Pura Gracia

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Lucas 23.39–43 NTV
39 Uno de los criminales colgados junto a él se burló: «¿Así que eres el Mesías? Demuéstralo salvándote a ti mismo, ¡y a nosotros también!». 40 Pero el otro criminal protestó: «¿Ni siquiera temes a Dios ahora que estás condenado a muerte? 41 Nosotros merecemos morir por nuestros crímenes, pero este hombre no ha hecho nada malo». 42 Luego dijo: —Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43 Jesús respondió: —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Ayer se celebraba el Día de la reforma protestante, donde Martín Lutero movido por Dios clavo las 95 Tesis o preguntas que cuestionaban al cristianismo de aquella época en especial a la Iglesia Católica.
Precisamente una de las cosas que expresaba Lutero se le conoció como las “solos” de Lutero:
solo por gracia
solo por fe
solo la Biblia
Estos son los principios del cristianismo.
Pero Lutero enseñaba que estos tres estaban fundamentadas en la cruz.

Hoy en día el mensaje de la cruz ha sido diluido o sustituido por mensajes de autoestima, empoderamiento, coaching, triunfalismo entre otros.

Se ha quitado la cruz del centro y se ha puesto el hombre y sus necesidades en el mismo.
La realidad es que en la medida que más entendamos la cruz mayor comprensión tendremos del Evangelio y de cómo éste nos afecta.
Para Martín Lutero enseñó que «la única manera de leer las escrituras era distinguir entre la Ley y el evangelio.
Entre las exigencias y mandamientos y la Gracia
El decía:
«Cuando la Palabra de Dios enfrenta a una persona con una «exigencia» o «mandamiento», es ley. Cuando alguien es confortado por las palabras de la promesa del perdón de los pecados, esto es evangelio” Martín Lutero
En la cruz se da una escena que nos muestra la esencia del evangelio.
Allí estaba Jesús junto a dos ladrones
estos dos ladrones pudieran representar a dos tipos de hombres: el incredulo o aquel que cree a conveniencia y el que lo reconoce como Señor y Salvador.
Lucas 23.39 NTV
39 Uno de los criminales colgados junto a él se burló: «¿Así que eres el Mesías? Demuéstralo salvándote a ti mismo, ¡y a nosotros también!».
¿Así que eres el Mesías? Duda
Demuéstralo -Evidencia antes de la fe. Conveniencia, lo que deseaba era el beneficio antes de desearlo a el.
Hoy en día nos enfrentamos a es tipo de personas, desean los beneficios pero no el compromiso.
quieren salir del problema en el que se metieron, pero no lo desean a el.
Por el otro lado estaba el que ya había creído y se le había sido revelado quién era Jesús, éste no deseaba el beneficio sino que deseaba la libertad.

No todos los que vean a Jesús lo aceptarán.

Lucas 23.40–42 RVR60
40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. 42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Este hombre reconocía que quien lo había llevado a la cruz habían sido sus actos, estaban pagando por lo que debían.

Pero Jesús no estaba pagando por ningún mal hecho sino que fue allí por amor a ambos por el que lo rechazaría y por el que lo reconocería.

“Justamente padecemos” - implica el reconocimiento de lo que merecerían
Eso es justicia- recibir justamente lo que merecemos
desde ésta declaración es que surge el entendimiento de la salvación y del valor en la cruz.

Mientras el ser humano se autojustifique nunca sentirá la necesidad de salvación.

mientras siga pensando que lo hace bien y que es bueno nunca dará valor a la cruz.
pero como cuando nos damos cuenta que realmente somos ladrones, solo nos queda correr hacia EL
Lucas 23.43 NTV
43 Jesús respondió: —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Este ladrón recibió justificación inmediata por medio de la cruz.
¿lo merecía? no
¿había realizado obras buenas? no
había servido al Señor? no
diezmaba? no
No había hecho nada para ser salvo, por eso se llama gracia.

Gracia es el regalo inmerecido de perdón, salvación y redención de parte de Dios al hombre por medio de Cristo sin nosotros merecerlo.

la gracia no te abre puertas, ni te lleva a lugares donde tus fuerzas no te dan, eso no es gracia. La gracia te lleva a Cristo y solo a Cristo!
La gracia no es una llave mágica, es el regalo de Dios para ti.
Dejemos de ver la gracia como algo que Dios nos da para triunfar en la vida y empecemos a valorarla como el regalo de Dios para nuestras vidas.
Imaginen aquel hombre reconociendo a Cristo y Cristo le responde de la manera que tal vez no esperaba: Seguro, nos vemos ya mismo en el paraíso.
Este ladrón estaba en aquella cruz experimentando en medio de su dolor la pura gracia de Dios

Aquel ladrón puso su fe en un moribundo y recibió la entrada al paraíso, cuanta más seguridad debemos tener nosotros que la ponemos no en un moribundo en la cruz sino en el Cristo que venció la muerte y ha resucitado.

