La Oracion En Alavanza

Ps. Reinaldo ortiz
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Es frecuente la confusión de alabanza y adoración.
En realidad, se trata de dos fases de un mismo ejercicio espiritual, que está orientado es establecer el contacto adecuado con el Señor.

Alavanza

Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar, Jesús respondió diciendo:
Matthew 6:9 RVR60
9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Es decir, la oración comienza con una actitud de elevación del espíritu humano para sintonizarse con el Espíritu divino, mediante la comnicación a partir de una relación personal.
Este acto sinfónico tiene dos movimientos, que están estrechamente ligados el uno al otro:
la alabanza y la adoración.
En este apartado nos interesa entender el primero de ellos:
la alabanza.
Como indica Jack Taylor:
La alabanza es un factor vital e indispensable en la vida de oración tanto pública como privada. Tenemos tendencia a pensar que la alabanza está limitada al ejercicio público.”
La alabanza es la glorificación de Dios, especialmente mediante la exaltación de sus perfecciones.
Esto tiene que ver con lo que él es, pero especialmente con lo que él hace.
Generalmente, la alabanza se expresa a través de la música y el canto, pero la oración de alabanza es un componente muy importante en este proceso. Alabamos al Señor con lo que decimos en oración.
Le dirigimos a él palabras que suponemos son de su agrado.
Le ofrecemos el sacrificio de palabras buenas y hermosas para regocijo suyo.
En este sentido, la alabanza es una parte importante de todo el acto de adoración del creyente y la iglesia.
En la liturgia evangélica más reciente, el culto comienza con cánticos y oraciones de alabanza, que expresan la alegría del pueblo de Dios al acercarse al templo o lugar de culto, y reunirse en su nombre.
En el presente movimiento de alabanza, que se está desarrollando en América Latina, las canciones y las oraciones van juntas en el tributo de gloria a Dios.
Muchas veces, las oraciones se ofrecen a través del canto espontáneo, las canciones espirituales o el cántico celestial o angelical bajo la inspiración del Espíritu.
En otros casos, frases espontáneas de alabanza son exclamadas o gritadas por los participantes.
En la oración modelo (el Padrenuestro), Jesús nos recuerda que antes de mirar hacia adentro es necesario mirar hacia arriba. Antes de mirar hacia el yo, es necesario mirar hacia Dios.
Esta es la esencia de la alabanza, como primer gesto del creyente hacia Dios, al entrar en contacto con él por medio de la oración. Cuando miramos hacia arriba, hacia Dios, lo primero que debemos hacer es alabarle.
Y cuando lo alabamos, lo hacemos por lo que él hace en nuestras vidas.
En Efesios 1:16 Pablo dice:
Ephesians 1:16 RVR60
16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,
Pablo no está usando una fórmula diplomática, sino que está simplemente diciendo la verdad.
Él constantemente alaba a Dios por los efesios.
¿Era importante que lo hiciera?
Agradecer por un hermano de la fe es importante al menos por dos razones.
En primer lugar, Dios merece ser alabado por su creación, porque ha mostrado interés por alguien que nunca lo hubiera merecido. …
Aunque un solo hombre hubiera recibido esas atenciones y esfuerzos de parte de Dios, todos nosotros estaríamos en el deber de alabarlo y agradecerle por tan maravillosa muestra de amor.
Pero hay una segunda razón por la cual dar gracias.
No podemos agradecer a Dios y seguir siendo los mismos.
Nuestra perspectiva cambia cuando abrimos nuestras mentes hacia Dios en oración. Nace la esperanza.”

EJERCICIO 4

¿Qué es lo que Dios hace?
Hacer en clase una lista de todas las cosas que Dios hace y que son manifestación De su poder y grandeza.
Se puede anotar la lista en una pizarra.

EJERCICIO 5

Oraciones de alabanza.
Dedicar algunos minutos en clase a alabar a Dios en oración por lo que él hace en nuestras vidas.
Se sugiere utilizar en estas oraciones la lista confeccionada en el Ejercicio 4 y textos bíblicos.

ADORACIÓN

El segundo movimiento en la sinfonía del acercamiento a Dios en oración es la adoración.
Este movimiento es sumamente importante y está ligado muy estrechamente a la oración en sí.
De hecho, el vocablo castellano “adoración
viene del latín adorare, que a su vez es una palabra compuesta por el prefijo ad, que significa a, hacia, y orare, que es hablar, orar.
Adorare, pues, significa “a la oración,”
dirigirse a la oración.”
La adoración es la reverencia y honor ofrecidos a un ser considerado divino o a un poder espiritual sobrenatural.
Es el acto mediante el cual se expresa esa reverencia o devoción, que sólo se tributa a un ser estimado como superior.
La adoración involucra oración, sacrificios, rituales, alabanza, danza, y otras manifestaciones individuales y/o colectivas.
Según el filósofo y antropólogo jesuita Teilhard de Chardin, la adoración significa “la entrega a algo que es más grande que uno mismo.”

