cuares1

Sermon  •  Submitted
0 ratings
· 11 views
Notes
Transcript

Cuaresma I

Romanos 8:31-39

Nada nos separará del amor de Dios

 

            Ha sido una semana interesante.  Hace ocho días, planeamos tener el culto del Miércoles de Ceniza, pero con la condición, “si es posible.”  Claro, pensábamos en el paro nacional.  El lunes, el trabajo de una gran cantidad de nosotros fue afectado.  Según los noticieros de esa noche, muchos trabajadores se quedaron en casa porque no hubo transporte.  Por otra parte, muchos choferes de buses se quedaron en casa, porque adujeron que no hubo pasajeros.  Aunque los periódicos habían afirmado que el gobierno tenía informes de inteligencia de que habría varias clases de intentados por la guerrilla, el país estuvo tranquillo esta semana.  Aun las manifestaciones, que siempre tienen la potencialidad de volverse violentas, fueron pacíficas. 

            Si recuerdan bien, hace ocho días, en el culto y en la clase de adultos, oramos para que Dios nos concediera esta tranquilidad.  En su gran amor lo hizo.  Tomemos un momento para darle gracias:

Señor y gobernador de todo, te damos gracias porque has escuchado y contestado nuestras oraciones, como siempre lo haces.  En esto, tu nos has mostrado, de nuevo, tu tierno amor para con nosotros.  Haznos recordar siempre este amor.  Si es tu voluntad, pedimos que la tranquilidad permanezca, y aun aumente, en nuestro país.  En cada circunstancia de nuestra vida, pedimos fe y paciencia.  Todo esto lo pedimos en el nombre de nuestro amado Salvador, Jesús.  Amén.

Dios sí contestó nuestras oraciones dándonos exactamente lo que le pedimos.  Pero si no hubiera sido así -- si Dios hubiera permitido que las manifestaciones se hubieran vuelto violentas, y la guerrilla hubiera logrado provocar marchas y atacar a la fuerza pública, ¿significaría que Dios no nos ama?  De ninguna manera.  Aun así, el mensaje de San Pablo para nosotros sería cierto.  Aun así, podríamos afirmar que Nada nos separará del amor de Dios.

            I.  Nadie podría acusarnos.

            II. Nada podría dañarnos.

I.

            Nuestro texto de hoy es uno de los más consoladores de toda la Biblia.  No nos promete que no sufriremos o que no tendremos dificultades en nuestras vidas.  Al contrario, nos da el secreto para soportar estas dificultades.  Dios nos promete que a pesar de todo lo que suframos en esta vida, nada nos separará del amor de Dios. Es así, porque nadie podrá acusarnos.

            Claro, hablamos del perdón de los pecados.  ¿Le sorprende un poco que al hablar sobre el hecho de que Dios nos protege y nos cuida en todo peligro, hablamos de nuevo del perdón de los pecados?  Es justo hacerlo, porque realmente nuestro peligro más grande es el espiritual.  No importa cuán rica sea esta vida, si no tenemos el perdón de los pecados, pasaremos miles de milenios sufriendo en los infiernos.  Por otra parte, no importa cuán horrible sea esta vida, si confiamos en Cristo como nuestro Salvador, viviremos con Dios por toda la eternidad.  Por eso, cada afirmación del amor de Dios se centra en la cruz y en la tumba abierta.  San Pablo habla de esta cruz y de esta tumba.  Dice sencillamente, ¿Quién acusará a los escogidos de Dios?  Dios es el que justifica.  Los escogidos de Dios somos nosotros.  Lo hemos dicho antes, pero lo repetimos.  Antes de crear el mundo, Dios nos conoció personalmente.  Hace miles de años, Dios previo el nacimiento de cada persona aquí presente.  Manejó la historia de todo el mundo a fin de que, en el momento indicado, escucháramos las buenas noticias.  Para algunos, lo hizo por medio de nuestros padres a quienes también escogió.  Para otros, lo hizo por medio de pastores, o amigos, o misioneros.  Pero lo hizo para cada uno de nosotros.

            Quizás, alguien pueda señalar a uno u otro de los escogidos de Dios y decir, “Pero, mira cuán mala es esta persona.”  Sabemos, por ejemplo, que el Rey David fue asesino y adultero.  Asesinó a uno de sus más fieles amigos para esconder el hecho de que tuvo relaciones sexuales con su esposa.  Pero, está en los cielos.  Aunque hasta donde yo sé, ninguno de nosotros ha asesinado a nadie, si alguien nos conoce puede señalar algún pecado nuestro.  ¿Qué diría nuestro cónyuge si hiciera una lista de nuestros pecados?  ¿Qué dirían nuestros hijos en cuanto a las cosas privadas de nuestra casa?  ¿Qué secreto sucio existe en nuestras vidas que no queremos que nadie conozca?  En realidad, todos somos culpables, pero todos somos escogidos de Dios, y Dios nos promete que nadie puede acusarnos.  Aunque es cierto que hemos pecado -- y todos conocemos nuestros pecados -- San Pablo afirma que Dios es el que justifica a sus escogidos.  Es decir, Dios nos declara inocentes, aunque no lo somos.

