Cuerpo alma y espiritu

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Cuerpo, alma y espíritu 

SECCIÓN 1

La mayoría de nosotros desearíamos saber qué sucederá en el futuro. Dentro de ciertos cír­culos, son populares los que alegan poder pre­decir el futuro. Cuando leemos un libro de sus­penso y nos entra la ansiedad por saber cómo terminará, a menudo saltamos hasta el final del libro para saber lo que pasó. A la mayoría de nosotros nos gustaría saber qué es lo que suce­derá después de la muerte. Las buenas nuevas es que podemos, en cierta forma, ir hasta las últimas páginas, y leer acerca de lo que sucederá cuando salgamos de esta vida. Dios no ha dado a conocer todo lo que podríamos querer saber, pero sí ha dado a conocer lo suficiente, acerca de los eventos que siguen a esta vida, como para decirnos que seremos llevados al más grande drama de nuestras vidas, cuando atra­vesemos las puertas de la muerte.

Aunque “los que viven saben que han de morir” (Eclesiastés 9.5), no sabemos cuánto tiempo viviremos. Nos pasamos la mayor parte del tiempo preparándonos para la vida, la cual, sabemos que es incierta, mientras nos pasamos poco tiempo preparándonos para la muerte, la cual sabemos que es cierta.

¿Por qué deberíamos estar interesados en la muerte o estar inquietos acerca de lo que sucede cuando morimos? ¿A qué se asemeja la experiencia de la muerte? ¿Cómo nos afecta? El comprender las respuestas a estas preguntas puede influenciar nuestra visión de la muerte, darle forma a nuestras actitudes hacia la muerte (tanto la nuestra como la de los demás), darnos esperanza, afectar la manera como vivimos, y motivarnos a prepararnos para la muerte.

En esta sección, consideraremos nuestra naturaleza mortal, nuestra composición, lo que sucederá en el momento de la muerte, la seguridad de que hay vida después de la muerte, y el estado intermedio de los muertos, o sea, la existencia del hombre entre la muerte y la resurrección.

Los seres humanos diferimos de los animales en que nosotros podemos reflexionar acerca del pasado, relacionarlo con el presente y con el futuro, y podemos preguntarnos acerca de la posibilidad de que haya vida después de la muerte. Al juntar la información disponible, podemos suponer que la vida tiene un propósito y que algún tipo de existencia nos espera después de que esta vida haya terminado.

NUESTRA HERENCIA

La muerte entró al mundo a causa del pecado (Gén.3:17–19; Romanos 5.12;. 1 Corintios 15.22). Ésta fue el castigo contra Adán y Eva por haber escuchado a la serpiente que perpetró la mentira del diablo (Juan 8.44), cuando le dijo a Eva: “No moriréis” (Génesis 3.4). La muerte espiritual (Romanos 6.23;. 1 Timoteo 5.6; Santiago 1.15) ocurrió cuando todos pecaron, y la muerte física comenzó porque Dios quitó el árbol de la vida, de en medio de ellos (Génesis 3.22,23). Esto fue lo que Dios le dijo a Adán: “pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3.19).

La advertencia que Dios les hizo a Adán y Eva cuando le dijo a aquél, “ciertamente morirás”, es también válida para todos los descendientes de ellos. Aunque está escrito, “está establecido para los hombres que mueran una sola vez” (Hebreos 9.27), no tenemos necesidad de una revelación divina para conocer esta verdad. Desde el momento en que ocurrió la primera muerte (la muerte de Abel; Génesis 4.8) hasta la fecha, la muerte ha sido el fin esperado de todos. Las únicas excepciones han sido las de Enoc (Génesis 5.24; Hebreos 11:5) y Elías (2 Reyes 2.11), los cuales fueron llevados directo al cielo.

Dado que somos seres inquisitivos, es lo más natural que nos preguntemos: “¿Qué sucede cuando morimos? ¿Hay algo en nuestra composición que sobrevivirá a la muerte del cuerpo? ¿A qué nos asemejaremos después de ello? Ê ¿En­traremos a otra esfera de la realidad, a otra existencia más allá de las puertas de la muerte? Si así es, ¿a qué se asemejará tal existencia?”.

NUESTRA NATURALEZA MORTAL

La Biblia nos enseña que —en contraste con Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo, quienes poseen inmortalidad (1 Timoteo 6.15,16; véase también .1 Tim.1.17 — nosotros somos mortales. Nótese las siguientes ref erencias a nuestra condi­ción de mortales tal como se ex­presa por medio de la palabra del griego, thnetos: 1) “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mor­tal” (Romanos 6.12); 2) Cristo “vi­vificará también vuestros cuerpos mortales” (Romanos 8.11); 3) “Es necesario que... esto mortal se vis­ta de inmortalidad” (1 Corintios 15.53); 4) “cuando... esto mortal se haya vestido de inmortalidad”(1 Corintios 15.54); 5) “carne mortal” (2 Corintios 4.11); y 6) “que lo mortal sea absorbido por la vida”

(2 Corintios 5.4). La palabra “mor­tal”, en cada una de estas refe­rencias, alude al cuerpo, la parte carnal del hombre. Aunque no se contempla en .1 Corintios 15:53-54, es evidente, según el contexto, que aquello a lo cual Pablo se ref ería como “mortal” y “corrup­tible” es el cuerpo. Anteriormente había declarado, “Se siembra un cuerpo perecedero, se resucita imperecedero” (1 Corintios 15.42b; NVI) y, “Se siembra cuerpo ani­mal, resucitará cuerpo espiritual” (1 Corintios 15.44a).

Nuestros cuerpos resucitados serán inmortales (1 Corintios 15.53-54), lo cual significa que son mortales en el estado actual. Lo que la Biblia llama mortal es a nuestro cuerpo actual, no a nuestro ser interior.

NUESTRA COMPOSICIÓN

Nuestras actitudes hacia nuestra composición, por lo general influencian nuestros criterios acerca de lo que ocurrirá cuando muramos. Si creemos que nuestros cuerpos son todo lo que somos, puede ser que creamos, por lo menos mientras estemos en el cuerpo, que la muerte es el fin de nuestra existencia. Por otro lado, si creemos que nuestros cuerpos son sólo un aspecto de nuestra composición, puede ser que creamos que continuaremos exis­ tiendo en alguna forma, aún después de que nuestros cuerpos mueran.

Dios nos hizo de la manera que somos: “Y creó Dios al hombre a su imagen,...” (Génesis 1.27). Si sólo fuéramos cuerpo y ese cuerpo fuera a la imagen de Dios, entonces, de alguna manera seríamos físicamente semejantes a Dios. Si así fuere, ¿sería Dios como un hombre o como una mujer? Siendo Dios Espíritu (Juan 4.24), ¿tendrá él boca, dientes, estómago, piernas, y el mismo cuerpo físico que necesitamos para poder vivir en este planeta?

Esto fue lo que Pablo escribió con respecto al cuerpo: “Y así como hemos traído la imagen del terre­nal, traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15.49). Si es que nuestros cuerpos tienen la imagen del terrenal ahora, y des­pués tendrán la del celestial, en­tonces no tienen la imagen del ce­lestial ahora. Tendremos la imagen del celestial cuando seamos resu­citados. Cuando Dios creó al hom­bre a su imagen, el cuerpo no es lo que fue creado a la imagen de Dios; de otra manera, tendríamos ya “la imagen del celestial”. Dado que Dios es Espíritu, entonces el espí­ritu del hombre debe ser el que lleve la imagen de Dios. Esto su­giere que cada persona tiene un espíritu que lleva la imagen de su Creador.

Pablo nos describe como seres con cuerpo, alma y espíritu (1 Te­s.5.23). La palabra de Dios puede partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos (Hebreos 4.12). Si éstos pueden ser partidos, entonces no deben ser lo mismo.

Por esta razón debemos llegar a la conclusión de que somos “tricótomos”, estamos compuestos de tres partes. De la misma manera que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Mateo 28.19) constituyen un Dios (Juan 10.30), los tres —el cuerpo, el alma y el espíritu— constituyen un ser, la composición entera de lo que somos.

A veces, puede ser que tengamos dificultad al tratar de distinguir entre el alma y el espíritu. No obstante, esto no significa que no haya diferen­cia entre ellos. Algunos han llegado a la conclusión de que no tenemos almas morando en nuestros cuerpos, sino que, el “alma” es la persona completa

—incluyendo tanto al espíritu, el cual es el aliento o energía vital, como al cuerpo.

La cuestión se ha complicado porque las pala­bras que se traducen como “alma” se refieren por lo general a la vida o a aquello que vive. Entre los vivientes se incluye a los animales (“seres vi­vientes”; Génesis 1.20,21,24), al hombre (“ser viviente”; Génesis 2.7), y a la persona interna (la cual es referida de varias maneras tales como: “yo”, “el alma” de ella, “vuestras almas”, “tu alma”, y “su alma”; Génesis 27.4; 35.18; Levítico 16.29; Lucas 12.20; Jueces 16.16. Otra complicación surge porque la palabra “espíritu” significa, fuerza invi­sible, ya sea que la constituya el viento, el espíritu o el aliento.

El cuerpo

El cuerpo es la parte mortal de nuestra com­posición y en las Escrituras se le refiere de varias maneras, tales como: “cuerpo mortal” (Romanos 6.12), “carne mortal” (2 Corintios 4.11), “nuestro hombre exterior” (2 Corintios 4.16) y “morada terrestre” (2 Corintios 5.1). Nuestros cuerpos son la moradas terrestres de carne en las cuales vivimos. Por medio de ellas tenemos nuestra existencia física.

El alma

La palabra del hebreo, nephesh y la palabra del griego, psuche, las cuales se traducen como “alma”, pueden tener varios significados. El contexto por sí solo puede determinar cómo deberían ser tra­ducidas. La versión King James traduce la palabra nephesh de veintinueve formas diferentes.1 Psuche, el equivalente en griego de nephesh, se traduce en la King James, también de varias formas.2

Los términos que se traducen como “alma” se usan para una entidad distintiva, como la de una persona completa (1 Pedro 3.20). El mismo término puede referirse a la vida (Mateo 6.25) o a la persona interna (Mateo 10.28), con sus funciones espirituales —incluyendo las emociones (Marcos 14.34;Juan 12:27;), la razón (Lucas 12.19) y la adoración (Lucas 1:46;). Aun Dios se refiere a su alma (Mateo 12.18; Hebreos 10.38).

El espíritu

En la Biblia, la palabra ruach, del hebreo, y la palabra pneuma, del griego, las cuales se traducen más frecuentemente como “espíritu”, se refieren a lo que no parece material, ya sea al viento

1 Nota del traductor: El autor no ofrece el dato que corresponde a la versión Reina-Valera por razones obvias, sin embargo, el que corresponde a la King James es ilustrativo de la variedad de formas como se ha traducido esta palabra del hebreo.

2 Nota del traductor: Esta apreciación que hace el autor sobre la King James es también válida para la Reina Valera.

       VARIAS MANERAS COMO SE TRADUCEN NEPHESH Y PSUCHE EN LA KING JAMES

             Original Forma como se traducen Número de veces
que ocurre
 
Ejemplo
1. nephesh (Hebreo) “alma” 428 Génesis 2:7
  “vida” 116 Génesis 9:4
  “mente” 15 Génesis 23:8
  “corazón” 15 Éxodo 23:9
  “persona” 30 Génesis 14:21
  “uno mismo” 19 Levítico 11:43
  “criatura” 9 Génesis 1:21
  “cuerpo” 7 Levítico 21:11
  “deseo” 5 Eclesiastés 6:9
  “placer” 4 Deuteronomio 23:24
  “voluntad” 4 Salmos 27:12
  “codicia” 2 Éxodo 15:9
2. psuche (Griego) “alma” 58 Mateo 10:28
  “vida” 40 Mateo 2:20
  “mente” 3 Hechos 14:2
  “corazón” 1 Efesios 6:6

Nota del traductor: Dado que este estudio fue hecho con base en la versión King James, es obvio que los resultados serían distintos si el mismo se le hiciera a otras versiones de la Biblia.


(Génesis 8.1; Juan 3.8), al aliento (Génesis 6.17), a seres espirituales (Zacarías 6.5; Juan 4.24; Hebreos 1.14), a cualidades internas (Éxodo 28.3;. 1 Corintios 4.21), o a espíritus humanos (Génesis 45.27;.1 Cor.2.11).

El espíritu es diferente al alma. El término “alma” se puede referir a una persona completa (incluyendo el cuerpo y el espíritu), a la vida, y al ser interno (en contraste con el hombre externo, el cuerpo; .2 Corintios 4.16). El espíritu, aquella parte de la persona la cual es marcadamente diferente del cuerpo material, es aquella parte de nosotros que es semejante a la composición no material de Dios (Juan 4.24), la cual nos es dada por Dios cuando somos concebidos (Eclesiastés 12.7; Zac.12.1; Hebreos 12.9).

Nuestros cuerpos son la parte material, animal, de nosotros, la cual es nuestra identificación con este actual estado terrenal. La palabra “alma” por lo general se refiere a la persona que vive en el cuerpo: “usted” o “yo”. Mientras estemos en la carne, nuestros cuerpos son nuestras moradas terrestres. Cada alma viviente tiene un cuerpo, la parte material, y un espíritu, la parte invisible, no material, a la imagen de Dios, de la composición humana. Si nos referimos al cuerpo solamente, no estamos hablando del alma ni del espíritu. Si nos referimos al espíritu, no estamos hablando acerca del cuerpo. Si nos referimos al alma, podemos estar dando a entender el “usted” o el “yo” completo —la persona interna que vive en el cuerpo (2 Co­r. 4:16). Toda persona tiene un cuerpo, pero nosotros no somos solamente cuerpo. Cada uno de nosotros tiene un espíritu, pero somos más que espíritu. Podemos ser llamados almas, seres vi­vientes, o se puede decir de nosotros que tenemos almas, seres vivientes, dentro de nuestros cuerpos materiales.

CONCLUSIÓN

La composición humana incluye tres partes: cuerpo, alma, y espíritu. Debido a esto, la muerte del cuerpo no será la muerte del alma y del espíritu que están dentro de cada uno de nosotros. Nuestras funciones físicas cesarán al morir, pero el alma y el espíritu seguirán existiendo fuera del cuerpo.

El castigo de los impíos

“Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras; vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo,” (Romanos 2:5-9;

A la vez que deseáramos que lo placentero de la vida nunca terminara, también deseáramos que el dolor cesara inmediatamente. Lo que es placentero y de disfrute no es castigo. La retribución por hacer lo malo se puede administrar solamente por medio del hacernos sufrir las cosas que nos resulten desagradables. Si lo que Dios dice que hará parece doloroso, eso es lo que debe esperarse. ¿De qué otra manera podría Dios castigar al hombre pe­caminoso?

 ¿A QUÉ SERÁ SEMEJANTE EL CASTIGO? Como ya lo establecimos, la Biblia enseña que el castigo de los impíos será para siempre. No podemos imaginar cómo será el “castigo eterno” (Mateo 25.46).

 ¿Será aniquilación? Hay quienes enseñan que nadie será castigado eternamente. Éstos creen que el “castigo eterno” significa que los desobedientes serán aniquilados. Creen que el dejar de existir es el castigo eterno. Basan su doctrina en versículos que expresan que los impíos serán destruidos o recibirán destrucción eterna (Mateo 10.28). La palabra del griego, apollumi, la cual se tra­duce como “destruir” en Mateo 10.28, también se traduce como “perecemos” (Mateo 8.25) y como “perdido” (Lucas 15.4, 6). Los odres a los cuales Jesús aludió en Mateo 9.17 serían arruinados, pero no aniquilados; y la oveja, la moneda y el hijo que estuvieron perdidos (apollumi) fueron encontrados (Lucas 15.6, 9, 24). Jesús vino “a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19.10), y él prometió que “el que [perdiera] su vida por causa de [él], la [hallaría]” (Mateo 10.39). Lo que ha sido aniquilado no puede ser encontrado o salvado. En todo contexto conclusivo, la palabra apollumi significa “estar perdido”, “arruinar”, “perecer” o “destruir”, pero no puede significar “ser aniquilado”. Los impíos continuarán siendo castigados sin fin, por toda la eternidad: “Y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo ni de día ni de noche” (Apocalipsis 14.11). La misma descripción se hace en Apocalipsis 20.10 del castigo para el diablo, la bestia y el falso profeta, quienes habían sido echados al lago de fuego anteriormente, en Apocalipsis 19.20. Si el lago de fuego aniquilara a los que son echados en él, la bestia y el falso profeta que habían sido echados anteriormente deberán estar incinerados para el tiempo que el diablo fuera echado en él, más de mil años después (Apocalipsis 20.2-3). Ellos estaban todavía en el lago de fuego y continuarían siendo atormentados allí “día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20.10).Los que rechacen la gracia de Dios bajo el nuevo pacto serán considerados como merecedores de un castigo peor que el que se administraba a los que en Israel violaron la ley de Moisés (Hebreos 10.29). Dado que la muerte era el peor castigo que se le daba al que violara la ley de Moisés, debe haber un castigo al cual temerle aún más que a la muerte. Ese castigo es el infierno.

¿Será real?

El infierno (del griego gehenna1) es un lugar real, el cual es mencionado exclusivamente por Jesús,2 excepto por una ref erencia en Santiago 3.6. La KJV ha confundido la cuestión al traducir tanto la palabra hades como la palabra gehenna como “infierno”. Una clara diferencia debe hacerse notar entre el Hades, el estado intermedio de los muertos, y el infierno, el lugar donde los impíos serán castigados.

