Primero lo primero: La oración

1 Timoteo: La casa puesta en orden  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
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Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como 3,000 almas. Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración. (Hechos 2:41-42)
Sin lugar a dudas, una de las cosas que distingue una iglesia cristiana es la práctica de la oración. Piense por algún momento en lo que serían nuestras reuniones si elimináramos toda expresión que pudiera sugerir alguna comunicación con Dios; el resultado sería una especie de reunión social en la que se escucha y se analiza y discurso religioso y sus implicaciones para la vida. Y aunque muy seguramente esto resultaría muy atractivo para los que no ven la oración como algo necesario, lo cierto es que no puede haber culto al Señor sin oración congregacional u oración pública.
Hoy empezamos a dar una mirada al capítulo 2 de la carta 1 Timoteo y veremos que después de dar algunas instrucciones generales a Timoteo sobre lo que serían los desafíos de la misión, el apóstol Pablo se encamina a dar una serie de recomendaciones en aspectos específicos; recordemos que su propósito es poner en orden las cosas que estaban saliendo de su cauce en la iglesia de Éfeso y la primera de estas recomendaciones es al respecto de la oración.
Esta es una sección que se extiende hasta el final del capítulo 3 y que abarca aspectos sobre la oración, el rol de los hombres y las mujeres en el culto y los requisitos para escoger a los pastores y los diáconos.
Hoy nos ocuparemos, por tanto, de lo que el mismo Apóstol considera lo más importante, aquello que es primario: la vida de oración pública de la iglesia.
Este es el argumento que quiero proponerles:
La iglesia debe orar siempre porque es la voluntad de Dios y porque Él responde trayendo salvación
pero si la oración es tan determinante para la iglesia, es pertinente que veamos entonces la naturaleza de dicha oración, su alcance, propósito y forma y eso lo veremos a la luz de los siguientes puntos:
La naturaleza de la oración en la iglesia (1 Timoteo 2:1)
El alcance de la oración en la iglesia (1 Timoteo 2:2)
Las razones de la oración en la iglesia (1 Timoteo 2:3-7)
La forma de la oración en la iglesia (1 Timoteo 2:8)

La naturaleza de la oración en la iglesia (1 Timoteo 2:1)

