Dios ama al dador alegre

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Dios ama al dador alegre

2 Corintios 9:7

Yo deseo ardientemente cumplir mi ministerio, especialmente en lo tocante al deber de predicarles todas las doctrinas de la palabra de Dios, y no ser encontrado culpable de limitarme únicamente a un conjunto de tópicos, pues esto podría resultar placentero, pero no sería de mucho provecho para ustedes. Si me fuese dado elegir, me encantaría predicar en toda ocasión sobre la doctrina del eterno e inmutable amor de Dios. Para mí sería un deleite extenderme, cada domingo y en cada sermón, en la sencilla doctrina de la justificación del pecador delante de Dios, por medio de la fe en Jesucristo.

Pero en la Escritura encontramos otras cosas además de éstas. No todos los temas registrados en la Escritura están en ella para consuelo nuestro. No todo son promesas; no solamente encontramos palabras de aliento. Hay otras palabras además que son útiles para consolar: palabras de dirección y palabras de mandato. Si rehuyéramos estas palabras, entonces la iglesia se enfermaría, ya que no se les habría suministrado una porción bien balanceada del "alimento espiritual necesario".  

Por tanto, me pareció apropiado hablarles esta mañana sobre este tema.  Mi meta es promover ese efecto que Dios mismo quiere obrar en cada uno de nosotros, mediante las palabras bajo nuestro escrutinio. Recuerden que estas son palabras de indudable inspiración Divina, y por ello son dignas de aceptación, como lo es cualquier otra palabra salida de la boca de Dios.

Hermanos, en la iglesia de Dios hay varias formas de servicio. Hay unos que han recibido el don de edificar a otros; ésos están obligados a instruir con diligencia y gozo a sus oyentes, y a explicar las Escrituras. A otros les es dado evangelizar, abrir un terreno fresco y ganar al inconverso; ésos están obligados a no dejar que su mano descanse, sino que deben sembrar la semilla por la mañana, por la tarde y a toda hora.

Muchas personas en la familia de Dios no tienen la capacidad de ser maestros en la iglesia ni tampoco ganadores de almas, sino que son llamados a dar testimonio de su Salvador en todas las cosas, por medio de una vida humilde, tranquila y gozosa. Tales personas deben cuidarse que su conversación sea siempre digna del Evangelio de Cristo y apropiada para la familia de la fe; y su oración sincera debe ser que la predicación de los demás pueda ser mostrada por ellos en su diario vivir.

También a toda la iglesia le es dado, y a cada miembro en su medida, servir a Dios dando. Algunos tienen la capacidad de dar abundantemente de sus riquezas, pues son mayordomos con muchos recursos. Pero no deben ofrendar simplemente por obligación, sino que deben sentir que es un privilegio darle a Dios todo lo que puedan, pues Él les dio todo. El cristiano más pobre no está exonerado de este privilegio. Si posee poco, Dios acepta según lo que tenga, y no según lo que no tenga, y si es tan pobre que ni siquiera puede ofrendar cinco centavos, todavía puede dar a Dios parte de su tiempo, puede ofrecer a Dios la capacidad recibida para enseñar, o para distribuir literatura cristiana, o para cualquier otra forma de servicio que se encuentre dentro de su alcance.

Pero nadie debe dejar de ser dador a Dios de alguna manera, pues todos recibimos bendiciones y todos debemos ofrendar. Démosle nuestras oraciones, démosle nuestras alabanzas, démosle todos nuestros esfuerzos, pero todos debemos ser “dadores alegres”.

Ustedes habrán notado que el apóstol Pablo a lo largo de todo el capítulo nueve habla acerca de dar, pero en este pasaje se pone a hablar de dar como es agradable a los ojos de Dios, y el gran argumento que utiliza, es: "Dios ama al dador alegre"; de esto yo entiendo que cuando estamos hablando del servicio cristiano, siempre debemos verlo en su aspecto hacia Dios.  Luego afirma que el verdadero juicio de una buena obra no es lo que pueda pensar de ella la iglesia, o el mundo, sino más bien la estima en la que Dios” la tiene.  El apóstol dice, "Dios ama al dador alegre”.   

Amado hermano(a), tú eres un cristiano(a) que profesa su religión. ¿Sirves tú en la iglesia según este modelo? Podrás preguntarme: "¿qué quiere decir?" Quiero decir lo siguiente: cuando asistes a la iglesia, ¿vienes para adorar a Dios? Cuando enseñas en el Taller Bíblico, ¿lo haces como para Dios?  Mi querido hermano o hermana, tú que participas orando en el culto de oración; Se te olvida que la oración debe ser vista como para Dios, y que todo el servicio del cristiano no es para el hombre, no es para la iglesia, aunque tenga sus repercusiones en ambas direcciones, sino que su principal orientación y relación es hacia Dios. “Hacer todo como para el Altísimo”, es el más importante de los deberes.

