Primer Domingo de Cuaresma

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Introducción
El inicio de la Cuaresma el año pasado marcó el inicio de la pandemia, el bloqueo de casi todas las actividades laborales y comunitarias. ¡El mundo ha cambiado desde el año pasado a la fecha! Hemos perdido muchos amigos, muchos han perdido sus trabajos, encontrándose en condiciones de vida mucho más difíciles que antes. En este año hemos escuchado mucho sobre la "cuarentena": muchos de nosotros hemos tenido que observar estrictamente los tiempos de autoaislamiento, contando los días para poder salir.
Incluso en la vida de la comunidad cristiana en los últimos meses ha cambiado mucho: han disminuido las celebraciones y los encuentros; algunos han redescubierto la cercanía de Dios en su vida, otros han abandonado una práctica que a estas alturas decía muy poco a su vida. Compartimos con todos la gran crisis que está poniendo a prueba a la humanidad, rogando al Señor que nos ayude a superarla con toda la inteligencia y generosidad de que somos capaces.
Pues bien, la Iglesia nos invita en estos días a iniciar otra "cuarentena": la de "Cuaresma" (desde el "cuadragésimo día" antes de Pascua), es decir, el camino que nos prepara para celebrar la Pascua de Jesús, su superación de la muerte por medio de la fidelidad. Este tiempo recuerda los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto.
Jesús en el desierto
Los evangelistas nos dicen que Jesús, antes de empezar a anunciar que "el Reino de Dios está cerca", vivió dos experiencias muy fuertes y conectadas: la del "bautismo" y la de las "tentaciones".
Sin embargo, cada evangelista lo hace de un modo particular. Cada uno de ellos subraya algunos elementos para darnos una perspectiva precisa e invitarnos a vivir una experiencia. Marcos, el evangelio que leemos durante este año litúrgico, se distingue de los otros dos, que nos hablan de las tentaciones de Jesús en el desierto por estas características: 1) Es el más breve de los tres, pues no menciona las tres tentaciones a las que Jesús es sujeto, 2) con lo anterior pone el énfasis en tres elementos, el Espíritu, los 40 días en el desierto y las tentaciones.
El Espíritu.
Marcos es el único que usa la expresión “el Espíritu empujó a Jesús al desierto”. Después de haber sentido al Espíritu del Padre entrando en él renovando su conciencia de Hijo amado, ese mismo Espíritu empuja a Jesús al desierto.
El verbo usado es fuerte, implica una especie de urgencia. ¿Qué quiere decir esto, puesto que por la continuación del evangelio sabemos qué le espera a Jesús: la lucha con el demonio. ¿Por qué el Espíritu no lo empuja inmediatamente a comenzar su ministerio?
La primera cosa que debemos notar es que esta no es la primera vez que aparece el Espíritu en el evangelio de Marcos. Ya antes hemos leído que Juan el Bautista anuncia la llegada de uno que “les bautizará con Espíritu Santo (Mc 1:8) y que este mismo Espíritu bajó a Jesús durante su bautismo, revelando su filiación divina.
Jesús es aquél que va a bautizar en el Espíritu porque posee el Espíritu en plenitud, pues es el hijo predilecto del Padre. El hecho de que sea el Espíritu que lo empuja indica que ir al desierto entra en el plan del Padre, tiene que ver con su ser “el hijo amado del Padre” aquel en el que el Padre se complace. El desierto, de alguna manera, es el lugar donde Jesús va a mostrar qué significa ser ese hijo amado que complace al Padre.
El texto nos va a explicar cómo esa demostración se da, haciendo referencia indirecta a dos hijos amados de Dios que han aparecido antes y que no estuvieron a la altura: Adán e Israel.
Cuarenta días en el desierto
La conexión entre el desierto y el número cuarenta nos lleva inmediatamente a otra historia de la Biblia: la del pueblo de Israel que huye de Egipto (donde eran esclavos) en dirección a una tierra que Dios les mostrará (donde podrán vivir libres). Para comprender la breve escena de Jesús en el desierto, es necesario mirarla con el libro del éxodo (el segundo libro de la Biblia) de fondo. Para la Biblia, el desierto es el momento de la prueba y la educación, donde Dios lleva a su pueblo a "conocer lo que hay en su corazón". En el desierto, un lugar donde la vida está amenazada por la falta de comida y agua y por el peligro de los animales, el hombre es devuelto a su pobreza, experimenta no poder sobrevivir con sus propias fuerzas. Necesita absolutamente ayuda.
