La guerra por la paz

Ruta 27, mensajae 8  •  Sermon  •  Submitted
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Dos principios

Para conseguir la paz debes librar una guerra.
Para disfrutar la paz primero debes ser libre.
Hemos seguido una ruta durante esta serie, la Ruta 27, que nos ha llevado hacia zonas de paz, descanso y esperanza.
Aprendimos lo importante de detenernos, el valor de escuchar y la necesidad de poner la esperanza en Dios. Todo parece demandar de nosotros una actitud pasiva, donde nosotros no debemos hacer casi nada.
La verdad es que la conquista de la paz no demanda de ti una actitud pasiva, al contrario, demanda un compromiso y una lucha de tu parte.
Si quieres paz, tendrás que luchar por tu libertad.

Promesa del gobierno de la paz

Permítame ilustrarlo...
El pueblo de Israel vivía bajo el gobierno romano. Los romanos eran implacables, violentos y orgullosos. Creían en el poder como vía para gobernar. Sometían a los pueblos y los menospreciaban, los dejaban conservar su cultura y tradiciones pero los exprimían y explotaban. Para los judíos los romanos eran enemigos, del pueblo y de Dios, porque sus prácticas religiosas eran ofensivas e inmorales.
Pero el pueblo de Israel tenía en su religión una promesa:
Isaías 9:6–7 RVC
6 Porque un niño nos ha nacido, ¡un hijo nos ha sido concedido! Sobre sus hombros llevará el principado, y su nombre será «Consejero admirable», «Dios fuerte», «Padre Eterno» y «Príncipe de paz». 7 La extensión de su imperio y la paz en él no tendrán límite. Reinará sobre el trono de David y sobre su reino, y lo afirmará y confirmará en la justicia y el derecho, desde ahora y para siempre. Esto lo hará el celo del Señor de los ejércitos.
Prestemos atención a lo que esperaba el pueblo judío:
Consejero. La palabra más es soberano. Se refiere a alguien que cuando gobierna no necesita que nadie lo aconseje porque sabe exactamente lo que hace.
Admirable. Se refiere a alguien maravilloso, alguien que despierta admiración.
Dios fuerte. Hace referencia al poder, a su capacidad de estar e imponerse sobre todo y todos. Es el Dios de los dioses. Supremo. El más grande.
Padre eterno. Ahora habla de una relación duradera…eterna. No es un dios distante, es un Dios padre, cercano, estable, que vive para siempre.
Príncipe de paz. Su gobierno difundiría la paz en todo el imperio. Él traería paz.
Imperio. Es más que un simple reinado; es un imperio, se impone sobre otros. No hay límites porque domina todo.
El trono de David. El rey que puso a los enemigos de Israel a raya, gobernó y conquistó más allá de sus territorios. Era un rey en todo el sentido de la palabra, dirigió el ejército hacia la victoria. Era fuerte y valiente.

Entonces aparece Jesús

Jesús llega con un discurso confuso para los judíos. El arrastre que tenía su mensaje y la popularidad de su ministerio hacía pensar al judío que él podía ser el elegido.
Los escribas, Fariseos y maestros de la ley dudaban también y no podían arriesgarse a correr riesgos respecto a su relación con Roma, por eso nunca creyeron en Jesús abiertamente aunque parece que lo probaban tratando de confirmar si él era el elegido que cumpliría las profecías.
Jesús se dejaba decir algunas cosas que desconcertaban a todos y los convencía de que él era ese niño del que hablaba Isaías.
Mateo 10:34 NVI
34 »No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada.
Jesús, además, recluta gente peligrosa. Revolucionarios que odiaban a Roma y sabían de conspiraciones, estrategias y planes para acabar con el dominio romano, bajo la gracia y el poder milagroso de Dios. Por eso cuando Jesús demuestra que tiene poderes, muchos creen en él.
Lo que a veces confundía a sus seguidores es que Jesús nunca atacó al Imperio romano y más bien daba discursos en los que decía que no había que revelarse.
Mateo 5:43–44 NVI
43 Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.” 44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen,
Al escuchar “enemigos” lo primero que pensaron los oyentes fue “romanos”. Entonces algo no encajaba. ¿Amar a los romanos? Jamás. Eran enemigos de Dios, pecadores, transgresores, idólatras, repulsivos. Amor no es necesariamente lo que brota de un judío cuando piensa en un romano.
Cuando Jesús estaba por irse, sus discípulos todavía esperaban que el mesías iniciara el cumplimiento de la profecía, creían que era Jesús y, al haber resucitado de la muerte y haber puesto a temblar al imperio romano, querían saber cuándo empezaría la ejecución de su poder.
Hechos de los Apóstoles 1:6–7 NVI
6 Entonces los que estaban reunidos con él le preguntaron: —Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el reino a Israel? 7 —No les toca a ustedes conocer la hora ni el momento determinados por la autoridad misma del Padre—les contestó Jesús—.

