La restauración

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LA RESTAURACIÓN

Nehemías 9 y 10

PR. HERNANDO GONZÁLEZ C.

INTRODUCCIÓN

Hace algún par de años el refrigerador de nuestra casa se descompuso. Tenía como algo así como un año de haberse comprado. Así que necesitaba ser reparado. Todavía era válida la garantía, así que nos dimos a la tarea de buscar ese papelito. Y después de que pedimos la reparación, el refrigerador quedó como nuevo. Funcionaba perfectamente. Le pusieron todas las piezas nuevecitas. Quedó como cuando se había comprado por primera vez.

Recuerdo que antes de que el refrigerador fuera reparado, yo intenté hacerlo pero no pude lograrlo. Entonces yo pensé que de igual forma hay cosas que sólo Dios puede resolver en nuestra vida. Esta ocasión quiero hablar de la restauración. La restauración es una obra especial que Dios lleva a cabo en nuestra vida. Esta es una palabra que aparece tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y conlleva la idea de llevar cosas o personas hacia un estado original o normal. Es decir cuando algo no funciona, entonces Dios obra para volver a dejarlo como antes, como en el principio.

La restauración espiritual es algo que casi no se menciona. Pero la restauración significa que una vez que algo falla, entonces Dios obra para levantarlo de nuevo.

Quiero que veamos nuevamente el libro de Nehemías. Este es un libro que nos habla precisamente de la restauración del pueblo de Dios. El Señor los entregó en mano de los caldeos porque su pueblo se había olvidado del Señor y de su ley. Al llegar a la tierra prometida comenzaron a disfrutar tanto de todo cuanto aquella tierra les proveía y se olvidaron de que era Dios quien les proveía de todo. Durante setenta años vivieron la opresión de Babilonia. Pero al terminar este tiempo Dios los trae nuevamente a Jerusalén para reedificar el templo y los muros de Jerusalén, pero sobre todo para restaurar la vida espiritual de su pueblo.

Hay varias palabras que encontramos y que encierran la idea de la restauración como reedificar, reconstruir, restituir. En un sentido espiritual nos habla de una misma obra de Dios.

Nehemías fue el hombre que Dios usó para restaurar los muros de Jerusalén. Las escrituras nos dicen que esta tarea se terminó en 52 días y para este tiempo los muros ya habías sido reedificados. Pero Dios tenía el propósito de una reedificación espiritual. Así que puso en el corazón de Nehemías el deseo de llevar a cabo acciones para esta obra espiritual. Yo quiero que veamos tres elementos importantes que dieron lugar a la restauración en el pueblo de Israel y que siguen siendo válidos en el día de hoy:

I. Una fuerte convicción de la Palabra de Dios

En el v. 1 del cap. 8 nos dice la escritura que se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza…y dijeron a Esdras que trajese el libro de la ley la cual Jehová había dado a Israel.

Este es el primer asunto que quiero exponer. La Palabra de Dios en insustituible para la vida cristiana de la iglesia. Cuando Dios creó al pueblo de Israel, los eligió de tal forma que vivieran apegados a su palabra, un pueblo que se mantenía seguro en Dios porque obedecían la voz de Dios.

Fue por medio de esta revelación especial de Dios a través de de Abraham, de Isaac, de Jacob, de Moisés, que Dios fue uniendo cada cosa para formar a su pueblo y sustentarlo. Fue por ello que el Señor les dio su Ley, porque deseaba asegurarles una permanencia en él. Si no tenían instrucciones precisas que reflejaran su voluntad estaba el peligro de perderse, porque su Palabra les daba visión y sin esta el pueblo sería extraviado. Apartarse de su ley indicaba apartarse del Señor. Su Palabra no podía separarse de él. Dios tuvo siempre el propósito que a través de ella el corazón de su pueblo estuviera dispuesto para cumplir sus mandamientos. Fue durante siempre el medio para mantener el compañerismo entre pueblo y Dios.

Y ahora que el pueblo se encontraba nuevamente en su tierra se dieron cuenta de que necesitaban recordar la Palabra de Dios, quiénes eran y porque razón estaban ahí; y nos dice que dijeron a Esdras que trajese el libro de la Ley. Esto es algo sorprendente. El pueblo pedía: Esdras, enséñanos, queremos oír la Palabra de Dios. Queremos recordar que Dios tiene algo que decirnos. Necesitamos oír a Dios.

