Marcos 1:1
Esta es la Buena Noticia acerca de Jesús el Mesías, el Hijo de Dios
1Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
a. El tema: las buenas nuevas acerca de Jesús. Es un “principio” que no tiene fin. Este evangelio no presenta filosofías o principios de ética sino que presenta a una Persona.
es principio del evangelio de Jesús en relación a su paso por este mundo; la historia continúa en la vida de la iglesia tras la resurrección.
el anuncio de algo bueno, que en el contexto pagano se refería al anuncio del nacimiento de un hijo al emperador o de una victoria militar.
La Septuaginta (LXX) relaciona habitualmente este término con el anuncio de la restauración de Israel y la venida del reino de Dios.
no es menos claro que la buena noticia de la cercanía del reino de Dios está vinculada y se hace concreta en la vida y obra de Jesús.
Marcos usa «Jesús», lo cual afirma el énfasis teológico del autor respecto a la humanidad de Jesús, mientras su deidad permanece velada (es decir, el secreto mesiánico) hasta concluir su divina misión (el Siervo sufriente).
El término griego traducido como *“evangelio” se refiere a las buenas nuevas que llevaba un heraldo, y la traducción griega de Isaías utilizó el verbo afín para referirse a la buena noticia de que Dios estaba restaurando a su pueblo y que traería el *reino de Dios.
le da al Salvador un título eminente. Su nombre es Jesús, porque efectivamente “él salvará” (véase Mt. 1:21; 11:27–30; Jn. 14:6; Hch. 4:12). Al nombre personal Jesús, se le añade el nombre oficial de Cristo, que es el equivalente griego de la palabra hebrea Mesías, que significa Ungido (véase Is. 61:1; cf. Lc. 4:16–21). Indica que el portador de dicho título fue ungido por el Espíritu Santo. Es la unción del Espíritu la que separa, comisiona, habilita y ordena a Cristo a los oficios de Profeta, Sacerdote y Rey, a fin de llevar a cabo la labor de salvar a su pueblo para la gloria del Dios Trino.
Después de “Jesucristo”, se añade el título “el Hijo de Dios”. En su Evangelio, Marcos no sólo aplica una y otra vez este título a Jesús (además de 1:1, véase también 3:11; 5:7; 9:7; 14:61, 62; 15:39), sino que el título armoniza con el hecho de que a través de todo su libro, Marcos constantemente le atribuye a Jesús cualidades y actividades divinas, mostrando así que el escritor considera que el Salvador es efectivamente el Hijo de Dios en el pleno sentido trinitario
Hijo de Dios el más sublime posible de los títulos. La deidad de nuestro Señor era la roca sobre la cual los primeros cristianos basaron su fe.
“Cristo” (χριστός) originalmente era un adjetivo que significaba “ungido”; se traduce del hebreo māšîaḥ. Ungir con aceite simbolizaba que se era elegido para el servicio a Dios, y los reyes y sacerdotes de Israel eran ungidos. Para el siglo primero, el término se había convertido en título para el rey escatológico prometido procedente de la línea de David
Legitimado por Dios: Marcos 1:1–13
Desde el comienzo Marcos deja en claro que su evangelio era sobre “Jesucristo, Hijo de Dios”. Rápidamente Marcos se dedica a comprobar esa verdad.
Había un hombre llamado Juan que apareció, bautizado en una zona desierta de Judea. Su mensaje, profetizado en el Antiguo Testamento, se refería a una persona que estaba por llegar. Y fue “en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán” (1:9).
Marcos cuenta que, al salir Jesús del agua, después de ser bautizado, vio Juan que los cielos se abrieron y el Espíritu de Dios descendió sobre Jesús. Y Juan oyó una voz de los cielos que decía: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (1:11).
Jesús fue primeramente legitimado por Dios mismo. Y Juan el Bautista fue testigo de eso. Con ese comienzo, Marcos trata de dejar en claro que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios.
Las palabras “Hijo de Dios” expresan más cosas a la mentalidad judía que a la nuestra. Eran nada menos que una afirmación de la divinidad de nuestro Señor. Eran una declaración de que Jesús era Dios mismo e “igual a Dios” (Juan 5:18).
Aférrense los creyentes a esta doctrina con más atención. Con ella, están sobre una roca. Sin ella, no hay nada sólido bajo sus pies. Nuestros corazones son débiles. Nuestros pecados son muchos. Necesitamos un Redentor que pueda salvar a los más alejados y liberarlos de la ira venidera. Tenemos un Redentor así en Jesucristo. Él es “Dios fuerte” (Isaías 9:6).
Observemos, en segundo lugar, que el comienzo del Evangelio fue un cumplimiento de la Escritura. Juan el Bautista comenzó su ministerio “como está escrito en Isaías el profeta”.
No había nada imprevisto y tramado repentinamente en la venida de Jesucristo al mundo. En el mismo comienzo de Génesis encontramos una predicción de que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente (cf. Génesis 3:15). Por todo el Antiguo Testamento encontramos que se anuncia esto mismo cada vez con mayor claridad. La promesa de que un día vendría un Liberador y Redentor fue renovada frecuentemente a los patriarcas y repetida por los profetas. Su nacimiento, su carácter, su vida, su muerte, su resurrección, su precursor: todo había sido profetizado mucho antes de que ocurriera. La redención se desarrolló y se cumplió paso a paso tal como “estaba escrito”.