Los dos testigos - 1era Parte

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Introducción

La primera mitad del capítulo 11 es parte del preludio que comenzó en el capítulo 10. Es una pausa justo antes de que suene la séptima trompeta. Y a su vez es una pausa que lleva al lector a procesar, por medio de la adoración, toda la gloriosa revelación que ha estado recibiendo hasta este momento.
Juan recibe la instrucción de comer el rollo, o el librito que tomó de la mano del ángel poderoso. Se le advierte que cuando lo coma lo sentirá dulce como la miel en su boca pero amargo en su estómago. Lo que significa que el mensaje contenido en este rollo tendrá implicaciones gloriosas para unos y terribles para otros. Implicaciones de salvación para unos y de maldición para otros.
Una imagen similar la vemos en el primer capítulo de Apocalipsis cuando Juan describe al Señor y dice que:
Apocalipsis 1:16 (NTV)
16 ...una espada aguda de doble filo salía de su boca...
Sabemos que esta espada que sale de su boca es Su Palabra y tiene doble filo. Lo que significa de igual forma que esta espada tiene implicaciones gloriosas para unos y terribles para otros. Para los que la reciben y para los que la rechazan.
Para los primeros esta espada sirve para operar y extirpar el cáncer del pecado y la maldad de sus corazones haciéndolos santos, pero para los segundos la espada sirve para cortarlos y extirparlos para siempre de la presencia de Dios.
El autor de la carta a los Hebreos lo dice de esta manera:
Hebreos 4:12 NTV
12 Pues la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos.
A Juan se le ordena que consuma este rollo pero no para su disfrute exclusivo sino para profetizar; para proclamar su contenido; su mensaje a muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.
Entonces vimos que Juan representa a la Iglesia y este rollo representa el Evangelio de Jesucristo. Y la instrucción que Juan recibe de profetizar a las naciones representa el llamado y la responsabilidad ministerial de la Iglesia de proclamar el Evangelio aquí, allá y en todo lugar.
No importa la oscuridad que experimentemos, ni las posibles señales del fin que observemos, la responsabilidad de la iglesia no cambia, y no ha cambiado en 2,000 años; de seguir proclamando el único mensaje que puede darle esperanza y vida a este mundo.
Apocalipsis 11:1–3 NTV
1 Luego me fue dada una vara para medir y me fue dicho: «Ve y mide el templo de Dios y el altar, y cuenta el número de adoradores; 2 pero no midas el atrio exterior porque ha sido entregado a las naciones, las cuales pisotearán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses. 3 Mientras tanto yo daré poder a mis dos testigos, y ellos se vestirán de tela áspera y profetizarán durante esos 1260 días».

