El Hijo Mayor

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La parábola del hijo pródigo es una de las parábolas más estudiada, predicada, enseñada y memorizada.   Nos muestra el amor perdonador de un padre hacia su hijo desobediente.   Mucho se a dicho de esta parábola y estoy seguro que mucho más se dirá.   Sin embargo el mayor enfoque siempre ha sido hacia el hijo rebelde que se fue y gastó toda su fortuna.   Cómo reaccionó estando en la jaula de los cerdos y cómo fue recibido por su padre.

    Poco se ha dicho del hijo mayor.   El hijo fiel y trabajador.   El hijo amoroso y bondadoso, pero también celoso e iracundo.   Es en este hijo que nos estaremos ocupando hoy.   Es en esta sección de Lucas 15:25-32 que nos estaremos enfocando en esta mañana.

    Siendo que es un tema sumamente delicado e importante para nosotros hoy, lo iremos desarrollando verso por verso.

Lucas 15:25

25Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;

   Como dijimos en la introducción, podemos ver que este hijo es mayor que el que se fue tomando sus posesiones.    Es interesante notar que fue el menor el que se reveló contra el padre y no el mayor.   No sabemos mucho de este joven, sino solo lo que tenemos en frente de nosotros.    Se nos dice que estaba en el campo.   Estaba trabajando, posiblemente arando la tierra, o quizás pastoreando ganado u ovejas.   No sabemos cuál sería su oficio, pero si sabemos que venía de estar trabajando.   No era un joven haragán ni pendenciero, sino uno ocupado en los negocios de su padre.

    Tampoco sabemos cuanto tiempo habrá pasado desde que el hijo menor se había ido de la casa.    No importa cuanto tiempo halla sido, solo sabemos que cuando el hijo menor vino estaba quebrado, mal alimentado y mal vestido.   Su parecer no era de hijo, sino de esclavo.

    Posiblemente fueron varios años, suficientes para gastar toda su fortuna.   Años que el hijo mayor estuvo trabajando solo.   Años donde el hijo mayor pudo haber estado pensando muchas cosas.   ¿Qué estaría pensando este joven?    Podría estar interesado en saber como le iba a su hermano, qué estaría haciendo y a qué lugares estaría yendo.  Posiblemente tenía cierto celo del hermano pensando que él pudo haber dado ese paso antes.    Posiblemente había enojo por haberse ido y dejarlo a él con todo el trabajo.    Pero no solo el trabajo, sino la desdicha de tener que lidiar con un padre quebrantado por causa de su partida.

    Este joven, luego de haber estado trabajando todo el día, cansado, sucio, deseoso de llegar a la casa para asearse y comer, se encuentra que en la casa hay una fiesta con música y todo lo que acompaña a dicha actividad.    Pienso que el solo hecho de haber una fiesta en mi casa, sin avisarme, mientras yo sigo trabajando en el campo, eso por si solo sería motivo de una gran molestia.     ¿Cómo es posible que mi padre halla hecho una fiesta sin avisarme?   Se preguntaría él: ¿Esto debe ser un error?

   

Lucas 15:26

26y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

   Notemos que el padre tenía criados en la casa.   Eso nos muestra que era una familia pudiente, bien acomodada.

   El joven llama a uno de los criados para indagar de él lo que está ocurriendo.   No es un joven que saca conclusiones por lo primero que ve, sino que busca para ver cual es la realidad de la situación.   Él sabía que el criado le podría dar respuesta favorable de lo que está ocurriendo en la casa.

Lucas 15:27

27Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.

  “Tu hermano a llegado” fue la respuesta inmediata del criado.   Desconocemos el tono o forma en que este criado le halla dado la noticia al hijo mayor.   Hay criados que les importa poco lo que hagan los hijos, pero hay otros que sí les importa.   A lo mejor este criado estaba de lado del hijo mayor y conversaban sobre la partida del hijo menor.   Posible mente la respuesta pudo venir en forma sarcástica, llena de enojo.  

   Otra posibilidad sería que este criado es bien querido y amado por el padre y por causa de ese amor y respeto el criado sintiera el dolor de la partida del hijo menor por causa del dolor del padre.   Siendo así, la respuesta habría sido completamente en tono de alegría y regocijo, no tanto por el retorno del hijo menor, sino más por el regocijo del padre.

   Fuera cual fuera la forma en que el criado dio la noticia, no se limitó solo a decir que el hijo menor había llegado, sino que añadió: “y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.”

   Si la respuesta fue cargada de sarcasmo podemos ver aquí que el criado lo que hacía era echándole leña al fuego, o sea, agitando los ánimos del hijo mayor.

   Por el contrario, si la respuesta era de gozo y alegría, el criado lo que quería era trasmitir al hijo mayor el gozo que había en el padre.

   Se enfatiza el becerro gordo porque podemos ver que era guardado para una ocasión especial.   Muchas veces nosotros hacemos de igual forma.   Guardamos un perfume, un vestido, un dinero, una vajilla de platos, etc, para alguna ocasión muy especial.

   Este padre guardaba este becerro para una ocasión muy especial; y que mejor ocasión que su hijo menor retornaba a la casa bueno y sano.

