendencia, o significado, o propósito en la vida eterna. Solo el tiempo, el esfuerzo, el amor y la pasión que invertimos en otros para que conozcan al Dios verdadero, tendrá trascendencia, significado y propósito en la próxima vida.
Creo que precisamente a esto se refería Jesús cuando dijo:
Matthew 6:19–21 NBLA
19 »No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; 20 sino acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; 21 porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
La pregunta, entonces, no es, cuáles son esos tesoros, sino, quiénes son esos tesoros que acumulamos en el cielo.
¿No son esos tesoros vidas transformadas por el mensaje del Evangelio de Jesucristo? ¿No son esos tesoros vidas en las cuales hemos derramado nuestras propias vidas y corazones para que conozcan al Dios verdadero?

No pudiendo soportarlo más

Pablo entonces continúa su carta en el capítulo 3 recordándoles a los tesalonicenses que él no simplemente sintió una preocupación por ellos sino que tomo cartas en el asunto.
Muchas veces somos expertos en sentir y expresar preocupación por los demás, pero somos muy lentos en responder.
Sabemos que los demás nos necesitan. Sabemos que tenemos que invertir tiempo en ellos. Sabemos que eso es lo que Dios quiere. Incluso, sentimos un cariño genuino por ellos. Pero hay algo que nos paraliza y nos impide actuar.
Pablo les recuerda a los tesalonicenses que él no fue así.
Su preocupación por ellos llegó a tal grado que no pudo resistir el permanecer inmóvil. No pudo soportarlo más.
Dios quiera que esta sea nuestra oración como iglesia:
¡Señor, aumenta nuestra preocupación por los demás a tal grado que no podamos soportarlo más!
Así que Pablo decidió intercambiar su bienestar por el de ellos. Su seguridad por la de ellos. Su comodidad por la de ellos.
Pablo prefirió quedarse solo en Atenas y enviar a Timoteo a Tesalónica.
Parece que a Pablo, separarse de su Timoteo, se le hacía muy difícil. Sabemos que ese era su hijo espiritual. Uno de sus más fieles colaboradores. Uno de sus compañeros de batalla. Dejarlo ir lo hacía sentir incompleto.
Pero él entendió que para el beneficio del reino de Dios era más importante enviar a Timoteo que retenerlo.
Porque así es el ministerio. Muchas veces uno invierte en una persona y luego Dios la envía a otro lugar, o a otro proyecto, o a otro campo, o a otro ministerio. Entonces otros terminan siendo bendecidos por una persona en la cual nosotros invertimos.
Pero esto no debe sorprendernos porque la realidad es que el Evangelio no se trata de construir nuestro propio reino o nuestro propio castillo. Sino que se trata de construir el reino de Dios. Estamos trabajando para el reino de Dios. Estamos invirtiendo en el reino de Dios. Estamos sembrando en el reino de Dios.
Yo he escuchado de pastores que le dicen a sus feligreses: te vamos a dar una beca para que vayas al Seminario pero cuando te gradúes tienes que servir en esta iglesia por tantos años. Como para que repague la inversión.
Eso no es una mentalidad de reino. Eso es una mentalidad de castillito.
Así que el día que enviemos a un grupo de esta iglesia a plantar una iglesia en Caguas, lo haremos, seguramente con el corazón en la mano y con lágrimas en nuestros ojos, pero confiados y llenos de esperanza porque sabremos que vamos a estar invirtiendo y colaborando con la expansión del reino de Dios en esta tierra y en este país.
Y esto será bueno para nosotros porque aprenderemos como iglesia que nuestro propósito no es construir nuestro propio castillito. (Por más contraproducente que eso se escuche en estos momentos.)

Para fortalecerlos y alentarlos

Ya hemos visto que la verdadera preocupación de Pablo con la iglesia en Tesalónica era que estos se desanimaran a causa de la dura persecución que estaban enfrentando por parte de sus propios compatriotas.
Por eso Pablo decide enviar a Timoteo con una misión: para fortalecerlos y alentarlos. Pero para fortalecerlos y alentarlos con respecto a la fe.
La misión de Timoteo era clara y precisa. Timoteo no iba a ir a pasarles la manita y a decirles que todo iba a estar bien. Tampoco iba a decirles que tenían que sembrar $1,000 dólares al ministerio de Pablo para que las cosas mejoraran y Dios los bendijera.
Timoteo iba a fortalecerlos y a alentarlos pero con el mismo evangelio que ya ellos habían conocido y en el cual habían creído.
Fortalecerlos y alentarlos con el mismo evangelio cuyo fundador dijo:
John 16:33 NBLA
33 »Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo».
Pablo les dice a los tesalonicenses que ellos debían ser fortalecidos y alentados con el evangelio a fin de que ninguno se inquietara por causa de estas aflicciones.
Esa palabra que se traduce como inquietar, también se puede traducir como ser sacudido, o perturbado.
Tiene el sentido de ser sacudido o perturbado a tal grado que uno abandone la fe.
¿Pero ser sacudido o perturbado por causa de qué aflicciones? Pues por las aflicciones provocadas por la persecución.
Pablo sabía que las aflicciones, especialmente aquellas provocadas por la persecución, tienen el potencial de desanimar a los creyentes. Porque ciertamente las aflicciones producen agotamiento y cansancio emocional.
¿Verdad que sí?
Y una iglesia cansada y agotada emocionalmente es presa fácil del enemigo. Esa es la razón por la cual algunos se dan por vencidos y otros abandonan la fe. Por eso unos son engañados y otros se paralizan por el temor.
¿Alguna vez te has sentido cansado y agotado emocionalmente?
¿Alguna vez como iglesia, de forma colectiva, nos hemos sentido cansados y agotados emocionalmente?
Yo creo que la mayoría de nosotros sabemos muy bien lo que se siente.
Pero la solución sigue siendo el evangelio de Jesús. La solución es que no podemos dejar de alentarnos y fortalecernos los unos a los otros con la Palabra de Verdad. Precisamente por eso es que no podemos dejar de congregarnos.
Eso es lo hermoso de la iglesia local. Que no estamos solos a la merced de los lobos. Y que nos podemos fortalecer y alentar constantemente los unos a los otros.

