Correr para Obtener

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¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. 1 Co.9:24

    Cuando pensamos en carreras lo primero que se nos viene a la mente son los maratones de 26 millas o las olimpiadas donde compiten en carreras de obstáculos o en carreras de relevo o en carreras de cien metros.   Por cierto que son muy interesantes, inspiradoras y llenas de retos, triunfos y derrotas.   Porque donde hay competencia siempre habrá ganadores y perdedores, o como solía decir el tío Nobel “casi ganadores”.   Lo cierto es que en las competencias gana solo aquel que llega primero, sea por cinco o seis cuerpos de ventaja o por media pulgada.   

    El siglo 21 es un siglo de carreras interminables.  No solo están presentes las carreras ya mencionadas, sino que en el diario vivir el hombre vive en una interminable carrera.   Posiblemente no se viste con los acostumbrados pantalones cortos, camisillas sin mangas o zapatos apropiados para dicha carrera, pero no obstante están en una carrera y muchos de ellos ni lo saben.

    Es una carrera igualmente agotadora y que requiere de mucha preparación, en este caso más intelectual que física. 

    Normalmente cuando miramos estas carreras de maratón vemos que los corredores son delgados y bien nutridos y con músculos bien definidos.   Esto es parte del riguroso entrenamiento que hacen constantemente para poder estar en la mejor forma posible, pues todos quieren correr de tal forma que obtengan el premio.  

    Son pocos los que entran en una carrera únicamente por el placer de correr.   Detrás de todo está la ambición de llegar a la meta y si es posible llegar primero.

    Sin embargo en la carrera del siglo 21 vemos que hay corredores gorditos, sin músculos, sin la vestimenta tradicional de los corredores y en muchos casos estos corredores lo único que hacen es estar sentados y comiendo.   En cierta forma esta carrera les gusta más a muchos, pues físicamente no tiene demandas porque la carrera es más mental que física.

    El verso que nos ocupará la disertación de esta mañana nos presenta el cuadro de unos atletas corriendo para obtener un premio.    Es interesante notar que el apóstol Pablo comienza ese verso con una pregunta.   Esta pregunta lo que persigue es hacer reflexionar a los hermanos de Corintos y espero en Dios que nos haga reflexionar a nosotros también.   La pregunta dice:  ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio?    El apóstol está apelando a la conciencia de sus oyentes dejándoles saber que ellos ya saben lo que les está diciendo.   No es nuevo para los corintios el tema de las carreras, pues en aquella época eran bien populares y conocidas en esa ciudad.   Sin embargo él les recuerda que aun cuando son muchos los que corren uno solo es el que gana. 

   Luego el apóstol Pablo les dice: Corred de tal manera que lo obtengáis.   No les está dando el privilegio de escoger si quieren correr o no.   Simplemente les está diciendo que ellos están en una carrera similar y que no tienen otra alternativa, sino corres de tal manera que obtengáis el premio.   Este es el tema de hoy, el de correr para obtener.  No es corre por el placer de correr, es correr con el propósito de obtener.   Eso hace que cada uno de nosotros corramos con el propósito en mente de que tenemos que ganar y que hemos entrado en la carrera para ganar.   No nos podemos conformar con meno.

    La semana pasada vimos que el Señor nos habló de la paz que sobrepasa todo entendimiento (Fil.4:7).   Vimos que Jesús nos ha otorgado su paz (Jn.14:27).   Vimos que ya ha sido dad y que es nuestra.   Lo único que resta para poder disfrutar de la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento es recibirla.   Pero vimos también que para poder obtenerla hay que cumplir con tres requisitos importantísimos.   Primero, estar siempre regocijados (Fil.4:4).  Segundo, ser gentil con todos porque el Señor esta cerca en su venida o cerca, bien pegadito de nosotros (Fil.4:5).  Tercero, que traigamos en oración al Señor todas nuestras ansiedades con acción de gracias (Fil.4:6).   Cuando cumplimos esas tres condiciones la paz de Dios estará en nosotros guardando nuestros corazones y pensamientos.   Gloria a Dios por su palabra viva.

     En la disertación de hoy estaremos viendo la carrera que nos ha tocado correr y veremos quien corre en esa carrera, cómo debemos correr la carrera y por qué debemos correr de tal forma que obtengamos el premio.

I)       Quien corre la carrera

   Dijimos que el siglo 21 es una carrera donde el ser humano está corriendo aun sin saberlo.   De igual forma hay otra carrera que se corre y muchos de ellos no se han dado cuenta.   Es una carrera espiritual y por ser espiritual muchos están ajenos a ella.   Es una carrera de vida o muerte, de bendición o maldición, de victoria o derrota, de obtener o no obtener.   Esto nos deja ver claramente que toda la humanidad está en esta carrera, pero muchos de ellos no saben siquiera que tal carrera existe.

