Encarando a Jerusalén

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Introducción

Esta mañana nos hemos reunidos ha celebrar el ultimo Día del Señor, en lo que compete al año 2020. Posiblemente este tambien será el ultimo sermón que escuchemos, en lo que resta del 2020.
Y esto puede crear ciertas emociones encontradas.
El 2020 ha sido un año diferente. Ha sido un año desafiante. Un año que cambió todo nuestro estilo de vida. Muchos afirmarían que ha sido un año para el olvido.
Por otra parte, se avecina el 2021, y con él la esperanzas de un nuevo comienzo. La ilusión de volver a la normalidad y dejar todo esto en el pasado.
¿Y si te dijera esta mañana que lo peor no ha pasado?
Que la pandemia va a empeorar.
Que los confinamientos serán más estrictos.
Que la tasa de mortandad, será aun mayor.
Obviamente no estoy haciendo ningún tipo de predicción ni vaticinio. Pero el simple hecho de pensar que esto puede ser realidad, nos aterra. Nos lleva a pensar y decir: “Dios, por favor, no lo permitas.”
Pero, ¿y si al mismo tiempo te dijera que el Reino de Dios se expandirá en proporcionas nunca antes vistas en nuestra era, a causa de esto?
Si te dijera que:
La Iglesia de Cristo será fortalecida en gran manera.
El Evangelio será predicado aun en los grupos étnicos más cerrados.
Experimentaremos un avivamiento espiritual, comparable solo con aquellos que experimentó la Iglesia Primitiva.
Acercaría la venida de nuestro Señor Jesucristo.
¿Aún así estarías dispuesto a pedirle a Dios, que no lo permita?
Si Dios ha destina el sufrimiento como el único camino ha nuestra santificación, ¿estaríamos dispuestos a caminarlo?
La respuesta que tu y yo debemos tener ante esta pregunta, la vemos ejemplificada en la vida del Apóstol Pablo.
“Por favor, acompañante al Libro de Hechos 20:22-24...”
Acts 20:22–24 RVR60
22 Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; 23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. 24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

Análisis Contextual

Hechos 20 nos presenta uno de los discursos más emotivos del Nuevo Testamento.
Esto es lo que ha venido sucediendo en el relato de Hechos, hasta este momento:
Pablo esta en el ocaso de su Tercer Viaje Misionero.
Por una parte, había recibido gran oposición de parte de los gentiles en Efeso, debido a un alboroto causado por los artifices de la diosa Diana.
Por otro lado, los Judíos de la región de Asia estaban asechando a Pablo, buscando oportunidad para ajusticiarlos (Hechos 20:3).
Pablo había decidido ir a Jerusalén, pero en el camino se había propuesto visitar a las iglesias de la región.
Entre estas iglesias, esta la Iglesia de Efeso.
Sin embargo, Pablo no viaja a Efeso, sino que decide reunirse con los ancianos (Pastores) de la Iglesia en Mileto, una ciudad portuaria ubicada al sur de Efeso.
Debido al gran aprecio que Pablo tenia la iglesia de Efeso, y considerando que nunca “verán más su rostro”, Pablo les presenta su “Discurso de Despedida”.

“Jerusalén”

Pablo deja claro que su visita a Mileto es transitoria. Más que una visita, pudiéramos decir que fue una “escala”.
El destino final de Pablo era Jerusalén.
Sin embargo, hay algo que debemos considerar sobre este viaje de Pablo a Jerusalén.
Las Navidades en nuestro país siempre se han caracterizado por ser un tiempo de gran alegría. Parte de esta alegría, es recibir a nuestros familiares y amigos que viven en el exterior, y vienen a celebrar las fiestas con nosotros.
Para aquellos que nos visitan, es una época de gran nostalgia, pues regresen a su Patria después de haber pasado tanto tiempo en el exilio.
!En lo absoluto era esta la expectativa del Apóstol Pablo al regresar a Jerusalén!
Los últimos 10 años, Pablo los había dedicado a su ministerio entre los gentiles, y sus viajes misioneros.
Aproximadamente 5 años habían pasado desde la ultima vez que Pablo visitó Jerusalén.
Durante todo este tiempo, Pablo se había ganado muchos enemigos entre los judíos.
Pablo sabia que subir a Jerusalén no representaban ningunas vacaciones.
Chiste: A Pablo no lo iban a recibir como recibimos a “Juanita”.
El Espíritu Santo así se lo había advertido:
Acts 20:22–23 RVR60
22 Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; 23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.
Bien pudiéramos decir que para Pablo, Jerusalén representaba “el lugar donde debía encarar sus sufrimientos.”
Para fines de nuestra la aplicación del sermón, consideremos tambien nuestra “Jerusalén”
Aquel lugar, donde Cristo nos lleva a encarar nuestros sufrimientos.
Ahora, la pregunta que tu y yo nos hacemos es: ¿qué motivaciones tenia Pablo, no solo para aceptar sus sufrimientos, mas aun para abrazarlos?
“El texto nos da la respuesta...”