Lucas 15:28

28Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.

   Tres cosas podemos ver en este hijo mayor cuando recibe la noticia del retorno del hijo menor.  Enojo es lo primero que vemos salir de este joven.   La noticia del criado lo impacto, pero no solo el oír que su hermano había regresado, sino que su padre había matado al becerro gordo. 

   En lo natural podríamos justificar la acción del hijo mayor y nos podríamos unir a él en su forma de actuar, pero, ¿será así en el reino de Dios?

   De echo, a nosotros los cristianos muchas veces las noticias que vienen por un hermano que se reconcilió con Dios nos causa molestia.   Lo primero que pensamos es: ya te cansaste de pecar y ahora vienes esperando ser recibido con los brazos abiertos.  

   El enojo del hijo mayor fue tal que “no quería entrar.”

Esto es lo segundo que le ocurre al hijo mayor,.   Estaba apático para entrar y compartir en la fiesta. Muchas veces nosotros perdemos bendiciones por no querer entrar y participar de la celebración por el retorno de un hermano.   Es triste ver que esto está infectando a las iglesias en una forma alarmante.   Ver hermanos ofendidos y no hablándose el uno al otros.   Como dijera el apóstol Pablo en 1 Co.6:7-8 “y esto a los hermanos”.

   Lo La Biblia nos dice que “Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase”.  En el corazón del padre lo que había era gozo porque su hijo menor había retornado.  El gozo del padre estaría completo si el hijo mayor tomaba parte de la festividad.   Esto llevó al padre a que saliera en busca de su hijo mayor y le rogara que entrara.  

   Nosotros somos fáciles en guardar rencor, no querer perdonar, y menos aun olvidar, pero no así Dios.   Él va en busca de nosotros y nos ruega que entremos.   Que entremos a tener parte en el festín, en la comunión con Él y en la comunión con los otros hermanos; pero muy en especial en la comunión con el hermano que retornó.  

   Veamos como Pablo nos lo dice en 2 Co.5:20

Reconciliaos con Dios”.

   La salida del padre en busca de su hijo mayor provocó una discusión entre el padre y el hijo.  Veamos como nos lo muestra los siguientes versos.

Lucas 15:29

29Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.

   Ante la insistencia del padre para que entrara, saludara a su hermano menor y disfrutara de toda la celebración, el hijo mayor abrió su boca y expresó lo que había en su corazón.

   Lo primero que hizo fue mostrar su propia justicia.  “Tantos años te sirvo.”  Podemos ver que llevaba tiempo trabajando en los negocios del padre.   Era un hijo fiel y bien dispuesto para trabajar.   Sin embargo podemos ver que todo este tiempo había una espinilla en el corazón de este joven.   Espinilla que estaba causando dolor y fue en ese momento que se dejó ver. El joven añade un dato bien interesante.   Él dice: “No habiéndote desobedecido jamás.”    No solo era un hijo trabajador, sino que también era un hijo muy obediente y sumiso.    Para poder ser obedientes tenemos que ser sumisos primeros, saber estar sometidos.  

   Muchas veces nosotros, en lo profundo de nuestros corazones albergamos el mismo pensamiento que este hijo mayor.   Trabajamos en la obra fuertemente.   No desobedecemos al Padre celestial.   Y cuando analizamos eso nos decimos a nosotros mismos como le dijo el hijo mayor al padre: “y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos”.  

   Los desobedientes e ingratos reciben bendiciones y nosotros, los trabajadores y obedientes no recibimos ni un cabrito para poder gozarnos.   Tendrá alguna validez este argumento del hijo mayor.   De tenerlo, entonces nuestros argumentos también los tendrían.   Veamos como el hijo mayor continuó su defensa ante los ruegos del padre para que entrara a tomar parte de la fiesta.

Lucas 15:30

30Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.

   El hijo mayor interpuso un pero que debemos verlo con cuidado.   Él dijo: “pero cuando vino este tu hijo”   Notemos que el hijo mayor dice “este tu hijo” dejando ver su enojo al punto que no lo quería llamar “mi hermano”.    Esa es la misma forma en que nosotros muchas veces reaccionamos ante las caídas de los hermanos, pensando que ahora ya no es mi hermano y que por eso no debo, ni quiero participar de la festividad.

   Vemos también que el hijo mayor estaba ofendido porque el padre no había hecho una celebración al hijo trabajador y obediente.

   El hijo mayor procede a decirle al padre la forma en que el hijo menor gastó o malgastó el dinero del padre; como si el padre no estuviera conciente de ese hecho. 

   En muchas ocasiones eso es lo único que nosotros podemos ver.   Solo hacemos esos argumentos a Dios pensando que Dios se va aliar con nosotros y va a mandar a parar la celebración o llamar al hermano a capítulo.   El problema es que como el hijo mayor, nosotros no hemos logrado ver el amor de Dios por nosotros.   Sin embargo Dios es tan bueno que nos deja expresarnos para desahogarnos y sacar para afuera lo que nos molesta.  

