Ven a Ver al Salvador del Mundo

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Sermón preparado por el departamento de Ministerio de la Mujer de la División Sudamericana
Escrito por el Pastor Davi França
Lectura bíblica: Juan 4:28-30, 39-42
INTRODUCCIÓN
El capítulo 1 del Evangelio de Juan, registra que, cuando dos de los discípulos de Juan el Bautista lo escucharon decir: —"¡Aquí tienen al Cordero de Dios!” (Juan 1:36, NVI), los discípulos siguieron al hombre que Juan señaló. Cuando Jesús se volvió y vio a los dos hombres que lo seguían, les preguntó: “—¿Qué buscan?” (versículo. 38).
¿Qué es lo que querían estos dos hombres? ¿Le pidieron a Jesús que les predicase su mejor sermón evangelizador o que les diera un estudio bíblico? ¿Le pidieron que les mostrara sus credenciales ministeriales o su título académico del seminario; o tal vez su árbol genealógico? ¡No!
Lo que ellos querían era conocerlo, por eso le respondieron: “—Rabí, ¿dónde te hospedas?” (versículo 38). Los discípulos sabían que la mejor manera de conocer a una persona es pasar tiempo con esa persona, hacerle preguntas, escuchar historias, estar con ella en su propio ambiente.
“—Vengan a ver —les contestó Jesús” (versículo 39).
Este encuentro transformó a esos hombres. Inmediatamente, Andrés invitó a su hermano a encontrarse con el Mesías. No le dio a Simón Pedro instrucciones de cómo encontrarlo y luego lo envió solo a buscar a Jesús, sino que él mismo lo trajo a donde estaba Jesús.
El siguiente pasaje de Juan 1 registra la historia de Felipe al encontrarse con Jesús. Felipe fue inmediatamente a buscar a su amigo Natanael y le dijo: “Hemos encontrado [al Mesías] a Jesús de Nazaret” (versículo 45). Entonces Felipe llevó él mismo a Natanael a Jesús, al invitar a su amigo con las siguientes palabras: “—Ven a ver” (versículo 46).
Hay una historia registrada en Juan 4 acerca de una mujer de Samaria que se encontró con Jesús junto a un pozo y ella también fue transformada por ese encuentro. Aunque era una mujer sin educación, viviendo en pecado y, aunque apenas había sido introducida al conocimiento de la Verdad, corrió en busca de las personas que conocía y las invitó a venir a ver a ese hombre. Entonces ella misma llevó a la gente a Jesús, el Salvador del mundo.
Este día, al enfatizar y celebrar a la mujer y su ministerio, aprenderemos lecciones a través de la historia de la mujer samaritana, una maravillosa mujer cuyo nombre ni siquiera quedó registrado. Descubriremos que cada uno de nosotros —hombres, mujeres y niños, podemos hacer lo que hizo la mujer samaritana, lo que hizo Felipe , lo que hizo Andrés y lo que hizo Jesús. Independientemente de donde vivamos, podemos invitar a nuestra familia, nuestros amigos y vecinos: ¡VEN A VER a Jesús!
LA MUJER JUNTO AL POZO
Esta es una historia muy conocida para nosotros y por lo tanto solamente leeremos una porción del pasaje en Juan 4. Vamos a leer los versículos 28-30 y 39-42 de la Nueva Versión Internacional:
28 “La mujer dejó su cántaro, volvió al pueblo y le decía a la gente:29 —‘Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Cristo?’ 30 Salieron del pueblo y fueron a ver a Jesús.39 Muchos de los samaritanos que vivían en aquel pueblo creyeron en él por el testimonio que daba la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’. 40 Así que cuando los samaritanos fueron a su encuentro le insistieron en que se quedara con ellos. Jesús permaneció allí dos días, 41 y muchos más llegaron a creer por lo que él mismo decía. 42 —‘Ya no creemos solo por lo que tú dijiste’ —le decían a la mujer—; ‘ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo’”.
La mujer samaritana fue al pozo de Jacob al mediodía a acarrear agua para las tareas caseras. Esperaba estar sola; pero, cuando llegó al lugar, encontró a un hombre sentado junto al pozo. Generalmente todo lo que pasaba en el día era como ella esperaba que fuese. Pero este no era como cualquier otro viaje al pozo. El hombre tampoco era como cualquier otro hombre. Ese día no era como cualquier otro día. Desde el momento con su encuentro con Jesús, la mujer ya no fue la misma persona de antes.
