Salmo 1

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El tema de este salmo es la felicidad del justo y el juicio de los malos

Dios no ve sino a dos personas en el mundo: los justos, que están «en Cristo», y los malos, que están «en Adán». Véase 1 Corintios 15.22, 49. Miremos a estas dos personas.

I. La persona que Dios bendice (1.1–3)

Desde el principio de la creación Dios bendijo a la humanidad. G. 1:28.

Fue sólo después que el pecado entró al mundo mediante la desobediencia de Adán que hallamos la palabra. Gn. 3:14-19

Dios siempre ha deseado que la humanidad disfrute de sus bendiciones.

Efesios 1.3 nos dice que el creyente en Cristo ha sido «bendito con toda bendición espiritual». ¡Cuán ricos somos en Él! Es triste, pero muchos cristianos no toman posesión «de sus posesiones» (Abd 17) ni disfrutan de sus bendiciones en Cristo. En estos versículos tenemos una descripción de la clase de cristiano que Dios puede bendecir.

A. Una persona separada del mundo (v. 1).

La vida cristiana se compara al andar (véanse Ef 4.1, 17; 5.2, 8, 15).

Empieza con un paso de fe al confiar en Cristo y crece a medida que damos pasos adicionales de fe en obediencia a su Palabra.

Andar involucra progreso y los cristianos deben progresar al aplicar las verdades bíblicas a la vida diaria. Pero es posible que el creyente ande «en tinieblas», fuera de la voluntad de Dios (1 Jn 1.5–7).

Las personas que Dios bendice se cuidan mucho en su andar: aun cuando están en el mundo, no son del mundo.

En contraste, se requiere poca imaginación para ver a la persona andando cerca del pecado, luego deteniéndose para considerarlo y por último sentándose para disfrutar «los placeres temporales del pecado» (Heb 11.25). Vemos este triste desarrollo en la desobediencia de Pedro. Jesús le dijo que se fuera (Jn 18.8), pero en lugar de eso Pedro anduvo detrás de Jesús (18.15). Luego lo vemos junto a la gente equivocada (18.18) y antes de mucho sentado cerca del fuego (Lc 22.55). Usted sabe lo que ocurrió: entró directo en la tentación y tres veces negó a su Señor. Si los cristianos empiezan a escuchar el consejo (planes) de los malos, pronto estarán de lleno en su manera de vivir y a la larga se sentarán y estarán de acuerdo con ellos.

B. Una persona saturada de la Palabra (v. 2).

Las personas que Dios bendice no se deleitan con lo relacionado al pecado y al mundo; se deleitan en la Palabra de Dios.

Es el amor y la obediencia a la Biblia lo que trae bendición a nuestras vidas.

Véase Josué 1.8. Las personas que Dios bendice no sólo leen la Palabra diariamente, sino que la estudian, la memorizan y meditan en ella de día y de noche.

La Palabra de Dios controla sus mentes. Debido a esto, son guiados por el Espíritu y andan en el Espíritu. La meditación es para el alma lo que la «digestión» para el cuerpo. Significa comprender la Palabra, «masticarla» y aplicarla a nuestras vidas, haciéndola parte de nuestro ser interior.

C. Una persona junto a las aguas (v. 3).

Aquí se compara al cristiano con un árbol que recibe su agua de las profundas fuentes ocultas bajo las secas arenas. Este mundo es un desierto que nunca satisfará al creyente consagrado. Debemos enviar nuestras «raíces espirituales» muy hondo en las cosas de Cristo y beber del agua espiritual de la vida. Véanse Jeremías 17.7–8; Salmo 92.12–14. No puede haber fruto sin raíces. Demasiados cristianos se preocupan más por las hojas y el fruto que por las raíces, pero estas son la parte más importante. A menos que los cristianos pasen tiempo diariamente orando y leyendo la Palabra y le permitan al Espíritu que les alimente, se secarán y morirán.

El creyente que bebe de la vida espiritual en Cristo será fructífero y tendrá éxito en la vida de fe. Cuando los cristianos cesan de llevar fruto es porque algo les ha ocurrido a las raíces (Mc 11.12–13, 20; y véase Lc 13.6–9).

¿Qué clase de fruto debemos llevar?

Véanse Romanos 1.13; 6.22; Gálatas 5.22–23; Hebreos 13.15 y Colosenses 1.10.

Por supuesto, el ejemplo perfecto de esta persona justa de los versículos 1–3 es Jesucristo.

Él es el Camino (v. 1),

la Verdad (v. 2)

y la Vida (v. 3);

véase Juan 14.6.

II. La persona que Dios juzga (1.4–6)

Al justo se le compara con un árbol: fuerte, permanente, hermoso, útil, fructífero. A los malos se les compara con el tamo: no tienen raíces; el viento los arrastra; son inútiles para los planes de Dios; no son ni hermosos ni fructíferos.

¿Hay un juicio futuro?

El versículo 5 nos informa que lo hay. Por supuesto, en el AT no hallamos la explicación completa de los juicios futuros como aparecen en el NT. Para el creyente en Cristo no hay juicio del pecado (Jn 5.24; Ro 8.1), pero para el incrédulo hay «una terrible expectación de juicio» (Heb 10.27).

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