La Paz que Permanece

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Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.  Filipenses 4:7

    El tiempo y la época que nos ha tocado vivir es una donde abunda la paz del mundo, pero escasea la verdadera paz, la que ofrece Dios.   Jesús nos dejó dicho que el mundo ofrece paz, pero que la paz que él ofrece es mucho mejor (Jn.14:27).   Vemos entonces que en el sistema en que vivimos hay dos paz trabajando, la del mundo y la de Dios.  

   Analicemos por un momento el ofrecimiento que Jesús nos hace en Juan 14:27.   El verso dice así: 27La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.   Jesús está dejándonos algo que tiene más valor que el oro puro, nos está dejando paz.   Este ofrecimiento, el de la paz, es exclusivamente para sus discípulos.   Para sus seguidores, para aquellos que le han dicho que sí a él.   No es cualquier persona la que está diciendo “la paz os dejo”, es alguien en quien podemos confiar todas sus palabras.    La oferta de la paz ya está dada, solo resta de parte de nosotros tomar posesión de ella.    Es preciso notar que Jesús hace una aclaración, la cual consideramos importante.   Él continua diciendo “mi paz os doy”.   Jesús reconoce la existencia de paz que hay en el mundo.    Es por eso importante que él deje claro que la paz que él está dejando es otra paz.    Pensemos por un instante en la paz de Jesús.   Dice la Palabra que mientras los discípulos estaban trabajando afanosamente por mantener la barca a flote Jesús dormía (Lc.8:23-25).   Jesús, en medio de una tempestad podía dormir, aun cuando los que estaban a  su alrededor estaban desesperados.   Esa es la paz de Jesús, la que nos ha dejado para que la disfrutemos.

    Él continúa diciéndonos: “yo no os la doy como el mundo la da”.   Hay personas que queriendo causar un mayor impacto en sus mensajes dicen que fuera de Jesús no hay paz.   Sin embargo esto es antibíblico porque Jesús nos hace ver claramente la existencia de dos paz en el mundo.   Pero nos aclara que la paz de él es completamente distinta a la paz que ofrece el mundo. Miremos rápidamente la paz del mundo.    La paz que el mundo le ofrece al hombre es una paz condicionada.   Cuando todo está en orden en nuestras vidas disfrutamos de esa paz del mundo.   Tenemos dinero en el banco, disfrutamos de buena salud, nuestros hijos están saludables y fuertes, nuestra relación matrimonial está estable, etc.   Esta es la paz que el mundo ofrece, y dicho sea de paso, no hay nada absolutamente malo con disfrutar de esa paz.  Después de todo, como habitantes de este planeta, estamos en todo nuestro derecho de disfrutarla.   Miremos una vez más el pasaje de Lc:8:23-25.   Mientras la travesía estaba serena y se desarrollaba en la normalidad de siempre los discípulos estaban en paz.  Les preocupaba muy poco el que Jesús se hubiera dormido.    Pero cuando el panorama cambió, ellos lucharon para mantener la paz, pero está se fue de ellos.  

    Vemos aquí que la paz que ofrece el mundo, aun cuando es verdadera, está condicionada a las circunstancias.   Es aquí donde podemos ver la gran diferencia que hay entre la paz de Jesús y la paz del mundo.    Decir que el mundo no ofrece paz es erróneo.   Creer que esa paz nos puede sostener en el día malo es aun más erróneo.   Permítame hacer uso de un ejemplo real para que podamos ver la diferencia entre la paz del mundo y la paz que Jesús nos ha dejado.    Los adelantos del mundo nos han traído la planta eléctrica.   Es un artefacto que provee energía eléctrica cuando escasea la energía pública.   Mientras todo está bien disfrutamos de la energía eléctrica que nos suministra “el mundo”.  Disfrutamos de paz porque nuestras neveras trabajan, nuestra calefacción o aire acondicionado operan bien, etc.   El mundo nos está ofreciendo su paz y la disfrutamos todos, tanto justos como injustos.   Pero cuando la tormenta ataca, como en el caso de Lc.8:23-25, solo los que poseen la planta eléctrica de Dios pueden seguir durmiendo.   Es en esos momentos que la planta eléctrica de la paz de Jesús comienza a operar.