Puesto que sirvo a mi Dios y no a los hombres, ¿qué es lo que me dirá el Señor? ¿Qué es lo que dirá de mi servicio? ¿Cómo se verá mi obra ante Sus ojos: será oro, plata, y piedras preciosas, o, al igual que la madera, el heno y la hojarasca, será consumida por el fuego?

Antes de retomar mi texto y de entrar de lleno en su enseñanza, que ya sea que se trate de servicio, de enseñanza, o de ofrendar, el punto más importante es hacerlo todo para Dios, y si la iglesia se aplica a esto, encontrará fuerza; serviría a Dios de una manera más noble y más aceptable, pues Él es Espíritu, y quienes le sirven, al servirle “en espíritu y en verdad”, le servirán más aceptablemente por medio de Jesucristo.

Entonces aprendemos que ya que dar es parte del servicio cristiano, la manera correcta de hacerlo es con alegría. Dios ama al dador alegre”.  

I.                   ¿QUÉ SIGNIFICA SER UN DADOR ALEGRE?

El resto del versículo describe lo que no significa, y así nos ayuda a ver lo que se quiere describir. "No con tristeza, ni por necesidad".  "No con tristeza", no dando como si deseáramos evitarlo, y por consiguiente, dando lo menos posible.  Hay que dar con liberalidad, y con placer; esto es ser un dador alegre.

Para lograrlo, uno debe dar proporcionalmente, pues los dadores alegres calculan cuánto Dios puede esperar de sus manos, como buenos mayordomos.  Quien recibe muy buenos ingresos daría de mala gana si no diera más que alguien que sólo tiene una parte de esos ingresos. Quien tiene pocos gastos, si no da más que otro que tiene una familia muy grande y por consiguiente tiene grandes gastos, no puede decirse que dé alegremente.

Queridos hermanos y amigos, den como se lo han propuesto en su corazón, y den proporcionalmente, según el Señor los haya prosperado, y no calculen cuánto deben dar en base a lo que otras personas esperan que ustedes den, sino como bajo la mirada del Señor, pues Él ama al dador alegre”.

Pero yo entiendo que un dador alegre, también es un dador voluntario. Nosotros debemos ser como el panal de miel, goteando constantemente miel virgen, sumamente contentos si nuestros dones pueden ser aceptados por Dios.  No estamos bajo la ley sino bajo la gracia; por tanto, no deben dar ni hacer ninguna cosa para Dios como por obligación.  Tenemos que avanzar alegremente como Isaac el hijo de la promesa, cuyo nombre significa risa; gozándonos porque somos capacitados, favorecidos y privilegiados para hacer todo por Quien nos amó hasta la muerte.

El dador alegre es uno que da de todo corazón, y hay una forma de dar de todo corazón, especialmente cuando la ofrenda es la de su tiempo o de su servicio.  Lo que la iglesia necesita hoy día es un servicio más alegre, y de mayor entrega.

El dador alegre no desempeña su servicio para simplemente cumplir con el deber, sino que lo hace porque le gusta hablar del amor de Jesús y le encanta tratar de ganar almas. Allí donde hay un servicio prestado con la entrega del alma, hay bendición; pero si no servimos a nuestro Señor con alegría, y no lo hacemos de todo corazón, Dios no amará ese servicio, y no se obtendrá ningún resultado.

Un dador alegre siempre desea poder dar más de lo que da. Un hacedor alegre siempre anhela tener mayor capacidad para hacer más. Un predicador alegre quisiera poseer mil lenguas, y ninguna de ellas tendría descanso.  Es esta alegría, esta entrega, esta sinceridad, esta intensidad, este fuego del alma, lo que Dios ama. ¡Oh, que tuviéramos eso! Que pudiéramos alcanzar esa meta, pues Dios ama a tales hacedores y a tales dadores.

II.                ¿POR QUÉ AMA DIOS A UN DADOR ALEGRE?

Recuerden que este pasaje está dirigido a los miembros de una iglesia cristiana.  Dios los ama a todos, pero tiene una satisfacción especial por aquellos a quienes, por Su gracia, han aprendido a ser dadores alegres. Un dador alegre que no cristiano no caería para nada bajo este enunciado. Todavía sería alguien con quien Dios está airado.  Es de hombres salvos, hombres unidos a la iglesia cristiana, que "Dios ama al dador alegre".

a.       Miren al sol. ¡Qué lumbrera de esplendor! ¿Por qué es brillante? Porque regala su luz y esparce sus rayos por todas partes.  Es en la generosidad de ese gran astro del día donde radica su gloria. Para nosotros es el más grandioso de los astros porque nos da con generosidad su luz y calor que es esa fuerza vigorizante y vida.  

b.      Contemplen la luna, la hermosa lumbrera de la noche; ¿por qué nos deleitamos con ella? Porque toda la luz que recibe del sol, nos la entrega fielmente. Si no proyectara su luz, ¿quién hablaría de ella?  Si fuera una lumbrera egoísta, y absorbiera para sí todos los rayos del sol, ¿qué cosa sería ella? Probablemente ni siquiera sabríamos de su existencia.  Pero como esparce sus rayos sobre la pobreza de la medianoche, nos deleitamos y damos gracias a Dios por ese caudal de belleza.