La Razón de Subir a Jerusalén

Obligado por el Espíritu

Acts 20:22 RVR60
22 Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer;
La palabra “ligado” significa más que un deseo o compromiso. La palabra original significa:
“atado”
“apresado”
“sujetado”
Nos presenta esta “obligación” que Pablo sentía de ir a Jerusalén.
No esta claro si Pablo, cuando habla del “espíritu”, esta aludiendo a su propia conciencia, o al Espíritu Santo (Espíritu).
En cualquier instancia el resultado es el mismo. Pues de haber sido su conciencia (espíritu), el Espíritu Santo es quien mueve su espíritu.
Ademas, el testimonio del Espíritu Santo en el versículo 23, debe servirnos de confirmación que Pablo hacia lo correcto en ir a Jerusalén.
Cómo el Espíritu Santo le había revelado a Pablo que debía subir a Jerusalén, no nos compete en estos momentos. Lo que si nos compete, es ver la obediencia de Pablo al llamado de Dios. Una obediencia incuestionable.”
Noten como el mismo Pablo ignoraba lo que le esperaba en Jerusalén. En otras palabras, el no entendía del todo por qué Dios lo estaba llevando a Jerusalén.
Interesante que, aún el mismo Apóstol Pablo, no siempre entendía la voluntad de Dios.
Mas aun, lo poco que sabía, era que le esperaban “prisiones y tribulaciones”.
Cualquiera de nosotros hubiera rechazado tal pronostico.
En el mejor de los casos, nos estancamos si no entendemos a dónde Dios nos esta llevando. Nos rehusamos a avanzar, si no tenemos la seguridad de saber a donde nos esta llevando Dios.
En el peor de los casos, desestimamos antes la certeza del sufrimiento.
Pablo no sabía, ni necesitaba saber por qué Dios lo estaba llevando a Jerusalén. Todo lo que Pablo debía saber era que Dios lo estaba llevando a Jerusalén. Saber que el Espíritu Santo iba delante de el, era suficiente para Pablo.

Obligado por el Evangelio

Pablo nos presenta una segunda razón en el texto. Una razón que no se aprecia claramente a simple vista, pero esta ahí: El Evangelio de Cristo.
“Pablo dice lo siguiente en el versículo 24...
Acts 20:24 RVR60
24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
Pablo define la meta de su “carrera” y el propósito de su “ministerio” simplemente como “dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.”
Pablo era un Apóstol de Cristo, enviado a los gentiles para predicar a Cristo. Pablo pudo hacer muchas cosas, pero si no predicó el Evangelio, no hizo nada.
“Pablo afirma esto cuando le escribe a la Iglesia en Corintio...”
1 Corinthians 9:16 RVR60
16 Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!
Predicar el Evangelio no era una opción para Pablo, era una necesidad. Mas que una necesidad, era una obligación pues “¡ay de mí si no anunciare el evangelio!”
Y ciertamente esto fue lo que hizo Pablo en Jerusalén.
Lo interesante del caso es que, el propósito principal de Pablo ir a Jerusalén, no era predicar el evangelio.
Pablo no emprendió un viaje misionero a Jerusalén.
Ya había una Iglesia establecida en Jerusalén. La “Iglesia Madre”.
Podemos afirmar que Jerusalén ya había sido evangelizada.
Sin embargo, esto no detuvo a Pablo de predicar el Evangelio. En cada instancia y en cada oportunidad que se le presentó a Pablo, el predicaba el Evangelio.
Estas "oportunidades” no eran conversaciones en el parque, o invitaciones a predicar en otra iglesia.
Estas “oportunidades” se presentaron delante de multitudes enojadas procurando asesinarlo, compadeciendo ante tribunales penales por crímenes que no cometió, y durante largos periodos de encarcelamiento.
Pero no dejaron de ser oportunidades.
“Muchas veces, las mejores “oportunidades” que tenemos para testificar de Cristo, no son aquellas “oportunidades” que buscamos, sino aquellas que vienen a nosotros. Y vienen a nosotros “envueltas” en pruebas y tribulaciones, lagrimas y tribulación.”
No hay un testimonio más fiel y más poderoso, que aquel que es proclamado en medio de la aflicción.
No hay Evangelio más atractivo que aquel al que nos aferramos en la noche más sombría.
“Hermanos, no desperdiciemos nuestros sufrimientos. Testifiquemos como Cristo es nuestra única esperanza.”