Cristo le dijo hoy estarás conmigo en el paraíso
Los griegos creían en que el paraíso era un jardín que contenía todos los productos valiosos de la tierra y necesarios para el hombre sobrevivir.
Como sabemos en el Edén estaba el árbol de la vida y cuando el hombre pecó se pusieron ángeles y el Edén quedo clausurado, pero ahora por medio de Cristo y La cruz el camino al paraíso se había vuelto a abrir.
Saben cual tuvo que haber sido la alegría de este hombre que sin merecerlo ahora iba a entrar al Paraíso.
En medio del dolor la gracia me sostiene por medio del cumplimiento de la promesa.
Lo que no sabía aquel ladrón era que mientras Cristo moría absorbía su pecado y el del otro ladrón
Gálatas 3.13 NTV
13 Pero Cristo nos ha rescatado de la maldición dictada en la ley. Cuando fue colgado en la cruz, cargó sobre sí la maldición de nuestras fechorías. Pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero».
El se estaba haciendo maldición para que nosotros recibiéramos la bendición, esto es PURA GRACIA

En aquel momento el ladrón estaba en Cristo y Cristo en el ladrón, ambos siendo crucificado simultáneamente. Uno por amor del otro, uno llevando el pecado que no merecía y el otro recibiendo el perdón que no merecía. Esto es pura gracia.

Entregó a su hijo

23:39–46

Era la reunión del domingo por la noche en una iglesia cristiana evangélica. Después que cantaron, el pastor se dirigió a la congregación y presentó al orador invitado. Se trataba de uno de sus amigos de la infancia, ya entrado en años. Mientras todos lo seguían con la mirada, el anciano ocupó el púlpito y comenzó a contar esta historia:

“Un hombre junto con su hijo y un amigo de su hijo estaban navegando en un velero a lo largo de la costa del Pacífico, cuando una tormenta les impidió volver a tierra firme. Las olas se encresparon a tal grado que el padre, a pesar de ser un marinero de experiencia, no pudo mantener a flote la embarcación, y las aguas del océano arrastraron a los tres”.

Al decir esto, el anciano se detuvo un momento y miró fijamente a dos adolescentes que por primera vez desde que comenzó la reunión estaban mostrando interés. Y siguió narrando.

“El padre logró agarrar una soga, pero luego tuvo que tomar la decisión más terrible de su vida. Tuvo que escoger a cuál de los dos muchachos iba a tirarle el otro extremo de la soga. Tuvo sólo escasos segundos para decidirse. El padre sabía que su hijo era seguidor de Cristo, y también sabía que el amigo de su hijo no lo era. La agonía de su decisión era mucho mayor que los embates de las olas.

“Miró en dirección a su hijo y le gritó: ‘¡Te quiero, hijo mío!’, y le tiró la soga al amigo de su hijo. En el tiempo que le tomó halar al amigo de su hijo hasta el velero volcado en campana, su hijo desapareció bajo los fuertes oleajes en la oscuridad de la noche. Jamás lograron encontrar su cuerpo”.

Los dos adolescentes estaban escuchando con suma atención, atentos a las próximas palabras que pronunciara el orador invitado.

“El padre—continuó el anciano—sabía que su hijo pasaría a la eternidad con Cristo, y no podía soportar el hecho de que el amigo de su hijo no estuviera preparado para encontrarse con Dios. Por eso sacrificó a su hijo. ¡Cuán grande es el amor de Dios que lo impulsó a hacer lo mismo por nosotros!”.

Dicho esto, el anciano volvió a sentarse, y hubo un tenso silencio.

Pocos minutos después de concluida la reunión, los dos adolescentes se acercaron al anciano. Uno de ellos le dijo cortésmente:

—Esa fue una historia muy bonita, pero a mí me cuesta trabajo creer que ese padre haya sacrificado la vida de su hijo con la ilusión de que el otro muchacho algún día decidiera seguir a Cristo.

—Tienes toda la razón—contestó el anciano mientras miraba su Biblia, gastada por el uso.

Y mientras sonreía, miró fijamente a los dos jóvenes y les dijo:

—Pero esa historia me ayuda a comprender lo difícil que debió haber sido para Dios entregar a su Hijo por mí. A mí también me costaría trabajo creerlo, si no fuera porque el amigo de ese hijo soy yo.

me queda una pregunta por hacer.
¿Como crees que hubiese vivido el ladrón su vida si se le hubiese permitido bajar con vida de esa Cruz?
tu y yo tambien estabamos siendo crucificados con Cristo, se nos ha perdonado nuestros pecados, hemos entrado a Cristo como nuestro Edén y paraíso, la única diferencia se nos dejó con vida.
¿Estamos viviendo como perdonados?
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