     El que usted no sepa que una ley de transito existe no lo exime de la culpabilidad de haberla violado.   De igual forma ocurre con la persona que desconoce de la carrera que tiene por delante.   Cuando nos detenemos a pensar sobre esa carrera veremos que todos saben que existe, pues todos saben que llegará el día en que tendrán que enfrentar la muerte y sabrán que el tiempo de su carrera terminó.   En lo que debemos pensar es en donde queremos pasar el periodo de descanso y recuperación, o fatiga y sufrimiento, el cual es eterno.  

     Volvamos al tema inicial, el de saber quien corre en la carrera.  Por un lado vimos que todos, sin excepción de ninguno está corriendo la carrera.   Por otro lado solo unos pocos corren para obtener el premio.   Es por eso que debemos mirar a las reglas de la carrera para saber con certeza quienes son legítimos corredores y quienes son impostores en la carrera.    Recordemos la amonestación del apóstol Pablo al decir:  Corred de tal manera que lo obtengáis.    El objetivo principal aquí es obtener el premio o galardón.   No debemos perder de vista dicho objetivo, pues es el que mantendrá al corredor en la carrera.   Miremos entonces varias reglas de esta carrera.

   Lo primero que hay que mirar es que debemos estar inscritos en dicha carrera para poder estar corriendo legítimamente.   Me podrán preguntar, ¿pero no que todo el mundo está en esa carrera?   La respuesta es sí, pero ¿son todos legítimos? La respuesta es no.   Usted puede entrar a correr en una carrera de maratón, pero si usted no se inscribió para estar en esa carrera, aun cuando sea el primero en cruzar la línea de llegada no recibirá el premio por que su participación no fue registrada.   De igual forma, aun cuando todos estamos corriendo en la misma carrera, la de la vida y la muerte, solo los que están corriendo en forma legítima son los que tendrán derecho al premio.

    Por lo tanto para poder estar en la carrera legítimamente lo primero que debemos hacer es inscribirnos en dicha carrera.   Asegurarnos, siendo que la vamos a correr, queramos o no, que la corramos correctamente y para correrla correctamente debemos estar inscritos y la única forma de estar inscritos en dicha carrera es a través de Cristo (Hch.4:12).  Esta inscripción está registrada en los cielos, en el libro de la vida (Apo.20:15).  

   Nadie que no esté inscrito por medio de Jesucristo en el libro de la vida podrá correr con el propósito de ganar.   Su carrera será en vano, pues se encontrará con la tristeza de ver que llegó pero no pudo entrar.  

   Tenemos que tener bien en claro que todo el mundo está en la carrera, pero que solo los que están inscritos son los que tienen derecho a recibir el galardón.

   Lo segundo que debemos ver es que debemos correr en la carrera de forma legítima.   Siendo que el primer requisito, el de estar inscritos en la carrera, deja fuera a gran parte de los corredores, entonces vemos que el segundo requisito ya no es para esos que quedaron fuera de la carrera, aun cuando sigan corriendo, sino que es para los que estamos inscritos, los redimidos, los hermanos en la fe.   Debemos mirar con cuidado esta segunda regla para que nosotros no vallamos a ser descalificados de la carrera y que cuando lleguemos al final de la misma nos encontremos con Jesús diciéndonos apartaos de mí hacedores de maldad (Mt.7:22-23).

   Pablo, escribiéndole al joven pastor Timoteo le decía: 5Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente (2 Ti.2:5).  

   El que hallamos sido inscritos en la carrera no nos dice que hemos ganado el galardón o premio, se requiere que corramos en forma legítima.  ¿Qué es correr legítimamente?   Es no poner obstáculos a los que están corriendo al lado nuestro.   En las carreras olímpicas hemos visto como algunos, por el desespero de ganar o llegar en una mejor posición, de forma sigilosa cruza su pie en frente de su oponente para que este pierda el paso o en el peor de los caso se caiga.   De esa forma el corredor puede avanzar a una mejor posición o incluso ganar la carrera.   Aun cuando los jueces no se hubieran dado cuenta de dicha acción, el corredor en su interior sabe que ganó, pero no de forma legítima. 

   Permítanme darles un ejemplo de este tipo de competidores, los cuales han perdido el premio por diferentes razones.

