LA DISCIPLINA, UNA MUESTRA DE AMOR

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La disciplina es una muestra del amor de Dios en nuestra vida. Nuestro Padre trae a nuestras vidas, por medio de su palabra, e incluso, por medio de circunstancias, la corrección con el fin de que corramos la carrera de la fe con ánimo y paciencia.

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INTRODUCCIÓN

Cuando era niño mi mamá solía decirme algunas frases, que ahora recuerdo con mucho humor, pero que en aquel entonces no me parecían tan graciosas. Una de mis favoritas era:
“Mientras vivas bajo mi techo, harás lo que yo te diga”.
Algunas veces cuando esa frase no causaba el efecto esperado, siempre estaba a la orden del día la popular chancleta que nos ayudaba a prestar mayor atención a las palabras de nuestros padres.
Algunas veces se me ocurría la brillante idea de decirle “pero mamá, a Pedrito si lo dejan hacer tal cosa sus papás”, y ella respondía, con gran sutileza y cariño decía “pues, a mí no me importa Pedrito, porque Pedrito no es hijo mío, el hijo mío sois vos. Así que no vais a hacer eso y punto”.
Creo que todos los que somos adultos hemos tenido experiencias similares con nuestros padres. Todos hemos experimentado, de alguna u otra manera, la enseñanza y la corrección de nuestros padres. Es responsabilidad de los padres educar y corregir a los hijos por el buen camino, enseñarle valores, y corregir la conducta cuando su comportamiento no se ajusta a los valores familiares. Recuerdo que mi papá siempre me decía, “cuando seas padre lo entenderás”, y la verdad es que mi hijo está muy pequeño, pero comienzo a sentir sobre mis hombros esa responsabilidad de cuidar, enseñar y corregir a Bruno.
De hecho, cuando los padres son negligentes en esa tarea, el resultado es desastrozo. No solo para la vida del niño en particular, sino para toda la sociedad en general. Yo no sé si usted ha visto algunos niños en la calle que mandan a callar a sus padres, que no respetan ninguna autoridad, que no parece importarles nada mas que ellos mismos. Hace unos meses vi el vídeo de unas jóvenes que estaban gritándole a una señora mayor, irrespetándola, incluso llegaron a empujarla, y todo esto mientras grababan en las redes sociales la gracia.
Ése es el resultado de no instruir ni corregir a los hijos, se forma una generación irrespetuosa y rebelde.
La instrucción y la corrección son necesarias, si es que queremos que nuestros hijos crezcan siendo hombres y mujeres de bien, que no nos avergüencen en público.
Proverbios 29:15 “La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre”.
Proverbios 29:17 “Corrige a tu hijo, y te dará descanso; y dará alegría a tu alma”.
La Biblia está llena de pasajes que nos enseñan el valor de la instrucción, la corrección y la disciplina sobre los hijos. Y, aún si usted no cree en la Biblia, creo que empíricamente es demostrable que la Biblia tiene razón en este aspecto. El ser humano necesita instrucción y corrección.
Ahora bien, la Biblia es la Palabra de Dios, y por tanto, refleja la mente y el corazón de Dios. La razón por la que la Biblia hace tanto énfasis en la instrucción, la corrección y la disciplina a los hijos, es porque Dios mismo es un Padre que instruye, corrige y disciplina a aquellos a quienes toma por hijos.
Esto es precisamente lo que veremos el día de hoy. Veremos cómo a disciplina divina, la disciplina bíblica son una de las mayores muestras de amor que Dios puede dar a sus hijos. Este es un tema que muy pocas veces he mencionado en las iglesias, sencillamente porque no es popular ni atractivo hablar acerca de la disciplina del Señor. A nadie le gusta escuchar esa palabra, y mucho menos saber que necesita ser disciplinado o corregido. Pero, en realidad la disciplina es un concepto maravillo en la Escritura, y hoy, el libro de Hebreos nos enseñará porqué.
Lectura: Hebreos 12:4-13

I. LA AUDIENCIA, SU INMADUREZ Y SUS PRUEBAS

Antes de comenzar con el sermón del hoy, debemos traer a la memoria algunas cosas necesarias para comprender este pasaje. En primer lugar, recordemos que los primeros oyentes de esta carta eran personas judías que se habían convertido al cristianismo, había abrazado la fe cristiana en una época en la que los cristianos eran fuertemente perseguidos por el Imperio Romano. Hay una gran incertidumbre en cuanto a la fecha, pero algunos teólogos ubican la carta entre los años 60 - 70 d.C. Esto significaría la posible persecusión bajo la mano de Nerón.
