El Dios que Juzga y Santifica

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El Dios que Juzga y Santifica

Apocalipsis 6:1–8 NTV
1 Mientras miraba, el Cordero rompió el primero de los siete sellos que había en el rollo. Entonces oí que uno de los cuatro seres vivientes decía con voz de trueno: «¡Ven!». 2 Levanté la vista y vi que había un caballo blanco, y su jinete llevaba un arco, y se le colocó una corona sobre la cabeza. Salió cabalgando para ganar muchas batallas y obtener la victoria. 3 Cuando el Cordero rompió el segundo sello, oí que el segundo ser viviente decía: «¡Ven!». 4 Entonces apareció otro caballo, de color rojo. Al jinete se le dio una gran espada y la autoridad para quitar la paz de la tierra. Y hubo guerra y masacre por todas partes. 5 Cuando el Cordero rompió el tercer sello, oí que el tercer ser viviente decía: «¡Ven!». Levanté la vista y vi un caballo negro, y el jinete llevaba una balanza en la mano. 6 Y oí que una voz que salió de entre los cuatro seres vivientes decía: «Un pan de trigo o tres panes de cebada costarán el salario de un día. Y no desperdicies el aceite de oliva y el vino». 7 Cuando el Cordero rompió el cuarto sello, oí que el cuarto ser viviente decía: «¡Ven!». 8 Levanté la vista y vi un caballo de color verde pálido. El jinete se llamaba Muerte y su compañero era la Tumba. A estos dos se les dio autoridad sobre una cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre y con enfermedad y con animales salvajes.

Introducción

Hoy continuamos nuestra travesía a través del Apocalipsis, especialmente a través de la segunda visión que tiene Juan.
Es importante que no perdamos de perspectiva a quién Juan le está escribiendo. Juan le escribe a las 7 iglesias. Porque el mensaje de Jesús a estas iglesias no culminó en el capítulo 3 sino que todo el libro está dirigido a ellas.
Por eso es importante que, antes de interpretar lo que Juan está viendo y aplicarlo a nuestro contexto, nos pongamos los espejuelos de un cristiano del medio oriente, del primer siglo.
Tampoco podemos perder de perspectiva el propósito principal de esta carta. No era necesariamente darle un mapa o una guía exhaustiva y detallada de cómo iban a ocurrir los eventos del fin del mundo.
El propósito principal de esta carta era animar a una iglesia que vivía tiempos muy difíciles y que estaba en una gran disyuntiva. O nos oponemos al imperio y a sus abominables prácticas y sufrimos las consecuencias de la persecución o nos asimilamos al imperio y a la misma vez tratamos de mantener nuestros corazones fieles a Cristo.
Entonces a través de esta carta Cristo les dice, no se amolden a este mundo, no se asimilen al imperio, resistan, perseveren en la fe de los apóstoles, no dejen de ser la luz y la sal de esta tierra, no dejen de distinguirse, no dejen de amarme a mí sobre todas las cosas y de amarse los unos a los otros, aunque les cueste la vida.
Resistan porque al final yo les daré la victoria. Resistan porque al final yo juzgaré a todos los que se oponen a mí y a mi pueblo. Resistan porque al final yo restauraré todas las cosas.