Para esto hemos sido destinados

El fortalecernos y animarnos los unos a los otros tiene que ser nuestro modus operandi como iglesia. Es en lo que debemos hacernos expertos. Y esto es así por una sencilla razón.
Pablo les recuerda a los tesalonicenses, refiriéndose a las aflicciones, que:
Para esto hemos sido destinados.
O, para esto hemos sido designados.
Y como dicen en Arecibo, aquí es donde la puerca entorcha el rabo.
¿Cómo que para esto hemos sido destinados?
¿Pero, no me dijeron que si venía a Cristo todo me iba a ir bien?
¿Pero, no me dijeron que si venía a Cristo todo me iba a ir color de rosa?
¿Pero, no me dijeron que si venía a Cristo no iba a sufrir de ningún mal y todos los problemas se me iba a resolver?
Aquí es donde muchos dicen:
No. Yo no firmé para esto. Este evangelio no me gusta; no lo quiero; no me interesa.
Yo quiero un evangelio fresita, de felicidad, de abundancia, de salud y prosperidad. No un evangelio de sufrimientos y aflicciones.
¿Y de dónde, entonces, Pablo se saca esto de que hemos sido destinados para las aflicciones?
Bueno, porque el día de su conversión, Jesús mismos se le apareció a un creyente llamado Ananías y le dijo:
Hechos de los Apóstoles 9:15–16 (NBLA)
15 …«Ve (al encuentro de Pablo), porque él es Mi instrumento escogido, para llevar Mi nombre en presencia de los gentiles, de los reyes y de los israelitas; 16 porque Yo le mostraré cuánto debe padecer por Mi nombre».
Porque Yo le mostraré cuánto debe padecer por Mi nombre.
Y poco tiempo después se cumplió esa palabra. Ese mismo Pablo, después de haber sido apedreado, dice que él y sus compañeros estuvieron:
Hechos de los Apóstoles 14:22 (NBLA)
22 fortaleciendo los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que perseveraran en la fe, y diciendo: «Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios».
Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.
Entonces pareciera que no podemos separar el evangelio de Jesús de las aflicciones. De las tribulaciones y las pruebas. Parece que ambos van de la mano.
De hecho en una ocasión Jesús le advirtió a sus discípulos:
Mateo 7:13–14 (NBLA)
13 »Entren por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. 14 »Pero estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
Entonces, según esto, podemos afirmar que la vida cristiana es una vida de sufrimiento y que los hijos de Dios tenemos que volvernos expertos en el sufrimiento.
De hecho, nuestro Señor, aquel a quién debemos imitar, aquel a quien nos debemos parecer cada día más, fue anunciado al mundo por el profeta como:
Isaías 53:3 (NBLA)
…Varón de dolores y experimentado en aflicción…
Ciertamente podemos afirmar que la vida trae consigo mucho sufrimiento y dolor. Cosas como la enfermedad, la muerte, la violencia, el abandono, el rechazo, etc.
Pero para los hijos de Dios, hay un sufrimiento mayor. Y es el sufrimiento provocado por nuestra constante lucha por perseverar en la fe; por mantenernos fieles a nuestro Señor; por mantener nuestros ojos puesto en Él.
Vivir para Dios en medio de un mundo que se opone a Él, produce mucho sufrimiento.
¿Alguna vez has tratado de nadar en contra de la corriente?
Si hoy te detienes y evalúas tu vida y te das cuenta que no estás luchando constantemente por perseverar en la fe, por mantenerte fiel al Señor, por mantener tus ojos puesto en Él, pues honestamente no sé qué clase de cristianismo estás viviendo. No sé a qué dios le estás realmente sirviendo.
Muchos se acercan a Cristo y rápido se decepcionan cuando experimentan la primera prueba. Son como el terreno pedregoso en la parabola del sembrador:
Mateo 13:20–21 (NBLA)
20 »…aquel en quien se sembró la semilla en pedregales, este es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo; 21 pero no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que solo es temporal, y cuando por causa de la palabra viene la aflicción o la persecución, enseguida se aparta de ella.
¿Cuál es la causa de la aflicción o la persecución que experimenta? La palabra. O sea, la fidelidad a la palabra. La obediencia a la palabra.
¿Se fija?
Esta clase de sufrimiento no es por cosas naturales. Esta clase de sufrimiento es por ser fiel a Dios.