Jack Taylor

“Estoy convencido de que hasta que la adoración pública no venga a ser una significativa extensión de nuestra adoración privada, aquélla quedará inhibida, formal e inexpresiva.
Si alguna vez logramos una congregación de cristianos que individualmente han estado en la presencia de Dios en privado … y han aprendido cómo responder a Dios en privado … tendremos entonces auténticos actos de adoración pública.”

¿Quién es el Dios a quien oramos?

Desde una perspectiva cristiana, la adoración es el reconocimiento de Dios en su santidad y majestad.
Este ejercicio de adoración incluye el ofrecimiento de alabanza, acción de gracias y reconocimiento a Dios como parte central del servicio que los creyentes le rinden.
La adoración cristiana puede ser individual, pero su foco es colectivo, y se da cuando la comunidad de fe se reúne para el culto. En esta reunión, música, oración, predicación, la lectura de la Biblia y la participación en la comunión (la eucaristía) son aspectos claves de la adoración cristiana.
Cuando adoramos estamos poniendo primero lo que debe ir primero, y estamos asumiendo una actitud que eleva a un plano prioritario las cosas del cielo antes que las de la tierra.
Como nos amonesta Pablo:
Colossians 3:2 RVR60
2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
En el tránsito de esta actitud de adoración, comenzamos considerando quién es él. Y al hacerlo, descubrimos al menos tres cosas fundamentales.
Por un lado, descubrimos que él es supremo en majestad, poder y sabiduría.

¿Podemos confiar en un Dios así?

¿Puede un Dios como éste responder a nuestras oraciones y resolver nuestros problemas?

Saber que él es Señor soberano nos alienta a la oración, ya que nos garantiza que nuestras palabras y gestos no caerán al vacío ni se perderán sin respuesta.
Al orar lo estamos haciendo a Alguien que no sólo tiene la capacidad de entender lo que le estamos diciendo, sino también de responder a ello.
Es decir, por ser él quien es, podemos entrar en un diálogo dinámico con él.
Por otro lado, descubrimos que él es perfectamente santo.
El no puede tolerar el pecado en su presencia.
La Palabra nos advierte:
Job 25:5–6 RVR60
5 He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, Ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; 6 ¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano, Y el hijo de hombre, también gusano?
Si nos parece que estas palabras son un juicio duro en cuanto a la condición espiritual y moral del ser humano, en realidad ellas apuntan a exaltar la perfección de Dios.
Esto lo comprendió bien el profeta Habacuc, cuando oró diciendo:
Habakkuk 1:13 RVR60
13 Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él,

Harry Emerson Fosdick:

“Considera el significado del hecho de que oración y adoración son universales; que todos los pueblos buscan ‘a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle.’
Se dice que una mujer africana ignorante, después de oír su primer sermón cristiano, le comentó a su vecina.
‘¡Esto es! Siempre te dije que debía haber un Dios como ése.’
En alguna parte en cada ser humano está la capacidad para la adoración y la oración, para la aprehensión de Dios y de su amor.

¿No es ésta la cualidad distintiva del ser humano y la facultad más noble que él/ella posee?”

Ahora,

¿quién puede tener comunión con un Dios tan santo y perfecto?

¿Cómo podemos acercarnos a un Dios así?