El Ancla

Algunos piensan que los capítulos 4 y 5 preparan el escenario para el resto del libro. Que estos dos capítulos son el centro, el ancla, desde donde se debe interpretar el resto.
En el centro de la narrativa hay un trono y los personajes principales son el que está sentado en el trono y el Cordero. Ellos están en el centro porque el mensaje que Jesús le revela a las iglesias a través de Juan es exactamente ese:
No olviden quien está en el centro del universo. Y no es el Cesar. No olviden quien está en el centro de la historia. Y no es el imperio romano. No olviden quien está en el centro de sus vidas. No olviden quien está en el centro de la iglesia. No olviden quien está en el centro, incluso y especialmente cuando experimentan sufrimientos, angustias y persecuciones.
Entonces el tener esta convicción de que en el centro está el trono de Dios, que Él está sentado en su trono y que junto a Él está el Cordero que fue sacrificado, es el fundamento inconmovible del cual tú y yo nos debemos aferrar cada día.
No importa lo que depare el futuro. No importan los eventos del fin de los tiempos, en el centro está y estará para siempre el trono de Dios y Él está sentado reinando desde allí. Desde allí Él lo ve todo. Nada escapa su atención.
En un mundo lleno de confusión, donde la verdad se ha vuelto relativa, donde cada cual crea su propia realidad, donde cada cual se cree su propio dios, donde cada cual le sirve al dios del materialismo, al dios del sexo, al dios de la política, Jesús nos dice a través de esta carta, no olvides quién está en el centro, no olvides quién está sentado en el trono, no olvides quién es digno. No olvides que mi trono es eterno e inconmovible.
No olvides que todo en esta vida pasará, solo yo permanezco para siempre.
Entonces el capítulo 5 culmina con esa dramática escena del Cordero tomando el rollo de la mano de aquel que está sentado en el trono y de todas las huestes celestiales tornando su atención, su admiración y adoración hacia Él.
Porque Él es el único en todo el universo digno de tomar el rollo y de abrirlo. El único digno de revelar los secretos y los misterios de Dios. El único digno de revelar y poner en marcha los planes divinos para la humanidad, que desembocarán en el juicio de las naciones, en la restauración de todas las cosas y en la salvación final del pueblo de Dios.
¿Y qué lo hace digno? El hecho de que aquel Cordero fue sacrificado. Él es digno porque con su muerte pagó el precio, porque tomó nuestro lugar y nuestra culpa, porque recibió sobre sí mismo todo el peso de la ira de Dios por el pecado de la humanidad, porque Él es el Testigo Fiel, que fue fiel a su Padre en obediencia y amor, hasta la muerte.

El Cordero comienza a abrir los sellos

Entonces el capítulo 6 comienza narrándonos lo que sucede una vez el Cordero toma el rollo de la mano del que está sentado en el trono.
Una vez toma el rollo comienza a desatar, o a abrir, o a romper los sellos. Esta escena se extiende desde el capítulo 6 hasta el capítulo 8, con un interludio que aparece en el capítulo 7.
Cada vez que el Cordero abre un sello, uno de los 4 seres vivientes, o seres angelicales, aquellos que fueron introducidos en el capítulo 4, le muestra algo a Juan.
En el caso de los primeros 4 sellos Juan ve a cuatro caballos con sus jinetes.
Algunos piensan que no debemos interpretar cada una de estas cosas que Juan ve como eventos secuenciales. Como si uno ocurriera después del otro. Sino como diferentes aspectos o elementos de la misma visión.
Una pregunta importante que debemos hacernos es si estos son eventos que ocurrirán en el futuro.
Y cuando hablamos de los últimos tiempos, ¿cuándo comienzan?
En una ocasión Jesús salió del templo de Jerusalén y le dijo a los discípulos:
¿Ven todos esos edificios? Les digo la verdad, serán demolidos por completo. ¡No quedará ni una sola piedra sobre otra! (Mateo 24:2)
Perturbados por estas palabras de Jesús, sus discípulos le preguntaron:
Dinos, ¿cuándo sucederá todo eso? ¿Qué señal marcará tu regreso y el fin del mundo? (Mateo 24:3)
Entonces Jesús comienza a explicarles las señales del fin y al final les dice:
Ustedes también deben estar preparados todo el tiempo, porque el Hijo del Hombre vendrá cuando menos lo esperen. (Mateo 24:44)
Por otra parte el autor de Hebreos afirma que Cristo, después de haberse ofrecido a sí mismo como sacrificio por nuestros pecados:
...se sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios. Allí espera hasta que sus enemigos sean humillados y puestos por debajo de sus pies. (Hebreos 10:12-13)
En base a estos versos y a muchos más podemos afirmar que los últimos tiempos comenzaron el día que Cristo se levantó de la muerte, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. En ese momento Dios le dio toda autoridad para reinar sobre el universo y para juzgar a las naciones.
Entonces, ¿en qué momento de la historia estamos viviendo tú y yo? Estamos viviendo en los últimos tiempos. No por las cosas que estamos viviendo hoy si no porque desde que Cristo se sentó a la diestra del Padre comenzaron los últimos tiempos.
Cuando vemos todas las cosas que están sucediendo alrededor nuestro podemos pensar que el fin se está acercando, lo cual es cierto.
Sin embargo, lo mismo pensaron aquellos cristianos del primer siglo cuando recibieron esta carta. El fin se está acercando.
Máxime cuando nuestro sufrimiento actual en nada se compara al sufrimiento que la iglesia del primer siglo experimentó, ni al que ha experimentado la iglesia a través de los siglos, inclusive ni el que experimentan hoy día muchos cristianos en otros países.
Nosotros no tenemos idea de lo que es la persecución. Que nos metan a la carcel por ser cristiano. Que nos quiten nuestras posesiones. Que nos boten del trabajo. O que nos quiten la vida.
Creo que nosotros podemos identificarnos más con aquellas iglesias del primer siglo que se amoldaron al mundo, que hicieron las pases con el imperio, que prefirieron acomodarse a la cultura para evitar la persecución y el sufrimiento. Que comprometieron el evangelio por no ofender, por no hacer sentir mal a nadie.