    Es por eso que Jesús termina diciendo: “No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”   Jesús sabe de qué está hablando.   Él reconoce que el mundo ofrece paz, pero también nos deja ver claramente que esa paz es condicionada y que la paz que él nos ofrece y nos da es eterna.   ¿Nos conviene saber más de esa paz?   Hoy estaremos mirando esa paz, la que Jesús poseía, la que le permitía dormir en medio de una tempestad, la que nos ha ofrecido.   El ejemplo que vimos en Lc.8:23-25 es vital para poder comprender lo que el Señor nos quiere mostrar sobre su paz.   Cuando los discípulos vieron que no podían hacer nada para salvar sus vidas de un naufragio seguro corrieron donde Jesús.   Debemos prestar mucha atención a las acciones de Jesús y a sus palabras. Lo primero que hizo fue calmar la situación.  Aun cuando lo despertaron en una forma abrupta, él conservaba su paz.   Lo segundo que hizo fue hacer una pregunta: 25Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe?   Esta pregunta es clave para poder recibir y entender la paz de Jesús.    La paz de Jesús se recibe en fe, creyendo que Dios es superior a cualquier situación.   No podemos esperar tener la paz de Jesús tan solo por confesarlo.   Es necesario tener fe.   Tener una planta eléctrica para casos de emergencia es bueno, pero de nada nos serviría si no tenemos gasolina para suministrarle.    Tener la promesa de Jesús es bueno, pero de nada nos serviría si no tenemos la gasolina de la fe que la hace funcionar.

    El apóstol Santiago nos dice en Stg.2:20 que la fe sin obras es muerta.   Vemos entonces que para que la fe opere debe estar acompañada por obras o acciones.   En el verso que Dios nos ha dado para hoy veremos lo importante que es la fe vista por las obras.   Es la única forma para obtener la paz que Jesús nos ha dejado, pero no solo obtenerla, más importante aún, mantener esa paz.

   Hoy estaremos viendo como primer tópico “La paz de Dios” como segundo tópico “La paz que sobre pasa” y como tercer tópico “La paz que permanece”.

I)        La paz de Dios

     Debemos notar que estamos hablando de la paz de Dios.   El creador del universo tiene paz en sí mismo.   La paz que poseía Jesús era la paz de Dios.   La paz que nos ofrece Jesús es también la paz de Dios.   Siendo que se origina en Dios debemos entender que es una paz primeramente perfecta y en segundo lugar eterna.  Como paz perfecta que es no carece de nada, está completa y cumple su cometido, impartir paz.   Como paz eterna se nos dice que nunca acaba, nunca deja de ser.   Es una paz que siempre ha existido y siempre existirá.   ¿Deberemos anhelar esta paz?   Yo pienso que sí, pues es para nosotros los hijos de Dios.   Si algún cristiano no está experimentando esta paz debe hacer un alto en su vida e indagar por qué razón no es así, pues esta paz es para él también.

   No debemos vivir en la mediocridad cuando podemos vivir la vida abundante que Dios tiene para nosotros.   Esta vida abundante incluye su paz.

   He oído a muchos ilustrar el evento donde Abraham iba a sacrificar a su hijo Isaac.   En sus relatos dicen que, aun cuando la Biblia no nos dice cual fue la reacción de Abraham ante el pedido de Dios, ellos piensan que su reacción fue de batalla y lucha porque nadie sacrificaría a su hijo sin sentir angustia.  

    En lo personal, y después de haber estudiado este tópico del que estoy hablando pienso que si la Biblia no nos dice nada con respecto a la reacción de Abraham es por que no hubo ninguna.   Sé que son palabras fuertes, pero tengo mi base para pensar así.  No debemos olvidar que Abraham es conocido como el padre de la fe (Ro.4:11-12;16).   El paso que dio lo dio en fe creyendo que Dios era poderoso para levantar a su hijo de entre los muertos (He.11:17-19).   El verso 19 lee “pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos”  Este es el testimonio que la misma Biblia ofrece de Abraham, dejándonos saber qué había en su mente en los momentos del pedido de Dios.   Amados, esto es fe y vimos en el incidente narrado en Lc.8:23-25 que Jesús reprochó a los discípulos por su falta de fe.   En esa ocasión vimos como Jesús en medio de una tormenta continuaba durmiendo.   La paz de Jesús es sostenida por la fe en él y su palabra.   De igual forma Abraham se sostenía en fe en la palabra que Dios le había dado respecto de su hijo.

   Esa es la clase de paz que Dios nos está ofreciendo.   Una paz inquebrantable, capaz de permitirnos dormir aun en medio de la peor tormenta, la que amenaza con llevarnos a naufragar.

   Miremos ahora nuestro segundo tópico.