   Es como la espinilla enterrada.   Mientras esté enterrada causará dolor y no dará lugar para la sanidad.   Por el contrario, pudiera infectarse y hacerse peor la herida.   Pero si se saca, causará dolor, pero pronto empezaremos a ver mejoría y sanidad.   Nadie puede sacar la espinilla que se me a enterrado si yo no lo permito.   Por lo tanto es una acción que yo debo hacer y permitir.

   Recordemos lo que Pedro le dijo a Jesús cuando este trató de lavarle los pies y cual fue la respuesta de Él a Pedro: Jn.13:8 “... Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”.

   Dios quiere remover las espinas de nosotros y que participemos de la festividad, pero yo tengo que permitírselo.   Dios sigue rogando como aquel padre.  Lo más que el desea es tener comunión con sus hijos y que sus hijos tengan comunión los unos con los otros.

Lucas 15:31

31Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.

   Luego que el hijo mayor se desahogo vino la respuesta del padre a él.   No es maravilloso como Dios nos permite hablar y desahogarnos, aun cuando en ese desahogo pudiéramos enojarnos con Él.   La Biblia nos dice que Dios es amor (1 Jn.4:16).   También nos dice que Él no puede negarse a sí mismo (2 Ti.2:13).   Esto nos dice que Él nunca negará su posición amorosa para con nosotros.   Siempre nos amará, no importa lo que hagamos.   Siempre estará en espera de vernos retornar a Él para correr a nosotros, abrazarnos y besarnos, limpiarnos y vestirnos, y para hacer una grande fiesta en nuestro nombre.

   Veamos con cuidado la respuesta del padre.  Lo primero que le dice es “tú siempre estás conmigo”.   El padre no le respondió con reproche por la falta de amor a su hermano, sino que lo llevó a entender cual era la posición de él como padre.   El deber primordial de todo padre es amar a sus hijos.   Por alguna extraña razón los padres tendemos a tener un amor especial por los hijos más problemáticos.   Posiblemente sea por la experiencia que tenemos, viendo que si es hijo no fuera tan testarudo o voluntarioso las cosas le serían mucho más fácil.  

   El padre del hijo pródigo reconoció la lealtad del hijo mayor.   Le hizo ver que él estaba conciente de su amor, respeto y presencia.   Qué precioso es oír a Dios decir de nosotros “Tú siempre estás conmigo”.   Sin embargo, podemos ver que aun estando siempre en la presencia de Dios no es garantía de que el celo, la ira, ect. pueda hacer su aparición en nuestras vidas.   Una cosa si es segura, Dios no se olvidará de nuestra fidelidad y nos hablara tiernamente para hacernos entender como debemos reaccionar ante toda situación. 

   Veamos lo segundo que el padre le dice a su hijo mayor. 

   “Y todas mis cosas son tuyas”.   El enojo del hijo mayor venía por un becerro gordo.   Por gozar con sus amigos por un rato.   El padre le dice “todo lo mío es tuyo”.   La ira y malestar del retorno del hijo menor no le permitió ver la realidad de que todo cuanto había allí era de él.   No había reservas para el hijo mayor.   ¿Qué es lo que está impidiendo el que nosotros no veamos lo que Dios nos ha concedido?  No hemos querido perdonar a alguien, no hemos querido soltar algún pecado que nos gusta, ¿cuál será la escama que está tapando nuestros ojos para no poder ver ni recibir la bendición de Dios?  

   Dios nos dice hoy, “Y todas mis cosas son tuyas”.

  Veamos el verso final de esta parábola.

Lucas 15:32

32Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.

   En ocasiones se nos hace difícil concebir la idea de que Dios hace fiestas y se regocija.   Pudiera ser por el tipo de enseñanza que hallamos recibido de Dios.  Nos lo presentaron como un Dios vengativo, severo y con un mazo en la mano.   No podíamos ver a un Dios amoroso, tierno y deseoso de compartir, y celebrar por y con nosotros.   Esa no es la realidad, aun cuando si debemos tener claro que Dios, como nuestro Padre celestial que es, cuando nos tiene que disciplinar, así lo hará (He.12:5-11).

   Cuando alguien vuelve en sí y se da cuenta de lo lejos que ha estado de Dios, y retorna a Él, no solo Dios corre a recibirlo, sino que lo limpia, le pone un anillo en el dedo, señal de hijo, lo viste y organiza una fiesta en su honor.  Él dice: Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos.   Es necesario celebrar cuando un hermanito, que por cualquier causa no estaba llegando a la iglesia, llego.   Es necesario hacer celebración.   Cuando nosotros comprendamos este principio y lo pongamos por obra veremos grandes cambios en la iglesia.

   Dios está en el negocio de hacer fiesta por cada vida que viene a Él, sea o porque no le conocía y recibió a Jesús o porque le conocía y se había alejado.

   Entremos en la celebración de Dios y regocijémonos con el hermanito que regresó.    No dejemos que los sinsabores nos roben la bendición de disfrutar de la fiesta de Dios.

   Solo hay dos lugares donde nos podemos unir, o con Dios en su unidad o con el maligno en su división.   ¿Cuál escogemos hoy?   Espero que escojamos unirnos a Dios y así darle duro al enemigo de Dios y de las almas

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