Independientemente de si ése es el tiempo en el que la carta se ubica, se puede afirmar que los creyentes habían experimentado fuerte persecusión en el pasado. Esto lo vemos en Hebreos 10:32-34. Asimismo, les esperaban más padecimientos porvenir. Estos eran creyentes que tenían la tentación de abandonar la fe por temor a la muerte, a la humillación, al sufrimiento, y a los hombres en general.
El autor incluso los llama inmaduros en Hebreos 4:11-14, donde les dice que tienen necesidad de leche y no de alimento sólido, critica en ellos una actitud perezosa, lenta y tardía para crecer en madurez. Resalta la falta de interés por parte de ellos en crecer espiritualmente, y les hace ver que su temor a sufrir ha nublado su enfoque en avanzar hacia la madurez en la vida cristiana, por medio de la fe y la perseverancia.
Toda esta situación les estaba tentando a dejar la fe cristiana y a regresar a las tradiciones judías, con el fin de poner fin a sus padecimientos. Al identificarse como judíos, entonces la persecusión cesaría, pues ésta estaba dirigida a los cristianos.
Y, con el propósito de animarlos a perseverar en la fe, el escritor de Hebreos comienza a enseñarles sobre la supremacía, la suficiencia y la excelencia de Cristo, tanto como Profeta, Apóstol, Rey, como Sacrificio suficiente, como Sacerdone supremo, y por último por el Pastor de sus almas. Y, fundamentado en la superioridad de Jesús, el autor los exhorta a permanecer firmes en la fe, en mantenerse firmes en la esperanza que han recibido, y como hemos visto más recientemente, los exhorta a seguir corriendo la carrera de la fe, despojándose de todo peso, y del pecado que los asedia, corriendo con paciencia y con los ojos puestos en Jesús.
Una exhortación que se hace necesaria, debido a la inmadurez, el temor y lo tardos que eran los oyentes de esta carta para aprender y crecer en conocimiento de la voluntad de Dios.
Recordar la situación de la audiencia es necesaria, ya que nos ayudará a comprender mejor el concepto de la disciplina divina. Esta enseñanza sobre la disciplina del Señor está enmarcada precisamente en el contexto de la carrera de la fe.
Acompáñenme rápidamente a leer nuevamente Hebreos 12:1-4.
Después de haber traído a nuestras mentes la imagen deportiva de una carrera de resistencia, en el versículo 4 parece que hay un cambio interesante en la ilustración, sigue siendo una ilustración deportiva, pero el deporte al que se refiere es completamente diferente. Al inicio se nos habla de una carrera de la fe, pero llegados al versículo 4 el autor comienza a usar la lucha, casi como si se tratara de una pelea de boxeo, y nos dice “porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”.
Esto es interesante, porque la carrera de la fe, también es una lucha por la santidad. Al igual que en el boxeo, en el que los luchadores deben golpear y resistir los golpes del otro, batalla en la que muchas veces la sangre comienza a gotear producto de la pelea en sí. De esa misma manera, Cristo, quien derramó su sangre por nosotros, no has dado ejemplo para que resistamos y peleemos aunque eso signifique que nuestra sangre también sea derramada peleando contra el pecado, peleando por la santidad.
La carrera de la fe, es también, una lucha, una pelea por la santidad. Sin la cual nadie verá a Dios, nos dice Hebreos 12:14.
Pero, siendo honestos, esta lucha, es dura y no siempre ganas el siguiente round. El pecado de manera sutil y silenciosa se va enquistando en nuestro corazón de manera, muchas veces, imperceptible. Precisamente, esto les estaba ocurriendo a los cristianos a quien estaba dirigida esta carta. Estaban perdiendo el round contra el pecado hasta el punto en que ya se habían olvidado de las exhortaciones que Dios les había hecho.
Ya no solo eran tardos para comprender y lentos para avanzar hacia la madurez, sino que ahora eran olvidadizos, les faltaba la memoria. Tenían Alzheimer espiritual.