La palabra gehenna fue aplicada primeramente a un barranco localizado al lado sur de Jerusalén el cual pertenecía a los hijos de Hinom. El lugar se había hecho abominable y odioso para Dios y los hombres, pues ciertos adoradores idólatras habían quemado a sus hijos allí.3 Así que, en los tiempos de Jesús, se había convertido en un lugar en el que se desechaba la basura de Jerusalén. Era un lugar maloliente, estaba infestado de gusanos y conti­nuamente echaba humo producto de continuos fuegos. La palabra gehenna fue usada por Jesús como una descripción precisa del lugar de castigo para los impíos.

Jesús aludió al fuego del Gehena como al de un horno (Mateo 13.42,50). Este fuego es eterno y no puede ser apagado (Mateo 3.12; 18.8; 25.41; Marcos 9.484). También dijo que el “gusano” no morirá. Si el fuego y los gusanos consumieran los cuerpos, entonces el fuego cesaría y los gusanos morirían por necesidad de algo más que consumir. Aunque puede ser que Jesús no estaba dando a entender que el fuego y los gusanos fueran literales, sí hizo uso de los términos que indicarían la naturaleza interminable del castigo.

Si el fuego no es literal, ¿por qué usó Jesús la palabra fuego repetidamente? Por otro lado, ¿cómo podría él describirnos, de una manera compren­sible, el castigo de las almas excepto por medio de términos concretos? Tal vez, también el cielo es descrito en términos concretos con el fin de transmitir su belleza. Jesús debió haber usado términos físicos para ayudarnos a comprender la fealdad del infierno.

1 La palabra Gehenna es una transliteración, al griego, de una palabra hebrea, la cual combina dos palabras de este idioma, ge, que significa valle, e Hinom, el nombre del propietario del valle.

2 Véase Mateo 5.22, 29-30;10:28;18:9,23:15,33; Marc.9.43,45,47; Lucas 12.5; Santiago 3.6.

3 Véase .2 Reyes 23.10; véase .2 Crónicas 28.3; 33.6; Jeremías 7.31-32; 19.6.

4 Véase Marcos 9.43; Lucas 3.17.

¿Qué clase de castigo será experimentado en el infierno? ¿Qué pueden esperar los desobedientes?

1)   A los que están siendo enviados al infierno se les dirá que se “aparten” (Mateo 7.23;25.41; Lucas 13.27). Serán separados de Dios.

2)   Los que estén en el infierno serán castigados por medio de estar excluidos de la presencia de Dios (2 Tesalonicenses 1.9). Esto puede indicar que Dios no los verá, ni los oirá, ni los ayudará.

3)   El diablo y sus ángeles, así como cada per­sona impía que haya vivido, estarán en el infierno (Mateo 25.41).

4)   El infierno es un lugar de tormento con fuego y azufre (Apocalipsis 14.10;20:10;21.8).

5)   Los que estén en el infierno continuarán siendo destruidos (2 Tesalonicenses 1.9).

6)   No se les permitirá entrar al reino eterno de Dios (1 Corintios 6.9; Gálatas 5.21).

7)   Estarán sufriendo la ira de Dios (Mateo 3.7; véase Romanos 2.5; 5.9; Efesios 5.6; Colosenses 3.6). Ésta será derramada pura (Apocalipsis 14.10).

8)   Estarán en la más completa oscuridad de afuera (Mateo 8.12; 22.13; 25.30;. 2 Pedro 2.17; Judas 13).

9)   Recibirán condenación (Marcos 16.16;Juan 5:29;. 2 Tesalonicenses 2.12;. 2 Pedro 2.3).

10)   Estarán en un estado de corrupción Galatas 6:8;.

11)   Sufrirán la venganza de Dios (Romanos 12.19).

La reacción de los que están siendo castigados es indescriptible: Estarán sufriendo tribulación y angustia (Romanos 2.9). Jesús dijo que habrá lloro y crujir de dientes, lo cual es descriptivo de un intenso dolor (Mateo 8.12; 13.42, 50; 22.13; 24.51;25.30; Lucas 13.28).

Todo lo que se dice acerca del infierno es horrorosamente malo; nada bueno se dice. Los que van a allí tendrán que asociarse por siempre con cada persona malvada que haya vivido como también ¡con el diablo y sus ángeles (Mateo 25.41)! No estarán nunca más con Dios ni con los justos. Vivirán en tinieblas para siempre. Dios, quien es luz, estará ausente. El sol, las galaxias, las estrellas y cada luz de nuestro universo no existirá. Sin Dios, ni estas luces, sólo habrá tinieblas.

¿HABRÁ GRADOS DE CASTIGO?

Dado que el castigo de Dios será severo, podríamos preguntar “¿Habrá grados de castigo?”. ¿Castigará Dios a una persona que haya vivido una “vida buena” pero que rechazó el evangelio de la misma manera que castigará a una persona inmoral que haya asesinado a alguien? ¿Haría esto un Dios justo? El razonamiento humano podría gritar “¡No!”, pero ello no prueba la forma como Dios actuará.

Algunas Escrituras indican que habrá grados de castigo. La declaración en el sentido de que los que adoraron la bestia “[beberán] del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira” (Apocalipsis 14.10), indica que no todos beberán la concentración completa de la ira de Dios. Sólo de los que adoraron la bestia se dice, en este versículo, que recibirán la concentración completa de la ira de Dios.

Con respecto a los líderes religiosos hipócritas de los judíos, Jesús dijo que éstos “[devoraban] las casas de las viudas, y por pretexto [hacían] largas oraciones. Éstos recibirán mayor condenación” (Marcos 12.40, véase también Mateo 23.14; Lucas 20.47). Si la “mayor condenación” no significa un castigo peor, entonces ¿qué significa?

En Lucas 12 Jesús contó una parábola acerca de un amo que encontró a su siervo golpeando a sus consiervos y embriagándose. Después de señalar que a este siervo se le asignaría un lugar entre los incrédulos, continuó de la siguiente manera:

Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá vv. Lucas 12:47-48

En estos pasajes, Jesús estaba enseñando sobre grados de castigo. ¿Debería aplicarse esta enseñanza al castigo eterno? Si así es, entonces sí habrá grados de castigo.

¿QUIÉNES IRÁN AL INFIERNO?

Se nos dice quiénes serán castigados. Pablo los describió como los de corazón endurecido y no arrepentido, los que son “contenciosos y no obe­decen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia”, y los que hacen lo malo (Romanos 2.5; 8-9). También escribió que en este grupo se incluye “a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1.8). Pablo dio varias listas de personas que no irán al cielo, lo cual significa que irán al infierno (1 Co­rintios 6.9; véase Gálatas 5.21; Efesios 5.5). Por las vidas que han vivido, el infierno será su morada eterna.

No sorprende que el Nuevo Testamento hable de temor. Esto fue lo que Pablo escribió: “Cono­ciendo pues el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (2 Corintios 5.11). Hablando de lo mismo, esto fue lo que Pedro escribió: “Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Pedro 1.17). Esto fue lo que Jesús dijo: “no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. Pablo también escribió lo siguiente: “Por lo tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2.12).

“El perfecto5 amor echa fuera el temor” (1 Jn 4.18), y el perfecto amor nos mantendrá obedientes (Juan 14.15, 21; .1 Jn 5.3). Deberíamos desarrollar los dos, el amor y el temor de Dios. Nuestro amor por Dios debería acercarnos a él para servirle, y nuestro temor de Dios debería movernos a respetarle lo suficiente como para hacer su voluntad (1 Pedro 1.17).

CONCLUSIÓN

Todo lo que se ha expresado debería ser suficiente como para convencernos de que no queremos ir al infierno. El infierno no fue diseñado para nosotros, sino para el diablo y sus ángeles. Debido a los problemas que él ha causado durante toda la historia del mundo, el diablo merece, por siempre y para siempre, el más caliente infierno que Dios pueda diseñar. No obstante, al decir esto, deberíamos darnos cuenta que los que no obedezcan a Dios, sino que siguen al diablo, merecen más que un simple regaño por sus pecados.

Nuestra más grande meta debería ser el llegar al cielo y escapar del castigo del infierno. El lugar más humilde del cielo, si es que el cielo tiene lugares humildes, es preferible, por toda la eter­nidad, al mejor lugar del infierno, si es que el infierno tiene un mejor lugar. Podemos evitar los horrores del infierno al vivir como Dios quiere que vivamos y al ayudarles a otros a prepararse para ir  al cielo

5 La palabra del griego que se traduce como “perfecto” es telios, la cual significa “maduro”.

El destino de los cielos y de la tierra

“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3.10).

Con la resurrección de todos los cuerpos de los muertos y con la salida de todos los vivientes de la tierra, ¿qué habrá de suceder con la tierra y los cielos que fueron creados? Muchos se preguntan acerca de las posibilidades: “¿Continuarán exis­tiendo los cielos y la tierra en el presente estado material?”; “¿Será renovada la tierra de manera tal que se convertirá otra vez en el paraíso original que existió antes del pecado de Adán y Eva?”; “¿Será transformada en un hábitat espiritual adecuado para los que han sido transformados en cuerpos espirituales?”; “¿Irá a ser destruida y pasará, para no existir nunca más en forma alguna?”.

Antes de que podamos comentar el destino de los cielos y de la tierra, debemos estar seguros de lo que se da a entender con estas palabras. La palabra “cielos” es la que se usa para traducir la palabra shamayim, del hebreo, y la palabra ouranus, del griego. La palabra “tierra” es la que se usa para traducir la palabra erets, del hebreo, y la palabra ge, del griego.

Las expresiones “el cielo”, “los cielos” y “el firmamento” son usadas en la Biblia para     referirse a tres esferas (2 Corintios 12.2): 1) la atmósf era que rodea a la tierra (Génesis 11.4; 27.28;1 Lucas 18.13); 2) el universo que fue creado y que contiene a todos los cuerpos celestiales (Génesis 1.1, 14-17; Salmos 19.1);2 y 3) la dimensión eterna, no material en la que mora Dios con sus ejércitos celestiales (Gén 28.17; Salmos 80.14; véase Isaías 66.1; Mateo 5.12).

La palabra “tierra” se usa más a menudo para referirse al planeta en el cual vivimos, o al material del cual éste está hecho, en el sentido de suelo o de terreno. No debe ser confundida con la palabra “mundo” (del griego “kosmos”), la cual usualmente se refiere a los habitantes de la tierra —incluyendo a la humanidad, las naciones y las organizaciones humanas— o a la pecaminosidad que a menudo caracteriza a este mundo. Un buen contraste entre “tierra” y “mundo” es el que se da en .2 Pedro 3.5,6. El “mundo”, el mundo inicuo antiguo, el que existió sobre la tierra en los días de Noé, fue destruido, pero no así la tierra, la que “[provino] del agua y por el agua” en el momento de la creación. Cuando el mundo con sus deseos pase (1 Jn 2.15-17), ¿Qué habrá de suceder a la tierra y a los cielos, al universo?

ARGUMENTOS EN CONTRA

Los que creen que la tierra no pasará, sino que, permanecerá para siempre, citan varios pasajes que parecen probar su argumento: Eclesiastés 1.4; Isaías 45.18; Mateo 5.5.

Para poder probar que la expresión “Biena­venturados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5.5) se refiere a una tierra en una era futura en lugar de la era presente, uno debe primero probar que la tierra permanecerá para siempre. Si se puede demostrar que la tierra pasará, entonces la anterior expresión debe referirse a la tierra de hoy día, o a un futuro estado de la tierra.

1 Véase también Génesis 7.23; 8.2.   

2 Véase también Hechos 2.19.

El argumento de que la tierra fue creada para ser “habitada” y que no fue creada “en vano” (Isaías 45.18) no prueba que nunca pasará. La creación de la tierra no ha sido un esfuerzo desperdiciado, pues está habitada y ha estado habitada por miles de años. Dado que este versículo no dice que la tierra estará habitada “para siempre”, él no prueba que la tierra no pasará.

Un pasaje que podría probar que la tierra no pasará es Eclesiastés 1.4, el cual dice lo siguiente: “Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece” (véase también Salmos 104.5). También a los cielos se les refiere como establecidos para siempre (Salmos 148.6). Si estos pasajes dan a entender lo que dicen, entonces la teoría de que los cielos y la tierra nunca serán destruidos es probada, y el caso cerrado; no obstante, la evidencia debe examinarse más de cerca.

Puede ser que estos versículos no enseñen la idea de una tierra y un cielo eternos. La palabra olam, del hebreo, traducida con la expresión “para siempre” (“por un tiempo indefinido”, según la Traducción del Nuevo Mundo la cual es usada por los Testigos de Jehová), no siempre significa “que nunca tiene fin”, pues se refiere a muchas cosas que han terminado o terminarán.3 Olam incluye, mayor­mente, la idea de “continuar existiendo” o “que resiste el paso del tiempo”, antes que la idea de “existir eternamente”. Es por esta razón que es necesaria mayor información para poder deter­minar si aquello a lo cual se alude continuará por un período de tiempo o si continuará por toda la eternidad. Usamos la expresión “siempre” de esa forma cuando decimos, “usted siempre está di­ciendo eso” o “él siempre está haciendo eso”. Con expresiones tales, no estamos dando a entender que estas cosas estarán diciéndose o haciéndose por toda la eternidad; en lugar de ello, lo que queremos dar a entender es que se dicen o se hacen continuamente.

En los siguientes pasajes, la palabra olam, la cual se traduce como “perpetuo”, “perpetua”, o “para siempre”, en algunas versiones, es obvio que no significa eternamente:

1)   El pacto de la circuncisión era olam (Génesis 17.7-8, Genesis 17:13,19), pero ya no obliga más (Gálatas 5.2,6; 6.15).

2)  La fiesta de la pascua era olam (Éxodo 12.14, 17, 24), pero no es una fiesta del nuevo pacto que deba ser celebrada por los cristianos.

3 Véase en la lección “La recompensa y castigo eterno” un mayor comentario sobre la palabra olam.

3)   Un esclavo hebreo servicial, o un esclavo no hebreo, había de servir a su señor olam (Éxodo 21.6; véase Levítico 25.45-46); no obstante, después de la muerte el esclavo estaba libre de su señor Job 3:19

4)  Los hijos de Aarón debían cuidar del lugar santísimo y llevar puestas las túnicas olam, (Éxodo 27.21; 28.43; 29.9). Esto terminó con el cambio del sacerdocio (Hebreos 7.12).

5)  Los hijos de Aarón debían recibir una porción de los sacrificios olam (Éxodo 29.28; Levítico 7.34, 36). El sacrificio de animales ha cesado.

6)  El sacrificio anual de expiación era olam (Levítico 16.34). Ya no es practicado más.

Estas referencias son sólo una muestra, pero deberían ser suficientes para mostrar que la palabra olam no necesariamente significa “para siempre” en el sentido de que “nunca llega a su fin”. Aunque puede ser usado para referirse a lo que es eterno, como a Dios (Éxodo 15.18; Salmos 90.2), otros pasajes muestran que aquello a lo cual olam se refiere, tendrá un fin. En tales casos, la palabra olam debe ser tomada como dando a entender “continúa” o “resiste el paso del tiempo”, pero no “eterno”. Si la Biblia dice que los cielos y la tierra pasarán, entonces olam, ref erido al cielo y a la tierra debe ser tomado en el sentido de “resiste el paso del tiempo” y no de “eterno”.

ARGUMENTOS A FAVOR

La Biblia enseña que los cielos y la tierra pasarán. No obstante, el Antiguo Testamento tiene poco que decir acerca de este tema. Génesis 8.22 puede dar a entender que la tierra no perdurará eternamente: “Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche”. Si la tierra ha de permanecer para siempre, entonces este pasaje está diciendo que estas cosas nunca cesarán. Si la tierra no es eterna, entonces continuarán mientras exista. El fin de la tierra no necesariamente está implícito en este versículo.

Un pasaje, tomado de Salmos 102 el cual es citado en el Nuevo Testamento (Hebreos 1.10-12) dice lo siguiente:

Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán

(Salmos 102:25-27).

Este pasaje afirma que los cielos y la tierra 1) perecerán 2) se envejecerán 3) serán mudados como un vestido, y 4) serán mudados. La palabra “perecerán” es la traducción de la palabra abad, la cual significa “ser destruido” o “perecer”, tal como en la siguiente expresión: “Como se derrite la cera delante del fuego, así perecerán los impíos delante de Dios” (Salmos 68.2). Cuando se derrite la cera, ésta es quemada y destruida; lo mismo sucederá al cuerpo de los impíos. Esto es lo que le ocurrirá a los cielos y a la tierra, en contraste con Dios, cuyos días no tendrán fin.

Hay quienes, a cuyo entender, este pasaje no enseña que los cielos y la tierra tendrán un fin, porque dice: “los mudarás” (Salmos 102.26). Para ellos estas palabras significan que los cielos y la tierra serán renovados, cambiados, a una forma diferente. No obstante, el versículo dice: “Como un vestido los mudarás”. ¿Qué es lo que uno hace cuando se cambia ropas desgastadas? Las desecha. Los cielos y la tierra serán mudados como ropa la cual, cuando se cambia, será removida, desechada, y reemplazada.

Aunque la traducción que usan los Testigos de Jehová (la traducción del Nuevo Mundo) es contra­dictoria con lo que ellos enseñan, ésta traduce este versículo de la siguiente manera: “Ellos mismos perecerán, pero tú mismo permanecerás de pie; y así como una vestidura ellos se desgastarán. Así como el vestido los reemplazarás, y terminarán su servicio” (Salmos 102.26). Evidentemente, este versículo enseña que los cielos y la tierra perecerán, pasarán, y serán reemplazados.

