Sermon Tone Analysis

Overall tone of the sermon

This automated analysis scores the text on the likely presence of emotional, language, and social tones. There are no right or wrong scores; this is just an indication of tones readers or listeners may pick up from the text.
A score of 0.5 or higher indicates the tone is likely present.
Emotion Tone
Anger
0.07UNLIKELY
Disgust
0.07UNLIKELY
Fear
0.1UNLIKELY
Joy
0.2UNLIKELY
Sadness
0.11UNLIKELY
Language Tone
Analytical
0UNLIKELY
Confident
0UNLIKELY
Tentative
0.01UNLIKELY
Social Tone
Openness
0.12UNLIKELY
Conscientiousness
0.15UNLIKELY
Extraversion
0.46UNLIKELY
Agreeableness
0.59LIKELY
Emotional Range
0.12UNLIKELY

Tone of specific sentences

Tones
Emotion
Anger
Disgust
Fear
Joy
Sadness
Language
Analytical
Confident
Tentative
Social Tendencies
Openness
Conscientiousness
Extraversion
Agreeableness
Emotional Range
Anger
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¡Poder del Cielo!
Hechos 2
“No vamos a influir sobre el mundo mediante la critica ni al conformarnos a él, sino a través de vidas encendidas por el Espíritu de Dios”.
Vance Havner dijo esto, y tenía razón.
La iglesia primitiva no tenía ninguna de las cosas que a nuestro parecer son esenciales para el éxito hoy: edificios, dinero, influencia política, posición social; y sin embargo la iglesia ganó a multitudes para Cristo, y vio establecidas muchas iglesias por todo el mundo romano.
¿Por qué?
Porque la iglesia tenía el poder del Espíritu Santo que vigorizaba su ministerio.
Eran personas que estaban ardiendo mediante el Espíritu de Dios.
Ese mismo poder del Espíritu Santo está disponible para nosotros hoy, para hacernos testigos más eficaces para Cristo.
Entre mejor entendamos su obra en Pentecostés, mejor podremos relacionarnos a él y experimentar su poder.
El ministerio del Espíritu Santo es glorificar a Cristo en la vida y el testimonio del creyente (Juan 16:14), y eso es lo importante.
Hechos 2 nos ayuda a entender al Espíritu Santo al relatar cuatro experiencias en la vida de la iglesia cristiana.
1. La Iglesia espera al Espíritu (Hechos 2:1)
“Pentecostés” quiere decir quincuagésimo porque esta fiesta se celebraba cincuenta días después de la Fiesta de las Primicias (Levítico 23:15–22).
El calendario de fiestas judías en Levítico 23 es un bosquejo de la obra de Jesucristo.
La Pascua es un cuadro de su muerte como el Cordero de Dios (Juan 1:29; Corintios 5:7), y la Fiesta de las Primicias es un cuadro de su resurrección de los muertos (1 Corintios 15:20–23).
Cincuenta días después de la Fiesta de las Primicias es la Fiesta de Pentecostés, la cual representa la formación de la iglesia.
En Pentecostés los judíos celebraban el otorgamiento de la ley, pero los creyentes lo celebran porque fue el otorgamiento del Espíritu Santo a la iglesia.
La Fiesta de las Primicias tenía lugar en el día después del día de reposo que seguía a la Pascua, lo que quiere decir que siempre ocurría en el primer día de la semana (el sábado es el séptimo día).
Jesús resucitó de los muertos en el primer día de la semana, y “primicias de los que durmieron es hecho” (1 Corintios 15:20).
Ahora bien, si Pentecostés ocurría cincuenta días después, siete semanas más un día, entonces Pentecostés también tenía lugar en el primer día de la semana.
Los cristianos se reúnen y adoran el domingo, el primer día de la semana, porque en ese día nuestro Señor resucitó de los muertos, y también ese fue el día en que el Espíritu Santo fue dado a la iglesia.
En la Fiesta de las Primicias el sacerdote mecía una gavilla de grano ante el Señor; pero en el Pentecostés presentaba dos panes.
¿Por qué?
Porque en el Pentecostés el Espíritu Santo bautizó a los creyentes y los unió en un solo cuerpo.
Los creyentes judíos recibieron este bautismo en Pentecostés, y los creyentes gentiles en la casa de Cornelio (Hechos 10).
Esto explica la presencia de dos panes (ve 1 Corintios 10:17).
El hecho de que hubiera levadura en los panes indica la presencia de pecado en la Iglesia.
La Iglesia no será perfecta sino cuando llegue al cielo.
No debemos concluir que esta reunión de oración de diez días fue lo que logró los milagros del día de Pentecostés, o que hoy podemos orar como ellos hicieron y experimentar otro Pentecostés.