Hermanos esto es algo que la iglesia necesita en la actualidad. Esta es una verdad que ha perdurado a través de los tiempos y que no ha cambiado. Si el pueblo no desea la Palabra de Dios, entonces el pueblo se extravía. El pueblo de Dios gozaba de las bendiciones que Dios tenía para ellos. Pero no escucharon la Palabra del Señor, entonces vinieron tragedias en su vida. Y lo mismo sucede con nosotros si no valoramos y amamos la Palabra del Señor. Por eso Jesús nos dijo claramente: escudriñen en las escrituras porque en ellas tenéis la ida eterna, y ellas dan testimonio de mi. Y Pedro nos dice: desead como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación. También nosotros ya tenemos la bendición del Señor. Hemos sido salvos por su gracia. Pero es necesario que acudamos al Señor y escucharle para dirigir nuestra vida correctamente a través de su Palabra.

Dijo una hermana: -Y que bendición tenemos ahora, porque tenemos a nuestro alcance la Palabra de Dios-. Esto es cierto, es una gran bendición. Pero tenemos que permanecer dentro de esta bendición. Hermanos yo quiero decirles que para que ocurra una verdadera restauración en esta iglesia y en nuestras vidas debemos considerar la importancia de la Palabra de Dios.

Qué triste cuando en una iglesia se piensa que el cambio viene por medio de nueva alabanza, o por medio de tener más carisma o de establecer nuevos métodos de trabajo. Y no quiero decir que esto no sea importante. Pero la realidad es que no puede ocurrir ningún cambio positivo si no existe una fuerte convicción en nosotros hacia la Palabra de Dios. Porque la Palabra de Dios es poder que transforma. Y que tristeza es ver que en este tiempo plagado de filosofías catalogadas de postmodernidad se busque mas el consejo del psicólogo, del gurú, del psíquico, los horóscopos, de la televisión, que aun el consejo que Dios puede dar a nuestras vidas. Y como pueblo de Dios necesitamos entender que no podemos mantenernos seguros si no es mediante un apego a su Palabra.

Ahora, veamos que la Palabra de Dios apela siempre a nuestro entendimiento. Nos fue dada no solo para que la escuchemos, no solo para conocerla, sino para comprenderla y vivirla. Es el lenguaje de Dios en términos humanos. Miren lo que dice en los v. 2 y 3 Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación… de todos los que podían entender… y leyó en el libro en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender. Y en el v. 8 encontramos y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura. Esta es la respuesta al efecto transformador por medio de esta forma de revelación en nuestra vida. Necesitamos dejar que Dios nos hable, que inunda toda nuestra vida. Que atienda a nuestro entendimiento. NO es solo leerla, sino entenderla y para ello necesitamos pedir la dirección de Dios por medio de su Espíritu Santo.

Hermanos, necesitamos atender a lo que Dios nos está diciendo: no hay bendición para nuestra vida si no atendemos a su Palabra. Alguien escribió que en el día de hoy hay demasiada sensualidad hacia la Palabra de Dios. La palabra sensual significa lo referente a los sentidos. Y hay quienes dicen: hoy no tengo ganas, hoy no me siento inspirado. Eso significa ser un cristiano sensual. Esta es la razón por la cual muchos hogares se destruyen, por la cual los jóvenes se pierden, por la cual las sociedades so corrompen, porque no buscan la voz de Dios.

Pero nuestra responsabilidad ante la Palabra de Dios no puede depender de nuestros sentidos, sino de nuestro compromiso y nuestra relación con el Señor. ¿Quiere usted bendición en su vida? Busque a Dios cada día. ¿Acaso no hay mayor deleite en la Palabra que el que encontramos en ver dos horas de televisión? ¿Acaso no hay mayor bendición para nuestra vida escudriñar las escrituras que leer los chismes de los artistas? Hermanos, pidamos a Dios que nos de mas amor por su Palabra, porque de todo esto habremos de dar cuentas a él.

II. Una vida ferviente de adoración 8:6, 9:3, 5

Este es otro elemento que no debe faltar jamás en nuestra vida, ni en la vida de cualquier iglesia. La adoración implica un reconocimiento de la grandeza de Dios. Es reconocer lo que él es y lo que él hace.

La adoración no se limita solo a nuestra alabanza. Nos indica una actitud que incluya toda nuestra vida. Involucra nuestro corazón, las emociones, nuestra forma de vivir. Para el pueblo de Israel no existía diferencia entre adoración y alabanza, servicio, inclinarse o postrarse, acción de gracias, porque todo ello indicaba un mismo significado. Así que nuestra adoración a Dios no es algo que puede quedar supeditado a nuestro buen ánimo. Es una experiencia vital.