El Nuevo Testamento retoma este tema. Esto fue lo que Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24.35). Hay quienes tratan de suavizar esta enseñanza pues Jesús también dijo: “Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley” (Lucas 16.17). Con base en este versículo, ellos llegan a la conclusión que Jesús quiso dar a entender lo mismo en Mateo 24.35: que es más fácil que pasen el cielo y la tierra antes que sus palabras. No obstante, ambas expresiones no son las mismas, ni se hicieron en el mismo contexto. Por lo tanto, cada una debe ser comprendida por lo que dice y no debe ser usada para calificar a la otra. Lo que Jesús simplemente dijo fue que los cielos y la tierra que han sido creados, pasarán. ¿Quién puede tener la razón al mismo tiempo que está contradiciendo al Señor?

Pablo enseñaba la misma verdad tal como lo hizo Jesús. Esto fue lo que escribió: “no mirando no­sotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4.18). Pablo contrastó lo que no existirá para siempre —las co­sas que se pueden ver— con lo que es eterno —las cosas que no se pueden ver. El universo material, incluyendo la tierra, puede ser visto; por lo tanto, es temporal.4 Las cosas del espíritu son invisibles; por lo tanto, son eternas.

El escritor de Hebreos citó a Hageo y luego explicó la promesa de Dios:

...Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas mo­vibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles (Hebreos 12.26-27).

Las cosas que pueden ser conmovidas —las cosas hechas, el cielo y la tierra— serán removidas, según este pasaje.

2 Pedro 3.7-13 da una descripción más plena del paso de los cielos y la tierra: “pero los cielos y la tierra, están reservados por la misma palabra guardados para el fuego” (v. 7); “los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”5 (v. 10); “Todas estas cosas han de ser deshechas” (v. 11); “¡los cielos, encendiéndose, serán desechos, y los ele­mentos, siendo quemados, se fundirán!” (v. 12).

Apocalipsis resume el argumento respecto al destino de la tierra de la siguiente manera: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo,...” (Apocalipsis 20.11).L“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21.1). Los cielos y la tierra actuales, los cuales son los primeros, no serán renovados para tomar su condición de paraíso prístino, original, ni serán convertidos en una habi­tación espiritual. Serán quemados y pasarán. Dios

4 La palabra del griego para dar a entender la idea de “temporal” es proskairos, la cual se traduce en otro lugar como “de corta duración” (Mateo 13.21; Marcos 4.17) y como “temporales” (Hebreos 11.25).

5 Algunos manuscritos antiguos tienen la palabra “descubiertas” en el versículo 10, y así se lee en la Traducción del Nuevo Mundo. Aun si la palabra “descubiertas”, basada en la evidencia de los manuscritos, se justificara en lugar de la palabra “quemadas” (2 Pedro 3.10), hay otras expresiones en estos pasajes los cuales prueban que el universo, incluyendo la tierra, será quemada. Si a la palabra “des­cubiertas” se le pudiera probar que tiene mejor apoyo textual que “quemadas”, la interpretación, con el fin de evitar la contradicción con otras expresiones, sería que el fuego expondrá la composición de la substancia de la que está hecha la tierra. Aunque el hombre ha pensado que la tierra es eterna, su naturaleza de combustible temporal será “descubierta” cuando la tierra sea quemada. no dijo que los renovaría. Esto fue lo que Juan escribió: “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apo­calipsis 21.5). Dios proveerá una habitación nueva, no material, para seres espirituales

(1 Cor. 15.44).

CONCLUSIÓN

Dios creó la tierra para ser habitada. Él trajo a la existencia los cielos para declarar su gloria (Salmos 19.1) y para servir de señal para las estaciones (Génesis 1.14). Aunque parece duradero en su composición, el universo está hecho de elementos que son prescindibles e inflamables. Cuando Dios libere la energía que hay en las galaxias, las estrellasy la tierra, todas las cosas materiales llegarán a su fin. En ese momento todos éstos desaparecerán con gran estruendo. El que Dios cumpliera su promesa de destruir el mundo con agua en los días de Noé, es evidencia de que cumplirá su promesa de destruir los cielos y la tierra actuales con fuego (2 Pedro 3.5-7). Todas las realidades físicas, presentes, del universo, llegarán a su fin, y la dimensión espiritual eterna será nuevamente la única que existirá.

Esto es lo que se nos advierte: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios”(2 Pedro 3.11-12)

El estado intermedio de los muertos

“Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad, justamente pade­cemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” Lucas 23:39-43

El alma abandona el cuerpo en el momento de la muerte. Después de la partida1 del alma uno no estará más vestido con un cuerpo (2 Corintios 5.1-8). Esto fue lo Pedro escribió: “Tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo aban­donar el cuerpo...” (2 Pedro 1.13-14). Pedro se estaba refiriendo a su alma, la cual, en el momento de la muerte, deja el cuerpo junto con el espíritu y entra en la esfera de lo espiritual. Él —el ser inte­rior, el alma— iba a dejar el cuerpo. De lo anterior podemos llegar a la conclusión que cuando una persona muere, ésta dejará su cuerpo e irá a estar con otros espíritus incorpóreos.

En Apocalipsis, Juan describió a los muertos que han partido como estando bajo el altar y después sobre tronos (Apocalipsis 6.9; 20.4). Su expresión en el sentido de que “[vio] las almas de los

1 Según Génesis 35.18, el alma sale del cuerpo en el momento de la muerte; también lo hace el espíritu, tal como se observa en Eclesiastés 12.7 y Santiago 2.26. Véase la lección “Cuerpo, alma y espíritu” para obtener mayor información. decapitados” indica que estaba escribiendo acerca de los muertos que ya no estaban en sus cuerpos. Cuando el alma de una persona abandona el cuerpo de ésta, ella va a un “estado intermedio” a esperar la resurrección. En ese lugar, ¿están las almas conscientes o inconscientes? ¿Pueden ellas hacer algo para cambiar su condición o el lugar en el cual se encuentran? ¿Podemos ayudarles, y, pueden ellas ayudarnos? ¿Van al purgatorio, donde per­manecen hasta que hayan recibido castigo tempo­ral suficiente por sus pecados, y después poder entrar al cielo? ¿Hay una segunda oportunidad de salvación?

EL SEOL Y EL HADES

El Antiguo Testamento enseñaba que los muer­tos van al Seol; la palabra equivalente a ésta en el Nuevo Testamento es Hades. La palabra Seol, del hebreo, la cual aparece 65 veces en el Antiguo Testamento, se traduce en la King James, 31 veces como “infierno”, 31 veces como “sepulcro” y 3 veces como “hoyo”.2 El uso de la palabra “infierno” como traducción de Seol es fuente de confusión. El infierno es un lugar de fuego que arde eternamente. El Seol es el lugar al cual los muertos van. Jacob expresó que él iría al “Seol” (Génesis 37.35, “des­cendería“ en la Reina-Valera). Es obvio que Jacob no estaba hablando de un lugar de tormento ardiente. Debió haber dado a entender que iba al

lugar de los muertos.

Dado que los impíos son amenazados con la perspectiva de ir al Seol, algunos han llegado a la conclusión que el Seol es un lugar al cual sólo los impíos van. Aparentemente todos iremos al Seol (Génesis 37.35; Isaías 14.9). Tal vez el uso de la amenaza del Seol para los impíos (Salmos 9.17;55:15; Proverbios 23.14) sólo indica la muerte inmediata como castigo para ellos, en contraste con una longevidad normal como bendición para los justos (Ez. 18.4,9). Si esto es cierto, entonces el Seol debe considerarse como el lugar al cual todos van en el momento de la muerte, tanto los impíos como los justos.

La Septuaginta3 hace uso de la palabra del griego hades como equivalente de Seol, como también lo hace el Nuevo Testamento, cuando cita al Antiguo Testamento (Salmos 16.10; Hechos 2.27, 31). La palabra hades, del griego, la cual significa “es­condido” o “invisible” (traducida como “infierno” en la King James, pero como “Hades” en la Reina­Valera y en la mayoría de las versiones), aparece diez veces en el Nuevo Testamento. Una de éstas, aparece como una variante sin un fuerte apoyo de los manuscritos, y se traduce como “sepulcro” (1 Corintios 15.55). Ni seol ni hades deberían traducirse como “infierno”, un lugar de tormento ardiente. La palabra del griego que significa “infierno”, o lugar de tormento eterno, es Gehenna.

LA NATURALEZA DEL HADES

Al hablar sobre Lázaro y el rico, Jesús pintó un cuadro algo vívido del Hades (Lucas 16.19-31). Todo este relato indica que Jesús se refería a un evento que verdaderamente ocurrió.

En muchos casos cuando Jesús contó parábolas, él indicaba que eran parábolas por medio de expresar que el tema a tratar era “semejante” a otra cosa.4 En otros casos, cuando contó parábolas, no hizo uso de palabras de comparación para indicar que estaba contando una parábola; pero el contexto reveló que se trataba de una parábola.5 Las pará­bolas que Jesús contó siempre se basaron en eventos que podían ocurrir. Nunca incluyó nada que fuera contrario a la realidad, que no pudiera ser cierto, a menos que lo que dijo acerca de Lázaro y el rico fuera la excepción. Por esta razón, deberíamos aceptar el relato acerca de Lázaro como un evento

3 La Septuaginta es una traducción al griego del Antiguo Testamento la cual fue producida por setenta y dos eruditos en Alejandría, Egipto, cerca del año 300 al 200 a.C.

4 Véase Mateo 7.26; 11.16;13.31, 33,44-45,47,52. 5 Véase Lucas 10.30-37; 15.3-7,8-10,11-32. real, o por lo menos como una ilustración que hace uso de cosas que podrían suceder.

La palabra tis, del griego, la cual se traduce como “un”, es usada para referirse tanto al rico como a Lázaro (Lucas 16.19-20). Tis se usa con­sistentemente para ref erirse a personas específicas y conocidas. Una muestra de los escritos de Lucas, por sí sola, prueba que esto es cierto.6 Jesús estaba hablando de dos personas que realmente existieron. Si ésta no hubiera sido su intención, no hubiera usado la palabra Tis cuando se refirió a ambos hombres. El mencionar a Lázaro por su nombre es también una indicación significativa en el sentido de que Jesús se estaba refiriendo a una persona real. De hecho, esta es la única parábola en la cual realmente se menciona a alguien por nombre.

De manera que, según un examen de este relato, podemos hallar algunas respuestas a ciertas pre­guntas concernientes al Hades.

1)  Tanto los justos como los impíos van al Hades. El rico y Lázaro fueron allí.

2)  Los impíos son atormentados, y no hay alivio disponible para los que están siendo

     castigados.

3)  Los justos están en un lugar de consuelo.

4)  Todos retienen su identidad, y cada uno recuerda lo que sucedió en la tierra.

5)  Todos están conscientes de lo que les rodea.

6)  Los impíos están separados de los justos por medio de una “gran sima”, y ésta impide

    que los justos y los impíos puedan pasarse de un lado a otro.

7)  Todos pueden comunicarse con los demás.

8)  Todo mundo es reconocible en la esfera de lo incorpóreo.

9)  Hay gente todavía viviendo en la tierra. Los hermanos del rico todavía estaban vivos

    sobre la tierra.

10)  Nadie puede regresar a, ni comunicarse con, los vivientes.

 

El paraíso

El Hades se divide en dos secciones separadas (Lucas 16.26). Una de estas es el paraíso, y la otra es el tártaro.

Jesús le dio certeza al ladrón en la cruz con las siguientes palabras: “De cierto, de cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” Lucas 23:43

La palabra “Paraíso” (del griego paradeisos) significa “parque”, un lugar de belleza y consuelo el cual sólo puede referirse al cielo .2 Corintios 12:1-4; Apocalipsis 2.7) o, como en este caso, a un lugar al cual los muertos justos van. Aunque el cuerpo de Jesús fue puesto en el sepulcro Lucas 23:52-53;, su alma fue al Hades Hechos 2:27,31; Jesús no ascendió al cielo al morir, esto es lo que evidencian las palabras que le dijo a María Magdalena: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre” (Juan 20.17). De lo anterior podemos concluir que cuando Jesús y el ladrón en la cruz murieron, ambos fueron a la sección del Hades llamada paraíso, un lugar de descanso y belleza.

Del “seno de Abraham”, de Lucas 16.22, se debe pensar que es sinónimo de paraíso. Los justos van al paraíso cuando mueren. La expresión “seno de Abraham” indica sencillamente el amor que Abraham tenía por Lázaro. Natán, el prof eta, habló de un hombre pobre cuya corderita dormía en su seno (2 Samuel 12.3), con lo que mostraba su amor y su cuidado por la corderita. El discípulo a quien Jesús amaba se recostó en el seno, o al lado de Jesús (Juan 13.23), una señal del amor de Jesús por tal discípulo. De Jesús se dice que él está en el seno del Padre (Juan 1.18), una expresión del amor de Dios por Jesús. El rico no era amado ni honrado por Abraham, como muchos judíos lo esperaban; en lugar de éste fue el pobre Lázaro el que recibió la aceptación por parte de Abraham.

6 Véase Lucas 1.5; 6.1; 7.2, 41; 8.2, 27; 9.57; 11.1, 27, 37; 12.16; 13.6, 31; 14.1-2,16; 15.11; 16.1.

 

El tártaro

Una “gran sima” que hay en el Hades divide el paraíso del tártaro, el lugar de tormento y de dolor. La palabra tartaros, del griego, la cual, desa­fortunadamente, se tradujo como “infierno” en la Reina-Valera, aparece sólo una vez en el Nuevo Testamento: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio:...” (2 Pedro 2.4). Los ángeles impíos van a estar allí, pero puede ser que ellos sean trasladados al “fuego eterno”, donde los injustos serán castigados junto con ellos Mateo 25:41; Los espíritus de los muertos desobedientes están encarcelados allí (1 Pedro 3.19-20). A través de su espíritu (1 Pedro 1.11) en Noé, cuya boca él usó (2 Pedro 2.5), Jesús predicó a algunos de ellos en los días de Noé. Como ellos rechazaron el mensaje, sus espíritus fueron encarcelados en el tártaro, donde estaban en el momento en que Pedro escribió su segunda carta. Esta parte del Seol es mencionada en el cántico de Moisés: “Porque fuego se ha encendido en mi ira, y arderá hasta las profundidades del Seol” (Deuteronomio 32.22). El tártaro es la parte baja del Seol.

ALGUNOS CONCEPTOS ERRÓNEOS Existen varios conceptos erróneos acerca de la condición de los muertos.

El primero es que “las almas de los muertos transmigrarán y regresarán en otros cuerpos humanos, en animales, o en objetos físicos”. Noso­tros no regresamos a la tierra para morir una y otra vez. Esta idea violenta algunas enseñanzas de las Escrituras tales como Hebreos 9.27: “Está estable­cido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. En lo que respecta a los muertos esto es lo que está escrito: “Y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Eclesiastés 9.6). Una vida en la tierra es todo lo que tendremos; después entraremos a la esfera de lo espiritual para nunca más tener existencia terrenal.

Otro concepto erróneo es que “el alma dormirá o dejará de existir hasta la resurrección de los muertos”. Aunque la palabra “dormir” es usada en lo que respecta a los muertos en Juan 11.11-13 y en .1 Tesalonicenses 4.14-15, tal uso es sólo con el fin de describir la apariencia y condición del cuerpo. La palabra “dormir” es una metáfora que se usa como una forma de dar certeza en el sentido de que la muerte del cuerpo no es el fin, sino que la vida continúa después de la muerte, así como la persona que duerme continúa teniendo vida.

Los que hacen uso de Eclesiastés 9.5-6 para alegar que los muertos no saben nada porque duermen, o porque no existen, están aplicando mal el pasaje. El escritor estaba comentando sólo la relación de los muertos con esta vida. Los muertos no saben lo que está ocurriendo aquí y no pueden recibir recompensas terrenales. Ellos sí saben lo que está sucediendo en el lugar en el cual se encuentran, y participarán de las cosas del mundo invisible de los muertos (Lucas 16.19-31). Serán recompensados o castigados después de que esta vida termine (2 Corintios 5.10; Mateo 25.46).

Un tercer concepto erróneo es que “los muertos pueden comunicarse con los vivos y que los vivos pueden comunicarse con los muertos a través de un médium”. Esto es espiritualismo o espiritismo. Los que actúan como médiums son severamente condenados en la Biblia.7 A Lázaro no se le permitió regresar a hablar con los hermanos del hombre rico (Lucas 16.27-31). Los muertos no tienen cono­cimiento acerca de lo sucede aquí y no participan más de nada de lo que sucede en la tierra.

7 Véase Éxodo 22.18; Levítico 19.26,31; 20.6; Deut.18:11;. 2 Reyes 21.6; 23.24; Isaías 8.19–20.

Otro concepto erróneo es que “orando a los muertos, a los ‘santos’, o a otros, podemos recibir ayuda de ellos”. Jesús es nuestro socorro Hebreos 4:15-16; y nuestro único mediador (1 Timoteo 2.5), no alguien que haya muerto. Dado que él fue como nosotros somos, él puede compadecerse de nuestras debilidades y puede darnos la ayuda que necesi­tamos (Hebreos 2.17-18; 4.15-16).Todavía otro concepto erróneo es que “habrá una segunda oportunidad para salvación después de esta vida”. Jesús señaló que, más allá de esta vida, una sima está puesta entre los impíos y los justos. Nadie puede pasarse de una esfera a la otra. El juicio que se nos hará se basará en la obras que hayamos hecho mientras estuvimos en el cuerpo (2 Corintios 5.10). Debido a esto, nuestros destinos estarán sellados una vez que abandonemos nuestros cuerpos. Los que mueren en sus pecados no pueden estar con Jesús (Juan 8.21). Por lo tanto, “he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6.2).