Una nuevo templo

Luego de ser reafirmado y recomisionado a su ministerio como profeta, Juan recibe un instrumento de medición, muy común en la antiguedad y se le pide que mida el templo de Dios que está en la ciudad santa.
Ahora, la pregunta es, ¿de qué templo está hablando el Señor? ¿El celestial, el de Jerusalén, el de Salomón, o el de Herodes?
No debe ser el templo celestial por el hecho de que el Señor le dice a Juan que los atrios de este templo, o sea, el patio exterior, será pisoteado por las naciones. Lo cual es imposible que ocurra en el templo celestial.
La interpretación popular y la que aprendimos la mayoría de aquellos que nos criamos en la iglesia es que esto es una alusión a que al final de los tiempos Dios le permitirá a los judíos reconstruir el templo de Jerusalén y que esta será una señal del fin.
Sin embargo, hay otros que piensan que este relato es simbólico y no literal, al igual que todo lo que hemos estado viendo hasta ahora, con un mensaje mucho más profundo, que tiene como fin edificar a la iglesia, a quien va dirigida esta carta.
Es realmente difícil pensar que Dios le permitirá a los judíos reconstruir el templo de Jerusalén, antes del fin, porque esto implicaría volver al sistema de sacrificios de la antiguedad, el cual Cristo abolió con su sacrificio final para siempre. El velo o la cortina que separaba el lugar santo del lugar santísimo fue rasgada para siempre.
Hace mucho más sentido teológico y en el contexto de lo que hemos estado estudiando que este templo al que Dios le pide a Juan que mida no es un templo físico sino espiritual. O sea, el nuevo templo de Dios que es, nada más y nada menos que Su Iglesia.
La iglesia es el nuevo templo de Dios donde Él ha decidido hacer su morada. Su presencia ya no está exclusivamente en un país, ni en una ciudad, ni en una etnia, ni mucho menos en una estructura hecha por manos humanas. Su presencia está en medio de donde quiera que su pueblo santo se reúna en su nombre.
El apóstol Pedro le dice a la iglesia:
1 Pedro 2:5 (NTV)
5 ...ustedes son las piedras vivas con las cuales Dios edifica su templo espiritual...
Hechos de los Apóstoles 4:11 (NTV)
11 Pues es Jesús...“La piedra que ustedes, los constructores, rechazaron ahora se ha convertido en la piedra principal”.
El Padre ha decido construirse un templo espiritual para hacer su morada, donde el Hijo es la columna principal que le da estabilidad a toda la estructura y su Espíritu es quien administra todo lo que allí sucede.
Esta imagen de tomar una vara o una cuerda para medir el templo o la ciudad santa no es extraña para Juan. Él sabe que tanto el profeta Ezequiel como Zacarías recibieron un mensaje similar en el pasado.
Ambos recibieron esta visión en el momento que Dios les anunció la restauración final de Israel.
Ezequiel 40:2–3 NTV
2 En una visión que provenía de Dios, él me llevó a la tierra de Israel y me puso sobre una montaña muy alta. Desde allí pude ver hacia el sur lo que parecía ser una ciudad. 3 A medida que me acercaba, vi a un hombre de pie junto a una puerta de entrada y su rostro brillaba como el bronce. En la mano tenía una cuerda de medir hecha de lino y una vara para medir.
Zacarías 2:1–2 NTV
1 Cuando miré de nuevo, vi a un hombre con una cinta de medir en la mano. 2 —¿Adónde vas? —le pregunté. —Voy a medir Jerusalén —me contestó— para ver cuánto mide de ancho y de largo.
Ciertamente, los profetas de antaño anunciaron extensamente la restauración de Israel en el día final.
¿Pero la restauración de qué Israel? ¿Del Israel étnico? ¿Del Israel moderno? ¿Del Israel político? ¿O de un Israel espiritual?
¿De un nuevo Israel? ¿De su Iglesia?
La realidad es que los judíos, aunque no lo hicieron, debían interpretar todas estas profecías de la restauración de Israel desde el lente de la promesa que Dios le hizo a Abraham de que por medio de él serían bendecidas todas las naciones de la tierra y no exclusivamente Israel.
Ahora, ¿qué representa este acto de medir? ¿A caso, Dios no sabe cuánto mide este templo que Él mismo se ha construido? ¿A caso hay alguna información que el desconozca?
A ver. ¿Cuál es la verdadera razón por la cual usted contrata a un agrimensor para que vaya a su finca o a su terreno y lo mida y establezca las cordenadas y los linderos? ¿Será únicamente para que cuando haga la verja esta quede derechita, o será con un fin mayor?
Al hacer esto, usted lo que realmente quiere es proteger y asegurar su terreno. Usted lo que realmente quiere es que el estado certifique públicamente que esa es su propiedad. Para que todo el mundo lo sepa y ya nadie pueda venir a invadir o a reclamar la misma. Usted lo que realmente quiere es certificar que ese terreno ahora tiene un solo dueño y un solo señor.
Y esto es precisamente lo que el Señor le está mostrando a Juan. Que ese templo le pertenece.
Ya hemos visto que en el Apocalipsis el Señor utiliza varias imágenes para representar una misma cosa. ¿Recuerda lo que representan los 24 ancianos, y los 144,000, y los que tiene un sello en la frente? Estos representan una misma cosa, una misma gente, un mismo pueblo; al pueblo redimido de Dios.
¿Y recuerdan cuál es el mensaje principal en todos estos relatos?
El mensaje es el mismo: el Señor protegerá a su pueblo hasta el final.
Y ahora, en este capitulo, se introduce una nueva imagen a esta lista para representar esto mismo. El nuevo templo de Dios, su pueblo, protegido por Él hasta el final.
Pero realmente no es la primera vez que se utiliza esta imagen en Apocalipsis. Vimos lo que el Señor le promete a los fieles en la iglesia de Sardis:
Apocalipsis 3:12 NTV
12 A todos los que salgan vencedores, los haré columnas en el templo de mi Dios, y nunca tendrán que salir de allí. Yo escribiré sobre ellos el nombre de mi Dios, y ellos serán ciudadanos de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén que desciende del cielo y de mi Dios. Y también escribiré en ellos mi nuevo nombre.
Es como si el Señor dijera:
Yo me he construido un templo nuevo. Pero no de piedra o madera. Sino de gente; de personas. Ese templo me pertenece. Yo soy su Dueño y Señor y nadie puede arrebatármelo. Es mio.
Y necesito que lo midas, [le dice a Juan] para que el mundo de las tinieblas y el diablo sepan que con ese templo no tienen parte ni suerte. ¡Aleluya!
Así que esta imagen no necesariamente es una alusión a la reconstrucción del templo de Jerusalén en los días finales, ni los que adoran en él son los judíos que han creído Cristo, sino su Iglesia Universal, su pueblo santo.