 

c.       Miren a esta tierra bajo nuestros pies; ¿en qué consiste su excelencia sino en aquello que produce? Hay regiones de la tierra que son muy desoladas.  ¿por qué razón? Porque todos los elementos de su fertilidad están sin uso y no se cultivan para bien del hombre.

d.      ¿Dónde están los países en los que los habitantes se regocijan y alaban a la patria? ¿Cuál es la tierra más selecta de nuestra raza humana? No es la tierra que acapara; no es la tierra sedienta, que absorbe todo y no produce nada; no es el terreno hambriento que el agricultor ara pero que niega la espiga de trigo y no permite la siega de la cebada; es la que produce en abundancia para el bienestar de la humanidad.  

No hay nada en este mundo que no viva para dar, excepto el hombre codicioso, y tal hombre, no encaja en el universo.  Ese hombre es una rueda que corre en dirección opuesta a las ruedas de la gran maquinaria de la creación Dios. Pero el dador alegre marcha a tono con la música de las esferas celestes.  Está sincronizado con las leyes naturales del grandioso Dios, y por tanto Dios lo ama, pues ve Su propia obra reflejada en él.

Todo es por gracia de principio a fin, y no se trata para nada de un asunto de deuda o de recompensa. La salvación no es algo que los hombres puedan ganar o merecer, sino que es el resultado y el ejercicio de la inmerecida gracia recibida de Dios.  Él da con liberalidad y no se restringe en ninguna cosa buena.  Dios se manifiesta en la obra de la gracia como un maravilloso dador.  

El hombre cristiano, que no es dador alegre, está fuera de orden con el sistema que gira en torno al pacto de gracia y la cruz de Cristo; está fuera de tono con la sangre y las heridas de Jesús; está fuera de orden con los propósitos eternos del Altísimo. Entonces, debido a que el dador alegre, hecho así por la gracia divina, está a tono con la redención y con la naturaleza, conforme a su medida y su llamamiento, es ensalzado por el Señor.

“Dios ama al dador alegre”, porque Él ama las cosas que hacen feliz a Su pueblo; y Él entiende muy bien que el espíritu de abnegación y el espíritu de amor hacia los demás, es la fuente más segura de felicidad que pueda ser encontrada en el corazón humano. Aquel que vive para sí mismo es desdichado; pero quien se deleita en hacer felices a los demás, y quien se deleita en glorificar a Dios, y puede negar su propia carne y sus propios deseos para honrar a su Señor y bendecir al mundo, ese es el hombre feliz; y como Dios se deleita en la felicidad, por eso se deleita en el que da con alegría.

Además, Dios se deleita en un dador alegre, porque en tal creyente ve la obra de Su Espíritu. Se requiere mucha gracia para convertir a los hombres en dadores alegres.  Amados, yo sé que hay algunos miembros del pueblo de Dios que consideran de manera muy sagrada todo lo que tienen.  Como algo que no es propio, y que, como un asunto de práctica diaria, lo hacen para Cristo, y están felices cuando pueden hacer algo más de lo que están acostumbrados a hacer para adelantar Su reino de conformidad a su capacidad.

Él quiere que Su pueblo busque primero el reino de Dios y su justicia. Él quiere que se deleiten en el Señor, y no en las criaturas tras la que languidecen la carne y la sangre.  Él quiere que busquen mejores riquezas que esos tesoros que perecen con el uso, y de los que vamos a separarnos muy pronto.

Pero hay una razón más por la que Dios ama al dador alegre que debo considerar con mayor atención, es decir, porque Él mismo es un dador alegre.  El hombre ama generalmente lo que es semejante a él mismo.  Generalmente nuestros afectos van tras un objeto que sea congruente de alguna manera con nuestro propio carácter.  Ahora, el Señor es el más alegre de todos los dadores.  Quiero que piensen en esto por un momento. "El que no escatimó ni a su propio Hijo".

¡Y desde entonces, qué dador alegre ha sido! Nos ha dado sin necesidad que le pidamos. No le pedimos que nos llamara por Su gracia, pues, no conocíamos el valor de ese llamado, y estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, pero Él nos dio libremente por ese amor ilimitado que nosotros ni habíamos buscado.  La gracia vino a nosotros, superando a todos nuestros deseos, y a todas nuestras oraciones.  Entonces Él fue un dador alegre para nosotros.