El mensaje de Jesús

Tengo la sensación que las autoridades romanas entendieron mejor el mensaje de Jesús que los mismos judíos.
Juan 18:33–36 NVI
33 Pilato volvió a entrar en el palacio y llamó a Jesús. —¿Eres tú el rey de los judíos?—le preguntó. 34 —¿Eso lo dices tú—le respondió Jesús—, o es que otros te han hablado de mí? 35 —¿Acaso soy judío?—replicó Pilato—. Han sido tu propio pueblo y los jefes de los sacerdotes los que te entregaron a mí. ¿Qué has hecho? 36 —Mi reino no es de este mundo—contestó Jesús—. Si lo fuera, mis propios guardias pelearían para impedir que los judíos me arrestaran. Pero mi reino no es de este mundo.
Lo que Jesús hablaba y anunciaba era más profundo que una filosofía humana, más extenso que un territorio terrenal, más amplio que un imperio tirano y más poderoso que un reino humano.
Si reino no gobernaba desde la política o la religión sino desde el alma y de ahí tocaría cada aspecto, estrato y sociedad humana.
Haberse conformado con imponerse sobre los romanos habría hecho del reino de Dios un mero capricho temporal al estilo humano y no a la medida de Dios.

¿Pensamos como los judíos?

Cuando queremos paz esperamos que se nos resuelvan nuestros conflictos humanos, que los gobiernos actúen con justicia y que no tengamos necesidad de nada en la tierra, que tengamos un papá rico que nos supla todos los caprichos y que no tengamos que preocuparnos por nada.
Queremos un Dios que nos provea financieramente sin que haya escasez, que nos sane para nunca enfermarnos y que nos cuide para que nunca tengamos un accidente. Si ese Dios no existe entonces no queremos uno. Nos enojamos cuando no nos da lo que queremos y buscamos hacer las cosas a nuestra medida.
Queremos un salvador que nos quite la responsabilidad y nos entregue los privilegios. Creo que no estamos entendiendo ni la vida cristiana ni la búsqueda de la paz.
Jesús habló de libertad porque solo quienes son libres pueden hallar la paz. Pero esa paz no es como la que el mundo da o la que el mundo predica. Cuando en el mundo se ausenta la guerra todos creen que viven en paz.
Juan 14:27 NVI
27 La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.
La paz de Dios no es de este mundo, es la paz del reino de Dios, del príncipe de paz. del Admirable, soberano, Dios fuerte, padre eterno. Es una paz que se siente más allá de los conflictos en la tierra.
Es una paz que demandará de ti una lucha contra ti mismo, no contra otros. Como la paz no se trata de lo externo, no es una lucha contra lo que está afuera. La guerra interna es la que conquista la paz interna, para que lo externo no pueda quitarte la paz.
La paz no es para los débiles, ni para los derrotados. La paz no es para los que renuncian o se sienten víctimas. La paz es para los que luchan, los que enfrentan, los valientes. La paz no es para los que se quedan sentados esperando un salvador sino para los que se levantan y pelean. Los que no se dan por vencidos. Los que creen. Los que desafían las tormentas y huracanes de la vida.