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¿DÓNDE ESTÁ EL ARBITRO?

(Job 8.1-10.22)

N. Samuel Heim

Chacarilla

24, 31de enero de 1999


¿DÓNDE ESTÁ EL ARBITRO?

(Job 8.1-10.22)

Intro:

1.     Tres amigos de Job fueron a visitarle al enterarse de las desgracias que había sufrido.

¡           Elifaz, temanita.

¡           Bildad, suhita.

¡           Zofar, naamita.

2.     Elifaz fue el primero en hablar.

a.    Todo indica que fue motivado por un sincero deseo de consolar a su amigo y de ayudarlo a superar las circunstancias que estaba pasando.

b.    Sin embargo, por buenos y sinceros que puedan haber sido sus móviles, Elifaz pecó en adelantar juicio sobre la causa de las calamidades que Job sufría.

c.    Él creía saber la causa del sufrimiento de Job, aun cuando Dios no se lo había manifestado ni a Job ni a ellos.

d.    Lo único que realmente sabía eran las circunstancias, mas no las causas.

e.    En lugar del mensaje de consuelo y aliento que necesitaba Job, el mensaje de Elifaz fue un mensaje de crítica y reprimenda.


3.     En los capítulos 6 y 7 Job respondió al discurso de Elifaz.

a.    Job reconoció que sus primeras palabras eran precipitadas, pero afirmó que no había hablado sin razón.

b.    Luego Job censuró a sus censores, porque le habían condenado sin señalar su falta.

¡           Su procedimiento fue mal: le criticaron sin fundamento.

¡           Su actitud fue mala: atacaron a la persona y no a su falta.

c.    Las fuerzas de Job se le habian agotado; la vida se le había vuelto fastidiosa.

4.     En el capítulo 8 habla el segundo amigo–Bildad, suhita; y en su réplica (capítulos 9 y 10) Job reclama un arbitro.

5.     Veámoslo ahora: ¿DÓNDE ESTÁ EL ARBITRO?


I.     EL ACUSADOR  (8.1-22)

A.    Bildad siguió la misma línea de argumentos que había usado Elifaz. (8.1,2)

1.    “¿Hasta cuándo hablarás tales cosas?” (8.2)

a.     Desconoce la gran paciencia de Job.

b.    Después de grandes tragedias y mucho sufrimiento, recién hace pocos minutos Job había expresado sus frustraciones.

c.     Lo dice como si hablar así hubiera sido algo común en la vida de Job.

2.    “¿Hasta cuándo...las palabras de tu boca serán como viento impetuoso?”  (8.2)

a.     Job se había excusado frente a las críticas de Elifaz, diciendo: “¿Pensáis censurar palabras, y los discursos de un desesperado, que son como el viento?” (6.26)

b.    Bildad le acusa de no haber simplemente echado palabras al viento, sino de haber lanzado toda una tormenta de palabras.

B.    Bildad defendió la integridad de Dios en ejecutar su justicia. (8.3,4)

1.    “¿Acaso torcerá Dios el derecho, o pervertirá el Todopoderoso la justicia?”  (8.3)

a.     Obviamente la respuesta es: NO.

b.    Génesis 18.25 (Abraham): “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?”


c.     Los hombres tuercen el derecho y pervierten la justicia, pero Dios JAMÁS.

¡           Los hombres lo hacen por temor al poder de otros; pero Dios no tiene por qué temer a nadie.

¡           Los hombres lo hacen para beneficiarse de los favores de otros; pero Dios no necesita los favores de nadie.

2.    Como Elifaz, sin embargo, Bildad se equivocó en creer que la justicia de Dios se manifiesta necesariamente en prosperar a los justos y castigar a los impíos.

a.     Para Bildad, los hijos de Job recibieron su “merecido.” (8.4)

¡           Estas palabras de Bildad son quizás las más crueles, y son totalmente equivocadas.

¡           Según Bildad, los hijos de Job deben haber cometido algún pecado sumamente grave para que Dios les quitara la vida.

¡           Job nunca consideraba que ni sus hijos ni él mismo eran perfectos–sin pecado. Por eso intercedía por ellos (1.5).

¡           La muerte de los hijos de Job no fue un acto de retribución.

b.    Para Bildad, Job también era culpable de algún grave pecado, aunque no tan grave como el que debieron haber cometido sus hijos. El hecho de que seguía sufriendo tenía que indicar que Dios estaba airado con él. (8.5-7)

¡           Lo llama a arrepentirse (8.5), asegurándole que de hacerlo, Dios volvería a prosperarle aun más de lo que había hecho antes.

¡           Su diagnóstico está mal.

3.    Bildad fundamenta sus argumentos en las tradiciones de los hombres, y no en la palabra de Dios. (8.8-10)

4.    Dios juzga al impío y prospera al justo. A veces hombres impíos puedan parecer piadosos y aún prosperar, pero cuando Dios los juzga, revela su impiedad. (8.11-19)

a.     La implicación es que la defensa que hizo Job de su inocencia frente al sufrimiento que está experimentando, es una evidencia de hipocresía.

b.    Las acusaciones contra Job dejan a los acusadores bien parados, pues ellos no están siendo “juzgados.”

C.    Satanás es el acusador de los hermanos, y quienes lo hacen son sus instrumentos; Dios es el reconciliador de los hermanos, y los suyos deben serlo también.

1.    Apocalipsis 12.9,10: Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.

       10    Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.

a.     Acusa a los hermanos ante Dios.

b.    Acusa a los hermanos ante los demás y ante el mundo.

c.     Acusa a los hermanos ante su propia conciencia.

2.    Romanos 5.10,11: Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

11    Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.

2 Corintios 5.17,18: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

18    Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;

Gálatas 6.1: Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.

Salmo 51.12: Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.

1 Pedro 3.15,16: sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;

16    teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.

a.     Nos reconcilia con Dios.

b.     Nos reconcilia con los demás.

c.     Nos reconcilia con nuestra conciencia.


II.    EL ACUSADO  (9.1-32; 10.1-22)

A.    ¿Cómo puede el hombre defenderse ante Dios?

1.    No puede contra la justicia de Dios. (9.1-3)

2.    No puede contra la sabiduría y el poder de Dios. (9.4)

3.    No puede contra la soberanía de Dios. (9.5-12)

4.    No puede contra la transcendencia de Dios. (9.13-32)

B.    ¿Cómo puede la criatura entender los propósitos del Creador?  (10.1-22)

1.    ¿Te parece bien lo que me estás haciendo? (10.1-7)

a.     El Hacedor desecha lo que hizo. (10.3)

b.    El que hizo deshace lo que había hecho. (10.8)

2.    Acuérdate que tú me hiciste. (10.8-17)

3.    ¿Por qué me hiciste así? (10.18-22)

       Romanos 9.20: Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?


III.   EL ÁRBITRO  (9.33)

       Job 9.33: No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros dos.

       1 Timoteo 2.5: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,

       1 Juan 2.1: Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.

       Romanos 8.33,34: ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.

       34    ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.


Conclusión:

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