Y cuando nos acercamos a Él con nuestros corazones quebrantados, ¡cuán alegremente nos concedió el perdón! ¡Cómo corrió y tuvo compasión de nosotros, y nos abrazó y nos besó! ¡Cuán alegremente nos condujo al banquete con música y danzas, pues Su hijo que era muerto revivió, y el que se había perdido, fue encontrado!

Algunos de los aquí presentes estuvieron enfermos, y se preguntaban qué pasaría con su pequeña familia para quienes eran el único sostén; pero Dios, el dador alegre, les proveyó salud, los restableció, y los envió nuevamente a sus trabajos, llenos de fortaleza.

Otros han experimentado grandes estrecheces, pero los brazos eternos de Dios los han sostenido, y aunque los leoncillos necesitan, y tienen hambre, sin embargo ustedes, habiendo buscado al Señor, no han tenido falta de ningún bien. Él es un dador alegre.

Él es el dador más alegre del universo. Ustedes no deben pensar que Él les va a escatimar algo. Si vienen a Él buscando el perdón del pecado, Dios está listo para perdonarlos abundantemente. Si buscan Su rostro, no tendrán que gritar como si Él estuviera sordo o no quisiera escucharlos.  Él oirá los gritos del arrepentido que abandona sus pecados y acude a Cristo.  Si ustedes simplemente confían en el Señor Jesús, lo descubrirán como el dador más alegre y el amigo más bueno que jamás hayan soñado.

Él es un dador alegre, y así quiere que sea Su pueblo, pues en aquellos que son semejantes a Él, Él se ve a Sí mismo en miniatura: de la manera que el sol se ve a sí mismo en cada gota de rocío, y los cielos son reflejados en cada charco. ¡Oh, que Dios nos conceda la gracia para que seamos en el futuro dadores más alegres de lo que hemos sido en el pasado!

III. NOSOTROS, DEBEMOS TRATAR DE SER DADORES ALEGRES A QUIENES DIOS AMA.

Hay muchas razones, pero esta mañana no necesitamos mencionarlas a todas ellas.

a.       Una es que, todo lo que tenemos se lo debemos a Él. Esto sí sé, que quien nos tomó cuando estábamos desnudos, pues así vinimos al mundo; quien nos levantó cuando estábamos sucios y éramos inmundos, pues así estábamos por el pecado y por nuestra depravación; Él que nos sacó del basurero, sí, y nos rescató del mismo fuego, y nos hizo lo que somos, y nos envolvió en Su justicia y nos dio de Su misericordia, merece todo y más que todo lo que podamos darle. Oh, ¿qué haremos para ensalzar a nuestro Salvador? ¿Qué no haremos? Señor, como todo es debido a Ti, tómalo todo y que Te demos todo sin reservas.

b.      Recuerden amados hermanos, ustedes que son salvos: ustedes, que podrían haber sido condenados; ustedes, que no querían en un tiempo ser salvos.  Ustedes son salvos; sus pecados han sido borrados; la justicia de Cristo es ahora su atuendo real.  Es más, tú eres salvo, y el Espíritu Santo mora en ti. Tú eres sacerdote, tú eres rey para Dios. Tú eres un heredero del cielo; la sangre imperial corre por tus venas. ¡Oh!, ¿acaso no vivirás por encima de las vidas de los demás?  ¿Acaso no buscarás consagrar, tu espíritu, tu alma, tu cuerpo, tu todo a Él, que es tu Padre, tu cielo, tu Dios?

c.       Nosotros tenemos necesidad de un Dios dador, y por tanto seamos dadores alegres.  "Dios ama al dador alegre," y ustedes saben lo que Él les pide. Prosigan su camino, y den con generosidad conforme a lo que Dios les da. Prosigan su camino, y repartan como puedan, pues Dios primero les proporciona los medios. Prosigan su camino, ustedes obreros y ustedes trabajadoras esforzadas, y den de acuerdo a su capacidad.  Den, ustedes, a quienes Dios a bendecido con mucho, porque son ricos, y den ustedes, pobres, porque no se van a volver más pobres, pero puede ser que sí se vuelvan más pobres si no ofrecen a Dios Su porción.

Pero, primero, ¿ya le han dado su corazón? ¿Han puesto su confianza en Jesús? Si no es así, este mensaje no es para ustedes; pero si su corazón pertenece a mi Señor, y han sido lavados en Su preciosa sangre, entonces que mi texto se grabe profundamente en sus oídos, y todavía más profundamente en sus corazones: "Dios ama al dador alegre".

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