Como la muerte de nuestro Señor en el Calvario, Pentecostés fue un evento único que no se repetirá.
La Iglesia puede experimentar nuevas llenuras del Espíritu, y por cierto que la oración paciente es un elemento esencial del poder espiritual, pero no debemos buscar otro Pentecostés como tampoco debemos buscar otro Calvario.
La Iglesia adora al Señor (Hechos 2:2–13)
Al estudiar los sucesos del Pentecostés es importante separar lo incidental de lo esencial.
El espíritu vino y las personas oyeron el sonido del viento recio que soplaba y vieron las lenguas como de fuego.
El Espíritu bautizó y llenó a los creyentes, y ellos hablaron en diferentes idiomas al alabar a Dios.
El Espíritu dio poder a Pedro para que predicara, y luego el Espíritu Santo convenció a los oyentes de modo que tres mil de ellos confiaron en Cristo y fueron salvos.
Consideremos estos ministerios uno por uno.
El Espíritu vino (2:2–3).
El Espíritu Santo había estado activo antes de Pentecostés y había obrado en la creación (Génesis 1:1, 2), en la historia del Antiguo Testamento (Jueces 6:34; 1 Samuel 16:13), y en la vida y el ministerio de Jesús (Lucas 1:30–37; 4:1, 14; Hechos 10:38).
Sin embargo, ahora habría dos cambios: el Espíritu moraría en las personas y no simplemente vendría sobre ellas, y su presencia sería permanente, y no temporal (Juan 14:16–17).
El Espíritu no podría haber venido antes, porque era esencial que Jesús muriera, fuera resucitado de los muertos, y volviera al cielo antes de que el Espíritu Santo pudiera ser otorgado (Juan 7:37–39; 16:7 en adelante).
Recuerda el calendario judío de Levítico 23: Pascua, Primicias y luego Pentecostés.
Hubo tres señales asombrosas que acompañaron la venida del Espíritu: el sonido de un viento recio que soplaba, lenguas repartidas como de fuego, y los creyentes que alababan a Dios en varios idiomas.
Tanto en el hebreo como en el griego la palabra “Espíritu” es la misma que viento (Juan 3:8).
Las personas no sintieron el viento; oyeron el sonido de un viento poderoso.
Es probable que los creyentes estuvieran en el templo cuando esto ocurrió (Lucas 24:53).
La palabra “casa” de Hechos 2:2 puede referirse al templo (ve Hechos 7:47).
Las lenguas de fuego simbolizaban el testimonio poderoso de la iglesia al pueblo.
El reconocido predicador Campbell Morgan nos recuerda que nuestras lenguas pueden ser inflamadas ¡bien sea por el cielo o por el infierno!
(Santiago 3:5–6).
Combina el viento y el fuego y lo que tienes es ¡un incendio!
El Espíritu bautizó (1:5).
La palabra griega baptizo tiene dos significados; uno literal y otro figurado.
La palabra literalmente significa sumergir, pero el sentido figurado es ser identificado con.
El bautismo del Espíritu es el acto de Dios por el cual él identificó a los creyentes con la exaltada Cabeza de la Iglesia, Jesucristo, y formó el cuerpo espiritual de Cristo en la tierra (1 Corintios 12:12–14).
Históricamente esto tuvo lugar en Pentecostés; hoy, tiene lugar cada vez que un pecador confía en Jesucristo y nace de nuevo.
Cuando se lee la palabra “bautismo” en el Nuevo Testamento se debe ejercer discernimiento para determinar si la palabra se debe interpretar literal o simbólicamente.
Por ejemplo, en Romanos 6:3–4 y Gálatas 3:27–28, la referencia es simbólica puesto que el bautismo en agua no puede dar salvación al pecador.
Sólo el Espíritu Santo puede hacer eso (Romanos 8:9; 1 Corintios 12:13; ver Hechos 10:44–48).
El bautismo en agua es un testimonio público de la identificación de la persona con Jesucristo, en tanto que el bautismo del Espíritu es la experiencia personal y privada que identifica a la persona con Cristo.
Es importante notar que, históricamente, el bautismo del Espíritu tuvo lugar en dos etapas: los judíos creyentes fueron bautizados en Pentecostés, y los gentiles fueron bautizados y añadidos al cuerpo en la casa de Cornelio (Hechos 10:44–48; 11:15–17; y ver Efesios 2:11–22).
El Espíritu llenó (2:4).
La llenura del Espíritu tiene que ver con poder para el testimonio y el servicio (Hechos 1:8).
No se nos exhorta a ser bautizados por el Espíritu, porque esto es algo que Dios hace una sola vez cuando confiamos en su Hijo.