Había pasado ya mucho tiempo y pueblo de Israel había dejado a un lado su responsabilidad de adoración. Pero precisamente en esto tiempo que el pueblo había regresado a su país, a su ciudad la adoración debía ser restaurada. Porque el pueblo que fue llamado para proclamar su alabanza se había olvidado de adorar a Aquel que los había sacado de la esclavitud y les había bendecido con su misericordia. Y precisamente fue una de las primeras cosas que ocurrieron en este periodo. Primero ocurrió con Esdras y 14 años mas tarde, Nehemías reconsideró esta necesidad en el pueblo. Pero encontramos además una fuerte conexión de causa efecto entre la Palabra de Dios y la adoración. Después de haber escuchado la Palabra de Dios, esto tuvo como resultado la adoración. Esto indica que hay una relación muy grande entre nuestra adoración y la Palabra de Dios.

Ahora bien, para acercarnos correctamente hacia Dios, debemos hacerlo con humildad. El pueblo sabía que no había agrado para Dios si ellos no se humillaban. Ahora veamos que esta humildad no fue un mero formalismo, no fue solo un requisito por cumplir, sino la actitud de un corazón tocado por Dios. Tampoco fue solo para que Dios les bendijera, porque esta adoración resurgió precisamente del propósito de Dios.

III. Una renovación de compromiso. 9:38; 10:29

Una última cosa que encontramos en este pasaje es que en respuesta al escuchar nuevamente la Palabra de Dios, el pueblo de Israel renovó sus votos de fidelidad.

Salmo 65:1; Job 22:2

Ocurrió algo de parte de Dios que les hizo pensar en su responsabilidad. Renovaron sus votos, es decir reconsideraron su propia voluntad para seguir a Dios. Fue algo voluntario en donde ellos se comprometieron. Recuerden que se habían apartado de Dios, y Dios fue misericordioso siempre se mantuvo fiel. Y en esta ocasión sintieron que siendo Dios tan bueno ellos debían corresponder a tanta fidelidad y bendición.

Cuando estos hombres fueron expuestos ante sus pecado reconocieron la necesidad del arrepentimiento de una reconciliación con Dios, y como respuesta al favor del Señor retomaron sus votos. Ellos mismos fueron los propios testigos de su responsabilidad de caminar en el Señor. Y esto es algo que debemos aprender y recordar, que como pueblo de Dios debemos caminar en el Señor. Debemos trazar nuestro proyecto de vida de acuerdo a la voluntad de Dios. No podemos ser el pueblo de Dios si nos apartamos de este propósito divino. Somos un pueblo especial y somos un pueblo escogido, y cada día necesitamos decirle al Señor: “Aquí está mi vida”, “Señor qué tienes para mi”.

Es triste pensarlo, pero lo que menos se quiere hoy en día son compromisos. Muchos patrones no quieren contratos porque hay compromiso. La gente no quiere firmar nada porque hay compromisos. Los jóvenes no quieren casarse porque hay compromisos. Y los cristianos poco quieren saber de compromisos con Dios o con la iglesia. Todo está bien mientras no nos comprometamos. Porque como dijo Dios que cuando alguno hiciera votos ligará su alma. Hay responsabilidad.

Pero esto es lo interesante que Dios llevó al pueblo hasta este punto para que entendieran que no sólo era necesario que Dios obrara, sino que el pueblo debía cumplir con su parte. Tenían una nueva oportunidad para ser responsables. Dios no podía esperar otra cosa.

Dios quiere ver nuestro compromiso. No como una palabra, sino como un hecho. Dios está comprometido con nosotros Isaías 49:16. Y él espera que también nosotros demos este paso de fe, porque es sólo por medio de la fe en él que podemos ser fieles.

A causa, pues, de todo esto, nosotros hacemos fiel promesa. Esto es algo que nos debe distinguir ser personas comprometidas. Yo no veo otra forma de obrar poderosamente de parte de Dios a no ser que haya alguien dispuesto a decir Señor yo quiero seguirte, yo quiero ser fiel.

Estas tres cosas son básicas e importantes para que ocurra la restauración en nuestra vida, en nuestra familia y en nuestra iglesia. Vivir en la Palabra de Dios, nuestra adoración y nuestro compromiso. Estas tres están ligadas. Oremos y pidamos la gracia de Dios para que nos permita ver este cambio en su pueblo, su iglesia.

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