El Costo de Subir a Jerusalén

El Espíritu Santo reveló que Pablo debía subir a Jerusalén. También reveló que había un precio por pagar.
Pablo desconocía lo que Dios había preparado para el en Jerusalén.
Pero, mientras más Pablo se acercaba a Jerusalén, más evidente era su destino.
Los Cristianos en Cesarea (incluyendo a Felipe, el Evangelista):
Acts 21:10–14 RVR60
10 Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, 11 quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles. 12 Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. 13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. 14 Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.
Es importante señalar que, el Espíritu Santo no esta prohibiendo que Pablo suba a Jerusalén. Solo le esta advirtiendo a Pablo lo que le espera.
Son sus compañeros y hermanos en la fe que imploran a Pablo que no vaya a Jerusalén.
Ellos estaban interesados en preservar la vida de Pablo. Mientras que Pablo estaba interesado en preservar su obediencia a Dios.
Vemos un cuadro similar entre Jesus y Pedro, cuando Jesus anuncia su muerte (Mt. 16:21-23).
“En cualquier instancia, Pablo subió a Jerusalén, y la profecía de Agabo se cumplió. Y todo lo que sus compañeros temían, sucedió. Cualquiera de nosotros hubiera mirado a Pablo, y le hubiera dicho: “Te lo dije”. Pero la confirmación de Dios era todo lo que Pablo necesitaba. Y Dios avaló la obediencia de Pablo.
Estando Pablo preso en la fortaleza romana, Dios le dice lo siguiente:
Acts 23:11 RVR60
11 A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.
Noten la expresión del Señor: “Ten ánimo, Pablo.
Independientemente de que Pablo había sido obediente a la dirección del Espíritu Santo, vemos que fue el mismo Espíritu Santo quien lo llevo a Jerusalén.

El Precio lo Fija Dios Fija

Es fácil leer los acontecimientos que tomaron lugar en Jerusalén, una vez que Pablo llegó, y pensar que todo esto fue obra de los Judíos o los Romanos. Pero la realidad del caso es que, ¡fue Dios quien llevo a Pablo a Jerusalén en primer lugar!
Dios habría de tomar a uno de sus siervos más fieles, y lo posicionaría justo en el “boca del lobo”.
Dios tomó a uno de sus mejores misioneros, y lo confinó a una cárcel.
Dios tomó a uno de sus mejores predicadores, y lo limitó a pequeñas audiencias.
Dios privó a la Iglesia, de uno de sus Apóstoles más provechosos.
¡Y esto nos perturba! Porque no es la imagine del Dios que hemos “creído, o por lo menos del que queremos creer.
Si soy obediente a Dios, y hago todo lo que Dios pide de mi, ¿no debe Dios bendecirme?
Si vengo a la Iglesia, y trato de ser una buena persona, ¿no debe Dios evitar que cosas malas me pasen?
Si amo a mi esposo(a), y trato de respetarlo(a), ¿no debe Dios mejorar mi matrimonio?
Si soy honesto y diligente en mi trabajo, ¿no debe Dios prosperarme?
La respuesta a estas preguntas es simplemente no. Dios no nos debe nada, y todo lo que podemos darle, ya le pertenece.
“Dios no esta interesado en resolver tus problemas, darte un matrimonio feliz, o en prosperarte económicamente, más que hacer de Cristo tu mayor anhelo, tu mayor gozo y tu mayor satisfacción.
Y si Dios debe afligirnos, y debe quebrantarnos, y debe humillarnos para cumplir este propósito, El lo hará.
“Cristo no es el medio para llegar a lo que anhelamos. Cristo es el fin que anhelamos.”
¿Y que quiso Dios demostrando con Pablo?
Que la Iglesia no dependían de Pablo.
Que las misiones no dependían de Pablo.
Que la predicación de la Palabra de Dios no dependía de Pablo.
“Dios todavía tenía otros propósitos con Pablo. Es evidente por estos versículos (Hechos 21:10-14) que Dios había enviado a Agabo, más por causa de los compañeros de Pablo (y nosotros), que por causa del mismo Pablo. Pablo habría de sufrir y, eventualmente, morir por causa de Cristo, pero Dios no iba a permitir que el testimonio de Pablo muera con el. Su testimonio nos sirve, incluso hasta el día de hoy, como un estimulo y un desafío.