La instrucción comienza con una declaración enérgica de Pablo y con lo que es básicamente un llamado de atención. Es claro y contundente; que ante todo se hagan plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracia.
Es importante aclarar aquí, aunque ya lo hemos sugerido antes; que Pablo se está refiriendo en todo momento a la práctica de la oración durante el culto, o lo que llamamos oración congregacional. Se asume que cada creyente debe orar; pero aquí se nos muestra que esto debe ser un renglón vital en el culto cristiano.
No sabemos lo que estaba motivando a Pablo a tomar esto como la primera cosa en la que concentrarse. Tampoco sabemos si tenía alguna información previa al respecto de la situación en la iglesia de Éfeso; pero a juzgar por los detalles que provee, podemos inferir, por lo menos, que la oración en el culto había pasado a ser algo menos que necesario, por lo que se ve en la necesidad de mostrar que esto debe ser antes que todo.
Entendemos que la referencia a “ante todo” no es en relación con el tiempo, no es que se debe orar antes de empezar los cultos, aunque entendemos que es una buena práctica; la idea está más asociada a algo que debe tener preeminencia, que no debe ser secundario o dejado en lista de espera.
También Pablo describe las distintas variaciones de oración que puede haber durante un servicio público:
Plegarias: Son súplicas por necesidades específicas, generalmente caracterizadas por la intensidad,
Oraciones: tiene que ver más con oraciones generales o que por lo menos son de carácter más permanente en la iglesia
Peticiones: La palabra aquí sugiere más una intercesión, orar por alguien más en el sentido de tomar su carga e ir al Señor con ella.
Acciones de gracia: Como su nombre lo indica, son actos de gratitud y expresiones verbales que reconocen la bondad del Señor en todo lo que ha hecho.
Como vemos en este punto, la oración en la iglesia debe ser variada y ferviente, pero sobre todo constante.
Una iglesia no puede prescindir de las reuniones de oración; es lo que hace que nuestras reuniones sean cultos a Dios y no meros encuentros académicos o sociales.
Muchas veces como cristianos vemos las reuniones de oración como espacios aburridos en los que no hay mucho que aportar, pero creo que eso obedece a un entendimiento muy pobre de lo que significa orar y el provecho que trae a una iglesia local en la práctica.
Es bueno saber que los cultos en la iglesia no tienen que ser una improvisación irresponsable. Dios dejó instrucciones específicas, incluso de cómo participar juntos en la oración.
Esto también muestra que las reuniones de oración no tienen que ser una aglomeración de personas que oran cada uno por su lado y sin unidad. Las iglesias cristianas heredaron el modelo de oraciones de las sinagogas en las que un participante autorizado en la reunión leía un texto de las Escrituras, usualmente un salmo, y dirigía una oración en el tono y el mensaje del salmo y el resto de la congregación respondía con afirmaciones de amén, procurando mantener la unidad y el corazón puesto en una misma cosa.
No es un buen ejercicio tener a personas en una misma reunión orando, otros dando gracias, otros con plegarias y otros con intercesiones; las reuniones de oración deben estar marcadas por un espíritu de unidad y sobre todo de orden, sin que esto interfiera en nuestra forma de expresión.
Uno de estos ejemplos de oración congregacional lo vemos justamente en el libro de Hechos  4:24-31
Cuando quedaron en libertad, fueron a los suyos y les contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Al oír ellos esto, unánimes alzaron la voz a Dios y dijeron: «Oh, Señor, Tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, el que por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, Tu siervo, dijiste:
“¿Por que se enfurecieron los gentiles,
Y los pueblos tramaron cosas vanas?
Se presentaron los reyes de la tierra,
Y los gobernantes se juntaron a una
Contra el Señor y contra Su Cristo”.
»Porque en verdad, en esta ciudad se unieron tanto Herodes como Poncio Pilato, junto con los gentiles y los pueblos de Israel, contra Tu santo Siervo Jesús, a quien Tú ungiste, para hacer cuanto Tu mano y Tu propósito habían predestinado que sucediera. Ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que Tus siervos hablen Tu palabra con toda confianza, mientras extiendes Tu mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de Tu santo Siervo Jesús».
Después que oraron, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valor.
Veamos ahora el alcance de la oración, es decir, por quienes deben ser estos ruegos.

El alcance de la oración en la iglesia (1 Timoteo 2:2)