También existe el mal concepto del purgatorio, en el sentido de que “después de la muerte, las almas van al purgatorio hasta el día del juicio”. Según esta doctrina, aunque los pecados sean perdonados, el castigo temporal debe ser su‑

frido para que el pecador pueda recibir completa retribución por sus pecados y merecer ir al cielo. La idea es que si no se sufrió lo suficiente en esta vida, entonces el pecador sufrirá en el purgatorio. El tiempo, y

el grado de castigo, se dice que han de ser determinados por el grado de culpa de uno. Las buenas obras, las indulgencias de diferente tipo, y la ayuda de los “santos” y de otros, se cree que acortarán la permanencia del alma en el purgatorio.

La doctrina del purgatorio no se encuentra, ni en el Antiguo, ni en el Nuevo Testamento, pero se basa en una expresión de los Apócrifos, una sección de la Biblia Católica Romana que no alega ser inspirada y que es rechazada como inspirada por casi todo mundo excepto los católicos romanos. En el pasaje se lee como sigue: “Es, por lo tanto, una idea santa y sana el orar por los muertos, para que puedan ser liberados de sus pecados” (2 Macabeos 12.46).8 Robert C. Broderick definió el purgatorio como “el estado y lugar de castigo, donde el castigo temporal, por los pecados previamente perdonados, debe ser sufrido, y la culpa por los pecados veniales, de los que no ha habido arrepentimiento, es quitada del alma de la persona que muere en el estado de gracia; el lugar de limpieza y preparación del cual

8 Los dos libros apócrifos de Macabeos contienen la historia de las luchas de los judíos por su independencia entre el 166 y el 40 a.C. el alma va directo al cielo”.9 Esta doctrina le resta a la suficiencia del sufrimiento y de la muerte de Jesús en la cruz (1 Pedro 1.18-20), y hacen necesarios las buenas obras y el mérito y el sufrimiento humanos para poder entrar al cielo —una en­señanza que la Biblia refuta (Efesios 2.8; Tito 3.5). Esta enseñanza también contradice la enseñanza de Jesús acerca de la sima que está en el Hades, la cual no puede ser traspasada (Lucas 16.22-26).

Un sétimo concepto erróneo es que el “bautismo se le puede administrar a una persona viviente a favor de una que ha muerto”. Esta doctrina se basa principalmente en .1 Corintios 15.29, el cual es un pasaje difícil: “De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?”. En este contexto, Pablo estaba presentando argumentos respecto a la resurrección. Estaba mostrando la manera como algunos creían en la vida después de la muerte. Si hubiera estado refiriéndose a la práctica de bautizarse por los que habían muerto, eso no quiere decir que estaba

aprobando tal práctica, sino que, tan sólo se refirió a la creencia de ellos en la vida más allá del sepulcro. La Biblia no ofrece ninguna esperanza para los que mueren en sus pecados, más bien, señala que no pueden ir al cielo (Juan 8.21). Reiterando lo dicho, debemos notar que la sima entre los justos y los impíos no puede ser traspasada. Otras inter­pretaciones de .1 Corintios 15.29 pueden ofrecerse. La expresión “los muertos” puede

referirse al estado de muerte en lugar de referirse a las personas. Pablo declaró que Jesús “resucitó de los muertos” (1 Corintios 15.12), dando a entender que él se levantó de entre los muertos. La palabra huper, del griego, con el caso genitivo, que se traduce como “por”, puede tener el significado de “por causa de” (Hechos 9.16; Filipenses 1.29;. 2 Tesalonicenses 1.5). Pablo podría haber estado diciendo que muchos cristianos fueron bautizados por causa de la muerte, o sea, para prepararse para la muerte ante la perspectiva de una resurrección de entre los muertos. Si éstos no resucitan, entonces, ¿de qué vale su bautismo? Con respecto a este pasaje, esto fue lo que W.H.T. Dau escribió:10

9 Robert C. Broderick, “Purgatory” (“Purgatorio”), Concise Catholic Dictionary (St. Paul, Minn.: Catechetical Guild Educational Society, 1943), 143.

10 W.H.T. Dau, “Baptism” (“Bautismo”), The Interna­tional Standard Bible Encyclopedia, vol. 1, ed. G.W. Bromiley (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1979), 426.

No tenemos evidencia histórica de que tal práctica prevaleciera en las iglesias cristianas primitivas. La palabra del griego, h´yper, expresa también el motivo que puede impulsar a una persona a llevar a cabo cierta acción. En este caso el motivo fue sugerido por los muertos, es decir, por los muertos en tanto que éstos han de resucitar. El contexto muestra que el siguiente es el significado: Si una persona ha buscado ser bautizada, anticipando que los muertos han de resucitar para ser juzgados, el bautismo de ésta carece de valor si los muertos no resucitan.

Otro concepto erróneo es que “los seres queridos fallecidos están viendo lo que estamos haciendo”. Hay quienes temen que su conducta terrenal pueda causarles preocupación y asombro a sus seres queridos que se han ido. Es por esta razón que tratan de hablarles y tratan de hacer lo que creen que ha de agradarles. No obstante, los muertos ya no saben nada más de lo que está ocurriendo en la tierra.

Un último concepto erróneo es que no habrá necesidad de un juicio. El argumento es que “si los impíos y los justos están separados en el Hades, entonces no hay necesidad de que haya un día del juicio”. Jesús ya sabe quiénes son los suyos Juan 10:14,27;.2 Timoteo 2.19). El día del juicio, Jesús no se va a estar preguntando si deberíamos ir al cielo o al infierno. En ese momento, Jesús pronunciará nuestras sentencias y después verificará los regis­tros con nosotros (Mateo 25.31-46).

CONCLUSIÓN

Los que han muerto son ahora almas incor­póreas que esperan en el Hades, ya sea en el paraíso o en el tártaro. Una sima está puesta entre estos dos, de manera que los muertos deben permanecer donde se encuentran hasta que suceda la resurrec­ción de los muertos. Hasta la fecha, ninguno ha ascendido al cielo (Hechos 2.34), ni descendido al infierno. Preparémonos para morir y entrar a este estado intermedio mientras todavía haya tiempo 2 Corintios 6:2;

 

EL JUICIO

 “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras” (Apocalipsis 20.12–13).

 En el momento de la muerte, el alma y el espíritu abandonan el cuerpo para ser llevados al Hades, a uno de dos lugares: ya sea a descansar y a tener el consuelo del paraíso (Lucas 23.43;. 2 Corintios 12.4; Apocalipsis 2.7) o a los tormentos del tártaro1 (2 Pedro 2.4). El cuerpo, posiblemente, sea puesto en un sepulcro. Un día Jesús regresará a levantar los cuerpos de los muertos y reunirá a los que hayan muerto, junto con los vivientes, para estar ante él en el juicio. Esto ocurrirá en el momento de la siege que tendrá lugar al final de esta era (Mateo 13.39). Dios ha juzgado y castigado a varios individuos,grupos y naciones durante toda la historia humana.2

1 La palabra tartaros, del griego, de la cual obtenemos la palabra “tártaro”, aparece sólo una vez en la Biblia, en .2 Pedro 2.4; Aunque esta se traduce como “infierno” en la mayoría de las versiones, no debe confundirse con Hades, el lugar de los muertos, o con Gehenna, el lugar eterno de fuego. Véase la lección “El estado intermedio de los muertos”, donde encontrará más información.

2 Dios juzgó a Adán y Eva (Génesis 3.19-23), a Caín (Génesis 4.9-12), el mundo del tiempo de Noé (Génesis 6.5-7), a Sodoma y Gomorra (Génesis 19.27-29), a Egipto (Éxodo 12.12), a Nadab y Abiú (Levítico 10.1-3), a María y Aarón (Números 12.1-15), a Coré (Números 16.1-49), a Moisés (Números 20.10-12), a Uza (2 Samuel 6.6-8), a David (2 Samuel 12:1-14), a los reinos de Israel (2 Reyes 17.7-18) y de Judá (2 Cr. 36.15-21), y a muchos otros.

Esto debería servir de advertencia de que él traerá toda obra del hombre al juicio. No todo acto es recompensado o castigado durante esta vida, pero Dios juzgará todo acto y ajustará todas las cuentas en la eternidad. El día del juicio es llamado “el día postrero” (Juan 12.48), el “día de la ira” Romanos 2:5;el “día de Jesucristo” (Filipenses 1.6,10), “aquel día” (2 Tesalonicenses 1.10), un día “fijado” Hechos 17:31;el “día del juicio” (1 Jn 4.17) y el “gran día” (Judas 6).

No se le llama “el día del Señor”, pues el “día del Señor”3 en Apocalipsis 1.10 es el domingo y no debe confundirse, como algunos lo han hecho, con el día del juicio:

Aunque algunos han argüido que [“el día del Señor”; Apocalipsis 1.10] es meramente una designación alternativa para “el día del Señor”, que se usa repetidamente en el Antiguo y Nuevo Testamentos para el día del juicio... la mayoría de los eruditos han llegado a la conclusión que es una referencia al domingo... Esta conclusión se establece por el frecuente uso de la expresión “el día del Señor” en las escrituras primitivas no canónicas (por ejemplo: Didache 14.1; Igna­tius, Magnesians 9.1; Clemente de Alejandría, Stromata 7.12; Tertuliano, Sobre Idolatría, cap. 14) para referirse al domingo.4

3 La frase “día del Señor”, aquí, corresponde al adjetivo del griego, kuriakos, la cual se usa también en .1 Corintios 11.20.

4 H. Waterman, “The Lord’s Day” (“El día del Señor”), The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible, vol. 3, ed. Merrill C. Tenny (Grand Rapids, Mich.: Zondervan, 1975), 965. W.E. Vine, Merrill F. Unger, and William White, Jr., “Day” (“Día”), Vine’s Complete Expository Dictionary of Old and New Testament Words (Nashville, Tenn.: Thomas Nelson Publishers, 1985), 146.

LA FECHA DE ESE DÍA

El juicio se llevará a cabo cuando Jesús venga nuevamente (Mateo 25.31-33; Apocalipsis 20.11-12). Jesús dijo que el Padre, solamente, es el que sabe, en su sola potestad, cuándo es que esto ocurrirá (Mateo 24.36), lo cual significa que nadie en la tierra conoce la fecha del día del juicio que ha de venir.

LA CERTEZA DE ESE DÍA

Cuándo Dios vaya a hacer su juicio no es tan importante como el hecho de que lo va a hacer. La Biblia advierte que “Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés 12.14).

El día que Dios ha señalado, él juzgará al mundo, dando fe a todos con haber levantado a Jesús de entre los muertos (Hechos 17.31). El juicio es una cita a la cual todo mundo debe asistir. Esto fue lo que Pablo expresó: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5.10).

LOS EVENTOS EN TORNO A ESE DÍA

En ese trascendental día del juicio, toda la humanidad será juzgada:

1)  Jesús descenderá de los cielos en toda su gloria con los ángeles (Mateo 25.31) en llama de fuego (2 Tesalonicenses 1.7) y se sentará en su trono de gloria, su tribunal (Mateo 25.31-32;  .2 Corintios 5.10; Apocalipsis 20.11).

2)  La muerte y el Hades entregarán sus muertos que habrá en ellos (Apocalipsis 20.13).

3)  Todos nosotros, los que hayamos sido resucitados, y los que estén vivos sobre la tierra, serán reunidos por los ángeles (Mateo 13.39) para comparecer ante Jesús (2 Corintios 5.10; Apocalipsis 20.12) para ser juzgados (Hechos 10.42; .2 Timoteo 4.1).

4)  Los cielos y la tierra serán destruidos (Apocalipsis 20.11;. 2 Pedro 3.7-12).

5)  Los libros serán abiertos (Apocalipsis 20.12).

6)  Seremos juzgados por las cosas que estén escritas en los libros, según nuestras obras (Juan 12.48; Apocalipsis 20.13).

7)  Los justos serán juzgados primero (.1 Pedro 4.17; Mateo 25:34-40;).

8)  Luego los inicuos serán juzgados (Mateo 25.41-46).

9)  Jesús revisará nuestros expedientes con nosotros para mostrar lo correcto de su juicio (Mateo 25.34-46).

10)   Cada uno de nosotros será sentenciado al destino eterno que le corresponde (Mateo 25.34- 46).

EL ESCENARIO DE ESE DÍA

La Biblia declara con certeza que Dios hará un juicio (Salmos 96.10; véase Eclesiastés 12.14; Romanos 2:3; 14:12; .1 Corintios 5.13; Hebreos 12.23) y que habrá sólo un juez (Santiago 4.12). Dado que la designación “Dios” puede aplicarse al Hijo como también al Padre (Juan 1.1-2), la pregunta no es “¿Juzgará Dios?”. La pregunta es “El juez, ¿será el Hijo o será el Padre?”.

Aunque el Padre es incluido en el juicio, éste juzgará a través del Hijo, Jesús (Hechos 17.31; Romanos 2.16); por lo tanto, se puede decir que “el Padre a nadie juzga, sino que todo juicio dio al Hijo” (Juan 5.22). Hay otros pasajes del Nuevo Testamento que concuerdan con esta verdad.5 El tribunal de Dios y de Cristo deben ser uno solo y el mismo (Romanos 14.10; .2 Corintios 5.10).

En la escena del juicio no se verá al Padre sentado en el tribunal y a Jesús actuando como abogado defensor, como algunos la han pintado. En el momento presente es Jesús el que está desempeñando tal papel (1 Jn 2.1–2). El día del juicio Jesús será el juez que estará sentado en su tribunal (Mateo 25.31-32;. 2 Corintios 5.10), juz­gando a toda la gente.

Algunas preguntas surgen acerca del involu­cramiento de otros en el juicio que se le hará al mundo. En primer lugar, Jesús dijo que los apóstoles juzgarán a las doce tribus de Israel (Mateo 19.28). ¿Cuándo harán éstas tal juicio? ¿Están ellas juz­gando en un sentido espiritual durante la presente era, tal como lo hicieron los jueces, anteriormente, en la historia de Israel (Jueces 2.16), o juzgarán al final de los tiempos?

En segundo lugar, los santos juzgarán tanto al mundo como a los ángeles (1 Corintios 6.2–3). ¿Están ellos juzgándolos por su obediencia a Dios, de la misma manera que Noé condenó al mundo de sus días, o se sentarán ellos para juzgar junta­mente con Jesús, como jurado, y darán ellos su sentencia?

En tercer lugar, las almas de los santos mártires son descritas como sentadas en tronos. Apocalipsis 20.4 dice que “recibieron la facultad de juzgar”. ¿Se debe tomar esto literalmente? ¿Se llevará a cabo este juicio al final de los tiempos? ¿Se lleva a cabo el juicio de ellos durante todo “el milenio”? ¿Se encontrará el juicio de ellos en su mensaje, o se sentarán ellos juntamente con Cristo para juzgar, ese día postrero?

Santiago declaró que hay un juez (Santiago 4.12), lo cual elimina a todos los demás que no sean Jesús. Por esta razón, los pasajes de arriba deben ser interpretados de tal manera que den a entender que los demás juzgarán por medio de las com­paraciones de la vida. Una buena explicación podría ser la siguiente expresión de Jesús: “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar” (Mateo 12.41).

5 Véase Mateo 16.27; Hechos 10.42; 17.31;. 2 Timoteo 4.1.

LA NORMA DE ESE DÍA

¿Por cual norma medirá Jesús nuestras vidas? Esto es lo que Apocalipsis 20.12 dice: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”. Estos libros podrían ser los libros de la Biblia. Puede ser que Pablo haya estado diciendo que el evangelio será la base de nuestro juicio, en Romanos 2.16; no obstante, el versículo, es posible que esté mejor traducido de la siguiente manera: “... conforme a mi evangelio, Dios juzgará los secretos de los hombres por Jesucristo”.

Una declaración que Jesús hizo resuelve la cuestión acerca de la norma por la cual todos serán juzgados durante la edad cristiana. Esto fue lo que dijo: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero... ” (Juan 12.48-50).

Los que vivieron antes de la era cristiana serán juzgados por otra norma. Esto fue lo que Pablo escribió: “Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados” Romanos 12:12-13; La base para el juicio de cada persona la constituirán los requisitos establecidos para la era en la cual vivió.

La vara de medir por medio de la cual seremos juzgados, los que vivimos en esta era, la constituirá la palabra de Jesús, según lo que hayamos hecho en nuestros cuerpos (2 Corintios 5.10). Esto incluirá las cosas que hayamos hecho en secreto (Romanos 2.16), la forma como juzguemos a otros (Mateo 7.1-2; Santiago 2.13), nuestras propias palabras Mateo 12:36-37;nuestras obras (Mateo 16.27; Romanos 2.6;. 1 Pedro 1.17), y las intenciones de nuestros corazones (1 Corintios 4.5).

Las buenas nuevas es que, al ser limpiados por la sangre de Jesús (Romanos 3.25; Hechos 2.38), podemos ser lavados de nuestros pecados por su sangre (Hechos 22.16; Apocalipsis 1.5). Al no haber cargos de pecados en contra de nosotros, podemos estar firmes, “santos y sin mancha e irreprensibles” delante de él (Colosenses 1.22). Nuestros errores han sido corregidos por Jesús. Si éste ha sido el caso, Dios no recordará ya más nuestros pecados (Hebreos 8.12) y, por lo tanto, él no los presentará en contra de nosotros el día del juicio.

Ese día Dios no tendrá favoritos. Juzgará sin hacer acepción de personas y sin parcialidad Romanos 2:11; .1 Pedro 1.17). Si lo hemos respetado y si hemos vivido según su voluntad (Mateo 7.21), él nos aceptará; pero si no le hemos seguido, nos rechazará.