Hebreos 12:5-6 “Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige diciendo...” Leer completo

II. EL CARÁCTER Y LA DISCIPLINA DE DIOS

Es precisamente esto lo que hace necesaria la corrección y la disciplina de Dios en la vida del creyente. La situación por la que estaban atravesando los cristianos en la carta de Hebreos, no es extraña a la que atravesamos nosotros hoy día. Las presiones, las persecusiones, las burlas, los afanes de este mundo, hacen que corramos más lentamente la carrera, que dejemos de luchar a muerte con el pecado y comencemos a olvidar las exhortaciones que Dios nos hace a través de su Palabra.
Por eso, es necesaria la disciplina de Dios.
Ahora bien, el concepto de la disciplina de Dios muchas veces no es predicado en las iglesias, y en algunas iglesias, cuando es predicado, se hace con un incorrecto entendimiento sobre lo que significa la disciplina divina. Esto se debe a un claro desconocimiento por parte del carácter de Dios. La gente no sabe quién es Dios, ni mucho menos cómo es Dios. Es contradictorio que, aquellos que nos hacemos llamar su pueblo tengamos tan poco interés en conocer quién es el Dios a quien supuestamente adoramos. Digo supuestamente, porque a veces nuestras vidas no giran en torno al Señor, sino en torno a nosotros mismos. No conocemos quién es Dios, por lo tanto, desconocemos o incluso rechazamos su disciplina cuando viene a nuestras vidas.
“Permítame presentarle a dios. (Fíjese en la minúscula).
Le aconsejo hablar suave mientras entramos. Puede que esté dormido en este momento. Mire que él está ya viejo, y no entiende ni le gusta este mundo tan moderno. Su época de oro–de la que habla cuando está emocionado–fue hace mucho tiempo, antes de que la mayoría de nosotros hubiera nacido. Se trata de aquellos tiempos cuando a la gente le importaba lo que él pensaba de las cosas, y lo consideraban alguien muy importante en sus vidas.
Claro, todo eso ha cambiado ahora, y el pobrecito dios simplemente nunca se adaptó muy bien. La vida siguió su curso y lo dejó atrás. Ahora dios pasa la mayoría de su tiempo en el jardín trasero. A veces voy allá para verlo, y ahí nos tomamos nuestro tiempo, caminando y hablando suave y cariñosamente entre las rosas…
De todos modos, parece que mucha gente aún lo quiere, o al menos se las arregla para mantener su porcentaje de aprobación bastante alto. Y le sorprendería cuánta gente se detiene a visitarlo y preguntarle cosas de vez en cuando. Pero eso no le incomoda. Él está aquí para ayudar.
Gracias al cielo, todo esa irritabilidad de la que usted lee en sus viejos libros, por ejemplo, cuando la tierra se abrió y consumió a unas personas, o cuando llovió fuego en varias ciudades, ese tipo de cosas–todo eso parece haberse desvanecido en su época de antaño. Ahora dios es un buen amigo, de esos amigos a los que no se les invierte tanto tiempo, y además es fácil establecer una conversación con él–especialmente desde que ya casi no habla, y cuando lo hace es para decirme mediante una “señal” extraña que está de acuerdo con lo que yo quiero hacer. Esa es la mejor clase de amigo, ¿No es cierto?
¿Pero sabe qué es lo que lo hace aún mejor? Que no me juzga. Nunca, por nada. Claro, yo sé en el fondo de mi corazón que él desea que sea un mejor hombre–más amoroso, menos egoísta, y todo eso–pero es realista. Él sabe que soy humano y que nadie es perfecto. Y estoy totalmente seguro que nada de eso le molesta. Además, perdonar gente es parte de su trabajo. Para eso está. Después de todo, él es amor, ¿verdad? Y a mí me gusta pensar en el amor como el “nunca juzgar, sólo perdonar”. Ese es el dios que yo conozco. Y la verdad no quiero a ningún otro.
Está bien, espere un momento… De acuerdo, ahora si podemos entrar. Y no se preocupe, no nos tenemos que quedar por mucho tiempo. De verdad. Él está agradecido por cada minuto que le damos.”
Para algunos de nosotros esta descripción de quién es Dios raya en lo ridículo, pero, sorprendentemente, para muchos otros no. De manera que, si esperamos entender la disciplina bíblicamente, en primer lugar debemos comenzar conociendo quién es Dios.