Al final del verso 1 Pablo establece una categoría grande de personas por las que debemos orar en el culto público: todos los hombres. Pero luego, especifica que deben incluirse principalmente los reyes y todos los que están en autoridad e inmediatamente el propósito: para que podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad.
Puede ser que uno de los estragos que los falsos maestros estaban trayendo a Éfeso fuera una especie de élite en la que se incluía un número reducido de personas por las cuales se debía orar. Sabemos que esto no es nuevo, es lo que solían hacer también los fariseos en los días de Jesús al sugerir que el prójimo al que había que amar eran solo aquellos que pertenecían a la nación judía o en el peor de los casos a la secta de los fariseos o su propia sinagoga; sin embargo, se deja claro aquí que las oraciones deben ser por todos los hombres, tanto judíos como gentiles.
Pero también por los enemigos, por los que los perseguían. En los días de Pablo, era muy difícil que las personas pudieran tener alguna simpatía con los gobernantes, después de todo eran sus perseguidores; pero Pablo dice que la razón por la que se debía orar por ellos era para que no impidieran que ellos pudieran ejercer su vida de fe con dignidad y piedad.
Muchas veces nos encontramos con este mandato y no sabemos cómo pedir, especialmente si el que gobierna es aquel por el que no votamos; pero el llamado siempre es a que los gobiernos y las autoridades, que están bajo el control del Señor, permitan el avance de la obra y vivir la fe del Señor sin estorbos.
Esta es una oración maravillosa. Puede ser que eso implique que uno de estos gobernantes se convierta, o simplemente que sean quitados o avergonzados; todo aquello que contribuya a vivir quieta y reposadamente.
Este pasaje también revela algo muy importante acerca de nuestra relación con las autoridades y con nuestros enemigos en general. Orar por ellos va a reducir las posibilidades que deseemos tomar venganza con nuestra propia mano u obrar de maneras que el evangelio sea avergonzado.
Usted puede aplicar este principio incluso si está en una relación difícil con alguien. Comience a orar por esa persona y pídale al Señor que no sea un tropiezo para su fe, que el Señor trate con ella y que le ayude a ser fiel y a vivir quieta y reposadamente.
Esta no era una idea nueva, de hecho, es una que proviene del Antiguo testamento, de una de las instrucciones que Dios dio al pueblo de Israel cuando fueran llevados a Babilonia como castigo:
Y busquen el bienestar de la ciudad a donde los he desterrado, y rueguen al Señor por ella; porque en su bienestar tendrán bienestar (Jeremías 29:7).
Es entendible que a veces no nos resulte fácil, que decidamos tomar el camino de la indiferencia; pero debemos siempre pensar con la mente del Reino, ver más allá de la política o la simpatía o antipatía de un líder, ver que el Reino del Señor avanza y lo hace por medio de las oraciones de su pueblo y las puertas que Él abre en consecuencia para que puedan crecer y vivir para Su gloria.
Esta instrucción también debe llevarnos a no subestimar el poder de la oración. El Señor es dueño de todo, incluso de los gobiernos de este mundo.
Ahora bien, ya vimos algunos aspectos de cómo debe ser la oración en la iglesia, según la instrucción de Pablo y por quiénes debemos orar, sin hacer acepción de personas; pero ahora veamos cuáles son las razones o motivos que deben impulsarnos a ese propósito:
Las razones de la oración en la iglesia (1 Timoteo 2:3-7)
Las oraciones deben ser permanentes y diversas en la iglesia por varios motivos, pero aquí veremos cuatro que Pablo especifica de manera muy clara:
Debemos orar por todos porque eso es bueno y agradable al Señor. Porque es la voluntad de Dios que así lo hagamos. Eso ya debería ser un motivo suficiente; pero muchas veces nuestra desobediencia nos lleva a ser demasiado egoístas y a concentrarnos en nosotros mismos. Orar por otros es una forma de reflejar la bondad de Dios, pero también el evangelio. Él no se satisfizo a sí mismo, Él buscó siempre la manera de servir. Cuando oramos como iglesia, no solo estamos obedeciendo, sino que nos estamos sirviendo unos a otros y estamos imitando el ejemplo de piedad y servicio del Señor.
Dios quiere que los hombres sean salvos. La oración tiene un carácter evangelizador. Debemos orar por los creyentes, pero también por los no creyentes. Puede ser que por los creyentes hagamos oraciones y por los incrédulos plegarias, pero en ambas confiamos que Dios es poderoso para obrar. Dios salva por medio del evangelio; sin embargo, lo hace también en respuesta a la oración. Él no solo quiere traer salvación a cierto grupo (es lo que significa la palabra todos, más en el sentido de inclusión que de extensión), él desea que tanto los pobres como los ricos, el esclavo como el libre, el gentil como el judío, todos escuchen del mensaje de salvación y vengan a Él. Por medio de la oración, Dios abre los ojos del entendimiento para que cuando el mensaje del evangelio sea predicado, la luz de la verdad entre.
Cristo y solo Cristo se dio por los hombres y es mediador de su rescate. La misma obra de Cristo, el saber que Él dio su vida por los pecadores, debe impulsarnos a orar incansablemente para que ellos. Mis amados, esta es la razón por la que todas nuestras oraciones deben ir dirigidas al Padre solo a través de Cristo, porque nadie más dio su vida para hacer que una relación con el Padre fuera posible. Es como si Pablo estuviera diciendo: Lo que Cristo alcanzó en la cruz al convertirse en nuestro mediador es demasiado grande como para no aprovechar acercarnos al Padre por medio de Él.
Si la predicación del evangelio es para todos, entonces debemos también orar por todos. Pablo se pone como prueba viva de que así como no hay acepción de personas en la predicación, tampoco debería haberla en nuestra oración en beneficio de otros.
Y es pertinente, a la luz de estos pasajes, preguntarnos:
¿Cuándo fue la última vez que éramos por un no convertido más allá de nuestra familia? Cuando pedimos por los gobernantes, ¿por qué oramos?
Nuestras oraciones por otros pueden estar revelando algo acerca cómo vemos el alcance de la obra de Cristo.
Si Cristo ha sido suficiente para salvarme a mí, también puede salvar a otros, por lo que no solo debería orar siempre por mí, sino también por otros.
Queremos ser una iglesia que muestre su preocupación por los perdidos predicándoles el evangelio, pero también orando fervientemente por ellos.
No seamos incrédulos, no tengamos en poco el poder de la oración congregacional. Mucho de lo que está pasando con nosotros ahora son oraciones contestadas; no dejemos de orar para que el Señor siga añadiendo los que han de ser salvos, para que nos abra puertas, que la Palabra entre como espada en los corazones; para que esta ciudad en la que Dios nos ha puesto sea llena del evangelio. ¡No dejemos de orar por eso! No lo veamos como un mero desahogo del espíritu o el cumplimiento de un hábito religioso. El Señor no nos pediría orar si no estuviera dispuesto a responder. Cuando la iglesia ora, Dios responde.
Finalmente; Pablo agrega algunos detalles sobre la forma y también la participación de los hombres en las oraciones, un tema que ya nos empieza a conectar con la sección siguiente, pero que ahora veremos en este contexto.

