Discípulo o Seguidor

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Introducción

Un discípulo es más que un seguidor. Un discípulo, es una persona que aprende de su Maestro y que hace como su Maestro. Por lo que el Maestro espera que el discípulo de fruto, y lo manifieste.            Un seguidor, por otra parte, es solamente un entusiasta de algo o de alguien. Sigue a una persona y sus enseñanzas pero no sigue el ejemplo, por lo tanto no da fruto. Tal como alguien que le gusta un deporte, lo mira, asiste a los eventos deportivos, pero no practica el deporte activamente.

Serm. Exp. Al momento que Jesús pronuncia estas palabras (Mt. 21:43), se está dirigiendo a los religiosos judíos que practicaban seriamente la religión, pero no daban fruto. Al pueblo de Israel se le había confiado la tarea de ser luz a las naciones (Is. 42:6; 49:6), pero se enfocaron en ellos mismos y rechazaron a las naciones.

            Israel debía ser luz a las naciones, siendo un ejemplo del Reino de Dios, pero no dio fruto. Israel tuvo su esplendor y apariencia, tal como la higuera del pasaje en Mt. 21:18-19, que estaba verde pero solamente tenía hojas.

            Por el momento, antes que el pueblo de Israel sea nuevamente incluido, porque lo será (Rom. 11:25-27), somos nosotros, el pueblo de Dios quienes tenemos el privilegio de ser luz a las naciones.

Proposición. Por consiguiente, se espera que el pueblo de Dios de fruto. Así es como este pasaje me enseña que ser un discípulo de Jesucristo implica dar fruto.

Los Requisitos para dar Fruto – La Preparación

  • Limpieza de nuestro ser interior (Mt. 12:35; 21:12).

Limpiar nuestro ser interior significa despojarnos de todo lo que obstaculice la obra del Espíritu Santo en nuestra vida. Efe. 4:22 nos llama a despojarnos del hombre viejo, de la naturaleza pecaminosa. También significa hacer morir lo propio de la naturaleza terrenal (Col. 3:5-10).

  • Disposición personal (Mt. 21:28-31).

Uno debe estar dispuesto a dar fruto. Es decir, debemos desear dar fruto para Dios, a la vez que disponemos nuestra vida en las manos de Jesús de modo que nos transforme para ser buena tierra. Tal como el hijo que aparentemente fue desobediente pero hizo lo que el padre le pidió después de arrepentirse, así una vez que nos arrepentimos de la vida de pecado, nos volvemos obedientes al Señor. La obediencia es expresión de amor a Dios (Jn. 14:15).

  • Obediencia a la Palabra.

Es necesario que estemos abiertos a lo que Dios nos dice, y que seamos obedientes a la Palabra del Señor, tanto la que escuchamos que se nos predica como cuando leemos la Biblia. Consideremos lo que dice Heb. 3:15 y 4:12. 1 Pe. 2:2 nos dice que deseemos la Palabra de Dios como los niños recién nacidos desean la leche.

  • La fe (Mt. 21:21-22).

Un ejemplo de fe es un agricultor. Todo agricultor siembra con fe aunque no sea una persona religiosa. Siembra con fe porque lo único que puede hacer es preparar el terreno y sembrar la semilla, luego cuidar el terreno sembrado, pero nada le garantiza que habrá fruto. Nosotros somos el terreno en donde el Señor ha plantado su semilla (1 Co. 3:9b). Por lo tanto, para dar fruto debemos cuidar el terreno sembrado por Dios, guardando la Palabra (Jn. 8:51; 14:23; 15:10; 1 Jn. 2:5); y creyendo que Dios cumplirá su propósito en mí (Sal. 138:8; Fil. 1:6).

Formas que Expresan el Fruto

  • Un firme compromiso con Dios (Mt. 10:37-39).
  • Un firme compromiso con la obra de Dios (Hchs. 2:46; 5:42; 8:4).
  • La formación del carácter de Cristo (Gal. 5:22; Fil. 4:5).
  • Obediencia y sumisión: a) A Cristo (Mt. 11:29); y b) a los líderes en la iglesia (Heb. 13:17); c) a las autoridades en general (Rom. 13:1-2).
  • Ganar almas y hacer discípulos (Mt. 28:19; 2 Tim. 2:2; 4:2)

Conclusión.

Dar fruto da gloria a Dios Padre, pues expresa el resultado de la obra de Jesús. Es decir, cuando damos fruto, declamaros con nuestra actitud que valió la pena lo que hizo Jesús por nosotros. De manera que damos gloria al Padre cuando damos fruto (Jn. 15:8).

¿Estás dando fruto? Te pregunto hoy: ¿eres simplemente un seguidor, o eres un discípulo?

Oremos juntos:

Señor y Dios, tu viniste a entregarte en favor mío. Hasta ahora he sido un simple seguidor, un entusiasta tuyo y de tus enseñanzas, pero no he seguido tu ejemplo ni he sido obediente a ti. Te ruego me perdones y me des la oportunidad de ser tu discípulo. Quiero seguirte, aprender de ti, y dar fruto que te honre. Por eso, te entrego mi vida, cámbiame Señor y cumple tus propósitos en mi. Amen y Amen!

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