Dios nuestra Padre: En primer lugar, debemos recordar que Dios es nuestro Padre. Una de las grandes verdades del evangelio es que en Cristo Jesús el creyente es adoptado por Dios. Ahora bien, al igual que en cualquier otro proceso de adopción, es el Padre el que inicia el proceso. Nosotros no podemos ser adoptados según nuestra voluntad, de la misma manera que un niño en un orfanato no puede decidir quiénes lo adoptarán, así tampoco nosotros recibimos a Dios por Padre, sino que es Él quien nos recibe a nosotros por hijos. De hecho, es exactamente esto lo que nos dice el pasaje en el versículo 6, “porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo”.
Es Dios quien nos recibe, y no nosotros a Él.
Amado amigo, quizás usted dirá, pero, ¿no somos todos hijos de Dios? Esta es una creencia común que la gente suele creer, sin embargo, la verdad bíblica es totalmente contraria a esa afirmación. No todos los seres humanos son hijos de Dios. Todos somos creación de Dios, pero no todos somos hijos de Dios. De hecho, si usted lee detenidamente la Biblia, encontrará que la Escritura describe al ser humano en su condición natural como “hijos de desobediencia” en Efesios 2:2; “hijos de ira” en Efesios 2:3, nuevamente en Efesios 5:6 se repite el término “hijos de desobediencia”, Juan 8:44 describirá de una manera aún peor nuestra condición, nos llama “hijos del diablo”.
El hombre en su estado natural no es hijo de Dios, es hijo de la desobediencia, obedeciendo a la desobediencia. Es hijo de la ira, está sujeto a la ira. Es hijo del diablo, el diablo es mentiroso, y de esa misma manera, el hombre sin Cristo es hijo mentiroso como su padre el diablo es mentiroso. Ésta es una cruda realidad, una realidad que ofende y que a nadie le gusta escuchar, pero es una verdad. Es terrible, sí, pero sigue siendo verdad. Amado amigo, si tú crees que eres hijo de Dios solo porque eres un ser humano, déjame decirte que no es así. La Biblia claramente habla acerca de nuestro estado natural sin Cristo. Somos hijos de ira, de desobediencia y de Satanás. Somos enemigos de Dios, no hijos de Dios.
Sin Cristo, el hombre natural tiene por hogar al mundo corrupto y dominado por el pecado. La única herencia de estos hijos es el castigo eterno, es lo único a lo que tienen derecho, es la única herencia que sus padres le dejan, la ira de Dios por la eternidad. Ésta es la verdad que afirma la Biblia.
Por eso, de la misma manera que unos padres adoptivos rescatan a los niños de la fría y cruda realidad del orfanato, o como quien rescata a un niño de un hogar abusivo y disfuncional; así Dios ha hecho con los creyentes adoptándolos, recibiéndolos como hijos suyos. Motivado por su amor, y su deseo de mostrar amor a quienes solo conocían la miseria, Dios nos adopta y nos hace suyos. Ahora, usted se preguntará cómo hace Dios esto.
Escuche bien lo que dicen los siguientes pasajes de la Escritura:
Juan 1:12 “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”
Efesios 1:5-6 “En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”.
Por medio de Cristo, Dios nos adoptó y nos aceptó. Esto ocurre gracias a la unión que tenemos con Cristo. Ahora participamos de las mismas riquezas de las que disfruta Cristo al ser el Hijo de Dios, y ahora, por medio de estar unido a Cristo por medio de la fe, también nosotros somos llamados hijos de Dios.
Gálatas 4:4-5 “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envíó a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”.
Hay muchos otros pasajes que podemos analizar, pero habiendo leído estos tres, podemos destacar tres cosas:
Es Dios quien adopta: El pasaje en Juan dice que estos hijos adoptivos no son nacidos por voluntad humana sino por voluntad de Dios, que es quien decide adoptar. Efesios nos dice que fue Dios motivado por el puro afecto de su voluntad para mostrar su amor habiéndonos adoptados. Y es Dios quien envía a su Hijo Cristo para redimir al pueblo, es Dios quien envía a su Espíritu a sus hijos adoptivos.
La adopción es únicamente por medio de Cristo. Juan nos dice que a los que creen en el nombre de Jesús son hechos hijos de Dios, Gálatas nos dice que Cristo nos redimió a fin de que recibiéramos la adopción, Efesios nos dice que por medio de Cristo nos adoptó y nos aceptó. No hay otro manera de ser hecho hijo de Dios que no sea por medio de Cristo, de su sacrificio perfecto en la cruz.
