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Cuaresma IV

Números 21:4-9

¿Qué aprendemos de la serpiente de bronce?

            La frustración es una de las emociones más fuertes que sentimos.  En mi casa, aparentemente porque yo digo “estoy frustrado” con tanta fuerza, mi hija en seguida dice, “El papi está frustrado, el papi está frustrado” o a veces sencillamente repite “frustrado, frustrado.”  Hace dos semanas, mi familia y el pastor Chris y su hijo Jesse viajábamos a un estudio bíblico.  El tráfico estaba muy pesado, y por un segundo me descuidé y en seguida me estrellé con un taxi.  Pasé toda la semana siguiente intentando arreglar esto.  Tuve que esperar horas en la oficina de la compañía de seguros, porque siempre me prometieron que a tal hora todo estaría listo y nunca estuvo y por eso estaba muy frustrado.  Todos podemos contar una historia personal sobre la frustración.  En nuestro texto de hoy, vemos la misma frustración por parte del pueblo de Israel.  En este relato, se ve el peligro espiritual en nuestra reacción, pero también se ve que aun en estos mementos, Dios trata con nosotros de acuerdo con su ley y su evangelio.  Si al leer el texto nos preguntamos, ¿Qué podemos aprender de la serpiente de bronce?  Moisés nos contesta:

            I. Dios tiene su plan para nosotros.

            II. Dios nos disciplina.

            III. Dios nos salvó.

I.

            En nuestro texto de hoy, el pueblo de Dios tuvo que aprender una importante lección espiritual.  Tuvieron que aprender la paciencia.  La clave para ser pacientes a pesar de las dificultades es ser conscientes de que nada sucede en nuestras vidas sin el permiso de Dios. ¿Qué podemos aprender de la serpiente de bronce? Podemos aprender que Dios tiene su plan para nosotros.

            En nuestro texto, el pueblo de Israel estaba en el desierto.  Todos conocemos la historia de los cuarenta años en el desierto.  Dios le había guiado hasta la frontera de Israel y le prometió que iba a dársela como herencia.  Pero, el pueblo desconfió de la promesa y rehusó entrar.  Por eso, Dios le había condenado a cuarenta años en el desierto hasta que murieran todos los adultos que no creyeron la promesa.  Los aconte-cimientos de nuestro texto sucedieron al final de este tiempo, cuando el pueblo volvía a la tierra prometida.   Los israelitas de nuestro texto no eran los que rehusaron entrar hacía cuarenta años, más bien fueron sus hijos.  Para entrar por la ruta indicada por Dios, tenían que pasar por la tierra de Edom, pero el rey edomita no les permitió pasar por su país.  Por eso que tuvieron que hacer un gran desvió por el desierto para llegar a la frontera de Israel.  Aquí entra la frustración en el juego.  Estaban tan cerca, pero no podían llegar a su destino.

            Hacía cuarenta años, a pesar de las ricas bendiciones y los grandes milagros, sus padres no confiaron en el plan de Dios para su pueblo.  Por eso, toda la nación entró en un período de enseñanza remedial.  El objeto de los cuarenta años en el desierto no sólo fue castigar al pueblo rebelde, fue enseñarle a confiar en el plan de Dios.  Al final de este tiempo, el pueblo tuvo que pasar por una prueba final.  Obviamente, Dios sabía con anticipación que los edomitas no les permitirían pasar, y que por eso tendrían que hacer el desvío.  Igualmente obvio es el hecho de que Dios sabía que iban a fallar en la prueba, pero por medio de esta prueba, les prepararía para años de guerra en la tierra prometida.  El pueblo aun tenía que aprender que Dios tenía un plan específico para ellos.

            Pero, durante el desvío, los israelitas no entendieron por qué tuvieron que sufrir esta frustración.  Es lo mismo para nosotros.  Yo manejo casi todos los días en Bogotá, y para ser honesto, a veces soy muy agresivo.  Sin embargo, la noche en que me choqué, me portaba realmente bien -- sencillamente me descuidé por un momento.  ¿Por qué sucedió esto? No sé.  Es la naturaleza del plan de Dios que los detalles futuros se escondan. Puedo mencionar algunas posibilidades.  El hijo del pastor Chris estaba muy preocupado por mi y esa noche oraba en mi favor.  Es posible que todo esto sucedió para darle la oportunidad de interceder ante nuestro Padre Celestial en mi favor.  Otra posibilidad es que Dios me dio una oportunidad para probar mi fe. Durante todo este proceso tenía que recordar que representaba a Dios frente al taxista.   En un momento, me preguntó, “¿Cuándo me invitará a su comunidad?”  Quizás todo esto sucedió para darle la oportunidad de conocernos.  Pero todas estas posibilidades son únicamente posibilidades.  No sé por qué me choqué.  Pero la Biblia nos enseña que todas estas cosas suceden de acuerdo con el plan de Dios.  Cualquier cosa que le frustre es parte de este plan.  Podemos decir que en todas estas cosas, Dios nos prepara para el futuro y nos reta a confiar en él.  La primera lección de la serpiente de bronce es que Dios tiene un plan para nosotros.