La forma de la oración en la iglesia (1 Timoteo 2:8)

Esta instrucción final sobre la notación tiene la particular de estar dirigida exclusivamente a los hombres de la iglesia (destaca el uso de la palabra aner en lugar de antrophos que es un término más genérico). La razón parece ser, en continuación con la costumbre heredada de las sinagogas que los hombres participaran más activamente en liderar la oración.
Esto es algo más o menos extraño porque deja ver que el judaísmo no era lo único que había entrado a la iglesia sino, muy probablemente, otras costumbres más paganas que daban a la oración un carácter místico y que las mujeres eras las que funcionaban como “oráculos” o vehículos para comunicarse con Dios, tal como sucedía en el culto a Artemisa, que de daba justamente en Efeso.
Esto, por supuesto es una inferencia tomada del contexto histórico de Efeso y también por la exhortación que sigue en el capítulo donde se instruye a que las mujeres asuman un rol más en acorde con la Palabra de Dios que con la cultura del mundo.
Como quiera que sea, lo cierto es que Pablo está animando a los hombres a tomar esta iniciativa y a hacerlo con una postura de reverencia, de adoración y contemplación (con manos levantadas y santas).
Del mismo modo indica que debía ser en todo lugar donde se hacía culto y no solo en algunos que se consideraban especiales, porque el Señor recibe las oraciones desde donde quiera que su pueblo se reúna.
Y también, además de la postura física, debía haber una postura correcta del corazón. No era apropiado participar de la oración con un corazón cargado de rencor o de ira o alguien en alguna contienda, lo cual tiene todo el sentido del mundo. Las oraciones que se hacen desde un corazón que no está puesto en orden no son recibidas. (El Apóstol Pedro dice que los hombres que están en enemistad con su esposa hacen que sus oraciones sean estorbadas).
De modo que la postura importa. No se puede ser desgarbado o irreverente al momento de orar públicamente. Debemos tener en cuenta que como iglesia nos estamos dirigiendo a Dios. Esto debe ser tomado muy en serio.
Una actitud y postura inapropiadas durante la oración de la iglesia son una afrenta al Señor.
Y no se trata de establecer reglas estrictas sobre posturas y cosas; pero sí que cada uno que participa en la oración de la iglesia sea consciente que lo está haciendo delante de Dios, en su misma presencia.
Así que:
La oración debe ser diversa en su contenido, incluyente en su alcance, misericordiosa en sus motivos y reverente en su forma.
Que el Señor nos ayude como iglesia a considerar la importancia de nuestras reuniones de oración y entender que son esenciales para el cumplimiento de la misión y también para mantenernos alineados con la voluntad de Dios.
Así sea.
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