La adopción nos trae consigo una herencia. Ya no somos más esclavos sino herederos. Además del perdón, de la reconciliación, y de quitar toda nuestra culpa, por medio de la adopción podemos tener la esperanza de una herencia mejor que la que el pecado nos ofrece. El pecado nos daba por herencia la muerte, la adopción por medio de Cristo nos da por herencia una Ciudad Celestial donde no hay más llanto, ni dolor, ni aflicción, ni corrupción por el pecado, sino solo paz por la eternidad.
Amado amigo, yo te animo hoy a que puedas leer la Escritura, y que veas en ella las riquezas y bondades que Dios ofrece en Cristo Jesús, una adopción en la que ya no serás más esclavo del pecado, sino hijo de Dios por la eternidad, disfrutando de su amor, su misericordia, su bondad, su fidelidad, y como veremos en breve, aún disfrutando de su amor por medio de la corrección.
De modo que, para comprender el concepto de la disciplina divina, debemos seguir creciendo en nuestro entendimiento de quién es Dios. Dios, en primer lugar, es un Padre para todos los creyentes. Pero no es un padre cualquier, es un Padre amoroso. 1 Juan 3:1 “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él”. Algunos pasajes nos muestran el amor paternal de Dios para con sus hijos
Slamos 103:13 “Como el padre se compadece de los hijos, [así] se compadece Jehová de los que le temen”.
Mateo 7:11-13 pasaje donde Jesús pregunta a los hombres, “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará buenas cosas a los que le pidan?”.
El carácter bondadoso y generoso, así como el cuidado y la protección de Dios se ven claramente a través de su amor paternal. Podríamos decir que Dios no es un Padre negligente, sino un Padre responsable.
Ahora bien, ese amor paternal de Dios, no solo se evidencia a través de su provisión, cuidado, protección como hemos visto antes, sino que tal como nos indica el autor de Hebreos, el amor paternal de Dios se have evidente también por medio de su instrucción, corrección y disciplina.
Leer Hebreos 12:5-13
El texto afirma esto en el versículo 6, cuando dice “el Señor al que ama, disciplina”.
La disciplina no es una muestra de desprecio sino de amor. Proverbios 13:24 “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige”. Tanto es la disciplina una muestra del amor de Dios, que su Palabra afirma que no corregir a un hijo es igual a odiarlo. Es aborrecerlo, ¿por qué? Porque la corrección es lo que permitirá al hijo ser sabio. Proverbios 19:20 “Escucha el consejo, y recibe la corrección para que seas sabio en tu vejez”. Los hijos necesitan ser instruidos por los padres, enseñados, corregidos y disciplinarlos a fin de que estos adquieran sabiduría y no sufran las consecuencias de la insensatez.
Esto es, obviamente, en términos meramente humanos. Pero en el caso del Señor, Él nos disciplina para que participemos de lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
El autor comienza a comparar la disciplina de nuestros padres terrenales con la disciplina de Dios. Nuestros padres terrenales, siendo imperfectos, cometiendo errores, hicieron lo mejor que pudieron para darnos una educación. Si a estos, que fueron imperfectos, cometieron errores y no siempre nos disciplinaron correctamente, les agradecemos por lo que hicieron por nosotros, cuánto más no amaremos, agradeceremos y recibiremos la corrección de nuestro Padre perfecto que está en los cielos.
Como dije al principio, las cosas que hoy recordamos de nuestros padres, las recordamos con humor, pero en su momento fueron duras de soportar. En muchas ocasiones nos causaban tristeza, y quizás pudimos llegar a pensar que mamá y papá no nos amaban por la forma en cómo nos trataban. Puede que en verdad se hayan excedido, pero lo que no podemos cuestionar es que lo hacían por amor a nosotros. Los padres no querían vernos caminar por el mal camino e hicieron todo lo que pudieron para guiar nuestros pasos enseñándonos y corrigiéndonos.
De la misma forma, la disciplina que viene del Señor es una muestra de su infinito amor por sus hijos. Dios a quien ama, disciplina.
La disciplina es una muestra que a Dios le importa nuestra vida. La disciplina es una muestra de que Dios se interesa por nosotros. Por medio de ella corrige nuestros pasos cuando nos desviamos en la carrera de la fe. Cuando corremos hacia la meta, podemos caer o desviarnos del camino por el pecado o por el peso que hay sobre nosotros, y el Señor trae su amorosa disciplina a nuestras vidas para corregir nuestro camino.