Como la mujer samaritana, cuando nos encontramos con Jesús, llegamos a ser transformados. Cuando nos manda a cumplir una misión: —"Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá” (Juan 4:16), o “Ve y dilo a tu familia, a tus amigos y a todo aquel con quien te encuentres”, podemos hacer lo que hizo la mujer samaritana. Podemos dar a conocer en qué forma Jesús nos ha transformado.
Uno podría preguntarse: “¿Yo? ¿Cómo?” Otros podrán argüir: “Pero yo no he estudiado teología”. Otros podrán asegurar: “Pero no puedo ir como misionero”. Otros podrían pensar en forma privada: “Pero, tengo tantos problemas en mi vida y no tengo nada qué compartir”. Unos cuantos podrían confesar: “Pero, no soy lo suficientemente consagrado”. Y otros hasta podrían rehusarse a hacerlo, diciendo: “No creo que Dios me llamó a cumplir una misión”.
La historia de la mujer junto al pozo nos muestra que para dar a conocer las nuevas acerca de Jesús, no necesitamos ser perfectos, no necesitamos saberlo todo y no necesitamos ir a tierras lejanas para hacerlo.
PODEMOS IR
1. PARA ALCANZAR AL MUNDO CON EL EVANGELIO, NO NECESITAMOS. . . SER PERFECTOS
La mujer samaritana no era perfecta- El hecho de que iba al pozo a sacar agua a una hora en que no se encontraría con otras mujeres, nos dice que ella sabía que estaba muy lejos de ser perfecta. La declaración de Jesús acerca de su vida matrimonial revela que no estaba guardando perfectamente la ley. Pero la mayor evidencia de que había algo que faltaba en su corazón, era el grito de su alma sedienta.
—"Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla” (versículo 15).
La mujer samaritana estaba viviendo en pecado. La culpa oprimía su corazón. La conciencia constreñía su mente. Las miradas prejuiciadas herían su alma. Ir al pozo cuando otros estaban ahí era más que una experiencia vergonzosa, era humillante. Día tras día sentía que su existencia no tenía sentido. Estaba sedienta por algo que el agua no podía calmar. ¡Tenía sed de amor, de paz, de libertad, de una vida gozosa!
Si fuéramos a elegir a un misionero para que fuese a una región en donde el evangelio no ha sido todavía predicado, no elegiríamos a esta mujer. Ciertamente, ella misma ni siquiera pensaría en unirse a su propia congregación en un proyecto misionero. Sin embargo, ella comenzó a dar a conocer su experiencia tan pronto como se encontró con Jesús. La gente con la que habló todavía no había conocido a Jesús, solamente la conocía a ella. Su vida no se hizo perfecta; pero cuando se encontró con el hombre perfecto, llegó a ser una mujer diferente.
En vez de que su vida imperfecta fuera una excusa, su vida imperfecta llegó a ser la sustancia misma de su mensaje.
“—Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho” (versículo 29).
Para alcanzar al mundo con el evangelio no necesitamos ser perfectos.
2. PARA ALCANZAR AL MUNDO CON EL EVANGELIO NO NECESITAMOS… SABERLO TODO
La mujer samaritana no sabía todo en cuanto a religión. Acababa de conocer a este Rabí y tenía algunas preguntas en cuanto a la Biblia. Estaba confusa en cuanto a cómo se debía adorar a Dios correctamente. Y aunque esperaba la vendida del Mesías, no estaba lista para ese encuentro con él ese día.
“—Sé que viene el Mesías, al que llaman el Cristo —respondió la mujer—. Cuando él venga nos explicará todas las cosas” (versículo 25).
Además de nuestra vida imperfecta como excusa para no ir a alcanzar nuestro mundo con el evangelio, la falta de conocimiento o habilidad es también una excusa. “¡No sé cómo dar estudios bíblicos!” “¡Soy muy tímido y no me gusta hablar con la gente!” “¡No conozco bien la Biblia!” “¡Ya estoy muy viejo para eso!” “¡Soy muy joven para eso!” ¿Cuántos de nosotros hemos escuchado o dicho frases como esas? Usamos nuestras limitaciones como excusas para nuestra falta de participación en el ministerio.
Todo lo que necesitamos saber acerca de Jesús es esto: Él sabe todo acerca de nosotros y de todos modos nos sigue amando. Lo que importa no es cuánto sabemos, sino cuánto de lo que sabemos ejerce un impacto en nuestra vida.
No necesitamos saber todo acerca de Jesús , lo único que necesitamos es hacer que los demás conozcan a Jesús.