   El boxeador Mike Tison, en su encuentro con Evander Holyfield, le mordió la oreja al ver que estaba perdiendo el encuentro.   Esto lo llevó a ser descalificado.   

    En nuestra carrera, la espiritual, el juez es Dios.  ¿Cree usted que podremos engañar a Dios como el hombre común engaña a los jueces terrenales?   ¡Ni en sueños!   Por lo tanto estamos llamados a correr la carrera en forma legítima.  

   Deseo compartir con ustedes, mis amados, tres versos donde Jesús nos advierte para que no seamos descalificados por estar corriendo la carrera en forma ilegítima. 

   En Mr.9:42 Jesús dice: Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.   Notemos que Jesús dice: “Cualquiera”.   Esto nos habla de los del mundo como los de la iglesia.   Si yo hago caer a un hermanito no estoy corriendo la carrera legítimamente y eso pude llevarme a ser descalificado.  

   En Mt.23:4 Jesús nos da otra forma de correr la carrera en forma ilegítima y que nos podría descalificar.   Él dice: Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.   Hermanos que quieren que los hermanitos más débiles hagan cosas que ellos mismos, que llevan años en la iglesia, no están dispuestos a hacer.  ¡Cuidado amados, Dios nos está hablando!

   En Lc.6:41 Jesús nos advierte de otra cosa que podría descalificarnos de la carrera.  Veamos: Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?  Somos expertos viendo las cojeras de otros hermanos, pero no podemos ver la parálisis de nuestras vidas.   Nos sentamos a ver a los hermanos trabajar para luego decir si están corriendo legítimamente o no, sin darnos cuenta que nosotros estamos “simplemente sentados” haciendo nada.  

   Hay muchas otras cosas que podríamos decir, pero pienso que estas tres nos mantendrán bastante ocupados reflexionando en nuestras vidas, no la de los hermanos.

   Miremos ahora nuestro segundo punto.

II)   Cómo debemos correr la carrera

   Es importante saber como se debe correr esta carrera por que no queremos correr en vano.   Es triste que un corredor salga a correr en el maratón de New York, llegue primero y no obtenga el premio porque no se inscribió.   De igual forma es triste que sea descalificado porque tomó unos atajos para ganar tiempo o trato de hacer que algunos de sus contrincantes perdieran el paso para él poder avanzar.  Recordemos las palabra de Pablo :Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente (2 Ti.2:5)   Estamos en la carrera, hagamos que todo en la carrera cuente a nuestro favor para que podamos obtener el galardón completo (2 Jn.8). 

   Lo primero que debemos saber es que debemos empezar la carrera bien.   Hay un refrán que dice: Todo lo que comienza mal acaba mal.  Para poder sostener una mentira hay que decir otra un poquito más grande.   De esa forma la pirámide va creciendo.  El problema es que esta pirámide, la de la mentira, está en la forma opuesta, donde el lado finito está en el piso y va creciendo hasta que ya no se puede sostener y cae abruptamente. 

   Si no iniciamos la carrera bien tendremos muchos dolores de cabeza que nos pudimos haber evitado. 

   Estaré mencionando dos casos de personas que comenzaron la carrera en forma equivocada y veremos los resultados finales.

   El primero es “en pedregales”.   Veamos Mt.13:20-21 20Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;   Personas que entran en la carrera con un gozo abrasador.   La emoción de haber podido entrar en la carrera los lleva a correr en forma desesperada.   Esta desesperación en ocasiones puede ser porque quieren ganar el tiempo que perdieron estando el la carrera sin inscribirse.   Otros pueden estar corriendo en forma desesperada porque quieren alcanzar a amistades que ya llevan corriendo la carrera por largo tiempo.   Son innumerables las razones por las que muchos entran en la carrera pensando que si no corren en forma desesperada no podrán alcanzar algo.   No entienden que esta es una carrera de por vida y que requiere que llevemos un paso calmado, pero firme y constante.   No quieren esperar, piensan que se está perdiendo el tiempo.   Es de esos que Jesús nos sigue diciendo  21pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.  Son de corta duración.  Entrar en la carrera trae cansancio, vituperios de otros, dolores y hasta nos llegan a perseguir.    Es aquí donde vemos si estamos dispuestos a pagar el precio.   No es una carrera fácil, pero tampoco es imposible.   Solo requiere que tengamos raíces para poder soportar las inclemencias del tiempo, las cuestas y bajadas, las fatigas, los insultos y reproches, la falta de agua en ocasiones, el dolor muscular, etc.   Estos son los que no se saben someterse a las autoridades establecidas por Dios en la iglesia.   No quieren recibir instrucciones ni enseñanza.   Piensan que ya lo saben todo y que detenerse a aprender o echar raíces, es perdida de tiempo.   La realidad es que el tiempo siempre deja ver cual es la verdadera realidad.