Dado que el juicio ha de basarse en la justicia y la santidad (Hechos 17.31), la propia santidad de Dios será la norma (1 Pedro 1.15-16). Esta es la razón por la que hemos de crecer hasta ser como Jesús (Efesios 4.13) y hemos de usarlo a él como patrón para nuestras vidas (1 Jn 2.6). Si somos como él en este mundo, podremos tener confianza en el día del juicio (1 Jn 4.17).

Sobre la base del completo conocimiento que Dios tiene de nosotros (Hebreos 4.13), Dios juz­gará cada obra, ya sea que esté oculta o al des­cubierto (Eclesiastés 12.14), y lo hará tanto con severidad como con justicia. Será misericordioso con los que fueron misericordiosos con los demás; no obstante, “juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia” (Mateo 5.7; Santiago 2.13).

Los que hayan recibido las más grandes opor­tunidades o los puestos de mayor importancia serán juzgados con mayor severidad. La parábola de los talentos ilustra que Dios espera de nosotros que sirvamos según lo que tenemos, y que él nos juzgará en forma acorde (Mateo 25.14-30). El principio que se establece en esta parábola se puede expresar de la siguiente manera: “Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá” (Lucas 12.48). Los que son maes­tros de la palabra de Dios se encuentran en una posición de bastante responsabilidad. Es por esto que Dios advierte: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que re­cibiremos mayor condenación” (Santiago 3.1). El juicio de Dios se basará en las oportunidades y las habilidades que cada uno haya tenido.

El juicio será inapelable (Mateo 25.31-46); por lo tanto, cualquier intento por discutir con Dios será inútil. Esto es lo que Jesús le dirá a los que quieran justificar sus vidas de desobediencia: “apartaos de mí, hacedores de maldad” Mateo 7:21-23;

Dios conoce la sentencia que se le ha de pro­nunciar a cada persona aun antes que él le revise su vida. En el presente, Dios conoce, como él los ha conocido por largo tiempo (Mateo 25.34), a los que son suyos (2 Timoteo 2.19; Juan 10.14, 27). Hace mucho tiempo que él planeó el juicio de los impíos (2 Pedro 2.3). El día del juicio no será el momento en el que Jesús se va a estar rascando la cabeza y decidiendo quién es el que se irá para el cielo y quién el que se irá para el infierno. Él ya sabe quién irá adónde. En el día del juicio él revisará nuestras vidas con nosotros mismos, nos dará explicaciones para que podamos entender la justicia de las sentencias que pronunciará a cada uno de nosotros y luego las pronunciará.

EL ALCANCE DEL JUICIO

La Biblia no deja lugar a dudas, al anunciar que “todos” serán juzgados (Judas 15). Esto no podría suceder a menos que todos los cuerpos de los muertos sean levantados. La resurrección de Jesús es la prueba de Dios de que él planea juzgar a toda la gente (Hechos 17.31). Los impíos y los justos serán levantados (Juan 5.28-29; Hechos 24.15) con el propósito de ser juzgados (2 Corintios 5.10;. 1 Pedro 4.4-5;. 2 Pedro 2.9). Esto incluirá a los buenos y a los malos de todas las naciones (Mateo 25.31-46), los justos y los injustos de entre todos los muertos (Apocalipsis 20.11-15), y tal vez aun hasta a los ángeles (1 Corintios 6.3;. 2 Pedro 2.4). El diablo y sus ángeles, puede ser que no tengan una audiencia el día del juicio. La razón para su condenación debe ser tan obvia que Dios no tendrá necesidad de revisar los registros con ellos para mostrarles lo justo de su juicio al castigarlos (Mateo 25.41; Apocalipsis 20.10).

CONCLUSIÓN

La justicia de Dios es lo que le moverá a “ [juzgar] al mundo con justicia” (Hechos 17.31) y a ser justo en su juicio (Juan 5.30). El juicio es un asunto serio: “‘El Señor juzgará a su pueblo’. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10.30-31). A los que deliberadamente desobedecen a Dios les quedará “una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10.26-27).

El amor de Dios ha provisto para nuestra sal­vación si nosotros le obedecemos (Juan 3.16). Sus mandamientos para convertirnos en cristianos son los siguientes: arrepentirnos de nuestros pecados (Hechos 17.30-31), confesar que Jesús es el Hijo de Dios (Romanos 10.10), y ser bautizados (Hechos 2.38; 22.16). Después de esto, hemos de crecer y ma­durar como sus hijos (1 Pedro 2.2). Debemos pre­pararnos y ayudar a otros a estar listos para ese día por medio de enseñarles la voluntad de Dios.

LA RESURECCION DE LOS MUERTOS

 “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5.28-29).

Aunque las religiones de culturas del pasado tenían diferentes enseñanzas acerca de la resu­rrección de los muertos, la mayoría de ellas creían en alguna vida posterior de algún tipo. Los egipcios preparaban los cuerpos de sus reyes y nobles, y suplían sus tumbas con cosas que ellos creían útiles para la vida posterior. Los griegos enseñaban acerca de una “transmigración”, un viaje del alma. Las Escrituras judías insinuaron la resurrección pero no dieron ninguna revelación indiscutible acerca de ella. Esta puede haber sido la razón para el desarrollo de dos facciones mayores: La de los saduceos, quienes no creían en una resurrección (Mateo 22.23), y la de los fariseos quienes sí creían (Hechos 23.8). Al no tener revelación, el mundo antiguo desarrolló su propia actitud hacia la otra vida pero careció de un fundamento sólido sobre el cual construir la esperanza por ella (Efesios 2.12;. 1 Tesalonicenses 4.13).

El Nuevo Testamento nos da evidencia in­discutible de que habrá una resurrección. Las palabras que se usan para describirla es anastasis (Mateo 22.23; Lucas 14.14; Juan 5.29; Hechos 1.22;2.31), anistemi (Mateo 17.9; 20.19; Lucas 16.31; Hechos 2.24; 13.33), y egeiro (Juan 5.21; 12.1, 17; Hechos 3.15). Aunque estas palabras no nece­sariamente se refieren a la resurrección de todos los muertos, el uso contextual facilita el llegar a la conclusión de que ello es lo que se da a entender.

Algunos de los pasajes que enseñan que habrá una resurrección son Juan 5.25-29; Hechos 24.15; y .1 Corintios 15.22.

¿FUE JESÚS RESUCITADO?

La resurrección de Jesús y la resurrección de todos los muertos es un tema importante del Nuevo Testamento. La Biblia afirma confiadamente que Jesús fue resucitado de entre los muertos y que nosotros seremos resucitados (1 Pedro 1.3-4). Los apóstoles habían sido impresionados con los milagros y las enseñanzas de Jesús. Su muerte los había confundido y desilusionado, pero su re­surrección los había convencido de que él era el Mesías, el Hijo de Dios (Hechos 2.32-36). La doctrina de la resurrección de Jesús era central para ellos, tal como lo es para nosotros; porque si Jesús no fue resucitado, entonces no es el Cristo, estamos todavía en nuestros pecados, y no tenemos base para una esperanza en Cristo o en nuestra propia resurrec­ción. Pablo lo puso de la siguiente manera:

Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres (1 Corintios 15.17-19).

El corazón del mensaje de la iglesia primitiva era la resurrección de Jesús (Hechos 1.22; 2.31; 4.2,33;17:18,32;23.6). Si alguna indicación da la predicación de Pablo (Hechos 24.15, 21; 1 Cor.15:12; es que era un tema de lo más importante dentro de la iglesia. El esfuerzo de la iglesia no consistía en presentar evidencia para la resurrección, lo cual no hubiera sido posible; en lugar de ello, lo que hacían era dar testimonio de que habían visto a Jesús resucitado de entre los muertos (Hechos 2.32; 4.33;. 1 Corintios 15.4-8) —una resurrección que había sido anunciada en las Escrituras (Hechos 2.29-31;. 1 Corintios 15.4). Basándose en este testimonio, la iglesia se esparció como fuego de pólvora por todo el mundo romano y a las partes remotas del mundo entonces conocido (Colosenses 1.23). La veracidad del testimonio de ellos fue declarada a través de su martirio.

¿CÓMO FUE SU RESURRECCIÓN?

Dado que nuestra resurrección seguirá la naturaleza de la resurrección de Jesús, una com­prensión de su resurrección nos ayudará a com­prender la nuestra.

¿En qué clase de cuerpo fue resucitado Jesús? Hay quienes creen que el cuerpo de Jesús que fue colocado en la tumba fue removido por Dios, no resucitado. Después de esto, Jesús tomó una naturaleza espiritual, celestial. Cuando fue visto por sus seguidores, él simplemente se materializó para que pudieran saber que era a él a quien contemplaban.

Hay otros quienes sostienen que el cuerpo de Jesús fue resucitado pero que fue transformado en un cuerpo glorificado, espiritual. Era el mismo cuerpo que fue sepultado, pero fue resucitado como un cuerpo espiritual en lugar de uno material. Según alegan, su cuerpo resucitado llegó a ser el mismo cuerpo espiritual, glorificado, que los cristianos tendrán después de su resurrección.

Hay quienes enseñan que cuando Jesús tomó un cuerpo material él renunció para siempre a su existencia espiritual, de la cual gozaba antes de venir a la tierra. Arguyen que renunció eternamente a tal existencia espiritual para poder tomar un cuerpo humano glorificado, resucitado para siem­pre, según dicen. El tomar este cuerpo fue parte de su sacrificio por los pecadores.

Todavía otros creen que el cuerpo de Jesús, que fue resucitado, fue el cuerpo material sin cambio que fue colocado en la tumba. Él retuvo este cuerpo hasta que ascendió a la dimensión no material del cielo, y después lo abandonó.

Los dos primeros puntos de vista son sostenidos usualmente con el fin de explicar por qué el Jesús resucitado no fue reconocido por algunos

Juan 21:4; y cómo fue que él atravesó puertas cerradas (Juan 20.19). Estos incidentes pueden sugerir que él tuvo un cuerpo espiritual en lugar de uno mate­rial; no obstante, aun antes de su muerte él no fue siempre reconocido (Mateo 14.26), y él pasó por en medio de multitudes cuando éstas lo andaban buscando para matarlo (Lucas 4.29-30). También, caminó sobre el agua (Mateo 14.26) —algo imposible para un cuerpo material a menos que sea asistido por el poder divino.

Al principio de su ministerio, Jesús profetizó la resurrección de su cuerpo. Esto fue lo que dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2.19). Los judíos creían que él estaba hablando acerca del templo de Jerusalén, “mas él hablaba del templo de su cuerpo” (Juan 2.21). Sus discípulos recordaron su promesa cuando él fue resucitado, y creyeron (Juan 2.22). Jesús creyó en, y profetizó acerca de, la resurrección de su cuerpo. Si su cuerpo no fue resucitado, entonces fue un falso prof eta.

Jesús también dio amplias pruebas de que el cuerpo que él tuvo después de su resurrección era el mismo que había muerto en la cruz, pues su cuerpo todavía tenía evidencias de las heridas de su crucifixión (Juan 20.25-29). Su cuerpo era pal­pable (Mateo 28.9; véase Lucas 24.39; Juan 20:17,27), y comió alimentos para probarle a sus discípulos que él tenía un cuerpo de carne y hueso Lucas 24:41-43;. Esto fue lo que les dijo: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24.39). Así que, Jesús enseñó que su cuerpo resucitado fue el mismo cuerpo que fue tomado de la cruz y puesto en la tumba. Los dos discípulos del camino a Emaús no lo reconocieron porque a sus ojos se les impidió hacerlo (Lucas 24.16), no porque él no fuera reconocible. Posteriormente, ellos lo reconocieron cuando sus ojos fueron abiertos (Lucas 24.31). Si él hubiera sido completamente diferente, aun el habérseles abierto los ojos no los hubiera capacitado para reconocerlo, y no hubieran sabido a ciencia cierta que él había resucitado.

Jesús se mostró a sí mismo a suficiente gente hasta el punto que su resurrección no pudo ser cuestionada. Pablo mencionó los testigos, in­cluyendo más de quinientas personas a la vez en una ocasión (1 Corintios 15.3-7). Si un abogado tuviera dos testigos de confianza que estuvieran de acuerdo, tendría un indiscutible caso. En una sala de juicio, un caso indisputable a favor de la resurrección corporal de Jesús ganaría y se fallaría como un evento innegable, basado en el testimonio de tantos testigos.

¿QUÉ ES LO QUE SERÁ RESUCITADO?

¿Será nuestra resurrección similar a la re­surrección que Jesús experimentó?¿Irán a ser resucitados nuestros cuerpos? Si nuestros cuerpos son resucitados, ¿cómo serán éstos? ¿Irán a ser unidos nuevamente nuestras almas y nuestros espíritus con nuestros cuerpos?

Cuando una persona muere su cuerpo es puesto en una tumba (Job 21.32), y vuelve a la tierra (Génesis 3.19), pero no así el alma y el espíritu. Éstos abandonan el cuerpo1 y van al mundo del Hades (Lucas 16.22-23).

A la resurrección, los cuerpos, estando en sus sepulcros, oirán la voz de Jesús y saldrán (Juan 5.28-29). El alma y el espíritu no estarán en el sepulcro, así que es sólo el cuerpo el que será levantado. Dado que el alma y el espíritu, no estarán en el sepulcro, sino, en el Hades, éstos saldrán del Hades (Apocalipsis 20.13). Dado que moran en el Hades, estarán todavía conscientes y vivos. Si el cuerpo no va a ser levantado, entonces no habrá resurrección. Si el cuerpo no va a ser levantado, entonces Jesús no tendría necesidad de acercarse a la tierra a levantar los cuerpos de los que han partido; en lugar de ello, necesitaría ir al Hades para levantar las almas y los espíritus. No obstante, Jesús estará regresando para hacer salir a los muertos de sus sepulcros y reunirlos (1 Tes. 4.16; véase Juan 5.28-29), lo cual es una buena indicación de que el cuerpo será levantado.

Con el regreso de Cristo, no sólo está implícita la resurrección del cuerpo, la Biblia también expresa que el cuerpo será vivificado: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8.11; véase también Romanos 8:23; El cuerpo natural, perecedero, es aquello de “lo” que se deshace uno a la muerte, pero también es “lo” que será levantado como cuerpo espiritual e incorruptible. Es el mismo cuerpo, es “lo” único que será transformado (1 Cor. 15.51) en una existencia espiritual. Si el cuerpo no es levantado y al mismo tiempo trans­formado en un cuerpo espiritual, entonces no sere­mos “todos (los vivos y los muertos)” los transfor­mados de corrupción a incorrupción, de mortalidad a inmortalidad, “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos” (1 Corintios 15.51-54). Dado que el alma y el espíritu están vivos en el Hades, la resurrección debe ref erirse solamente al cuerpo.

Hay quienes objetan diciendo que la resurrec­ción de un cuerpo descompuesto es imposible. Tal objeción ignora el poder de Dios (Marcos 12.24) y el hecho que Dios abrió las tumbas y trajo a la vida a

1 Véase Génesis 35.18; Eclesiastés 12.7; .1 Reyes 17.21-22; Lucas 23.46; Santiago 2.26. personas que habían estado muertas por algún tiempo. Los que fueron resucitados, cuando Jesús fue crucificado, fueron a Jerusalén después de su resurrección (Mateo 2 7.52-53). Si Dios pudo levan­tar a tales muertos, él puede levantarnos a todos nosotros en el fin de los tiempos.

¿A QUÉ SERÁN SEMEJANTES NUESTROS CUERPOS?

El cuerpo resucitado no será igual al cuerpo actual nuestro (1 Corintios 15.37). Será un cuerpo incorruptible y espiritual, un cuerpo de gloria y de poder, transformado en la imagen del celestial (1 Corintios 15.48-49). No será un cuerpo material, pues “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrup­ción” .1 Corintios 15.50). Seremos como Jesús (1 Jn 3.2), “el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3.21). Dada la condición de seres espi­rituales seremos como ángeles y no nos casaremos (Mateo 22.30; véase Marcos 12.25; Lucas 20.34-36).

Nuestra composición no será material ya más. En el momento de la resurrección entraremos a la dimensión espiritual, eterna, que es invisible para el ojo humano (2 Corintios 4.18), a la esfera en la cual existe Dios, donde no podemos morir (Lucas 20.36).

¿QUÉ SUCEDERÁ EN EL MOMENTO DE LA RESURRECCIÓN?

Son muchas las preguntas que se han hecho respecto a la resurrección de los muertos: ¿Quiénes serán resucitados? ¿Cuándo ocurrirá la resurrec­ción? ¿A qué seremos semejantes después de la resurrección? Las siguientes respuestas son las que da el Nuevo Testamento:

1)  Ocurrirá cuando Jesús venga nuevamente (1 Corintios 15.22-23;. 1 Tes. 4.13-18).

2)  Todos los muertos serán levantados, tanto los buenos como los malos (Juan 5.28-29;

     véase Hechos 24.15).

3)  Los justos y los malos serán levantados a la misma hora, al mismo tiempo

     (Jn 5.28-29).

4)  Habrá gente viviendo en la tierra en el momento de la resurrección

    (1 Corintios 15.51; .1 Tesalonicenses 4.17).

5)  Ello será antes de que los vivientes sean arrebatados de la tierra

     (1 Tesalonicenses 4.16-1 7).

6)  Los resucitados y los vivientes recibirán jun­tamente a Jesús en el aire (1 Tes. 4.17)

7)  Las voces de Jesús y del arcángel serán oídas, y la trompeta sonará para llamar a los cuerpos a salir de sus sepulcros (Juan 5.25, 28;. 1 Corintios 15.51-52; .1 Tesalonicenses 4.16). La voz que levantó a Lázaro es la voz que levantará a todos los muertos (Juan 11.43).