Pero sí se nos ordena ser llenos del Espíritu (Efesios 5:18), porque necesitamos su poder constantemente para servir a Dios con eficacia.
En Pentecostés los creyentes fueron llenos del Espíritu y experimentaron el bautismo del Espíritu; pero después de eso, experimentaron muchas llenuras (Hechos 4:8, 31; 9:17; 13:9) pero no bautismos.
Ocasionalmente alguien dice: “¿Qué más da las palabras que usemos?
¡Lo importante es que tengamos la experiencia!”
Dudo que aplicaran el mismo enfoque a cualquier otro aspecto de la vida tal como la medicina, cocina o mecánica.
¿Qué diferencia tiene si el farmacéutico usa arsénico o aspirina en la receta, mientras que uno se sane?
¿O qué tal si el mecánico instala un alternador o un carburador, siempre y cuando el carro funcione?
El Espíritu Santo nos ha revelado la verdad de Dios en palabras (1 Corintios 2:12–13), y estas palabras tienen significados definitivos que no se deben cambiar.
La regeneración no se debe confundir con la justificación, ni la propiciación con la adopción.
Cada una de estas palabras es importante en el plan divino de salvación, y se debe definir con precisión y usar con cuidado.
El bautismo del Espíritu quiere decir que pertenezco al cuerpo de Cristo; la plenitud del Espíritu quiere decir que mi cuerpo le pertenece a él.
El bautismo es final; la llenura se repite conforme confiamos en Dios para renovar nuestro poder para testificar.
El bautismo incluye a todos los creyentes, porque nos hace uno en el cuerpo de Cristo (Efesios 4:1–6); en tanto que la llenura es personal e individual.
Estas son dos experiencias distintas y no se las debe confundir.
El Espíritu habló (2:4, 11).
Nota que los creyentes estaban alabando a Dios, y no predicando el evangelio; y que usaban lenguajes conocidos, no alguna lengua desconocida (Hechos 2:6, 8).
Lucas mencionó quince diferentes lugares geográficos y claramente indicó que los ciudadanos de esos lugares oyeron a Pedro y a otros proclamar las maravillosas obras de Dios en idiomas que podían entender.
La palabra griega que se traduce “lengua” en Hechos 2:6 y en Hechos 2:8 es dialektos y se refiere a un idioma o dialecto de algún país o distrito (Hechos 21:40; 22:2; 26:14).
A menos que se nos instruya de otra manera en las Escrituras, debemos dar por hecho que cuando se menciona “hablar en lenguas” en otros pasajes de Hechos, o en 1 Corintios, se refiere a una experiencia idéntica: creyentes que alaban a Dios en el Espíritu en lenguajes que son conocidos.
¿Por qué hizo Dios esto?
Por un lado, Pentecostés fue el inverso del castigo de la torre de Babel cuando Dios confundió los lenguajes humanos (Génesis 11:1–9).
El castigo divino en Babel esparció a la gente, pero la bendición de Dios en Pentecostés unió a los creyentes en el Espíritu.
En Babel la gente no se pudo comprender los unos a otros; pero en Pentecostés la gente oyó las alabanzas a Dios y entendió lo que se decía.
La torre de Babel fue una maquinación diseñada para alabar al hombre y hacerse un nombre para sí mismos, pero Pentecostés trajo alabanza a Dios.
La construcción de Babel fue un acto de rebelión, pero Pentecostés fue un ministerio de humilde sumisión a Dios.
¡Qué contraste!
Otra razón para este don de lenguas fue revelar a la gente que el evangelio era para todo el mundo.
Dios quiere hablar a toda persona en su propio idioma y darle el mensaje de salvación en Jesucristo.
El énfasis del libro de los Hechos es la evangelización mundial: “hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
“El Espíritu de Cristo es el espíritu de las misiones”, dijo Henry Martin, “y mientras más nos acercamos a Cristo, más intensamente debemos dedicarnos a la obra misionera”.
Al parecer, el sonido del viento atrajo a la gente al templo en donde estaban reunidos los creyentes, pero fue la alabanza de los creyentes que realmente captó su atención.
Los oyentes desinteresados se burlaron y acusaron a los creyentes de estar borrachos, pero otros se interesaron sinceramente en lo que estaba sucediendo.
La gente estaba confusa (Hechos 2:6), atónita (Hechos 2:7, 12), y después maravillada (Hechos 2:7).
Es interesante que los burladores acusaron a los creyentes de estar borrachos, porque el vino se relaciona con el Espíritu Santo (Efesios 5:18).
Pablo menciona las dos cosas en contraste, porque cuando un hombre está lleno de licor pierde el control de sí mismo y acaba avergonzado; pero cuando una persona está llena del Espíritu tiene dominio propio y glorifica a Dios.
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