El pastor John MacArthur comenta al respecto de este pasaje lo siguiente: “Cuando nos apartamos de la voluntad de Dios y nos hundimos en pensamientos y actos pecaminosos, Él ordenará providencialmente diversas dificultades y aflicciones en nuestras vidas para advertirnos de las consecuencias del pecado, para llevarnos al arrepentimiento, y para cultivar [en nosotros] una mayor madurez espiritual”.
La disciplina es una muestra del amor de Dios.
De hecho, lo contrario también es cierto, la falta de disciplina es sinónimo del juicio de Dios. Lea conmigo Romanos 1:18 “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”. Más adelante, en el mismo pasaje, se nos muestra cómo es que esa ira se revela. La ira de Dios se revela al no disciplinar al pecador, en los versículos Romanos 1:26-27 “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aún sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío”.
Cuando Dios no disciplina a un pecador, lo que hace es entregar a ese pecado a su propio camino de destrucción, no lo corrige, no le advierte, sino que deja que su vida siga siendo dominada por el pecado, hasta que llegue el momento del juicio y reciba la justa condenación por una vida de pecado.
Pero si Dios te corrige, si Dios te disciplina, es porque te ama, y tiene interés en tu vida. No desea que te pierdas, sino que quiere que transites por la senda de la justicia.
¿QUÉ ES DISCIPLINA?
Habiendo dicho esto, no es necesario definir lo que es la disciplina, para luego aprender cómo Dios administra su disciplina y con qué propósito. La palabra disciplina tiene nos usos o significados en el griego. Es la palabra paideia, y significa primeramente instrucción, enseñanza, educación. El segundo uso de esta palabra, es corrección.
Esto es sumamente interesante, porque la disciplina no comienza con el castigo o la reprimenda, no, ésta es la última fase de la disciplina. Pero Dios comienza a disciplinar a sus hijos cuando comienza a enseñarlos y a exhortarlos. Por eso dice Hebreos 12:5 “Ya habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige...”. La disciplina comienza con la instrucción, con el mandamiento, con la enseñanza. No es posible corregir aquello que no se ha enseñado primeramente.
Dios nos da sus mandamientos, nos da a conocer su voluntad, nos da a conocer el camino de la verdad y de la vida para que transitemos por él. Nos da a conocer el propósito aún de los padecimientos, y nos enseña cómo debemos responder en cada situación. Su Palabra nos enseña todo lo que necesitamos saber para la vida y la piedad.
Esta instrucción viene en forma afirmativa y negativa, es decir, en forma de mandamientos, que sería la forma afirmativa; y en forma de prohibiciones, que sería la forma negativa. Hoy en día hay muchas corrientes de pensamiento psicológico que opinan sobre la crianza. El otro día, mi esposa y yo estábamos conversando sobre eso, y hay una corriente de pensamiento que cree que no es bueno decir a los niños palabra “no”. En vez de decir no, busca otra alternativa. Entiendo lo que quieren decir, pero los niños necesitan saber cuáles son las prohibiciones de las que deben abstenerse para no meterse en problemas o en riesgo su vida.
En los Diez Mandamientos vemos este patrón. Dios comienza dando algunos mandamientos:
Amarás al Señor tu Dios por sobre todas las cosas.
Luego da una serie de prohibiciones:
No matarás.
No robarás.
No codiciarás la mujer de tu prójimo.
No darás falso testimonio.
Y así sucesivamente. Para comenzar a disciplinar, en primer lugar, Dios comienza instruyéndonos en el sendero que va la vida, nos da a conocer la verdad, nos enseña su voluntad y revela su carácter a nosotros.
En segundo lugar, la disciplina tiene un aspecto correctivo. Después de la instrucción y las llamadas de atención, el Señor corrige. Esto debemos recordarlo, la disciplina es una corrección y no un castigo. Hay una gran diferencia entre corregir y castigar, aunque en efectos prácticos y humanos suelen ser muy parecidos, cuando hablamos de la disciplina divina debemos separarlo del castigo divino. El castigo divino lleva a la justa condenación del pecado. Aquellos que sufren el castigo de Dios, sufre la condenación eterna. Los hijos adoptivos de Dios no somos castigados, porque el castigo de nuestro pecado fue sobre Cristo. De manera que, lo que Dios hace cuando ve tu pecado, no es castigarte por el pecado. Si tú eres creyente, ese castigo fue sobre Cristo, y Él nos libró de esas consecuencias últimas del pecado. Debido a que el pecado es una ofensa contra un Dios infinito, su castigo ha de ser también infinito, por esa razón, la disciplina no es un castigo por el pecado, la palabra castigo se refiere a juicio y a pagar por el mal hecho. En este sentido, todo castigo por el pecado recayó sobre Cristo. Él fue quien sufrió el castigo de Dios por los pecados nuestros.