II.

            El hecho de que haya un plan divino que gobierna nuestras vidas es un punto que nunca debemos olvidar.  Sin embargo, es solamente la primera parte del tratamiento de Dios en nuestro texto.  Cómo respondemos a ese plan afecta la manera en que Dios fortalezca nuestra fe.  Claro, si reaccionamos con fe y confianza frente a nuestra frustración, las ricas promesas de Dios confirman esta fe directamente.  Pero, si nuestra fe no se manifiesta en nuestra reacción, Dios nos trata de otra manera. ¿Qué aprendemos de la serpiente de bronce? Podemos aprender que en su amor para con nosotros, Dios nos disciplina.

            La nueva generación de Israel aun no estaba totalmente preparada para conquistar la tierra prometida.  Su fe aun necesitaba ser aumentada.  Lo interesante en las pruebas de la fe es que nosotros podemos crecer de cualquier manera en que reaccionemos.  Si nos acogemos a las promesas de Dios a pesar de la frustración, realmente, aplicamos el evangelio que es la esencia de ellas a nosotros mismos, y Dios, por medio de esas promesas de Dios confirma nuestra fe.  Esta no es la reacción que vemos en nuestro texto.  Al contrario, los israelitas comenzaron a hacer lo natural: se quejaron del cuidado de Dios y del liderazgo de su siervo llamado.  Pero aun así, Dios usó esta prueba para fortalecer su fe.

            En realidad, cuando nos quejamos de nuestra situación, criticamos la manera en que Dios nos cuida.  Cuando la frustración causa que murmuremos en cuanto a nuestra situación económica, o a nuestra salud, o al hecho de que nos estrellamos con un taxi, en realidad afirmamos que el cuidado de Dios ha sido menos que lo satisfactorio.  Aunque dudo de que cualquier de nosotros preguntára directamente a Dios,  “¿Por qué no me cuidas mejor?” en realidad, cuando nos quejamos ¿no hacemos lo mismo?  Claro, sería una blasfemia retar a Dios así, pero ¿cuál es la diferencia cuando nos quejamos de la probabilidad de que habrá racionamiento de agua esta semana?  Dios es el que maneja nuestra vidas, y cuando no estamos contentos con su dirección somos culpables de blasfemia.

            Este fue el pecado de los israelitas.  Lo hicieron aun peor al criticar al representante de Dios.  Dios pone en claro en la Biblia que cuando murmuramos contra sus representantes, murmuramos contra él mismo.  ¿Quiénes son los representantes de Dios? En términos generales, podemos decir que cualquier autoridad legítima fue establecida por Dios.  El pueblo de Israel cometió una doble blasfemia, y por eso, Dios reaccionó tan fuertemente.  Si nos quejamos en cuanto al gobierno, en cuanto a nuestros padres, en cuanto a nuestros jefes o maestros y aun en cuanto a los pastores, cometemos la misma blasfemia y merecemos un castigo parecido al de los israelitas. 

            Sin embargo, en nuestro texto vemos que aun en el castigo, el propósito de Dios es evangélico.  A veces los teólogos dicen que las amenazas de la ley y los castigos constituyen la obra extraña de Dios.  Su obra verdadera es perdonarnos.  Pero, a fin de que nos acojamos a su gracia, Dios manifieste su verdadera ira contra el pecado.  En nuestro texto, Dios castigó al pueblo para que se arrepintieran.  Dios siempre trata con pecadores así en este mundo.  Es poco probable que Dios vaya a enviar serpientes venenosas como resultado de quejarnos, pero al hacerlo somos culpables de blasfemar de Dios, y así, provocamos su ira y merecemos el castigo aun peor: los infiernos.  Pero al decirlo, soy instrumento de la obra extraña de Dios.  Lo que Dios quiere de parte de nosotros es que manifestemos la misma actitud que la nueva generación de los israelitas mostraron.  En fe, confesaron su pecado contra Dios, y confiaron en su gracia.

            Esta es la verdadera actitud cristiana, y es lo que Dios quiere provocar al predicarnos la ley.  El cristiano reconoce su pecaminosidad.  El cristiano se humilla frente a Dios y se acoge a su perdón.  Todos somos culpables de blasfemar de Dios por lo que consideramos situaciones no justas y frustrantes.  Humillémonos frente a él y su misericordia.  Dios nos promete que todos nuestros pecados ya están perdonados por Cristo.  La lección de la serpiente de bronce es que Dios nos disciplina para que nos arrepintamos.