Un templo sin divisiones

Ahora, el Señor le ordena a Juan que mida tres cosas específicas de este templo: el lugar santo, el lugar santísimo, y a aquellos que están adorando dentro de él.
Pero también le dice que debe excluir el patio exterior.
El templo de Jerusalén, al igual que el Tabernáculo en el desierto, tenía tres áreas principales: el atrio, o patio exterior, donde ocurrían las ceremonias de limpieza y purificación, el lugar santo, donde ocurrían los sacrificios de animales y el lugar santísimo, donde estaba el arca del pacto y donde realmente habitaba la presencia de Dios. Allí solo era digno de entrar el sacerdote principal, o sumo sacerdote, una vez al año, a rogar a Dios por el perdón por los pecados de todo el pueblo.
Juan recordaba muy bien que solo los judíos eran dignos de entrar hasta el lugar santo, donde ocurrían los sacrificios. Pero los gentiles, que no eran judíos, que se había convertido al judaísmo solo podían entrar a adorar al patio exterior. Estos no eran dignos de entrar al lugar santo.
Entonces, ¿qué es lo que quiere decirle el Señor a las iglesias del primer siglo, en la región de Asía Menor, cuya membresía era una mezcla de judíos y gentiles convertidos al cristianismo, con esta imagen de excluir de medir el patio exterior?
Ya no hay distinción entre judíos y gentiles. En este nuevo templo ya no hay divisiones. Con su sacrificio en la cruz Cristo cumplió y selló la promesa hecha a Abraham, de que en él serían benditas todas las naciones del mundo. Y esa bendición no es otra cosa que tener acceso directo a la presencia del único y soberano Dios del universo.
La cortina que dividía el lugar santo del lugar santísimo fue rasgada y las restricciones de acceso que habían en el templo fueron eliminadas. Cristo quitó toda división entre ambos pueblos. Ahora todos son libres de entrar a su presencia y adorarle. Ya nadie tiene que quedarse en el patio. Ahora todos pueden entrar y sentarse a la mesa.
Eso es precisamente lo que celebramos cuando tomamos la cena del Señor.

Pero cobren ánimo ante la persecución

Ahora, el Señor le dice a Juan que no mida el patio, o sea la parte exterior del templo, porque este ha sido entregado a las naciones. Y estas pisotearán la ciudad santa por cuarenta y dos meses.
Esto es un verso bastante difícil de interpretar. Especialmente porque los atrios siguen siendo parte del templo de Dios.
La palabra que se traduce en la NTV como "no midas" y en la LBLA como "excluye", también puede ser traducida como "echa afuera" o "expulsa".
Para algunos comentaristas, este acto de no medir, o expulsar, o excluir, o echar fuera, el atrio exterior del templo porque ha sido entregado a las naciones para que estas lo pisoteen por un tiempo limitado, es una nueva imagen para representar algo que ya el Señor le ha revelado a Juan desde el principio de esta carta: la persecución del pueblo de Dios durante la era de la iglesia.
Hablándoles acerca del fin Jesús le dijo a los discípulos:
Lucas 21:24 NTV
24 Los matarán a espada o serán enviados cautivos a todas las naciones del mundo. Y Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que el tiempo de los gentiles llegue a su fin.
Ciertamente, esta persecución será limitada. Esto lo vemos en el simbolismo de los cuarenta y dos meses, o tres años y medios, o 1,260 días, lo cual representa la misma cantidad de tiempo.
Esta imagen de este periodo de tiempo es tomada de los profetas de antaño. Especialmente de Daniel. Cuando este profetiza acerca de las señales del fin, habla de una cuarta bestia que:
Daniel 7:25 NTV
25 Desafiará al Altísimo y oprimirá al pueblo santo del Altísimo. Procurará cambiar las leyes de los santos y sus festivales sagrados y ellos quedarán bajo el dominio de ese rey por un tiempo, tiempos y medio tiempo.
Tanto el número 42 como los 3 años y medio son bastante común en el AT. Por ejemplo Israel estuvo un total de 42 año vagando en el desierto antes de entrar a la tierra prometida. Se estima que Israel tuvo que levantar el campamento en el desierto y moverse a otro lugar 42 veces. Elías profetizó para que no lloviera durante 3 años y medio.
Y este detalle es importante que lo recordemos porque nos va a hacer mucho sentido recordar a Moises y Elías cuando hablemos de los dos testigos.
Entonces, lo que el Señor le dice a la iglesia del primer siglo con esta imagen es que: el mundo seguirá levantándose en tu contra, y seguirás experimentando sufrimiento, pero cobra ánimo porque aunque sufras físicamente tu vida está escondida y asegurada en mí.
Esto es exactamente lo que le dice Pablo a los corintios:
2 Corintios 4:16–18 NTV
16 Es por esto que nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día. 17 Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades! 18 Así que no miramos las dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre.

Conclusión

Cobremos ánimo, iglesia. Porque hoy hemos sido recordados de unas verdades gloriosas.
Hemos sido recordados que formamos parte del nuevo templo de Dios. Que somos piedras vivas. Que somos columnas de ese templo.
Y que Él, como el buen agrimensor, a delimitado las cordenadas de su templo, para que el mundo de las tinieblas no tenga ninguna duda que le pertenecemos para siempre. Y para a nosotros tampoco nos quepa duda.
Hemos sido recordados de que en ese templo ya no hay divisiones ni restricciones de acceso. Todos son bienvenidos a sentarse a la mesa. Y si el Señor no hace distinción de personas, nosotros tampoco podemos hacerlo.
Y finalmente, hemos sido recordados que aunque experimentemos sufrimientos en esta vida, será por un corto tiempo, porque nuestra redención está acerca. Y aunque nuestro cuerpo físico sea afectado por el sufrimiento, nuestra vida está escondida y asegurada en nuestro glorioso Señor Jesucristo.