El Precio es Nuestra Vida

Dios le había preparado cárceles y tribulaciones a Pablo en Jerusalén. Pero esto no perturbaba a Pablo. Todo lo contrario, Pablo aparece resuelto en padecer lo que sea necesario por el nombre de Cristo (Hechos 21:13).
¿A qué se debe esto?
Por una parte, Pablo ya era un Cristiano experimentado. Pablo sabía que, ningún cristiano es útil para Cristo, si primero no ha sido refinado por el fuego del sufrimiento.
Por otra parte, Pablo ya había renunciado a su vida. Pablo no escatimaba su vida como algo a que aferrarse porque lo único digno de aferrase, era Cristo.
Pablo no consideraba su vida como un fin en sí mismo. Porque el eje de su vida, había sido reposicionado.
¿Cuál es el eje donde gira tu vida? - Citando Ejemplo de Tim Keller.
Dinero.
Reputación.
Relaciones.
¿Qué sucede cuando pierdes tu eje? Tu vida colapsa.
Permite hacerte una pregunta: ¿Qué es aquello a lo que más temes? ¿Qué es lo peor que te pueda pasar?
Aquel “eje” sobre el cual gira nuestra vida, es aquello que más tememos perder. No podemos concebir nuestra vida sin eso.
¿Cual era el “eje de Pablo? Honrar a Cristo
Acts 20:24 RVR60
24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
Acts 21:13 RVR60
13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.
“La mirada de Pablo no estaba fijada en este Mundo, sino en el Cielo. Mas aun, su mirada no estaba fija en sí mismo, sino en Cristo.”

El Precio no se Paga Solo

“Permítanme agregar una cosa más, antes de seguir adelante.”
Pablo debía subir a Jerusalén. Pablo debía pagar el precio de ir a Jerusalén. Pero Pablo no debía ir solo.
En ningún momento del relato, Pablo se había encontrado solo.
En cada instancia, en cada momento, Pablo estaba acompañado.
Acts 20:36–38 RVR60
36 Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos. 37 Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban, 38 doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco.
Acts 21:5–6 RVR60
5 Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos.6 Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas.
Acts 21:8 RVR60
8 Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él.
Acts 21:16–17 RVR60
16 Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos. 17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo.
Aun los hermanos en la Iglesia de Roma, los cuales Pablo no había conocido, intercedían en oración por Pablo.
Romans 15:30–31 RVR60
30 Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios, 31 para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta;
Aún el Apóstol Pablo, con toda sus revelaciones y visiones de Cristo, dependía de las oraciones y comunión de los santos.
“Tu y yo, si vamos a ser obedientes al Señor, si vamos a encarar nuestra ‘Jerusalén’, debemos rodearnos de una comunidad de creyentes.”
Necesitamos hermanos que se preocupen por nuestro bienestar físico, y espiritual.
Necesitamos hermanos como los compañeros de Pablo, que traten de persuadirnos, por amor a nosotros, pero que al final diga: “Hágase la voluntad del Señor”, por amor a Cristo (Hechos 21.14).

La Promesa de Subir a Jerusalén

Hemos considerado mucho el viaje de Pablo a Jerusalén. Pero la realidad es que Pablo no fue el primero, ni el más importante “Apóstol” en subir a Jerusalén.
El Libro de los Hechos es en realidad el segundo tomo de los escritos de Lucas, siendo su Evangelio el primer tomo.
Nuestro texto de esta mañana comparte mucha similitud con otro relato en el Evangelio de Lucas.
Luke 18:31–33 RVR60
31 Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. 32 Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido. 33 Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
La palabra “Apóstol” significa “enviado”. En este sentido de la palabra, Cristo fue el Primer Apóstol, pues fue aquel enviado por el Padre, a una humanidad perdida.
Cristo no solo vino a predicar el Evangelio de la Gracia de Dios.
“Cristo no nos invita a ir, a ningún lugar al que Él no haya ido antes. Esto es aterrador y alentador al mismo tiempo.”
Jesus nos invita a subir a Jerusalén y al tiempo que nos pregunta: ¿qué es lo peor que puede pasar?
¿Vas a ser entregado en las manos de tus enemigos? Yo tambien fui entregado en las manos de mis enemigos.
¿Vas a ser burlado y humillado? Yo tambien fui burlado y humillado.
¿Vas a ser maltratado? Yo tambien fui maltratado.
¿Vas a ser insultado y menospreciado? Yo tambien fui insultado y menospreciado.
¿Vas a ser herido? Yo tambien fue herido.
¿Vas a s morir? ¡He aquí yo también morí, y al tercer día resucité!
¡Qué es Jerusalén, si no más que una avispa sin aguijón! ¡Qué es Jerusalén, si no más que una sepulcro sin ataduras!
“A diferencia de Pablo, Cristo padeció todo esto solo. Sus discípulos lo abandonaron. Su Padre volteó la mirada. Y la carga de todos nuestros pecados, reposó sobre sus hombros. Cristo experimentó el rechazo y la soledad, para que tu y yo nunca tengamos que sentirnos solos o rechazados.”
Aquel quien murió y resucitó en “Jerusalén”, es aquel que te invita a morir y resucitar con Él.

Conclusión

Si lo peor esta por venir, si tus peores miedos están a la puerta de tu vida. ¿Estas dispuesto a decir como dijo el Apóstol Pablo?
Acts 20:24 RVR60
24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
Oración.-
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