8)  El poder de Dios levantará a los muertos (1 Corintios 6.14; véase .2 Corintios 1.9). Tanto el Padre como el Hijo tienen este poder (Juan 5.21); no obstante, así como Dios creó el mundo a través del Hijo (1 Corintios 8.6), así también él levantará a los muertos por medio de Jesús (2 Corintios 4.14).

9)  Los cuerpos resucitados serán transfor­mados en cuerpos incorruptibles

     (1 Corintios 15.51-54).

Estos son los eventos mayores que sucederán el día de la resurrección. Será una ocasión im­presionante, una grandiosa experiencia —si es que estamos preparados para tal día.

CONCLUSIÓN

Cuando Jesús regrese, todos los muertos serán levantados cuando sus espíritus sean unidos con nuevos cuerpos espirituales y eternos. Así que, la muerte será vencida y absorbida en victoria, una victoria que ha sido ganada por medio de Jesús (1 Corintios 15.57; véase Juan 11.25; Hechos 4.2). Este gran evento ocurrirá el día postrero, cuando Jesús regrese a “segar la tierra”. ¡Estemos prepa­rados, pues no sabemos el día en que regresará!

QUE SUCEDE AL MORIR

“Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Ec. 12.7).

¿Qué le suceden al cuerpo, al alma, y al espíritu cuando una persona muere? ¿Siguen existiendo el alma y el espíritu cuando el cuerpo muere? ¿Existe alguna forma en la cual vivimos después de la muerte? Aunque la Biblia dice que “el cuerpo sin espíritu está muerto” (Santiago 2.26), no dice que el espíritu sin el cuerpo está muerto. Jesús indicó que nosotros seguimos teniendo vida después de la muerte: “¿No habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” (Mateo 22.31-32). Si Dios es el Dios de los patriarcas y no es el Dios de los muertos sino de los vivos, entonces, en alguna forma, estas figuras bíblicas estaban vivas después de la muerte.

Aunque habían muerto mucho tiempo atrás, Moisés y Elías aparecieron con Jesús en el Monte de la Transfiguración (Mateo 17.1-4). Jesús también describió a Abraham, a Lázaro y al rico como teniendo vida y conciencia después de la muerte en Lucas 16.19-30. Pablo pudo haber estado fuera del cuerpo cuando fue arrebatado al tercer cielo (2 Corintios 12.2-4), lo cual puede significar que podemos existir fuera de nuestros cuerpos. Pablo escribió que a él le gustaría estar “ausente del cuerpo” (2 Corintios 5.8), lo cual es una indicación de que podemos vivir fuera de nuestros cuerpos.

LA MUERTE Y EL CUERPO FÍSICO                                                                        

  En el momento de la concepción Dios pone nuestro espíritu en nuestro cuerpo (Eclesiastés 12.7;  Zacarías 12.1). El juntar el espíritu con el cuerpo físico es lo que le da vida al cuerpo. Siempre y cuando el alma y el espíritu se encuentren en el cuerpo, éste tiene vida (1 Reyes 17.21-22; Santiago 2.26).

La muerte no termina con la existencia del cuerpo, pero sí termina la vida de ese cuerpo. A menos que se embalsame, un cuerpo comienza a descomponerse en el momento de la muerte y eventualmente vuelve a la tierra (Génesis 3.19; Eclesiastés 12.7). La vida es la que le da al cuerpo de uno, su fortaleza física y sus actividades corporales. En el momento de la muerte, sus funciones físicas, intelectuales y emocionales cesan. La muerte física trae consigo el cese de cada una de las sensaciones placenteras y no placenteras que el cuerpo es capaz de percibir.

La palabra “Vida” (zoe) se usa para describir:

1.  la vida física (Hechos 17.25),

2.  la verdadera manera de vivir (Lucas 12.15; véase también Romanos 6.4; 8.6, 10; Gálatas 2.20; 1 Pedro 3.10;. 2 Pedro 1.3),

3.  la vida espiritual (Juan 10.10;. 1 Jn 5.12) la cual se da por medio de un nuevo nacimiento y se considera eterna porque no es afectada por la muerte,

4.  la vida futura (Mateo 7.14; 18.8, 9; Marcos 10.30; Juan 5.29),

5.   Jesús, la fuente de la vida (Juan 1.4; 14.6).

La palabra “Muerte” (thanatos) se usa para describir:

1.   la muerte física (Mateo 20.18; Lucas 2.26),

2.   el vivir mal (Romanos 8.6; .1 Timoteo 5.6),

3.   el estar espiritualmente muerto en pecado (Colosenses 2.13) y el estar separado de Dios (Isaías 59.1, 2; Efesios 2.11-13), así como el hijo pródigo, cuando estaba separado de su padre, se consideraba muerto (Lucas 15.24),

4.   el estar espiritualmente muerto al pecado pues no ya estamos más vivos para la vida pecaminosa (Romanos 6.1-6),

5.   la segunda muerte, la cual es el lago de fuego (Apocalipsis 2.11; 20.14).

La vida y la muerte físicas se mencionan en contraste de una con la otra en Filipenses 1.20. No podemos tener las dos al mismo tiempo. Al mo­mento de la concepción, se nos da la vida física. Salimos de este mundo por medio de la muerte.

La muerte es el resultado del pecado (Romanos 5.12). El diablo es un homicida (Juan 8.44); al tentarnos a pecar, tiene el poder de la muerte. Jesucristo vino “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Hebreos 2.14; véase también .1 Tes. 3.5; .2 Timoteo 2.26). La muerte que viene a través del pecado es obra del diablo, mientras que la vida que viene por medio de la justicia es el resultado de la obra de Jesús (Romanos 5.17).

EL ALMA Y EL ESPÍRITU EN EL MOMENTO DE MORIR

¿Mueren el alma y el espíritu cuando el cuerpo muere? ¿Continuamos viviendo después de la muerte? Esto fue lo que Cristo declaró: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10.28). Si alguien puede matar el cuerpo pero no el alma, entonces es porque el alma debe ser capaz de vivir aunque el cuerpo muera. La muerte del cuerpo no significa la muerte del alma. El alma de Raquel no murió con el cuerpo de ella; en lugar de ello, lo que sucedió, fue que salió del cuerpo de ella cuando murió: “Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín” (Génesis 35.18). El alma deja el cuerpo cuando uno muere.
El alma del hijo de una viuda regresó cuando

fue traído de nuevo a la vida. Elías, con el fin de restaurarle la vida, “se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él. Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió” (1 Reyes 17.21-22). El alma del niño debió haber salido en el momento de su muerte, de lo contrario, no podría haber vuelto a él nueva­mente. Debemos nuevamente, llegar a la conclusión de que el alma abandona el cuerpo en el momento de la muerte.

Elías le pidió a Dios que se llevara su “alma” (1 Reyes 19.4; New World Translation [traducción New World]), palabra que se traduce como “vida” en la Reina-Valera. Nuevamente, vemos que el alma deja el cuerpo en el momento de la muerte.

En el cumplimiento de la profecía de David en el Salmos 16.8-11, el cuerpo de Jesús no se des­compuso y su alma no fue dejada en el Hades. En el sermón que Pedro predicó el día de Pentecostés, Pedro hizo uso del Salmos 16 para probar la resurrección de Jesús (Hechos 2.29-31). Su alma abandonó su cuerpo en el momento de su muerte, fue al Hades, y regresó cuando fue resucitado.

Esto fue lo que al rico “insensato” se le dijo: “Esta noche vienen a pedirte tu alma” (Lucas 12.20). Lo que se dio a entender con esto es que su alma sería tomada dando como resultado, la muerte.

De las anteriores Escrituras se puede llegar a la conclusión de que cuando el alma abandona el cuerpo, éste muere. El alma no muere cuando deja el cuerpo. De la misma manera, nuestro espíritu también abandona nuestro cuerpo y continúa viviendo separado de éste.

Cuando Jesús murió, él encomendó su espíritu al cuidado de Dios cuando dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23.46). El cuerpo de Jesús permaneció un rato en la cruz y después fue sepultado, pero su espíritu había salido para estar al cuidado de Dios.

Mientras vivimos, tenemos la libertad de movernos según lo permiten nuestros cuerpos. Cuando el alma y el espíritu abandonan el cuerpo, ellos dejan de tener tal movilidad física. De allí en adelante dependen del cuidado de Dios. Él los preserva en el Hades mientras son resucitados.

CONCLUSIÓN

La “muerte” y la “vida” son términos que deben ser comprendidos según los contextos en los que se encuentren. Cuando pasamos por la puerta de la muerte, el alma y el espíritu abandonan el cuerpo y entran a un estado incorpóreo.

Todavía otro concepto erróneo es que “habrá una segunda oportunidad para salvación después de esta vida”. Jesús señaló que, más allá de esta vida, una sima está puesta entre los impíos y los justos. Nadie puede pasarse de una esfera a la otra. El juicio que se nos hará se basará en la obras que hayamos hecho mientras estuvimos en el cuerpo (2 Corintios 5.10). Debido a esto, nuestros destinos estarán sellados una vez que abandonemos nuestros cuerpos. Los que mueren en sus pecados no pueden estar con Jesús (Juan 8.21). Por lo tanto, “he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6.2).

También existe el mal concepto del purgatorio, en el sentido de que “después de la muerte, las almas van al purgatorio hasta el día del juicio”. Según esta doctrina, aunque los pecados sean perdonados, el castigo temporal debe ser su‑

frido para que el pecador pueda recibir completa retribución por sus pecados y merecer ir al cielo. La idea es que si no se sufrió lo suficiente en esta vida, entonces el pecador sufrirá en el purgatorio. El tiempo, y

el grado de castigo, se dice que han de ser determinados por el grado de culpa de uno. Las buenas obras, las indulgencias de diferente tipo, y la ayuda de los “santos” y de otros, se cree que acortarán la permanencia del alma en el purgatorio.

La doctrina del purgatorio no se encuentra, ni en el Antiguo, ni en el Nuevo Testamento, pero se basa en una expresión de los Apócrifos, una sección de la Biblia Católica Romana que no alega ser inspirada y que es rechazada como inspirada por casi todo mundo excepto los católicos romanos. En el pasaje se lee como sigue: “Es, por lo tanto, una idea santa y sana el orar por los muertos, para que puedan ser liberados de sus pecados” (2 Macabeos 12.46).8 Robert C. Broderick definió el purgatorio como “el estado y lugar de castigo, donde el castigo temporal, por los pecados previamente perdonados, debe ser sufrido, y la culpa por los pecados veniales, de los que no ha habido arrepentimiento, es quitada del alma de la persona que muere en el estado de gracia; el lugar de limpieza y preparación del cual

8 Los dos libros apócrifos de Macabeos contienen la historia de las luchas de los judíos por su independencia entre el 166 y el 40 a.C. el alma va directo al cielo”.9 Esta doctrina le resta a la suficiencia del sufrimiento y de la muerte de Jesús en la cruz (1 Pedro 1.18-20), y hacen necesarios las buenas obras y el mérito y el sufrimiento humanos para poder entrar al cielo —una en­señanza que la Biblia refuta (Efesios 2.8; Tito 3.5). Esta enseñanza también contradice la enseñanza de Jesús acerca de la sima que está en el Hades, la cual no puede ser traspasada (Lucas 16.22-26).

Un sétimo concepto erróneo es que el “bautismo se le puede administrar a una persona viviente a favor de una que ha muerto”. Esta doctrina se basa principalmente en .1 Corintios 15.29, el cual es un pasaje difícil: “De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?”. En este contexto, Pablo estaba presentando argumentos respecto a la resurrección. Estaba mostrando la manera como algunos creían en la vida después de la muerte. Si hubiera estado refiriéndose a la práctica de bautizarse por los que habían muerto, eso no quiere decir que estaba

aprobando tal práctica, sino que, tan sólo se refirió a la creencia de ellos en la vida más allá del sepulcro. La Biblia no ofrece ninguna esperanza para los que mueren en sus pecados, más bien, señala que no pueden ir al cielo (Juan 8.21). Reiterando lo dicho, debemos notar que la sima entre los justos y los impíos no puede ser traspasada. Otras inter­pretaciones de .1 Corintios 15.29 pueden ofrecerse. La expresión “los muertos” puede

referirse al estado de muerte en lugar de referirse a las personas. Pablo declaró que Jesús “resucitó de los muertos” (1 Corintios 15.12), dando a entender que él se levantó de entre los muertos. La palabra huper, del griego, con el caso genitivo, que se traduce como “por”, puede tener el significado de “por causa de” (Hechos 9.16; Filipenses 1.29;. 2 Tesalonicenses 1.5). Pablo podría haber estado diciendo que muchos cristianos fueron bautizados por causa de la muerte, o sea, para prepararse para la muerte ante la perspectiva de una resurrección de entre los muertos. Si éstos no resucitan, entonces, ¿de qué vale su bautismo? Con respecto a este pasaje, esto fue lo que W.H.T. Dau escribió:10

9 Robert C. Broderick, “Purgatory” (“Purgatorio”), Concise Catholic Dictionary (St. Paul, Minn.: Catechetical Guild Educational Society, 1943), 143.

10 W.H.T. Dau, “Baptism” (“Bautismo”), The Interna­tional Standard Bible Encyclopedia, vol. 1, ed. G.W. Bromiley (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1979), 426.

No tenemos evidencia histórica de que tal práctica prevaleciera en las iglesias cristianas primitivas. La palabra del griego, h´yper, expresa también el motivo que puede impulsar a una persona a llevar a cabo cierta acción. En este caso el motivo fue sugerido por los muertos, es decir, por los muertos en tanto que éstos han de resucitar. El contexto muestra que el siguiente es el significado: Si una persona ha buscado ser bautizada, anticipando que los muertos han de resucitar para ser juzgados, el bautismo de ésta carece de valor si los muertos no resucitan.

Otro concepto erróneo es que “los seres queridos fallecidos están viendo lo que estamos haciendo”. Hay quienes temen que su conducta terrenal pueda causarles preocupación y asombro a sus seres queridos que se han ido. Es por esta razón que tratan de hablarles y tratan de hacer lo que creen que ha de agradarles. No obstante, los muertos ya no saben nada más de lo que está ocurriendo en la tierra.

Un último concepto erróneo es que no habrá necesidad de un juicio. El argumento es que “si los impíos y los justos están separados en el Hades, entonces no hay necesidad de que haya un día del juicio”. Jesús ya sabe quiénes son los suyos Juan 10:14,27;.2 Timoteo 2.19). El día del juicio, Jesús no se va a estar preguntando si deberíamos ir al cielo o al infierno. En ese momento, Jesús pronunciará nuestras sentencias y después verificará los regis­tros con nosotros (Mateo 25.31-46).

CONCLUSIÓN

Los que han muerto son ahora almas incor­póreas que esperan en el Hades, ya sea en el paraíso o en el tártaro. Una sima está puesta entre estos dos, de manera que los muertos deben permanecer donde se encuentran hasta que suceda la resurrec­ción de los muertos. Hasta la fecha, ninguno ha ascendido al cielo (Hechos 2.34), ni descendido al infierno. Preparémonos para morir y entrar a este estado intermedio mientras todavía haya tiempo 2 Corintios 6:2;

 

EL JUICIO

 “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras” (Apocalipsis 20.12–13).

 En el momento de la muerte, el alma y el espíritu abandonan el cuerpo para ser llevados al Hades, a uno de dos lugares: ya sea a descansar y a tener el consuelo del paraíso (Lucas 23.43;. 2 Corintios 12.4; Apocalipsis 2.7) o a los tormentos del tártaro1 (2 Pedro 2.4). El cuerpo, posiblemente, sea puesto en un sepulcro. Un día Jesús regresará a levantar los cuerpos de los muertos y reunirá a los que hayan muerto, junto con los vivientes, para estar ante él en el juicio. Esto ocurrirá en el momento de la siege que tendrá lugar al final de esta era (Mateo 13.39). Dios ha juzgado y castigado a varios individuos,grupos y naciones durante toda la historia humana.2

1 La palabra tartaros, del griego, de la cual obtenemos la palabra “tártaro”, aparece sólo una vez en la Biblia, en .2 Pedro 2.4; Aunque esta se traduce como “infierno” en la mayoría de las versiones, no debe confundirse con Hades, el lugar de los muertos, o con Gehenna, el lugar eterno de fuego. Véase la lección “El estado intermedio de los muertos”, donde encontrará más información.

2 Dios juzgó a Adán y Eva (Génesis 3.19-23), a Caín (Génesis 4.9-12), el mundo del tiempo de Noé (Génesis 6.5-7), a Sodoma y Gomorra (Génesis 19.27-29), a Egipto (Éxodo 12.12), a Nadab y Abiú (Levítico 10.1-3), a María y Aarón (Números 12.1-15), a Coré (Números 16.1-49), a Moisés (Números 20.10-12), a Uza (2 Samuel 6.6-8), a David (2 Samuel 12:1-14), a los reinos de Israel (2 Reyes 17.7-18) y de Judá (2 Cr. 36.15-21), y a muchos otros.

Esto debería servir de advertencia de que él traerá toda obra del hombre al juicio. No todo acto es recompensado o castigado durante esta vida, pero Dios juzgará todo acto y ajustará todas las cuentas en la eternidad. El día del juicio es llamado “el día postrero” (Juan 12.48), el “día de la ira” Romanos 2:5;el “día de Jesucristo” (Filipenses 1.6,10), “aquel día” (2 Tesalonicenses 1.10), un día “fijado” Hechos 17:31;el “día del juicio” (1 Jn 4.17) y el “gran día” (Judas 6).