            ¿Cómo lo hace?  Por medio de Cristo.  Claro, esta no es una revelación nueva -- la han escuchado miles de veces.  Pero, es la clave de todo el amor de Dios. Cristo murió para pagar por el pecado que nos avergonzaría más, si fuera conocido.  Puesto que Cristo vivió totalmente sin pecado, y Dios nos regala esta perfección de Cristo, es como si no lo hubiéramos cometido.  Piénsenlo por un momento.  El pecado que les moleste más sencillamente nunca sucedió, porque Cristo lo pagó.  Por eso, nadie nos puede acusar de nada.

            Para que no nos equivoquemos, San Pablo dice, ¿Quién es el que condenará?  Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.  Con su muerte, Cristo borró nuestros pecados.  Dios lo probó cuando Jesús resucitó al tercer día.  Ahora, la aplicación práctica a nuestras vidas es que este mismo Jesús está a la diestra del Padre, es decir, en la posición de poder y honor, y él intercede por nosotros.  Cada vez que el diablo nos acusa frente al Padre, Cristo dice sencillamente, “No es así.”  Cuando el diablo presenta toda su evidencia a la corte celestial, Cristo dice, “No es cierto.”  Dios, el juez, da el mismo veredicto cada vez: este cristiano es inocente, porque Cristo lo fue, y porque Cristo pagó por sus pecados. En verdad, Dios dio este veredicto una vez para siempre cuando Jesús resucitó de entre los muertos, y el veredicto es cierto siempre cuando Cristo aun vive.  Es decir, nada lo puede cambiar, nunca jamás.

            Ahora, no hay nada ni nadie que pueda acusarnos.  La única excepción es nuestra propia conciencia -- y lo hace plenamente en contra del veredicto de Dios.  Aunque somos cristianos perdonados, los pecados secretos nos molestan.  Por eso, a veces el cristiano que parece estar más dedicado a la obra del Señor lo es porque es el más perturbado por su conciencia.  No podemos calmar la voz que nos acusa por medio de nuestros esfuerzos para la iglesia, ni por nuestra ofrenda, ni al no pensar en lo que hemos hecho.  La única manera de silenciar las acusaciones es volver a la promesa de Dios:  nadie nos acusa, porque Cristo murió, porque Cristo resucitó y porque Cristo, el mejor abogado del universo, nos representa en la corte de Dios.  Ya ha logrado que seamos declarados inocentes.

II.

            Cuando Cristo pagó por nuestros pecados, mostró el amor más profundo posible para nosotros.  Si tenemos cualquier duda del amor de Dios, sólo tenemos que mirar atrás y verlo en la vida humilde y perfecta, en la muerte inmerecida y en la resurrección victoriosa de Jesús.    San Pablo lo dice en nuestro texto: ¿Qué pues diremos a esto?  Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?  El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?  Sencillamente, Dios nos promete que Nada nos separará del amor de Dios.  Nada podría dañarnos.

            Estamos de nuevo en la época de la eliminatoria para el mundial.  ¿Quién es el mejor futbolista en el mundo -- no solamente en Colombia, sino en el mundo -- ahora mismo?  ¿Se puede decir que el equipo que tiene este hombre seguramente ganará el mundial? Obviamente, no.  Pero qué rico sería tener un jugador tan bueno que su equipo siempre ganara.  Espiritualmente, tal jugador ya está en nuestro equipo.  Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?  Obviamente, el diablo, el mundo y aun nuestro propio pecado están en contra de nosotros espiritualmente, pero con Dios en nuestro equipo, nadie nos ganará.  ¿Cómo lo sabemos?  Porque ya lo probó.  Dios hizo algo que realmente es imposible de imaginar.  Yo no puedo ni siquiera imaginar que permitiera que alguien hiciera daño a mi hija.  Pienso que me volvería loco si fuera secuestrada.  Pero Dios el Padre entregó, deliberadamente, a su único hijo para morir para salvarnos. ¡Imagínense cuánto

nos ama Dios! 