   El segundo corredor que entra en la carrera, pero que no comienza bien es el que fue sembrado entre espinos.   Veamos Mt.13:22 El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.   Debemos notar algo muy interesante en esta carrera.   Siendo que es una carrera de distancia y que el camino a recorrer es extenso y lleno de sorpresas y obstáculos, debemos tener en cuenta donde empezamos la carrera.  Algunos pueden empezar en la planicie, otros pueden que la empiecen en las montañas o en los ríos.   Algunos, como el que Jesús menciona arriba la empiezan entre espinos.   Jesús describe estos espinos como “afanes de este siglo y engaños de las riquezas”.   Nos dice que la palabra sembrada se hace infructuosa, es decir ineficaz, inútil para algún fin.   No que la palabra de Dios no sea eficaz, por el contrario es la más eficaz (He.4:12) y también es útil (2 Ti.3:16), sino que estos afanes la hacen ineficaz e inútil para los afanados.

   Personas que vienen al Señor, pero no están dispuestos a cambiar sus formas de vida, pues piensan que esa es la forma en que el mundo se mueve y para poder sobrevivir en el debemos adaptarnos a ellos.   Vienen al Señor pero continúan codiciando el dinero, continúan afanados por obtener más no dando espacio a crecer en el Señor.   Eventualmente se van pensando que estaban mejor corriendo la carrera del mundo sin darse cuenta que ambos llegaremos al final de la carrera, pero solo los que corrieron legítimamente son los que obtendrán el premio.

   Miremos un último ejemplo, el cual si no seguimos el consejo que nos da Pablo podríamos también ser sacados de la carrera.   Son las palabras que están en Fil.3:13-14.  13Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.   De este pasaje podríamos extraer muchas cosas, pero solo quiero mostrar dos de ellas.   Lo primero que debemos observar es la frase “yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado”.  Ninguno de nosotros ha logrado alcanzar el premio final.   No nos estamos refiriendo a la salvación, esa fue comprada en la cruz del Calvario y nos es concedida gratuitamente cuando recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.   Pero en esos momentos entramos en una carrera donde todos, al final de la misma, nos presentaremos ante el tribunal de Cristo para recibir galardones por lo bueno o malo que hallamos hecho estando en la tierra (2 Co.5:10).   Ninguno, ni el mismo Pablo podrá librarse de dicho tribunal.   Es por eso que él dice “yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado”.   Él está en el camino y continua caminando hasta el día que Cristo venga o lo mande a buscar.   Por lo tanto es imprescindible que meditemos en la segunda frase importante de estos versos.

   Lo segundo que debemos mirar es la frase “olvidando ciertamente lo que queda atrás”.   Muchas veces nos quedamos recordando las cosas que Dios ha hecho en el pasado pensando que con eso es suficiente.   Debemos olvidar lo ya hecho y proseguir a la meta.   Hay mucho más por hacer y muchos premios más por ganar y acumular a nuestro favor.   Por tanto debemos recordar siempre que esta carrera no encuentra su fin hasta tanto Dios lo diga.   No hay retiros, ni vacaciones, pues es una carrera 24/7, 365 días del año y Dios espera que así lo veamos.

   Vallamos ahora a nuestro último tópico de esta mañana el cual es...

III)      Por qué correr para obtener

   Muchos corren por el placer de correr.   Otros lo hacen para mantenerse en forma.  Y otros para competencias buscando la medalla.  Hay otros que corren porque está huyendo de la policía o de personas que le deben.  Nosotros, los cristianos corremos para darle gloria a Dios y para nuestro beneficio futuro.   Estaremos viendo más de cerca algunas razones de correr y por qué hacerlo con el propósito de obtener.

    Cuando obtenemos lo que estamos buscando o por lo que estamos luchando es una victoria grande.   Por lo tanto cuando decimos que corremos para obtener nos estamos refiriendo a correr para lograr la victoria.   Miremos un verso que es decisivo en esta carrera, nos referimos al de Hebreos 12:1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,   Debemos notar que hay una gran nube de testigos observándonos.   Esto no es exclusivo nuestro, pues vemos al autor diciendo: Por tanto, nosotros también, indicando que los otros ya pasaron por el cedazo de los testigos.   Son variados los testigos que están observando y nosotros somos los que provocaremos sus palabras, sean buenas y admiración o malas e injuriosas.    Miremos de cerca cada testigo que nos esta observando.