No se le llama “el día del Señor”, pues el “día del Señor”3 en Apocalipsis 1.10 es el domingo y no debe confundirse, como algunos lo han hecho, con el día del juicio:

Aunque algunos han argüido que [“el día del Señor”; Apocalipsis 1.10] es meramente una designación alternativa para “el día del Señor”, que se usa repetidamente en el Antiguo y Nuevo Testamentos para el día del juicio... la mayoría de los eruditos han llegado a la conclusión que es una referencia al domingo... Esta conclusión se establece por el frecuente uso de la expresión “el día del Señor” en las escrituras primitivas no canónicas (por ejemplo: Didache 14.1; Igna­tius, Magnesians 9.1; Clemente de Alejandría, Stromata 7.12; Tertuliano, Sobre Idolatría, cap. 14) para referirse al domingo.4

3 La frase “día del Señor”, aquí, corresponde al adjetivo del griego, kuriakos, la cual se usa también en .1 Corintios 11.20.

4 H. Waterman, “The Lord’s Day” (“El día del Señor”), The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible, vol. 3, ed. Merrill C. Tenny (Grand Rapids, Mich.: Zondervan, 1975), 965. W.E. Vine, Merrill F. Unger, and William White, Jr., “Day” (“Día”), Vine’s Complete Expository Dictionary of Old and New Testament Words (Nashville, Tenn.: Thomas Nelson Publishers, 1985), 146.

LA FECHA DE ESE DÍA

El juicio se llevará a cabo cuando Jesús venga nuevamente (Mateo 25.31-33; Apocalipsis 20.11-12). Jesús dijo que el Padre, solamente, es el que sabe, en su sola potestad, cuándo es que esto ocurrirá (Mateo 24.36), lo cual significa que nadie en la tierra conoce la fecha del día del juicio que ha de venir.

LA CERTEZA DE ESE DÍA

Cuándo Dios vaya a hacer su juicio no es tan importante como el hecho de que lo va a hacer. La Biblia advierte que “Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés 12.14).

El día que Dios ha señalado, él juzgará al mundo, dando fe a todos con haber levantado a Jesús de entre los muertos (Hechos 17.31). El juicio es una cita a la cual todo mundo debe asistir. Esto fue lo que Pablo expresó: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5.10).

LOS EVENTOS EN TORNO A ESE DÍA

En ese trascendental día del juicio, toda la humanidad será juzgada:

1)  Jesús descenderá de los cielos en toda su gloria con los ángeles (Mateo 25.31) en llama de fuego (2 Tesalonicenses 1.7) y se sentará en su trono de gloria, su tribunal (Mateo 25.31-32;  .2 Corintios 5.10; Apocalipsis 20.11).

2)  La muerte y el Hades entregarán sus muertos que habrá en ellos (Apocalipsis 20.13).

3)  Todos nosotros, los que hayamos sido resucitados, y los que estén vivos sobre la tierra, serán reunidos por los ángeles (Mateo 13.39) para comparecer ante Jesús (2 Corintios 5.10; Apocalipsis 20.12) para ser juzgados (Hechos 10.42; .2 Timoteo 4.1).

4)  Los cielos y la tierra serán destruidos (Apocalipsis 20.11;. 2 Pedro 3.7-12).

5)  Los libros serán abiertos (Apocalipsis 20.12).

6)  Seremos juzgados por las cosas que estén escritas en los libros, según nuestras obras (Juan 12.48; Apocalipsis 20.13).

7)  Los justos serán juzgados primero (.1 Pedro 4.17; Mateo 25:34-40;).

8)  Luego los inicuos serán juzgados (Mateo 25.41-46).

9)  Jesús revisará nuestros expedientes con nosotros para mostrar lo correcto de su juicio (Mateo 25.34-46).

10)   Cada uno de nosotros será sentenciado al destino eterno que le corresponde (Mateo 25.34- 46).

EL ESCENARIO DE ESE DÍA

La Biblia declara con certeza que Dios hará un juicio (Salmos 96.10; véase Eclesiastés 12.14; Romanos 2:3; 14:12; .1 Corintios 5.13; Hebreos 12.23) y que habrá sólo un juez (Santiago 4.12). Dado que la designación “Dios” puede aplicarse al Hijo como también al Padre (Juan 1.1-2), la pregunta no es “¿Juzgará Dios?”. La pregunta es “El juez, ¿será el Hijo o será el Padre?”.

Aunque el Padre es incluido en el juicio, éste juzgará a través del Hijo, Jesús (Hechos 17.31; Romanos 2.16); por lo tanto, se puede decir que “el Padre a nadie juzga, sino que todo juicio dio al Hijo” (Juan 5.22). Hay otros pasajes del Nuevo Testamento que concuerdan con esta verdad.5 El tribunal de Dios y de Cristo deben ser uno solo y el mismo (Romanos 14.10; .2 Corintios 5.10).

En la escena del juicio no se verá al Padre sentado en el tribunal y a Jesús actuando como abogado defensor, como algunos la han pintado. En el momento presente es Jesús el que está desempeñando tal papel (1 Jn 2.1–2). El día del juicio Jesús será el juez que estará sentado en su tribunal (Mateo 25.31-32;. 2 Corintios 5.10), juz­gando a toda la gente.

Algunas preguntas surgen acerca del involu­cramiento de otros en el juicio que se le hará al mundo. En primer lugar, Jesús dijo que los apóstoles juzgarán a las doce tribus de Israel (Mateo 19.28). ¿Cuándo harán éstas tal juicio? ¿Están ellas juz­gando en un sentido espiritual durante la presente era, tal como lo hicieron los jueces, anteriormente, en la historia de Israel (Jueces 2.16), o juzgarán al final de los tiempos?

En segundo lugar, los santos juzgarán tanto al mundo como a los ángeles (1 Corintios 6.2–3). ¿Están ellos juzgándolos por su obediencia a Dios, de la misma manera que Noé condenó al mundo de sus días, o se sentarán ellos para juzgar junta­mente con Jesús, como jurado, y darán ellos su sentencia?

En tercer lugar, las almas de los santos mártires son descritas como sentadas en tronos. Apocalipsis 20.4 dice que “recibieron la facultad de juzgar”. ¿Se debe tomar esto literalmente? ¿Se llevará a cabo este juicio al final de los tiempos? ¿Se lleva a cabo el juicio de ellos durante todo “el milenio”? ¿Se encontrará el juicio de ellos en su mensaje, o se sentarán ellos juntamente con Cristo para juzgar, ese día postrero?

Santiago declaró que hay un juez (Santiago 4.12), lo cual elimina a todos los demás que no sean Jesús. Por esta razón, los pasajes de arriba deben ser interpretados de tal manera que den a entender que los demás juzgarán por medio de las com­paraciones de la vida. Una buena explicación podría ser la siguiente expresión de Jesús: “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar” (Mateo 12.41).

5 Véase Mateo 16.27; Hechos 10.42; 17.31;. 2 Timoteo 4.1.

LA NORMA DE ESE DÍA

¿Por cual norma medirá Jesús nuestras vidas? Esto es lo que Apocalipsis 20.12 dice: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”. Estos libros podrían ser los libros de la Biblia. Puede ser que Pablo haya estado diciendo que el evangelio será la base de nuestro juicio, en Romanos 2.16; no obstante, el versículo, es posible que esté mejor traducido de la siguiente manera: “... conforme a mi evangelio, Dios juzgará los secretos de los hombres por Jesucristo”.

Una declaración que Jesús hizo resuelve la cuestión acerca de la norma por la cual todos serán juzgados durante la edad cristiana. Esto fue lo que dijo: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero... ” (Juan 12.48-50).

Los que vivieron antes de la era cristiana serán juzgados por otra norma. Esto fue lo que Pablo escribió: “Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados” Romanos 12:12-13; La base para el juicio de cada persona la constituirán los requisitos establecidos para la era en la cual vivió.

La vara de medir por medio de la cual seremos juzgados, los que vivimos en esta era, la constituirá la palabra de Jesús, según lo que hayamos hecho en nuestros cuerpos (2 Corintios 5.10). Esto incluirá las cosas que hayamos hecho en secreto (Romanos 2.16), la forma como juzguemos a otros (Mateo 7.1-2; Santiago 2.13), nuestras propias palabras Mateo 12:36-37;nuestras obras (Mateo 16.27; Romanos 2.6;. 1 Pedro 1.17), y las intenciones de nuestros corazones (1 Corintios 4.5).

Las buenas nuevas es que, al ser limpiados por la sangre de Jesús (Romanos 3.25; Hechos 2.38), podemos ser lavados de nuestros pecados por su sangre (Hechos 22.16; Apocalipsis 1.5). Al no haber cargos de pecados en contra de nosotros, podemos estar firmes, “santos y sin mancha e irreprensibles” delante de él (Colosenses 1.22). Nuestros errores han sido corregidos por Jesús. Si éste ha sido el caso, Dios no recordará ya más nuestros pecados (Hebreos 8.12) y, por lo tanto, él no los presentará en contra de nosotros el día del juicio.

Ese día Dios no tendrá favoritos. Juzgará sin hacer acepción de personas y sin parcialidad Romanos 2:11; .1 Pedro 1.17). Si lo hemos respetado y si hemos vivido según su voluntad (Mateo 7.21), él nos aceptará; pero si no le hemos seguido, nos rechazará.

Dado que el juicio ha de basarse en la justicia y la santidad (Hechos 17.31), la propia santidad de Dios será la norma (1 Pedro 1.15-16). Esta es la razón por la que hemos de crecer hasta ser como Jesús (Efesios 4.13) y hemos de usarlo a él como patrón para nuestras vidas (1 Jn 2.6). Si somos como él en este mundo, podremos tener confianza en el día del juicio (1 Jn 4.17).

Sobre la base del completo conocimiento que Dios tiene de nosotros (Hebreos 4.13), Dios juz­gará cada obra, ya sea que esté oculta o al des­cubierto (Eclesiastés 12.14), y lo hará tanto con severidad como con justicia. Será misericordioso con los que fueron misericordiosos con los demás; no obstante, “juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia” (Mateo 5.7; Santiago 2.13).

Los que hayan recibido las más grandes opor­tunidades o los puestos de mayor importancia serán juzgados con mayor severidad. La parábola de los talentos ilustra que Dios espera de nosotros que sirvamos según lo que tenemos, y que él nos juzgará en forma acorde (Mateo 25.14-30). El principio que se establece en esta parábola se puede expresar de la siguiente manera: “Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá” (Lucas 12.48). Los que son maes­tros de la palabra de Dios se encuentran en una posición de bastante responsabilidad. Es por esto que Dios advierte: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que re­cibiremos mayor condenación” (Santiago 3.1). El juicio de Dios se basará en las oportunidades y las habilidades que cada uno haya tenido.

El juicio será inapelable (Mateo 25.31-46); por lo tanto, cualquier intento por discutir con Dios será inútil. Esto es lo que Jesús le dirá a los que quieran justificar sus vidas de desobediencia: “apartaos de mí, hacedores de maldad” Mateo 7:21-23;

Dios conoce la sentencia que se le ha de pro­nunciar a cada persona aun antes que él le revise su vida. En el presente, Dios conoce, como él los ha conocido por largo tiempo (Mateo 25.34), a los que son suyos (2 Timoteo 2.19; Juan 10.14, 27). Hace mucho tiempo que él planeó el juicio de los impíos (2 Pedro 2.3). El día del juicio no será el momento en el que Jesús se va a estar rascando la cabeza y decidiendo quién es el que se irá para el cielo y quién el que se irá para el infierno. Él ya sabe quién irá adónde. En el día del juicio él revisará nuestras vidas con nosotros mismos, nos dará explicaciones para que podamos entender la justicia de las sentencias que pronunciará a cada uno de nosotros y luego las pronunciará.

EL ALCANCE DEL JUICIO

La Biblia no deja lugar a dudas, al anunciar que “todos” serán juzgados (Judas 15). Esto no podría suceder a menos que todos los cuerpos de los muertos sean levantados. La resurrección de Jesús es la prueba de Dios de que él planea juzgar a toda la gente (Hechos 17.31). Los impíos y los justos serán levantados (Juan 5.28-29; Hechos 24.15) con el propósito de ser juzgados (2 Corintios 5.10;. 1 Pedro 4.4-5;. 2 Pedro 2.9). Esto incluirá a los buenos y a los malos de todas las naciones (Mateo 25.31-46), los justos y los injustos de entre todos los muertos (Apocalipsis 20.11-15), y tal vez aun hasta a los ángeles (1 Corintios 6.3;. 2 Pedro 2.4). El diablo y sus ángeles, puede ser que no tengan una audiencia el día del juicio. La razón para su condenación debe ser tan obvia que Dios no tendrá necesidad de revisar los registros con ellos para mostrarles lo justo de su juicio al castigarlos (Mateo 25.41; Apocalipsis 20.10).

CONCLUSIÓN

La justicia de Dios es lo que le moverá a “ [juzgar] al mundo con justicia” (Hechos 17.31) y a ser justo en su juicio (Juan 5.30). El juicio es un asunto serio: “‘El Señor juzgará a su pueblo’. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10.30-31). A los que deliberadamente desobedecen a Dios les quedará “una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10.26-27).

El amor de Dios ha provisto para nuestra sal­vación si nosotros le obedecemos (Juan 3.16). Sus mandamientos para convertirnos en cristianos son los siguientes: arrepentirnos de nuestros pecados (Hechos 17.30-31), confesar que Jesús es el Hijo de Dios (Romanos 10.10), y ser bautizados (Hechos 2.38; 22.16). Después de esto, hemos de crecer y ma­durar como sus hijos (1 Pedro 2.2). Debemos pre­pararnos y ayudar a otros a estar listos para ese día por medio de enseñarles la voluntad de Dios.

LA RESURECCION DE LOS MUERTOS

 “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5.28-29).

Aunque las religiones de culturas del pasado tenían diferentes enseñanzas acerca de la resu­rrección de los muertos, la mayoría de ellas creían en alguna vida posterior de algún tipo. Los egipcios preparaban los cuerpos de sus reyes y nobles, y suplían sus tumbas con cosas que ellos creían útiles para la vida posterior. Los griegos enseñaban acerca de una “transmigración”, un viaje del alma. Las Escrituras judías insinuaron la resurrección pero no dieron ninguna revelación indiscutible acerca de ella. Esta puede haber sido la razón para el desarrollo de dos facciones mayores: La de los saduceos, quienes no creían en una resurrección (Mateo 22.23), y la de los fariseos quienes sí creían (Hechos 23.8). Al no tener revelación, el mundo antiguo desarrolló su propia actitud hacia la otra vida pero careció de un fundamento sólido sobre el cual construir la esperanza por ella (Efesios 2.12;. 1 Tesalonicenses 4.13).

El Nuevo Testamento nos da evidencia in­discutible de que habrá una resurrección. Las palabras que se usan para describirla es anastasis (Mateo 22.23; Lucas 14.14; Juan 5.29; Hechos 1.22;2.31), anistemi (Mateo 17.9; 20.19; Lucas 16.31; Hechos 2.24; 13.33), y egeiro (Juan 5.21; 12.1, 17; Hechos 3.15). Aunque estas palabras no nece­sariamente se refieren a la resurrección de todos los muertos, el uso contextual facilita el llegar a la conclusión de que ello es lo que se da a entender.

Algunos de los pasajes que enseñan que habrá una resurrección son Juan 5.25-29; Hechos 24.15; y .1 Corintios 15.22.

¿FUE JESÚS RESUCITADO?

La resurrección de Jesús y la resurrección de todos los muertos es un tema importante del Nuevo Testamento. La Biblia afirma confiadamente que Jesús fue resucitado de entre los muertos y que nosotros seremos resucitados (1 Pedro 1.3-4). Los apóstoles habían sido impresionados con los milagros y las enseñanzas de Jesús. Su muerte los había confundido y desilusionado, pero su re­surrección los había convencido de que él era el Mesías, el Hijo de Dios (Hechos 2.32-36). La doctrina de la resurrección de Jesús era central para ellos, tal como lo es para nosotros; porque si Jesús no fue resucitado, entonces no es el Cristo, estamos todavía en nuestros pecados, y no tenemos base para una esperanza en Cristo o en nuestra propia resurrec­ción. Pablo lo puso de la siguiente manera:

Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres (1 Corintios 15.17-19).

El corazón del mensaje de la iglesia primitiva era la resurrección de Jesús (Hechos 1.22; 2.31; 4.2,33;17:18,32;23.6). Si alguna indicación da la predicación de Pablo (Hechos 24.15, 21; 1 Cor.15:12; es que era un tema de lo más importante dentro de la iglesia. El esfuerzo de la iglesia no consistía en presentar evidencia para la resurrección, lo cual no hubiera sido posible; en lugar de ello, lo que hacían era dar testimonio de que habían visto a Jesús resucitado de entre los muertos (Hechos 2.32; 4.33;. 1 Corintios 15.4-8) —una resurrección que había sido anunciada en las Escrituras (Hechos 2.29-31;. 1 Corintios 15.4). Basándose en este testimonio, la iglesia se esparció como fuego de pólvora por todo el mundo romano y a las partes remotas del mundo entonces conocido (Colosenses 1.23). La veracidad del testimonio de ellos fue declarada a través de su martirio.

¿CÓMO FUE SU RESURRECCIÓN?

Dado que nuestra resurrección seguirá la naturaleza de la resurrección de Jesús, una com­prensión de su resurrección nos ayudará a com­prender la nuestra.

¿En qué clase de cuerpo fue resucitado Jesús? Hay quienes creen que el cuerpo de Jesús que fue colocado en la tumba fue removido por Dios, no resucitado. Después de esto, Jesús tomó una naturaleza espiritual, celestial. Cuando fue visto por sus seguidores, él simplemente se materializó para que pudieran saber que era a él a quien contemplaban.