            En comparación con ofrecer a su propio Hijo a la muerte por nosotros, todas las demás bendiciones son inferiores, y fáciles de conseguir.  Dios nos promete que nos dará todas las cosas. ¿Cómo debemos entender esta afirmación?  Hay los que abrazan una teología que dice que Dios nos promete todo: buena salud por medio de las curaciones milagrosas, prosperidad financiera y toda bendición física.  Pero, al examinar nuestro propio texto, es obvio que esto no significa que podamos esperar que todos seremos ricos, y que tendremos salud perfecta y vidas totalmente felices.  San Pablo da una lista de las cosas que podemos sufrir, e incluye tribulación, angustia, hambre y desnudez, para sólo mencionar algunos ejemplos.  Cuando Dios nos promete todas las cosas, no significa que en esta vida seremos ricos.  Significa que todo lo que necesitamos, aun más, todo lo que es beneficioso para nosotros, lo tendremos.  Pero, debemos darnos cuenta de que  aveces lo que queremos no es lo que necesitamos y al mismo tiempo lo que no queremos sufrir puede ser lo mejor para nosotros.  En realidad, podemos decir que todos los acontecimientos de nuestras vidas, los felices y los tristes, son bendiciones de Dios, dadas porque nos ama.

            Escuchen de nuevo los últimos cinco versículos de nuestro texto: [Leer los versículos 35-39].  Es claro que Dios no dice que no sufriremos, dice que ningún sufrimiento ni dolor puede separarnos del amor de Dios.  Pongámoslo en términos de hoy.  Los que sufrimos dolores físicos o emocionales, podemos estar seguros de que a pesar de los problemas médicos, a pesar de las relaciones dañadas, a pesar de las malas experiencias, Dios nos ama.  Si estamos en la clínica esperando una cirugía, o si estamos a solas en nuestra casa llorando por el cónyuge que nunca viene, o si extrañamos al hijo fallecido, la promesa de Dios es que esto es una bendición para nosotros.  En vez de separarnos del amor de Dios, Dios trabaja en estas cosas para darnos lo que necesitamos más.

            San Pablo sufrió mucho en su vida -- fue azotado y encacerlerado por su fe, y muchas veces estuvo en peligro y en escasez por causa del evangelio.  Por eso cita las palabras del Salmo: Por causa de ti somos muertos todo el día.  Si tenemos que sufrir por nuestra fe, si nuestra familia nos presiona a no apartarnos de la iglesia católica o de la evangélica, o si nuestros amigos se burlan de nosotros porque no queremos participar en borracheras o en adulterios, Dios aun nos ama.  Esta persecución en vez de separarnos de Dios, nos lleva más cercanos, porque purifica nuestra fe.

            Si tenemos que pasar meses sin agua, o si el agua que venga tiene mal olor por haber sido muy contaminada en el embalse, Dios nos ama.  Si hay sanciones económicas por parte de los Estados Unidos o de la Unión Europea, y por eso, tenemos menos plata mientras los precios suben y aun si perdemos nuestro trabajo por eso, Dios aun nos ama.  Si el paro se vuelve violento y la guerrilla aumenta su actividad y hasta atacan a la ciudad de Bogotá misma, Dios aun nos ama.  Dios nos ama cuando no podemos encontrar transporte, Dios nos ama cuando no sabemos cuánto subirán los pagos a los colegios, Dios nos ama cuando no podemos enterrar a nuestros amados fallecidos por causa del paro.  Dios nos ama en todo.

            La prueba del amor de Dios en todo esto es la obra de Cristo.  Aunque quisiera hacerlo, como pastor no puedo explicarles por qué tenemos que sufrir estas cosas.  Lo más que yo puedo decir es lo que San Pablo dice en cuanto a esto en otro sitio de la Epístola a los Romanos.  ... nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no se avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.  Lo más que les puedo decir es que Dios usa todas estas cosas para fortalecer nuestra fe.  Pero al mismo tiempo, aceptar que en todas las tribulaciones Dios nos bendice es finalmente una cuestión de fe.  Por definición, la fe es aceptar y estar seguros de lo que no vemos pero que Dios nos promete.  Es confianza en él.  Por eso, Dios nos dio el testimonio más claro e importante de su fidelidad:  entregó a su Hijo para morir en nuestro lugar.

            Estén contentos.  Dios nos regaló estos versículos a fin de que seamos consolados cuando la vida sea difícil.  Es cierto que hasta hoy, Dios nos ha dado exactamente lo que hemos pedido: tranquilidad en nuestra ciudad.  Oremos para que lo siga así.  Salgamos de este culto convencidos de que todo lo que suceda será para nuestro beneficio.  Nada puede separarnos del amor de Dios.  Lo sabemos porque nadie puede acusarnos, puesto que Cristo ya nos ha dado la perfección delante de Dios.  Lo aplicamos en nuestras vidas al confiar en la promesa de que nada puede hacernos daño, porque Dios nos está protegiendo.  Confiemos en Dios en todo.  Amén.

Related Media
See more
Related Sermons
See more