  1. Los ángeles.   La Biblia nos dice que los ángeles anhelan mirar el progreso de la obra evangelística en el mundo porque a ellos no se les ha encomendado dicha tarea (1 P.1:12).   También se nos dice que ellos celebran cuando alguien en la tierra acepta al Señor como Salvador (Lc.15:10).  Estos son solo dos versos donde podemos ver que ellos están bien pendientes a lo que nosotros estamos haciendo.  Es por eso que debemos conducirnos con cuidado y esmero para dar un buen testimonio ante ellos.
  2. Los hermanos en la fe.   Para ellos nosotros podemos ser ejemplos de perseverancia, consuelo y motivación.   Ellos nos miran, muy en especial si son menores que nosotros en el Señor.   Somos para ellos un vivo ejemplo de la vida cristiana.   Un gran deseo surge en ellos de querer continuar en la carrera al ver nuestra fe y devoción al Señor.   Es una responsabilidad inmensa la que nosotros, los cristianos más maduros, tenemos para con los más jóvenes.   Cuidemos nuestro testimonio por que alguien hermano, en algún lugar nos está observando.
  3. El mundo.   Todos los ojos del mundo están fijamente mirándonos para ver en qué nos pueden acusar y señalar.  Como nosotros señalamos su pecado, ellos están a la defensiva para ver como pueden tomar venganza de nosotros.   Por esta causa ellos son parte de la nueve de testigos.   Testigos hambrientos por causarnos daño con o sin razón.  Levantan falsos testimonios y acusaciones buscando como manchar nuestro testimonio.   Tenemos que tener mucho cuidado.
  4. Satanás.   Él es otro que nos está observando y en muchos casos provocando para que caigamos.   Su fin es tener base para acusarnos.   Si no la encuentra tratará de fabricarla contar que nos cause daño o tristeza. (Ap.12:10). 
  5. Dios y Jesucristo.   La Biblia nos dice claramente que Dios y Jesucristo están observándonos en nuestro caminar.   Fil.4:5 se nos dice: “el Señor está cerca”.   Esta verdad es incuestionable, él está cerca de nosotros observando lo que hacemos.   No con la intención de acusarnos o marronearnos cuando fallamos, sino para protegernos, avisarnos y levantarnos si en algún momento cayéramos.  Pero también la Biblia nos muestra el caso de Esteban, cuando al ser apedreado Dios y Jesucristo estaban observándolo todo (Hch.7:55-56).

    Estos ejemplos nos dicen que debemos correr la carrera en forma legítima sabiendo que al final de la misma obtendremos galardón completo (2 Jn.8).   También nos dice que debemos andar con cautela porque son muchos los que podrían quedar perjudicados o beneficiados de nuestra caída o descalificación de la carrera.  

   El apóstol Pablo concluyó sus palabras advirtiéndonos de algo que le podría ocurrir a él si se descuidaba.  Veamos 1 Co.9:27 “sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.  Pablo sabía que había sido heraldo para otros.   La palabra heraldo significa “persona que lleva un mensaje”.   Pablo había llevado el mensaje de salvación a muchos, pero no podía dormirse en esos hechos del pasado.   Él estaba en una constante lucha con su propio cuerpo.  Esta lucha lo llevaba a golpear su cuerpo constantemente para que de esa forma no fuera descalificado.   No está hablando de un golpear físicamente, sino uno donde sometía al cuerpo para que lo obedeciera a él y no él obedeciendo al cuerpo.   Este golpear podría ser con ayunos, levantarse temprano a orar, obligando al cuerpo a ir al servicio aun cuando estaba agotado, etc.   Nuestro cuerpo está para servirnos a nosotros y no nosotros al cuerpo.   Esto es golpearlo.

   Amados, tenemos una carrera por delante.   Carrera que hemos comenzado a correrla correctamente y que debemos permanecer en ella para poder obtener galardón completo.   En Ap.3:11 Jesús nos exhorta a retener lo que tenemos para que nadie tome nuestra corona.   Luego dice que el que venciere, dejándonos ver que debemos perseverar hasta el fin para que nadie tome nuestra corona y recibamos galardón completo.

El Señor nos quiere hacer un recordatorio el cual consideramos sumamente importante.   El nos dice lo siguiente en 2 Cor.5:10 Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.  

Ningún creyente escapara de este tribunal.   Es aquí donde conoceremos si recibimos galardón completo o no.

Oremos para que el Señor nos de fe, fortaleza y esperanza en la promesa de él y que sigamos en la carrera porque al final veremos Su rostro.  ¡Amen!

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