Cuando pecamos, Dios no nos hace pasar necesariamente por las consecuencias inmediatas de nuestro pecado. Esos pecados ya han sido perdonados porque Cristo pagó por ellos. Pero, si insistimos en nuestra conducta pecaminosa, Dios traerá su corrección. Dios no pasa por alto el pecado, jamás lo hace. O lo castiga o lo corrige, pero nunca lo pasa por alto. Pacientemente nos da la oportunidad de que volvamos al camino por medio de exhortaciones, y cuando no lo hacemos trae su corrección.
Cuando Dios confronta el pecado en la vida del creyente, lo hace siempre desde el perdón, no desde el juicio. Es decir, nunca se cuestiona nuestra adopción como hijos suyos, sino que nos recuerda que la exhortación y la corrección vienen como evidencia de nuestra adopción. Es decir, nuestro perdón no está en juego, nuestra reconciliación con Dios tampoco, sino que somos corregidos para que sigamos viviendo esa reconciliación de manera digna, para que sigamos andando delante de Dios.
Ahora bien, lo importante de tener presente los dos aspectos de la disciplina divina, es decir, su aspecto instructivo y su parte correctiva, es que nos libra de pensar que Dios nos está castigando por un pecado en particular. Hay muchas iglesias que enseñan que las enfermedades son producto del pecado. Bueno, en un sentido sí, el pecado es lo que hizo que entrara la muerte en la humanidad, pero eso no quiere decir que una persona que se enferma es por culpa de algún pecado. Tampoco son demonios, ni necesariamente problemas en tu relación con Dios.
Muchas veces Dios permite que las enfermedades vengan a manera de instrucción más que de corrección. Si estás enfermo, no es por un pecado en específico que has cometido, sino que probablemente Dios quiere enseñarte paciencia, confianza y dependencia de Él en medio de la adversidad. Ahí vemos el aspecto instructivo de la disciplina más que el correctivo.
Su disciplina tanto instructuvia como correctiva es una muestra de amor.

III. ¿CÓMO ADMINISTRA DIOS SU DISCIPLINA?

Así que, teniendo ya una definición de lo que es la disciplina del Señor, debemos preguntarnos, ¿cómo es que Dios disciplina a sus hijos de una manera práctica? ¿Cómo puedo ver la disciplina y la amonestación del Señor en mi vida? Esto lo vemos de manera tando individual como colectiva.
De manera individual, Dios nos disciplina:
A través del sufrimiento. Dios trae diversas situaciones a nuestra vida para aprender paciencia. Santiago 1:2-4 “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. Dios trae las pruebas, las dificultades, el sufrimiento, no como castigo por el pecado, sino para fortalecer nuestra paciencia. Hablamos acerca de esto el domingo pasado. La paciencia es el músculo de la fe, y nos ayuda a aguantar, a resistir las dificultades. El Señor trae el sufrimiento para que seamos santificados, purificados, y para que podamos crecer en madurez y fortalecer nuestra fe.
Dejándonos experimentar las consecuencias inmediatas de nuestro pecado (Lucas 15:11-32). Al igual que en la parábola del hijo pródigo, el Señor a veces nos permite experimentar las consecuencias de nuestro pecado para recordarnos lo miserable que somos cuando nos revolcamos en él. A manera de recordatorio, nos deja experimentar estas consecuencias para que no se nos olvide lo malo que es el pecado y los resultados que produce.