II)      La paz que sobrepasa

   Nuestro texto de hoy dice: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,”   Observemos la definición de entendimiento dada por la Real Academia de la Legua Española: “Potencia del alma, en virtud de la cual concibe las cosas, las compara, las juzga, e induce y deduce otras de las que ya conoce.”   De esa forma el ser humano entiende las cosas, luego de llevarlas a una comparanza, un juzgar y deducir.   Cuando ven a alguien atravesando por una situación dura, bien sea económica o de enfermedad, etc. y esta persona se está desmoronando dicen que esa es una reacción natural ante la situación que está pasando.   Por lo tanto no les toma por sorpresa, pues ya ellos, o han pasado por esas experiencias o han visto a otros pasar por lo mismo y las reacciones son similares.

   Pero que distinto resulta cuando un creyente en Dios y en sus promesas está pasando por las experiencias similares, cuando ven que sus reacciones no son iguales, sino que son unas reacciones llenas de paz y tranquilidad no lo comprenden.   No estamos diciendo que no lloran, lo que estamos diciendo es que no pierden el control, pues sabe que Jesús está en la barca aun cuando pudiera estar “durmiendo.” 

   Esta paz sobrepasa todo, no algún entendimiento, sino todo entendimiento.   Cuando pasamos por la experiencia de la partida de nuestro hijo con el Señor en el año 2003 nosotros pudimos experimentar esto que estoy compartiendo con ustedes, la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento.   La experiencia fue tal que ni nosotros mismos podíamos comprender la paz que experimentamos.

    Hubieron personas, aun dentro de la misma iglesia, que nos decían que no podían entender como nosotros, luego de haber sido tan fieles al Señor, y él llevarse a nuestro hijo, podíamos seguir en paz y alabándolo.   Es por eso que podemos hablar de este tema, porque hemos visto la fidelidad de Dios en medio del dolor.

   Lloramos y hemos extrañado a nuestro hijo, pero hemos conservado nuestra paz.   De eso se trata nuestro próximo tópico.

III)   La paz que permanece

   Debemos notar algo interesante en relación a la paz de Dios.   Dijimos que por ser de Dios es eterna.   Esto es tan cierto como Dios mismo.   Cuado Cristo ofrece su paz la ofrece sin limitaciones.    En él no existen limitaciones, pero en nosotros sí.    Nuestro verso de Fel.4:7 continua diciendo: “guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos”.   Cuando los problemas se incrementan o las situaciones se van de nuestro control lo primero que ocurre es que la paz se va.   Al irse la paz nuestro corazón y pensamientos se turban.    No pensamos o razonamos apropiadamente. Nuestro corazón se acelera causando depresiones y en casos extremos paros cardiacos.   Es por eso que Dios nos da su paz, la que sobrepasa todo entendimiento.

   Dios no quiere que nosotros suframos como los del mundo.   Él tiene para nosotros vida y la tiene en abundancia.   Esa vida abundante incluye la paz que sobrepasa todo entendimiento.

   Dijimos que hay cristianos que no están disfrutando de esta paz o la tienen hasta cierto momento, pero cuando las circunstancias continúan apretando, la paz se les esfuma.   Esta no es la realidad bíblica.   Vimos que en medio de la tormenta Jesús pudo permanecer dormido y que cuando lo despertaron no estaba asustado o perdido.   En todo momento estaba tranquilo porque su corazón y pensamientos estaban en reposo sabiendo que todo estaba bajo control.

   Esta promesa de Fil.4:7 comienza con un “y” dándonos a entender que surge de algo ya dicho.   Lo que ha sido dicho es la clave para poseer y mantener la paz que sobrepasa todo entendimiento.   Son tres instrucciones que Dios nos da para activar esa promesa a favor nuestro.   Se acuerda que dijimos que en Cristo no existen limitaciones, pero que en nosotros sí.    La promesa de Dios es eterna y siempre está activa, por esa causa decimos que en él no hay limitaciones.   Sin embargo, si nosotros no cumplimos con las tres reglas establecidas por él no podremos experimentar esa paz.   De igual forma podríamos experimentarla en unas ocasiones y en otras no.   Cuando nos hacemos un examen minucioso veremos que en esas ocasiones en que no hemos experimentado la paz que sobrepasa todo entendimiento ha sido porque nosotros no hemos cumplido con nuestra parte.

    Veamos en forma rápida estas tres reglas para que podamos experimentar la paz que sobrepasa todo entendimiento.

Fil.4:4Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!