Y esto sucede por cuarenta días. El número cuarenta posee un carácter simbólica en la Biblia que indica una experiencia completa, plena. P. ejemplo la vida de Moisés (40 años en Egipto, 40 años en Madián y 40 años en el desierto), los 40 años del pueblo en el desierto, 40 días del diluvio, 40 días del anuncio de Jonás...
Jesús permanece 40 días en el desierto para indicar que tuvo una experiencia completa, plena, como la de su pueblo en el desierto. Que experimentó plenamente la dependencia de su Padre y le fue fiel de forma absoluta.
La tentación
En el desierto está la prueba. Ahí aparece Satanás (quien en la Biblia es el adversario de Dios), el que suscita en el corazón la duda sobre la protección y el cuidado de Dios por los suyos. Durante el viaje por el desierto muchas veces el pueblo de Israel escuchó la voz de satanás, lamentó las cebollas de Egipto (a pesar de la esclavitud) y se quejó de las pruebas que tuvo que atravesar.
Jesús también se va al desierto. Tomando nuestra carne, nuestra frágil condición humana, pasó por muchas pruebas. Como nosotros, experimentó miedo ante la debilidad y la muerte en todos los días de su vida. Experimentó la tentación de escuchar a Satanás, es decir, de no confiar en Dios (quien promete cosas que no se cumplen de inmediato) y de trabajar duro para asegurarse a sus expensas alguna salida del peligro de muerte. Varias veces el Evangelio de Marcos nos presenta a Jesús puesto a prueba por los fariseos, que querían ponerlo en jaque para acusarlo. Si bien no logran hacerlo, pronto deciden que deshacerse de Él. El epílogo del evangelio habla de la realización de este plan de muerte, en el que, sin embargo, Dios inscribe un plan de vida.
Así, las tres líneas del texto de Marcos nos dan una clave para leer todo el Evangelio, la buena noticia: el Hijo de Dios es puesto a prueba, pero su corazón permanece fiel al Padre. A diferencia de Israel, que cede a la tentación de hacerse ídolos a los que atribuir la esperanza de su propia supervivencia, Jesús rechaza los ídolos, se entrega a Dios. Este es el significado del breve comentario simbólico de Marcos sobre la tentación de Jesús: estaba con las fieras y los ángeles le servían ”.
En nuestra vida
También debemos notar la prioridad del Espíritu: hemos recibido al ES en el bautismo recibido de Jesús. Él es quien nos revela nuestra naturaleza de hijos adoptivos del Padre. Nuestra vida, como la de Jesús está guiada por el ES y es Él que nos empuja a hacer la experiencia del desierto, experiencia intimidad, gratuidad y dependencia del Padre. No nos empuja a la tentación, pero sabe que la tentación es parte de la vida, e inevitable para poder mostrar nuestra filiación divina.
Esos 40 días representan una experiencia completa, la experiencia de toda una vida.
Nadie puede evitar la prueba en la vida; vienen para todos los momentos en los que aceptamos nuestra debilidad y fragilidad, y tenemos que decidir en quién confiar: Dios, que nos dice en nuestro corazón que somos hijos amados y nunca nos abandona, ni siquiera en la muerte; o confiar en Satanás, que nos dice que todo es mentira, que al final estaremos solos y por eso es mejor usar todos los recursos, incluso contra los demás, para mantenernos en pie.
Conclusión: Cuaresma
La Iglesia nos propone la "cuarentena" de la Cuaresma para combatir el virus de la desconfianza, la sospecha, el individualismo. Como vacunas nos ofrece: el diálogo con el Señor (oración), la relativización de las cosas (ayuno), la mirada hacia los necesitados (limosna). Este camino puede ayudarnos a comprender “lo que tenemos en nuestro corazón”, a imitar a Jesús que confió en Dios hasta el final.
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