“—Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Cristo?” (versículo 29).
Para alcanzar al mundo con el evangelio no necesitamos saberlo todo.
PARA ALCANZAR NUESTRO MUNDO CON EL EVANGELIO, NO NECESITAMOS . . . IR MUY LEJOS
El impacto del mensaje y la presencia de Jesús hicieron que la mujer samaritana dejara su carga a sus pies. Dejó ahí su cántaro con agua y regresó inmediatamente a su casa. ¿Salió corriendo llena de temor? ¡No! Salió corriendo hacia la libertad. Corrió a su casa y a su vecindario libre de su carga e instó a la gente a venir con ella al pozo.
En primer lugar, dio a conocer a Jesús en su casa al ir a buscar a su “marido”. Luego les habló de Jesús a sus vecinos. Finalmente dio su testimonio ante la ciudad entera.
La mayor preocupación de la mujer samaritana era traer a la gente a Jesús. La gran preocupación de los discípulos era traerle pan a Jesús, el Pan de Vida.
“Salieron del pueblo y fueron a ver a Jesús. 31 Mientras tanto, sus discípulos le insistían: —'Rabí, come algo’” (versículos 30, 31).
Hermanos y hermanas: El mayor centro de influencia de cada uno de nosotros es nuestra familia y nuestros vecinos. Ellos nos observan. Ellos nos conocen. La forma en que vivimos es nuestra predicación. Ellos pueden entender que, si Jesús tiene poder para transformar nuestra vida desordenada, tiene también poder para transformar su propia vida desordenada.
La mayor dificultad al no ir a una región no alcanzada por el evangelio es dar la misma excusa que con frecuencia usamos para evitar involucrarnos en el ministerio local. “No se están abriendo las puertas”. “Hay muchos corazones duros como la piedra”. ”Todos tienen una mente secular”. Esos obstáculos se presentan como barreras para dar a conocer el evangelio.
Pero tenemos que permitirle a Jesús que use nuestra vida transformada para transformar la vida de nuestra familia, nuestros amigos y vecinos.
“Muchos de los samaritanos que vivían en aquel pueblo creyeron en él por el testimonio que daba la mujer” (versículo 39).
No necesitamos ir muy lejos para alcanzar con el evangelio a nuestro mundo.
Hemos aprendido que PODEMOS salir a alcanzar a nuestro mundo con el evangelio, pero no necesitamos ser perfectos, no necesitamos saberlo todo y no necesitamos ir muy lejos. La historia de la mujer samaritana nos muestra también que podemos hacer una diferencia a través de CÓMO invitamos a otros a venir y ver al Salvador. Necesitamos hacer prioritario lo más importante, necesitamos dar nuestro testimonio y necesitamos enfocar nuestra atención en Jesús y no en nosotros mismos.
CÓMO VAMOS A IR
1. PARA HACER UNA DIFERENCIA, NECESITAMOS . . . TENER PRIORIDADES
El impacto de la reunión con Jesús cambió totalmente la escala de valores de la mujer samaritana. Su lista de prioridades de ese día cambió inmediatamente. A pesar de ser importante, el agua que fue a sacar del pozo ya no se necesitó esa tarde porque las tareas del hogar ya no eran tan importantes como dar a conocer las buenas nuevas. El cántaro de agua abandonado es un poderoso símbolo externo de lo que ocurrió internamente en el corazón de la mujer.
Cuando dejamos nuestras cargas a los pies de Jesús, nuestra lista de prioridades cambia, de llevar nuestras cargas, a llevar las buenas nuevas.
La mujer adoptó la lista de prioridades de Jesús. Para Jesús, la cosecha de corazones era más importante que comer y beber. Para la mujer samaritana, la salvación de las almas era más importante que sacar agua del pozo o de comer su comida de mediodía.
Si el ministerio es más importante que cualquier otra cosa en nuestra vida, el ministerio será parte de cualquier otra cosa en nuestra vida.
“ La mujer dejó su cántaro [y] volvió al pueblo” (versículo 28).
A fin de alcanzar a nuestro mundo con el evangelio, necesitamos establecer prioridades.
2. PARA HACER UNA DIFERENCIA, NECESITAMOS. . . DAR NUESTRO TESTIMONIO
La mujer samaritana no predicó un sermón; ella presentó un argumento. “Me ha dicho todo lo que he hecho”. La lógica de este argumento es el siguiente: La gente de esa ciudad sospechaba acerca de su estilo de vida y la juzgaba. Aunque Jesús sabía todo lo que ella había hecho, todavía seguía amándola. A pesar de ser un testimonio sencillo, ese testimonio era poderoso.