III.

            El perdón es el enfoque central de toda la Biblia y de nuestro texto mismo.  Antes dije que en todas las pruebas podemos crecer en nuestra fe.  Si pecamos en la prueba, la manera de crecer es por medio del verdadero arrepentimiento, es decir, al reconocer que hemos pecado y al confiar en el perdón de los pecados.  ¿Cómo conseguimos este perdón?  De la misma manera que lo consiguieron los israelitas de nuestro texto.  Por medio de Cristo. ¿Qué aprendemos de la serpiente de bronce?  Sencillamente, Dios nos salvó.

            El pueblo  de Israel reconoció que había pecado y pidió que Dios les perdonara y les salvara del castigo.  Dios mostró su amor al darles el remedio indicado.  Es un poco extraño lo que Dios hizo.  Mandó que Moisés pusiera una serpiente en un asta, y todos los que miraran se salvarían.  A los que no creen que la Biblia sea la palabra de Dios, este relato les parece un mito del tipo que se encuentra en los mitos griegos o indígenas cuando un héroe hace obras mágicas para lograr su meta.  Dicen que “las serpientes ardientes” eran dragones u otra bestia mitológica, y que Moisés las venció por medio de un talismán de Dios.  Los que dicen estas cosas no entienden el asunto en absoluto.  En primer lugar, de varias otras citas, es claro que “serpiente ardiente” es la manera hebrea de decir serpientes venenosas.  En segundo lugar no entienden que Moisés no venció a las serpientes por medio de un talismán o por medio de la magia, sino que el pueblo venció el pecado por medio de la fe y el poder de Dios.

            La palabra hebrea que se usa para “miraba” implica más que un vislumbre.  Es una mirada intensa, apropiada para una acción de fe.  Dios mandó que el pueblo hiciera algo poco razonable.  En efecto les dijo, “Se salva por nada más que confiar en mi.  La confianza consiste en mirar a la serpiente de bronce para ser salvo en vez de cualquier medicina o tratamiento que ustedes puedan inventar.”  Los que en confianza siguieron la promesa fueron sanados.  Los que no pudieron aceptar un remedio totalmente en contra de la razón humana murieron -- física y eternamente.

            La salvación física que Dios concedió al pueblo de Israel era una señal de la más grande que haría por medio de Cristo.  En verdad, Cristo señala estos eventos, y nos dice, Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.  La serpiente en el asta fue una figura profética de la obra redentora de Cristo.  Cristo, por supuesto, fue levantado en la cruz. Todos los que creen en Cristo crucificado no mueren espiritualmente, sino que tienen la vida.  Los que estaban muriendo podían mirar en fe a la serpiente levantada en la cruz y así las vidas se salvaron.  Los que están muriendo espiritualmente pueden acogerse a Cristo levantado en la cruz, y las vidas espirituales se salvan.  Esta es la promesa de la serpiente de bronce.

            Llamamos esta clase de profecía física un “tipo”.  Los tipos nos enseñan de manera muy concreta qué haría nuestro Salvador.  Estamos en la estación de cuaresma, y nuestro enfoque es en el arrepentimiento al pie de la cruz.  Hemos hablado sobre la blasfemia que es inherente en las quejas cotidianas de nuestras vidas -- hemos dicho que en realidad merecemos no solamente que las víboras nos muerdan sino que sufrimos en los fuegos de los infiernos para siempre, porque este es el único castigo adecuado para la blasfemia.  Pero, hay una solución.  Comienza en reconocer nuestro pecado, pero esto no es el final.  El propósito de la vida cristiana y de la cuaresma no es que nos sintamos malos, no es que lleguemos al momento en que lloremos por nuestros pecados y pasemos las noches en la agonía por ellos.  Tampoco es que mortifiquemos nuestros cuerpos con latigazos.  El propósito del verdadero arrepentimiento es la vida, la vida prometida en Cristo.  Si tenemos la seguridad de que vivimos, porque Cristo murió y resucitó, no hay por qué estar tristes, no hay por qué castigarnos física o mentalmente.  No hay por qué pasar la noche sin dormir. Tenemos la paz porque sabemos que Cristo sí fue levantado en la cruz en nuestro lugar y por eso viviremos. Esta es la lección principal de la serpiente de bronce.

            Desafortunadamente, nunca escaparemos de la frustración en esta vida.  Pero, en fe podemos reconocer que hay un plan para nuestras vidas.  Dios nos pone pruebas para nuestro beneficio.  Se reaccionamos a la frustración con fe y amor, demos gracias a Dios por habernos bendecido.  Si fallamos y pecamos, confesemos el pecado en esto y miremos la cruz de Cristo que lo soluciona.  Así crece la fe, a pesar de nuestro pecado.  Amén.

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