De manera colectiva:
Lo hace por medio de la iglesia. Por eso el ministerio de la enseñanza y la predicación es tan importante en la iglesia, porque es así como comenzamos a aplicar la disciplina de Dios por medio de la instrucción en su Palabra. Pero, no queda allí, también la disciplina correctiva debe ser llevada a cabo por la iglesia en los casos que así lo amerite. Ejemplo: Mateo 18:15-17 y 1 Corintios 5:2-5
No vamos a pasar mucho tiempo explicando los detalles sobre la disciplina administrada públicamente en la iglesia, pero si es necesario destacar que esta disciplina, al igual que el patrón bíblico debe comenzar con la instrucción, con la exhortación, con la llamada de atención privada, y luego, en caso de que la persona insista en permanecer en pecado, entonces de manera pública delante de toda la iglesia. Esta disciplina no puede ser administrada solo por el pastor, ni por los pastores únicamente, sino que debe ser administrada por toda la asamble de la iglesia. En segundo lugar, solo debe aplicar disciplina a un miembro cuando hay un pecado visible y demostrable. Es decir, una conducta que sea tangible. Nadie puede ser disciplinado en la iglesia por tener malos pensamientos, pero sí puede hacerlo por llevar a cabo en la acción el deseo de esos pensamientos.
También puede aplicarse disciplina en casos en los que los miembros estén ausentes por un largo período de tiempo de la iglesia sin ningún motivo justificable. Es decir, cuando una persona deja de congregarse, y es miembro de la iglesia, se debe comenzar el proceso de disciplina instructiva y exhortar a la persona, si pasadas varias advertencias e intentos de varios hermanos de pedirle a la persona que vuelva a congregarse, entonces, llega un punto en el que debe aplicarse la disciplina correctiva delante de toda la iglesia, llamando a ese hermano o a esa hermana al arrepentimiento y a congregarse nuevamente. Esto es lo que nos manda Hebreos 10:24-25.

IV. EL PROPÓSITO DE LA DISCIPLINA DE DIOS

Repito, esto debe ser con mucha sabiduría, con mucho cuidado, motivados por el amor hacia esa persona, por una preocupación por la vida que está llevando y con un propósito muy claro. Una de las maneras en las que podemos diferenciar la disciplina del castigo, es el propósito que ambos tienen. El castigo busca condenar, busca hacer pagar al culpable por su falta. Por su parte, la disciplina tiene el propósito de restaurar y hacer a la persona volver al camino de la verdad.
De manera que, como vemos en este texto, hay varios propósitos que Dios tiene para su disciplina:
Para que no desmayemos (seamos consolados - Hebreos 12:3, 5): Es interesante que el escritor de Hebreos usa la palabra desmayar dos veces en este texto. Primeramente, lo hace en el v.3 y luego enel v.5. Cuando consideramos a Jesús, y vemos sus padecimientos, no debemos interpretarlos como un abandono de Dios hacia su Hijo eterno, sino que por el contrario, al ser Hijo, Cristo soportó los sufrimientos. De la misma manera que, cuando vemos a Cristo nuestro ánimo no desmaya, cuando vemos la disciplina de Dios, también es un motivo de gozo y de ánimo porque nos muestra que Dios no es indiferente a nosotros, sino que nos trata como a hijos. La disciplina es una evidencia de que nos ama y de que somos su hijos, y que contamos con su favor y que presta especial atención a nuestras vidas. De esa manera, podemos confiar en su amor y su corrección, por esa razón entonces no desmayamos ni nos desalentamos, sino que percibimos la corrección como un motivo de gozo por lo que representa. Representa una relación de Padre a hijos.
Para que participemos de la santidad (Hebreos 12:10): Para que participemos de la santidad, pues sin ésta, no veremos a Dios. Nuestro padres nos disciplinaban para que fuésemos buenos estudiantes y personas educadas. Dios nos disciplina para que seamos santos y sin mancha delante de Él.
En tercer lugar, Dios nos disciplina para que demos fruto (Hebreos 12:12, Juan 15:1-2): Dios nos va disciplinando para que demos frutos , nos poda para que demos fruto.
Finalmente, Dios nos disciplina para restaurarnos y sanarnos de nuestras heridas. (Hebreos 12:12-13).

V. CÓMO RESPONDER A LA DISCIPLINA

Ni seamos olvidadizos (v. 5).
No la menospreciemos (v.5).
Cobremos ánimo (v6).
No rechacemos la disciplina de Dios, ni seamos olvidadizos, seamos sabios, entendamos que cuando el Señor trae su corrección o su disciplina es por nuestro bien. Crezcamos hacia la madures, y por sobre todas las cosas, cobremos ánimo, porque nuestro Padre Celestial no nos dejará ni nos desamparará en la carrera, nos llevará de la mano y cuando sea necesario, de manera amorosa y paternal corregirá nuestros paso a fin de que avancemos hacia la meta final, hacia la herencia que Él tiene preparada para nosotros.
Confía, no desmayes y agradece al Señor por su corrección.
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