La gente que conocía a la mujer samaritana no podía negar la súbita transformación de la que estaban siendo testigos. Esos ojos tristes que nunca se habían mirado en los ojos de otros por causa de su vergüenza, brillaban ahora por causa de la esperanza que encendía el fuego en su corazón.
Aunque regresó vacía de su viaje al pozo, ¡su corazón estaba lleno, y derramándose de gozo! Al ofrecerle el agua de vida, Jesús le estaba ofreciendo su gracia. Cada uno en el pueblo podía ver que ella era ahora, de hecho, diferente.
No hay forma de negar el poder de una vida tocada por la gracia de Cristo. Si tu vida ha sido transformada por el poder de Dios, ¡necesitas dar a conocer esa verdad! Necesitas permitirle a la gente que vea la diferencia que Cristo hace en tu vida, Las personas necesitan saber que Jesús las acepta y les ofrece su gracia a ellas también.
Cuando una persona es evangelizada, esa persona se convierte en evangelizadora.
“—Ya no creemos solo por lo que tú dijiste —le decían a la mujer—; ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos . . .” (versículo 42).
Para alcanzar al mundo con el evangelio, necesitamos dar nuestro Testimonio.
3. PARA HACER UNA DIFERENCIA NECESITAMOS. . . ENFOCAR NUESTRA ATENCIÓN EN JESÚS
La mujer samaritana no dijo: “Acabo de tener la experiencia personal más increíble de mi vida”. Ella dijo simplemente: “Vengan a ver este hombre”. Esta es una de las formas mejores de presentar un testimonio personal. Su testimonio despertó la curiosidad, pero el enfoque de su mensaje era la persona de Jesús.
Nuestra misión es mostrarle al mundo el Salvador. Aun cuando usemos nuestro testimonio o varios recursos y estrategias para captar la atención de la gente, el centro de nuestro mensaje es Cristo. Tenemos que hablar de su vida, su muerte y su resurrección, su ministerio y su pronta venida para llevarnos con él.
Nosotros mismos tenemos que ver a Jesús y enfocar nuestra atención en su Palabra antes de pedirles a otros que vengan a verlo a él. Tenemos que vivir la Palabra de Dios.
“…Y muchos más llegaron a creer por lo que él mismo decía” (versículo 41).
Para alcanzar al mundo con el evangelio, necesitamos enfocar la atención en Jesús.
EL FUNCIONAMIENTO DE UNA FE PRÁCTICA
Elena G. White escribe acerca de la experiencia y ministerio de la mujer samaritana:
“Tan pronto como halló al Salvador, la mujer samaritana trajo otros a él. Demostró ser una misionera más eficaz que los propios discípulos. Ellos no vieron en Samaria indicios de que era un campo alentador. Tenían sus pensamientos fijos en una gran obra futura, y no vieron que en derredor de sí había una mies que segar. Pero por medio de la mujer a quien ellos despreciaron, toda una ciudad llegó a oír del Salvador. Ella llevó en seguida la luz a sus compatriotas.
“Esta mujer representa la obra de una fe práctica en Cristo. Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. El que bebe del agua viva, llega a ser una fuente de vida. El que recibe llega a ser un dador. La gracia de Cristo en el alma es como un manantial en el desierto, cuyas aguas surgen para refrescar a todos, y da a quienes están por perecer avidez de beber el agua de la vida” (El Deseado de todas las gentes, p.166, 1, 2).
En nuestros días, Dios está todavía usando mujeres que están dispuestas a ir y alcanzar al mundo con el evangelio. En todas partes, la gente está encontrando a Jesús a través de mujeres que se levantan en acción y dicen: “Ven a ver a un hombre que me dijo todo lo que yo había hecho y todavía me ama”.
Escucha esta historia de una mujer que demuestra el impacto que una mujer puede ejercer cuando Dios la llena de poder para alimentar espiritualmente a otros y hacer la labor misionera. Ella dijo: “Yo iré a llevar el evangelio a mi mundo” y eso le permitió hacer una diferencia en el continente sudamericano.
YO IRÉ A ALCANZAR MI MUNDO CON EL EVANGELIO: Ana Stahl
[Puedes reemplazar esta historia con una local].
Ana Cristina Carlson Stahl nació en Suiza, en 1870 y emigró con su familia a los Estados Unidos cuando tenía dieciséis años.