Los caballos

Entonces cuando el Cordero abre el primer sello, Juan vio un caballo blanco y el que estaba montado tenía un arco. A este se le dio una corona y salió cabalgando para ganar muchas batallas y obtener la victoria.
Mucho se ha especulado acerca de quién es el jinete de este caballo. Unos piensan que es Jesús, por el hecho de que es un caballo blanco, símbolo de pureza y santidad. Y porque al final de la historia Cristo regresará montado en un caballo blanco. También por el hecho de que se le colocó una corona que representa victoria.
Sin embargo otros piensan que no es Jesús. Que es una sátira de Satanás. Aquel que se cree victorioso, aquel que se cree que reina, aquel que se cree que tiene poder. Aquel que se cree conquistador.
La verdad es que los cuatro caballos parecen ser agentes de maldad.
El ejercito romano era famoso por su caballería. Así que cuando la iglesia del primer siglo leyó esta carta y vio la imagen de los 4 caballos inmediatamente pensaron en el imperio, en su poder militar y en sus conquistas.
Entonces este primer jinete parece representar a aquellas naciones con su insaciable hambre y deseo de conquistar a otros pueblos y a otras naciones. Como lo fue el imperio romano y como lo han sido otros imperios a lo largo de la historia.
Cuando el Cordero abre el segundo sello Juan ve otro caballo, pero esta vez de color rojo. Al jinete se le dio una gran espada y la autoridad para quitar la paz de la tierra. Y hubo guerra y masacre por todas partes.
¿En qué desemboca ese deseo insaciable de conquista de las naciones? En guerras. Y las guerras, en muerte y destrucción.
Por esto podemos decir que cada caballo está ligado al otro.
Cuando el Cordero abre el tercer sello Juan ve un tercer caballo de color negro. Su jinete tenía una balanza en la mano. Se oyó una voz que salió de entre los cuatros seres vivientes, como una orden que decía: Un pan de trigo o tres panes de cebada costarán el salario de un día. Y no desperdicies el aceite de oliva y el vino.
El hambre y sed de conquista de las naciones produce guerras y las guerras producen hambre.
La cebada era un alimento de menor calidad que el trigo y de menor valor nutricional. Entonces de pronto la situación económica es tal que con el salario de un día solo alcanza para comprar una porción de pan para una persona o tres porciones de cebada. Y aquellos productos de alto valor, como el vino y el aceite, escasean.
¿No esto lo que han sufrido muchos a lo largo de la historia?
Entonces el Cordero abre el cuarto sello y Juan ve un caballo de color verde pálido, y su jinete se llamaba Muerte. Y este no cabalgaba solo sino que lo acompañaba otro que se llamaba Tumba. A estos dos se les dio autoridad sobre una cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre y con enfermedad y con animales salvajes.
El hambre y la sed de conquista de las naciones produce guerras, y las guerras, desolación, hambre, muerte y enfermedades. Y una tierra desolada por la guerra es una tierra donde hasta las fieras del campo se apoderan de ella.

¿Quién tiene la autoridad?