  El mandato del Señor es a regocijarnos siempre.   Luego lo enfatiza nuevamente.   Un corazón alegre hermosea el rostro, así lo dice Prov.15:13.   Dios no quiere cristianos refunfuñones o quejones.   Eso desagrada a Dios en gran manera, sin dejar de decir que amarga la vida de la persona y la de los que están a su alrededor.   Debemos recordar que regocijarse es un acto de la voluntad.  Escogemos regocijarnos o no.  Debemos entender que el enojo, las griterías, quejas, etc. no provienen de Dios, sino de la carne.   Por lo tanto debemos luchar para poder vencer con eso y así cumplir con la primera regla para obtener la paz que sobrepasa todo entendimiento.    Dios nos dice que nos regocijemos siempre.   También nos dijo que en el mundo tendríamos aflicciones (Jn.16:33), dejándonos ver que vendrían tiempos difíciles, pero aun así nos dice “regocijaos siempre”.    Cuando obedecemos aun sin entender o en ocasiones sin querer (Mt.21:29-31) Dios se glorifica y empezamos a sentir el gozo y regocijo.

   Veamos ahora la segunda instrucción

Fil.4:5Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.

  La segunda instrucción para poseer y mantener la paz que sobrepasa todo entendimiento es que nuestra gentileza sea conocida.   No es ser gentil en una forma secreta, sino pública, y no conocida solo por algunos, sino por todos.   Es una gentileza manifestada.   Cuando dice por todos los hombres se refiere a la raza humana. Al referirse también a todos se está refiriendo a aquellos que merecen dicha gentileza de parte de nosotros, pero también a los que no se la merecen. Vallamos un poco más profundo. El llamado es ha ser gentiles aun con los de la casa.   Digo esto porque muchas veces podemos ser gentiles con los de afuera, pero groseros con los de adentro.   Algo sumamente importante es que para poder ser gentiles con todos debemos ser personas que nos regocijamos en el Señor siempre.   Nadie que no se regocija siempre podrá ser gentil siempre.   Notemos que dice: “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres”.   Esto habla claramente de un testimonio al mundo.   El cristiano debe destacarse por ser gentil. Todo cristiano que refunfuña, pelea, maldice, etc. está dando un mal testimonio causando que muchos hablen mal del evangelio y de Dios (Ro.2:24).

   Notemos que el verso termina diciendo “El Señor está cerca”.   Esta frase se puede ver desde dos puntos de vista.   La primera puede señalar a que el retorno del Señor está cerca.  Esto debe ser motivo de inspiración para llevarnos a conducirnos en la forma correcta, la que Dios espera de nosotros, regocijándonos y siendo gentiles con todos.   La segunda forma de ver esta frase puede ser que el Señor está cerca de nosotros y está observando todo lo que hacemos y decimos, como reaccionamos y actuamos.   Sea cual sea la correcta, y en mi opinión pienso que ambas lo son, debemos estar preparados si es que queremos disfrutar de la paz que sobrepasa todo entendimiento.

   Miremos la última instrucción a seguir para poder poseer y mantener la paz que sobrepasa todo entendimiento.

Fil.4:6Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.

   Todo lo que nos molesta, estorba, inquieta, perturba debe ser traído delante de Dios en oración, ruego y acciones de gracias.   Somos expertos en correr a todos los lugares por ayuda y cuando vemos que nada sale bien entonces corremos donde Dios.   En ese correr errado nuestra paz se va y nuestros corazones y pensamientos quedan cautivos por el miedo o pánico.   A Dios no le agrada eso tampoco.   Él quiere ser el primero en todo en nuestras vidas.   Aprendamos a hablar con el Señor de todo lo que nos perturba e intenta robarnos la paz.   No vallamos a murmurar con los hermanos, vallamos a hablar con Dios.  No vallamos a rogarles a los hombres, roguemos en la presencia de Dios.   No llenemos de acciones de gracias a los hombres, sino a Dios.   Cuando hagamos esto “la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos.

   Aquí entramos ahora en la conclusión de este mensaje.

Concluimos con la frase “en Cristo Jesús”

  Toda esta paz nos es provista única y exclusivamente “en Cristo Jesús.”    Jesús es el que dijo, la paz os dejo, mi paz os doy.  Él es el poseedor de ella y nos la da a nosotros sus hermanos.   Hay dos razones por las cuales no podrás experimentar esta paz.   La primera es porque no has recibido a Cristo como tu Salvador.   Si no lo has hecho, hoy es un día precioso para hacerlo.   La segunda es que si has recibido a Cristo como Salvador, pero no estás cumpliendo con las tres reglas mencionadas arriba tampoco la podrás experimental.

   Hoy también es un día precioso para pedirle perdón a Dios y comenzar a ejercitar esas tres reglas.   Dios está deseoso que experimentes la paz que sobrepasa todo entendimiento.   Recuerda, Cristo pagó el precio en la cruz para que tú y yo vivamos en paz aun cuando haya tempestades.  Es un acto de tu voluntad, escoge la mejor parte como María.

¡Amen!

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