Contrajo matrimonio con Fernando Stahl en 1892 y, el año siguiente, leyeron el libro El conflicto de los siglos, de Elena G. White, que habían adquirido de un vendedor de libros. Él también les dio estudios bíblicos. A través de la influencia de este colportor, el matrimonio Stahl comenzó a guardar el sábado y Fernando dejó de fumar.
Cuando corrieron a Fernando de su trabajo, él y Ana se dieron cuenta de que deseaban trabajar en un ambiente que les diera la oportunidad de presentar a Jesús a la gente. La transformación de su propia vida era razón suficiente para decirles a los demás: “Ven a ver al Salvador del mundo . Él nos salvó a nosotros y él puede salvarte a ti”. Comenzaron a orar, pidiendo a Dios que les ayudara a cumplir su sueño. Dieron un paso de fe y se inscribieron juntos en una escuela de enfermería.
En 1909, mientras trabajaban como enfermeros en Ohio, escucharon al Pastor Joseph W. Westphal, el presidente de la iglesia adventista en Sudamérica, instando a la gente a convertirse en misioneros en esa parte del continente. ¡Esa era la respuesta a su oración! Irían como evangelizadores enfermeros, ¡o tal vez enfermeros evangelizadores! Los Stahl viajaron en barco a Perú para dar a conocer el evangelio, aun cuando no sabían una sola palabra de español.
Ana y su esposo ofrecieron asistencia médica y establecieron escuelas e iglesias. Dieron instrucciones acerca de mejores prácticas de agricultura y de higiene. Obtuvieron también ayuda gubernamental en favor de los indios. Mediaron en conflictos entre las tribus y ayudaron a otros misioneros y obreros en la labor humanitaria. Llevaron a cabo muchas otras acciones durante su labor en el campo sudamericano. Decenas de miles de personas fueron traídas a Cristo a través de sus esfuerzos. Ana y su esposo, Fernando Stahl, son recordados todavía por personas adventistas y no adventistas por su ministerio eficaz.
Todavía ahora, 110 años después de llegar a Perú, la comunidad de los Andes todavía canta himnos acerca del matrimonio Stahl. A muchos niños se les pone el nombre de Ana y Fernando en Perú y Bolivia. Hay muchas iglesias, escuelas y misiones que llevan el nombre de Ana Stahl, tales como la Clínica Ana Stahl, en Iquitos, Perú y el Centro Stahl de Misión Global, en la Universidad La Sierra, en California. Se han escrito libros acerca de Ana, manteniendo con ello viva su historia e inspirando a otras mujeres generación tras generación, a ir y alcanzar al mundo con el evangelio de Cristo.
Muchas mujeres hacen una gran diferencia cada día en su hogar, en la vida de su familia y de su iglesia. Ellas pueden transformar vecindarios, ciudades, regiones y hasta naciones, a través de su trabajo y su influencia. Cuando invitamos a otros a venir a ver al Salvador del mundo, ciertamente hacemos una diferencia.
SOMOS LLAMADOS A IR A ALCANZAR NUESTRO MUNDO CON EL MENSAJE DEL EVANGELIO
Independientemente de quiénes somos, PODEMOS invitar a otros a venir y ver al Salvador del mundo. El CÓMO damos a conocer a Jesús a otros se hace eficaz a través de nuestra propia experiencia personal con él.
Tú y yo hemos recibido el llamado a ir y alcanzar al mundo con el evangelio. No permitas que tus imperfecciones, tu falta de conocimiento, de habilidades o tus imposibilidades, te detengan. Coloca como prioridad tu misión, da fielmente tu testimonio y sé un vivo recordatorio de Jesús, a donde quiera que vayas. Sin lugar a dudas, cuando haces esto, los demás van a creer en Jesús por causa de tu transformación
¿Desean ustedes, mujeres y hombres, dejar esta sagrada reunión este día, pronunciando las mismas palabras de la mujer samaritana “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho?” (versículo 29). Anhelas presentarles a Jesús a tu familia, amigos y vecinos por causa de lo que él ha hecho por ti? ¿Tendrán tus seres amados la oportunidad de decir: “—Ya no creemos solo por lo que tú dijiste ... ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos . . . que verdaderamente este es el Salvador del mundo” (versículo 42).
Pongámonos de pie y oremos porque Dios nos de las oportunidades y el valor para responder: “He aquí, envíame a mí. Yo iré a alcanzar al mundo con el mensaje bendito del evangelio”.
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