Ahora, un elemento importante que tenemos que destacar acerca de esta visión es quién tiene la autoridad sobre los caballos y sus jinetes. A pesar de que son agentes de maldad.
Al jinete del caballo blanco se le colocó una corona en la cabeza. Al del caballo rojo se le dio una gran espada y la autoridad para quitar la paz de la tierra. Al del caballo negro se le dio una orden de provocar hambruna y pobreza. Y al del caballo de color verde pálido se le dio la autoridad para matar a una cuarta parte de la tierra.
Entonces si en el centro está el trono de Dios y el Cordero, ¿quién le da la autoridad a estos agentes de maldad? Dios le da la autoridad. Dios es quien permite que ocurran estas cosas. El enemigo no anda por ahí haciendo lo que le da la gana. Todo lo que él hace es porque Dios se lo permite.
Para la iglesia del primer siglo esta fue una palabra de ánimo y esperanza. Saber que Dios tiene el control y es soberano sobre todas las cosas, incluso sobre los actos de maldad.
Reconozco que para algunos esto es difícil de entender o de aceptar. Pensar que un Dios bueno, amoroso y santo, en el cual no hay maldad, tenga el control sobre los actos de maldad que ocurren en este mundo.
Sin embargo Él tiene un propósito con todo lo que hace y con todo lo que permite que ocurra.

Dos propósitos

Podemos ver de dos propósito principales.
Uno de ellos es juzgar a las naciones. El Antiguo Testamento está lleno de historias donde Dios utilizó las guerras para juzgar a los pueblos, incluyendo a su propio pueblo.
Dios es un Dios de justicia. Él no pasa por alto ningún acto de maldad. Él no espera al día final para juzgar a las naciones. Él las ha juzgado a través de la historia y las sigue juzgando. Y claro, en el día final, veremos su acto de justicia supremo.
Por eso el apóstol Pablo exhorta a los romanos:
Romanos 12:19 NTV
19 Queridos amigos, nunca tomen venganza. Dejen que se encargue la justa ira de Dios. Pues dicen las Escrituras: «Yo tomaré venganza; Yo les pagaré lo que se merecen», dice el Señor.
Esto nos debe llenar de esperanza a nosotros también. Saber que nuestro Dios es justo y que todo acto de maldad, de violencia, de injusticia, de maltrato, será juzgado.
El segundo propósito es santificar a su pueblo y prepararlo para presentarlo puro y sin mancha delante de Él.
Pablo le escribe a los corintios:
2 Corintios 4:16–17 (NTV)
16 Es por esto que nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día.
17 Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades!
Dificultados temporeras que producen una gloria eterna.
La historia de José y sus hermanos es un ejemplo maravilloso de cómo Dios tiene control incluso de los actos de maldad.
El día que sus hermanos se presentaron delante de él, por primera vez luego de haberlo vendido como esclavo, y teniendo José ahora todo el poder y la autoridad para vengarse de ellos y hacer justicia, les dijo:
Génesis 50:19–20 (NTV)
19 ...No me tengan miedo. ¿Acaso soy Dios para castigarlos?
20 Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien. Él me puso en este cargo para que yo pudiera salvar la vida de muchas personas.
Dios dispuso un mal para hacer el bien. No solo para el bien de uno sino para el bien de muchos y finalmente para su gloria.

Conclusión

Para algunos creyentes del primer siglo cuando leyeron esta sección de la carta recibieron una señal de alerta. ¡Despierten! No se amolden a este mundo, no se asimilen al imperio, no practiquen lo que ellos practican, ni adoren lo que ellos adoran. Resistan. Perseveren. Recuerden que soy yo quien juzgo a las naciones.
¿Dónde está el imperio romano hoy día?
Para otros creyentes cuando leyeron esta sección se llenaron de ánimo y esperanza. Al saber que los sufrimientos que estaban experimentando por la crueldad y la prepotencia de aquel imperio y de aquella cultura, la guerras, las conquistas, la persecución, los martirios, el hambre, la pobreza, la violencia y la escasez, todo estaba en las manos del Dios soberano. Todo tenía el propósito de santificarlos.
Creo que este es el mismo mensaje que el Señor quiere darnos como iglesia hoy. No se amolden a este mundo. No asimilen sus prácticas. No quieran agraciarse para evitar el sufrimiento. No pongan su confianza en el imperio, ni en el emperador, ni en sus agentes. Recuerden que yo juzgo a las naciones.
Y por otro lado nos dice, recuerden que yo soy soberano y tengo el control de todo acto de maldad, y lo uso para mi gloria. Por eso no teman, no desmayen, cuando el sufrimiento, la prueba, el dolor y la escasez lleguen a sus vidas. Ellos son el fuego que utilizo para purificarlos, para santificarlos, para que estés listo para ese día cuando te presentes puro y sin mancha delante de mí.
Que esta palabra nos llene de ánimo y esperanza como lo hizo con la iglesia del primer siglo.
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