La única manera es siendo nosotros mismos santos en toda nuestra manera de vivir. Por eso, el apóstol Pedro nos anima, diciendo:
“Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: ‘Sean santos, porque yo soy santo’ ”
1 Peter 1:15–16 RVR60
15 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
Para ello, es necesario que seamos quebrantados y humildes de espíritu.
El profeta Isaías lo entendió bien.
Isaiah 57:15 RVR60
15 Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.
Además, descubrimos que él es justo y misericordioso.
La Biblia nos enseña que Dios es amor y que se deleita en la misericordia.
Psalm 103:8 RVR60
8 Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia.
Él es paciente en su amor.
2 Peter 3:9 RVR60
9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
Por eso, él puede perdonar, limpiar y recibir en su comunión a quien arrepentido confía en Cristo.
Es posible entrar en contacto con él, a pesar de su majestuosa grandeza, porque él es un Dios de amor y perdón.
Como lo enseña Juan:
1 John 4:9–10 RVR60
9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
¿Cómo debemos acercarnos a un Dios santo?
Al considerar quién es él, debemos acercarnos a él con reverencia.
La Palabra nos ofrece el protocolo a seguir en nuestro acercamiento en comunión con Dios, cuando dice:
Hebrews 12:28–29 RVR60
28 Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; 29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.
Tan grande es el poder, la majestad, la santidad, la justicia, el amor y la misericordia de Dios, que la mente natural no puede entenderlo hasta que es iluminada por el Espíritu Santo.
Por eso, en relación con los creyentes efesios, el apóstol Pablo pedía en oración
Ephesians 1:18–19 RVR60
18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza,
De igual modo, el apóstol les recordaba a los cristianos de Corinto:
1 Corinthians 2:10–11 RVR60
10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. 11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
Pues, bien, es ésta iluminación o revelación del Espíritu la que necesitamos para acercarnos a un Dios santo, como es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, a quien oramos.
Es a la luz de esta revelación de la naturaleza de Dios, que nos damos cuenta de nuestras propias carencias espirituales y de la necesidad de perdón y limpieza.
Esta fue la experiencia de Isaías, cuando se vio confrontado con la santidad de Dios cara a cara, según él nos comparte su experiencia en:
Isaiah 6:1–5 RVR60
1 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
Pero ésta fue también la experiencia de David.
En un momento crucial de su vida, este extraordinario poeta de Israel llegó a preguntarse:
“¿Quién está consciente de sus propios errores?
¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente! Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas; no permitas que tales pecados me dominen. Así estaré libre de culpa y de multiplicar mis pecados.”
Noten que es recién cuando David asume plena conciencia de su pecado y necesidad de perdón, y cuando resuelve esta situación, que su oración puede encontrar vía libre delante del Dios santo:
“Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío”
Psalm 19:12–14 RVR60
12 ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. 13 Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí; Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. 14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.
Por eso, David había aprendido a comenzar sus oraciones, diciendo:
Psalm 139:23–24 RVR60
23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; 24 Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno.
Cuando miramos hacia arriba, hacia Dios, no sólo lo alabamos sino que también lo adoramos. Y al descubrir quién es él y cómo podemos acercarnos a un Dios tan majestuoso, lo adoramos por lo que él es.

EJERCICIO 6

¿Qué es lo que Dios es?
Hacer en clase una lista de todo lo que Dios es, mencionando especialmente sus atributos. Se puede anotar la lista en una pizarra.

EJERCICIO 7

Oraciones de adoración
Dedicar algunos minutos en la clase a adorar a Dios en oración por lo que él es para nosotros.
Se sugiere utilizar en estas oraciones la lista confeccionada en el Ejercicio 6 y textos bíblicos.

CONFESIÓN

James 5:13–18 RVR60
13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. 14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. 16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
La consideración del perdón de pecados (v. 15) lleva al autor a otra cuestión:
la necesidad de la confesión mutua de los pecados y la oración unos por otros para la restauración de la salud (v. 16).
El escritor es bien claro y específico: la confesión de pecados es mutua, se aplica a todos los miembros de la comunidad, y no debe ser hecha sólo a los ancianos.
Las oraciones son también mutuas.
El propósito de las confesiones y las oraciones aquí es la sanidad, si bien es evidente que la exhortación de confesar los pecados propios y de orar unos por otros implica algo más que la salud física en la consideración de esta cuestión.
La confesión de los pecados “unos a otros” presupone la confesión previa a Dios. Pero la confesión pública de ciertos pecados, en el contexto del culto comunitario, puede ser de gran valor, tanto para el penitente como para la comunidad.

Nótese

que la confesión pública debe ir acompañada de la oración intercesora.
De este modo, la salud espiritual y física es resultado de la confesión de pecados y la oración intercesora.
En razón de esto, antes de ponernos en oración como comunidad de fe, es necesario que confesemos a Dios nuestros pecados y unos a otros nuestras ofensas.

Elsa Tamez:

“Esta práctica envuelve un proceso de autocrítica y de purificación personal y comunitaria; requiere de la humildad suficiente en el acto de bajar la cabeza para permitir que el otro ore por uno; implica el valor de ser honesto y de confesar pecados propios y colectivos, sin miedo, con la libertad del amor; en fin, conlleva el abrirse al hermano del mismo modo como uno se abre a Dios en la oración silenciosa.
La comunidad que haga suyo este desafío entrará en el proceso hondo de la integridad a la cual se invita.”
La Biblia toma muy en serio la realidad del pecado en la experiencia humana y la necesidad de resolverlo, a fin de que la comunicación con el Dios santo no sufra inconvenientes.
Esta es la razón por la que el apóstol Juan nos amonesta, diciendo:
1 John 1:7–9 RVR60
7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

La bendición sacerdotal

Numbers 6:23–26 RVR60
23 Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: 24 Jehová te bendiga, y te guarde; 25 Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; 26 Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.
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