Nosotros se lo advertimos

Aunque Pablo está genuinamente preocupado por el bienestar espiritual de los tesalonicenses, este les recuerda que no deben estar sorprendidos por el hecho de estar experimentando sufrimiento porque cuando él les compartió el evangelio por primera vez les advirtió que el camino no sería fácil.
Pablo les recuerda que él no los engañó con cuentos de camino, ni les vendió sueños.
Pablo fue claro con ellos desde el principio. De seguro tuvo que haberles enseñado las palabras de Jesús cuando le dijo a sus discípulos:
Mateo 16:24 (NBLA)
24 …«Si alguien quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y que Me siga.
Ninguna de estas dos cosas sería fácil. Ni negarse a sí mismo, ni tomar la cruz.
El sufrimiento que experimentan los hijos de Dios no viene solamente a causa de que vivimos en un mundo que se opone a Dios, sino también porque aún vivimos en un cuerpo de maldad.
Aún vivimos en un cuerpo que tiene una tendencia a fijarse en las cosas de este mundo y a oponerse a las cosas de Dios. Aún vivimos en un cuerpo manchado por el pecado. Aún andamos en un carro desalineado.
Por eso el mismo Pablo le dice a los gálatas:
Gálatas 5:16–17 (NBLA)
16 …anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues estos se oponen el uno al otro, de manera que ustedes no pueden hacer lo que deseen.
Porque la carne es contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne.
Literalmente nosotros estamos en una constante lucha interna, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos por a quién vamos a servir; por a quién vamos a complacer, si al Espíritu o a nuestra carne.
¿Qué cree ustedes que produce en nosotros esta constante lucha y oposición entre el Espíritu y nuestra carne? Pues, sufrimiento y aflicción.
Y la solución a este sufrimiento, no solo es una constante devoción y comunión con Dios, sino un constante ser animados y fortalecidos por nuestra familia espiritual; por nuestros hermanos en la fe.
Este es precisamente el propósito de la iglesia local. Y nuestra oración debe ser que cada día que el Señor nos haga más y más expertos no solo en enfrentar el sufrimiento sino en fortalecernos los unos a los otros.

Por temor

Algunos podrían pensar que en estos primeros versos Pablo luce como inseguro, temeroso y falto de fe.
Parece que está demasiado preocupado por los tesalonicenses y no está confiando en que la iglesia le pertenece a Cristo y que es Cristo quien la edifica y que ninguno de nosotros somos indispensables para que la iglesia continúe hacia adelante.
En el verso 5 Pablo dice que no pudo soportarlo más y envió a Timoteo, no solo para fortalecer y animar a los tesalonicenses, sino para que regresara a él y le informara cómo estaban. Y dice que lo hizo porque tenía temor de que el tentador, o sea, Satanás, hubiese tentado a los tesalonicenses y su trabajo hubiese sido en vano.
La realidad no es que Pablo esté dudando o esté falto de fe. Aunque Pablo no dejó de ser humano.
Yo creo que Pablo reconoce que la lucha espiritual es real. Que el tentador es real. Que el sufrimiento y las aflicciones son reales.
Este es el mismo Pablo que le escribe a los efesios:
Efesios 6:10–12 (NBLA)
10 …fortalézcanse en el Señor y en el poder de su fuerza. 11 Revístanse con toda la armadura de Dios para que puedan estar firmes contra las insidias del diablo. 12 Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes.
Como dirían los chicos: fortalézcanse en el Señor porque el estrogol is real.
No podemos ignorar la realidad de que nuestro enemigo está constantemente tratando de tentarnos para tratar de destruir la obra que el Señor ya ha hecho en nosotros y la que quiere seguir haciendo.
Entonces Pablo no está falto de fe. Él no está actuado con inseguridad sino pro-activamente. Pablo está reconociendo y poniendo en práctica uno de los propósito y de las funciones más importantes de la iglesia; de la comunidad de fe; de la familia espiritual: el fortalecernos y animarnos los unos a los otros.

Conclusión

Ahora, la pregunta es: ¿sentimos tú y yo la misma preocupación por nuestros hermanos en la fe, que sentía Pablo por los tesalonicenses?
¿Sentimos el mismo temor, tenemos la misma carga de que nuestros hermanos vayan a ser sacudidos o perturbados ante las tentaciones del tentador?
Si la sientes, entonces doy gloria a Dios por ti. Si no la sientes, entonces oremos para que Dios ponga esa carga sobre tus hombros en este día.
Y que esa carga nos mueva a todos, como iglesia a estar constantemente fortaleciéndonos y animándonos los unos a los otros. Reconociendo que esa es una de las razones por lo cual existimos como iglesia local.
Porque lo menos que queremos es que al final nuestro trabajo sea en vano.
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