Hay otros quienes sostienen que el cuerpo de Jesús fue resucitado pero que fue transformado en un cuerpo glorificado, espiritual. Era el mismo cuerpo que fue sepultado, pero fue resucitado como un cuerpo espiritual en lugar de uno material. Según alegan, su cuerpo resucitado llegó a ser el mismo cuerpo espiritual, glorificado, que los cristianos tendrán después de su resurrección.

Hay quienes enseñan que cuando Jesús tomó un cuerpo material él renunció para siempre a su existencia espiritual, de la cual gozaba antes de venir a la tierra. Arguyen que renunció eternamente a tal existencia espiritual para poder tomar un cuerpo humano glorificado, resucitado para siem­pre, según dicen. El tomar este cuerpo fue parte de su sacrificio por los pecadores.

Todavía otros creen que el cuerpo de Jesús, que fue resucitado, fue el cuerpo material sin cambio que fue colocado en la tumba. Él retuvo este cuerpo hasta que ascendió a la dimensión no material del cielo, y después lo abandonó.

Los dos primeros puntos de vista son sostenidos usualmente con el fin de explicar por qué el Jesús resucitado no fue reconocido por algunos

Juan 21:4; y cómo fue que él atravesó puertas cerradas (Juan 20.19). Estos incidentes pueden sugerir que él tuvo un cuerpo espiritual en lugar de uno mate­rial; no obstante, aun antes de su muerte él no fue siempre reconocido (Mateo 14.26), y él pasó por en medio de multitudes cuando éstas lo andaban buscando para matarlo (Lucas 4.29-30). También, caminó sobre el agua (Mateo 14.26) —algo imposible para un cuerpo material a menos que sea asistido por el poder divino.

Al principio de su ministerio, Jesús profetizó la resurrección de su cuerpo. Esto fue lo que dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2.19). Los judíos creían que él estaba hablando acerca del templo de Jerusalén, “mas él hablaba del templo de su cuerpo” (Juan 2.21). Sus discípulos recordaron su promesa cuando él fue resucitado, y creyeron (Juan 2.22). Jesús creyó en, y profetizó acerca de, la resurrección de su cuerpo. Si su cuerpo no fue resucitado, entonces fue un falso prof eta.

Jesús también dio amplias pruebas de que el cuerpo que él tuvo después de su resurrección era el mismo que había muerto en la cruz, pues su cuerpo todavía tenía evidencias de las heridas de su crucifixión (Juan 20.25-29). Su cuerpo era pal­pable (Mateo 28.9; véase Lucas 24.39; Juan 20:17,27), y comió alimentos para probarle a sus discípulos que él tenía un cuerpo de carne y hueso Lucas 24:41-43;. Esto fue lo que les dijo: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24.39). Así que, Jesús enseñó que su cuerpo resucitado fue el mismo cuerpo que fue tomado de la cruz y puesto en la tumba. Los dos discípulos del camino a Emaús no lo reconocieron porque a sus ojos se les impidió hacerlo (Lucas 24.16), no porque él no fuera reconocible. Posteriormente, ellos lo reconocieron cuando sus ojos fueron abiertos (Lucas 24.31). Si él hubiera sido completamente diferente, aun el habérseles abierto los ojos no los hubiera capacitado para reconocerlo, y no hubieran sabido a ciencia cierta que él había resucitado.

Jesús se mostró a sí mismo a suficiente gente hasta el punto que su resurrección no pudo ser cuestionada. Pablo mencionó los testigos, in­cluyendo más de quinientas personas a la vez en una ocasión (1 Corintios 15.3-7). Si un abogado tuviera dos testigos de confianza que estuvieran de acuerdo, tendría un indiscutible caso. En una sala de juicio, un caso indisputable a favor de la resurrección corporal de Jesús ganaría y se fallaría como un evento innegable, basado en el testimonio de tantos testigos.

¿QUÉ ES LO QUE SERÁ RESUCITADO?

¿Será nuestra resurrección similar a la re­surrección que Jesús experimentó?¿Irán a ser resucitados nuestros cuerpos? Si nuestros cuerpos son resucitados, ¿cómo serán éstos? ¿Irán a ser unidos nuevamente nuestras almas y nuestros espíritus con nuestros cuerpos?

Cuando una persona muere su cuerpo es puesto en una tumba (Job 21.32), y vuelve a la tierra (Génesis 3.19), pero no así el alma y el espíritu. Éstos abandonan el cuerpo1 y van al mundo del Hades (Lucas 16.22-23).

A la resurrección, los cuerpos, estando en sus sepulcros, oirán la voz de Jesús y saldrán (Juan 5.28-29). El alma y el espíritu no estarán en el sepulcro, así que es sólo el cuerpo el que será levantado. Dado que el alma y el espíritu, no estarán en el sepulcro, sino, en el Hades, éstos saldrán del Hades (Apocalipsis 20.13). Dado que moran en el Hades, estarán todavía conscientes y vivos. Si el cuerpo no va a ser levantado, entonces no habrá resurrección. Si el cuerpo no va a ser levantado, entonces Jesús no tendría necesidad de acercarse a la tierra a levantar los cuerpos de los que han partido; en lugar de ello, necesitaría ir al Hades para levantar las almas y los espíritus. No obstante, Jesús estará regresando para hacer salir a los muertos de sus sepulcros y reunirlos (1 Tes. 4.16; véase Juan 5.28-29), lo cual es una buena indicación de que el cuerpo será levantado.

Con el regreso de Cristo, no sólo está implícita la resurrección del cuerpo, la Biblia también expresa que el cuerpo será vivificado: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8.11; véase también Romanos 8:23; El cuerpo natural, perecedero, es aquello de “lo” que se deshace uno a la muerte, pero también es “lo” que será levantado como cuerpo espiritual e incorruptible. Es el mismo cuerpo, es “lo” único que será transformado (1 Cor. 15.51) en una existencia espiritual. Si el cuerpo no es levantado y al mismo tiempo trans­formado en un cuerpo espiritual, entonces no sere­mos “todos (los vivos y los muertos)” los transfor­mados de corrupción a incorrupción, de mortalidad a inmortalidad, “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos” (1 Corintios 15.51-54). Dado que el alma y el espíritu están vivos en el Hades, la resurrección debe ref erirse solamente al cuerpo.

Hay quienes objetan diciendo que la resurrec­ción de un cuerpo descompuesto es imposible. Tal objeción ignora el poder de Dios (Marcos 12.24) y el hecho que Dios abrió las tumbas y trajo a la vida a

1 Véase Génesis 35.18; Eclesiastés 12.7; .1 Reyes 17.21-22; Lucas 23.46; Santiago 2.26. personas que habían estado muertas por algún tiempo. Los que fueron resucitados, cuando Jesús fue crucificado, fueron a Jerusalén después de su resurrección (Mateo 2 7.52-53). Si Dios pudo levan­tar a tales muertos, él puede levantarnos a todos nosotros en el fin de los tiempos.

¿A QUÉ SERÁN SEMEJANTES NUESTROS CUERPOS?

El cuerpo resucitado no será igual al cuerpo actual nuestro (1 Corintios 15.37). Será un cuerpo incorruptible y espiritual, un cuerpo de gloria y de poder, transformado en la imagen del celestial (1 Corintios 15.48-49). No será un cuerpo material, pues “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrup­ción” .1 Corintios 15.50). Seremos como Jesús (1 Jn 3.2), “el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3.21). Dada la condición de seres espi­rituales seremos como ángeles y no nos casaremos (Mateo 22.30; véase Marcos 12.25; Lucas 20.34-36).

Nuestra composición no será material ya más. En el momento de la resurrección entraremos a la dimensión espiritual, eterna, que es invisible para el ojo humano (2 Corintios 4.18), a la esfera en la cual existe Dios, donde no podemos morir (Lucas 20.36).

¿QUÉ SUCEDERÁ EN EL MOMENTO DE LA RESURRECCIÓN?

Son muchas las preguntas que se han hecho respecto a la resurrección de los muertos: ¿Quiénes serán resucitados? ¿Cuándo ocurrirá la resurrec­ción? ¿A qué seremos semejantes después de la resurrección? Las siguientes respuestas son las que da el Nuevo Testamento:

1)  Ocurrirá cuando Jesús venga nuevamente (1 Corintios 15.22-23;. 1 Tes. 4.13-18).

2)  Todos los muertos serán levantados, tanto los buenos como los malos (Juan 5.28-29;

     véase Hechos 24.15).

3)  Los justos y los malos serán levantados a la misma hora, al mismo tiempo

     (Jn 5.28-29).

4)  Habrá gente viviendo en la tierra en el momento de la resurrección

    (1 Corintios 15.51; .1 Tesalonicenses 4.17).

5)  Ello será antes de que los vivientes sean arrebatados de la tierra

     (1 Tesalonicenses 4.16-1 7).

6)  Los resucitados y los vivientes recibirán jun­tamente a Jesús en el aire (1 Tes. 4.17)

7)  Las voces de Jesús y del arcángel serán oídas, y la trompeta sonará para llamar a los cuerpos a salir de sus sepulcros (Juan 5.25, 28;. 1 Corintios 15.51-52; .1 Tesalonicenses 4.16). La voz que levantó a Lázaro es la voz que levantará a todos los muertos (Juan 11.43).

8)  El poder de Dios levantará a los muertos (1 Corintios 6.14; véase .2 Corintios 1.9). Tanto el Padre como el Hijo tienen este poder (Juan 5.21); no obstante, así como Dios creó el mundo a través del Hijo (1 Corintios 8.6), así también él levantará a los muertos por medio de Jesús (2 Corintios 4.14).

9)  Los cuerpos resucitados serán transfor­mados en cuerpos incorruptibles

     (1 Corintios 15.51-54).

Estos son los eventos mayores que sucederán el día de la resurrección. Será una ocasión im­presionante, una grandiosa experiencia —si es que estamos preparados para tal día.

CONCLUSIÓN

Cuando Jesús regrese, todos los muertos serán levantados cuando sus espíritus sean unidos con nuevos cuerpos espirituales y eternos. Así que, la muerte será vencida y absorbida en victoria, una victoria que ha sido ganada por medio de Jesús (1 Corintios 15.57; véase Juan 11.25; Hechos 4.2). Este gran evento ocurrirá el día postrero, cuando Jesús regrese a “segar la tierra”. ¡Estemos prepa­rados, pues no sabemos el día en que regresará!

QUE SUCEDE AL MORIR

“Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Ec. 12.7).

¿Qué le suceden al cuerpo, al alma, y al espíritu cuando una persona muere? ¿Siguen existiendo el alma y el espíritu cuando el cuerpo muere? ¿Existe alguna forma en la cual vivimos después de la muerte? Aunque la Biblia dice que “el cuerpo sin espíritu está muerto” (Santiago 2.26), no dice que el espíritu sin el cuerpo está muerto. Jesús indicó que nosotros seguimos teniendo vida después de la muerte: “¿No habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” (Mateo 22.31-32). Si Dios es el Dios de los patriarcas y no es el Dios de los muertos sino de los vivos, entonces, en alguna forma, estas figuras bíblicas estaban vivas después de la muerte.

Aunque habían muerto mucho tiempo atrás, Moisés y Elías aparecieron con Jesús en el Monte de la Transfiguración (Mateo 17.1-4). Jesús también describió a Abraham, a Lázaro y al rico como teniendo vida y conciencia después de la muerte en Lucas 16.19-30. Pablo pudo haber estado fuera del cuerpo cuando fue arrebatado al tercer cielo (2 Corintios 12.2-4), lo cual puede significar que podemos existir fuera de nuestros cuerpos. Pablo escribió que a él le gustaría estar “ausente del cuerpo” (2 Corintios 5.8), lo cual es una indicación de que podemos vivir fuera de nuestros cuerpos.

LA MUERTE Y EL CUERPO FÍSICO                                                                        

  En el momento de la concepción Dios pone nuestro espíritu en nuestro cuerpo (Eclesiastés 12.7;  Zacarías 12.1). El juntar el espíritu con el cuerpo físico es lo que le da vida al cuerpo. Siempre y cuando el alma y el espíritu se encuentren en el cuerpo, éste tiene vida (1 Reyes 17.21-22; Santiago 2.26).

La muerte no termina con la existencia del cuerpo, pero sí termina la vida de ese cuerpo. A menos que se embalsame, un cuerpo comienza a descomponerse en el momento de la muerte y eventualmente vuelve a la tierra (Génesis 3.19; Eclesiastés 12.7). La vida es la que le da al cuerpo de uno, su fortaleza física y sus actividades corporales. En el momento de la muerte, sus funciones físicas, intelectuales y emocionales cesan. La muerte física trae consigo el cese de cada una de las sensaciones placenteras y no placenteras que el cuerpo es capaz de percibir.

La palabra “Vida” (zoe) se usa para describir:

1.  la vida física (Hechos 17.25),

2.  la verdadera manera de vivir (Lucas 12.15; véase también Romanos 6.4; 8.6, 10; Gálatas 2.20; 1 Pedro 3.10;. 2 Pedro 1.3),

3.  la vida espiritual (Juan 10.10;. 1 Jn 5.12) la cual se da por medio de un nuevo nacimiento y se considera eterna porque no es afectada por la muerte,

4.  la vida futura (Mateo 7.14; 18.8, 9; Marcos 10.30; Juan 5.29),

5.   Jesús, la fuente de la vida (Juan 1.4; 14.6).

La palabra “Muerte” (thanatos) se usa para describir:

1.   la muerte física (Mateo 20.18; Lucas 2.26),

2.   el vivir mal (Romanos 8.6; .1 Timoteo 5.6),

3.   el estar espiritualmente muerto en pecado (Colosenses 2.13) y el estar separado de Dios (Isaías 59.1, 2; Efesios 2.11-13), así como el hijo pródigo, cuando estaba separado de su padre, se consideraba muerto (Lucas 15.24),

4.   el estar espiritualmente muerto al pecado pues no ya estamos más vivos para la vida pecaminosa (Romanos 6.1-6),

5.   la segunda muerte, la cual es el lago de fuego (Apocalipsis 2.11; 20.14).

La vida y la muerte físicas se mencionan en contraste de una con la otra en Filipenses 1.20. No podemos tener las dos al mismo tiempo. Al mo­mento de la concepción, se nos da la vida física. Salimos de este mundo por medio de la muerte.

La muerte es el resultado del pecado (Romanos 5.12). El diablo es un homicida (Juan 8.44); al tentarnos a pecar, tiene el poder de la muerte. Jesucristo vino “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Hebreos 2.14; véase también .1 Tes. 3.5; .2 Timoteo 2.26). La muerte que viene a través del pecado es obra del diablo, mientras que la vida que viene por medio de la justicia es el resultado de la obra de Jesús (Romanos 5.17).

EL ALMA Y EL ESPÍRITU EN EL MOMENTO DE MORIR

¿Mueren el alma y el espíritu cuando el cuerpo muere? ¿Continuamos viviendo después de la muerte? Esto fue lo que Cristo declaró: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10.28). Si alguien puede matar el cuerpo pero no el alma, entonces es porque el alma debe ser capaz de vivir aunque el cuerpo muera. La muerte del cuerpo no significa la muerte del alma. El alma de Raquel no murió con el cuerpo de ella; en lugar de ello, lo que sucedió, fue que salió del cuerpo de ella cuando murió: “Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín” (Génesis 35.18). El alma deja el cuerpo cuando uno muere.
El alma del hijo de una viuda regresó cuando

fue traído de nuevo a la vida. Elías, con el fin de restaurarle la vida, “se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él. Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió” (1 Reyes 17.21-22). El alma del niño debió haber salido en el momento de su muerte, de lo contrario, no podría haber vuelto a él nueva­mente. Debemos nuevamente, llegar a la conclusión de que el alma abandona el cuerpo en el momento de la muerte.

Elías le pidió a Dios que se llevara su “alma” (1 Reyes 19.4; New World Translation [traducción New World]), palabra que se traduce como “vida” en la Reina-Valera. Nuevamente, vemos que el alma deja el cuerpo en el momento de la muerte.

En el cumplimiento de la profecía de David en el Salmos 16.8-11, el cuerpo de Jesús no se des­compuso y su alma no fue dejada en el Hades. En el sermón que Pedro predicó el día de Pentecostés, Pedro hizo uso del Salmos 16 para probar la resurrección de Jesús (Hechos 2.29-31). Su alma abandonó su cuerpo en el momento de su muerte, fue al Hades, y regresó cuando fue resucitado.

Esto fue lo que al rico “insensato” se le dijo: “Esta noche vienen a pedirte tu alma” (Lucas 12.20). Lo que se dio a entender con esto es que su alma sería tomada dando como resultado, la muerte.

De las anteriores Escrituras se puede llegar a la conclusión de que cuando el alma abandona el cuerpo, éste muere. El alma no muere cuando deja el cuerpo. De la misma manera, nuestro espíritu también abandona nuestro cuerpo y continúa viviendo separado de éste.

Cuando Jesús murió, él encomendó su espíritu al cuidado de Dios cuando dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23.46). El cuerpo de Jesús permaneció un rato en la cruz y después fue sepultado, pero su espíritu había salido para estar al cuidado de Dios.

Mientras vivimos, tenemos la libertad de movernos según lo permiten nuestros cuerpos. Cuando el alma y el espíritu abandonan el cuerpo, ellos dejan de tener tal movilidad física. De allí en adelante dependen del cuidado de Dios. Él los preserva en el Hades mientras son resucitados.

CONCLUSIÓN

La “muerte” y la “vida” son términos que deben ser comprendidos según los contextos en los que se encuentren. Cuando pasamos por la puerta de la muerte, el alma y el espíritu abandonan el cuerpo y entran a un estado incorpóreo.

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